Brisol García | Poemas

Brisol García García. Origen étnico nahua y nieta de una cocinera tradicional. Es técnica en administración, artista, licenciada en Ingeniería en Desarrollo Agroindustrial, licenciada en Ciencias de la Comunicación, Fotógrafa, Maestra en Desarrollo Rural Regional, y Maestra en Políticas de Base Comunitaria; Doctora en Arte y Cultura. Investigadora de las líneas de patrimonio cultural intangible y la cocina tradicional del Paradigma de Michoacán. Ha realizado estancias académicas en la Unesco Lima Perú (2017), en la Universidad de San Martín de Porres de Lima, el Observatorio de la Alimentación Odela en Barcelona. En el 2016 realizó el videoarte Salsa de Flor P’rhuré y publicó el primer libro recetario bilingüe de la Paragua de Pichátaro, Michoacán traducido de la lengua P ́rhuré al español. Actualmente es docente de la Universidad Politécnica de Quintana Roo, Cancún, México.

 

 

 

Perdí muchos colores…

¡Cuántos colores es un arcoíris!

¿Cómo puede hacerse un azul cielo?,

nube o tormenta en un muro

una frente lo contiene

en una corona de espumas

¡hasta los rincones abandonados!

los abyectos rincones del polvo y

los detritus fueron tocados

por sus manos ligeras.

Todo se puso a sonreír

por todas partes brillaban

dientes blancos de mil colores.

¡Cuántas luces son un cielo hermoso

se convierte en nube o en tormenta

salvaguardia, de un pecho pectoral,

¡de una frente que triunfa de sándalos!

hasta los rincones dejados,

los abyectos escondrijos de partículas y

los detritos fueron manoseados

por sus manos fuertes y toscas,

llenas de colores.

Todo se puso a sonreír

por todas partes relumbraban

semillas de mil colores que

hacían crecer a las hojas de una rosa.

 

 

 

¡Juro que no me dueles!

estar sin ti no me duele

no me duele

no, no y no.

Eras sólo ¿arena en mis manos?

estar sin ti no me duele

no me duele

no, no y no.

Eras ¿un río más que crucé?Leer más

Poesía colectiva: después de leer a Martha Kornblith

Por Cecilia, Fanny, Belén y Ximena

 

Anoche sentí que te quedabas

que aquella tarde él no se llevó la que eras

la que fuiste, y que ahora ya no descubres.

El olor a avenida de ciudad ahogada

me enfilo calmadamente a la salida

me sé reconocer en sus palabras

mi pecho danza con las

hormigas en el pasto

Te escucho

tu grito y mi grito respondiéndose locuras

me escucho a mí misma

¿En qué escombro te quedaste?

¿En qué mañana te perdiste?

¿En cuál de las peleas dejaste de soñar?

Pongo atención en lo que otras han sentido

los ojos, el pecho, la cuerpa

la vida, la piel. Todo me arde

¿Y por qué después de tanto tiempo

sigues ausente, dónde perdiste la locura?

No juzgo error esto que siento

en la vida nos enseñan que debemos

cubrir ciertas responsabilidades,

pero nunca nos enseñan a saber expresar

lo que sentimos en la vida misma

cuando sufrir también está bien, solo

debemos aprender a salir de cada bacheLeer más

Poesía colectiva: después de leer a Isabel de los Ágeles Ruano

Por Priscila Alonso, Danae Perales, Ixchel Alejandra Paz y Ximena Cobos

 

Soy dolor, pero también soy ave que transita por las ventanas, por los amaneceres y que se asoma para observar lo que está sucediendo dentro y luego tomarlo prestado para recrear ciudades enteras, uniformes

 

Soy también una pregunta

 

¿Dónde están instaladas nuestras memorias?

en las calles que me alimentan

 

en el cuerpo que me asfixia 

palabras, ser palabra y agua que brota

agua que limpia, que recorre, que abrasa

 

Agua que sale de mi cuerpo y se torna a veces turbia a veces clara Leer más

Carta suicida

Por Victoria Marín

 

Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.
Nacidos sin vida […]
 no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños mirarían con una sonrisa.
Anne Sexton

 

Esta no es una disculpa, tampoco una nota acusatoria. Algo así no tendría sentido cuando voluntariamente he tomado la noche por casa y la demencia como el curso lógico de una vida. 

Tan solo quiero dejar constancia de lo que se siente, del lugar que ocupo y de los pasos que me han traído hasta aquí. Me gusta y no lo cambiaría por nada. Aunque, no sé si realmente deseo caer. ¿Cómo me sentiré cuando dentro de mí no encuentre más que el vacío, mi verdadero yo, y, allí, todas esas murallas desmoronándose una a una?

Quiero invitarte a una fiesta, una de esas de las que no se vuelve. ¿Bailarías conmigo?

Dance, dance, dance… el sonido que viene de la discoteca, eso y el viento soplando es lo único que escucho. Mi corazón y su disonancia, una supernova imperceptible. Sparagmos en cada latido.

Pienso en el arcano del Diablo que apareció en mi última lectura, en sus alas azules y en la redención ofrecida por el infierno, la continuidad de una sola naturaleza, humana y animal en el momento de la disolución, justo antes del florecimiento.

¿Cuándo lo dejé entrar? A ciencia cierta no lo sé. El peso de sus cadenas rodeando mi cuello me hizo tomar conciencia; no solo de él, sino también de una parte de mí, una que nunca será mía. Cierro los ojos y la miro, escucho su voz de otro tiempo. Al hacerlo estos miembros se deshacen en medio de unLeer más

Maricruz Huerta | Poemas

Maricruz Huerta. Originaria de la Ciudad de México, he trabajado como maestra de Semiología y Español para la UNAM, y la UNAM-LA, respectivamente. Actualmente trabajo como educadora para el Distrito Escolar de Los Ángeles, California: LAUSD. Soy artista visual y comencé a escribir poesía después de la pandemia del Ómicron. Mis poemas se han publicado en La Revista Página Salmón, La Innombrable y Ediciones Converso. Puedes visitar mi Instagram en: maricruzhuerta7

 

 

 

Nuestra casa del árbol florido

I

Salieron los portadores del Dios

Larga Tira, cola de papalote, en peregrinación

Pequeña, me pierdo entre sus piernas: Torres de Iglesia

¿Habrá luz, se irá la gente?

Soy chiquita, me aprietan los que llevan el Bulto: las Aguas

Negras, los Tornasoles Rojos, el Conocimiento, los Libros y las Flautas

 

Entrelazados con nuestros brazos, y nuestras ropas

Con hilos de colores, atados por las cinturas, caminamos

El pedregal oculta el camino ¿de dónde traeremos el agua?

No nos soltamos, o tropezamos, o el mal se mete y encaja

Llevamos el Ocote: La Vara para medir, el origen del vivir

A coyotito abrazadas, dormimos, tierra y arte me cobijan con su piel

 

II

La Casa de Dios, Dolores teje, con la raíz del Árbol Florido

En los principios del Cuihuitl Itzintla, el dios mordió

el Maíz alegre, lo escupió en nuestras bocas… Cuando la luna se baña

en el Sol del Parto, recio y quedito, entre mujeres, gritamos

Mamá sus estambres de cintura, bordando, al Niño Árbol, va cantandoLeer más

Detrás de mis paredes

Por Mical Karina Garcia Reyes

 

Las paredes del cuarto en el que vivo son tan delgadas que a veces creo que mis vecinos y yo no vivimos separados, sino que compartimos el mismo espacio, los mismos hábitos y rutinas.

Temprano por la mañana, la esposa se despierta antes que el marido. Se mueve con sigilo a través de su habitación, sus pies en puntas apenas hacen rechinar la madera humedecida y vieja del piso. Abre la puerta de su ropero y sus bisagras metálicas crujen. Presto atención en sus pisadas enfilándose hacia la cocina, sacar los sartenes, hervir el agua para el café y sazonar la comida. Una hora después, las maderas rechinan nuevamente en la recámara, donde su marido suelta un bufido al ser despertado.

Él se levanta, arrastra los pies hacia la cocina. Los cubiertos se azotan contra los platos, las tazas caen pesadamente sobre la mesa y lo escucho: “¡Eres una inútil! ¡Esto está demasiado salado! Ni para eso sirves” vocifera, mientras preparo mi desayuno.

El marido recorre la recámara con pasos más agitados y azota los muebles mientras se preparaLeer más

Miguel P. García | Poesía

Miguel P. García (Ciudad de México, 1986). Estudió lengua y literaturas hispánicas en la FFyL-UNAM. Dedicado principalmente a la danza del tango durante los últimos quince años, encuentra en la lectura/escritura el vehículo para comprender su entorno. Considera el verso como un movimiento de baile que enhebra una expresión cuya finalidad se encuentra en sí misma, como experiencia, desde la acción que trasciende a la expectación. El acto de leer un poema en voz alta es análogo a danzar: el bailarín que no baila es como un poema escrito que no se lee. Miguel P. García ha escrito artículos acerca de danza, literatura y tango; narrativa breve, poesía, crónica. Actualmente se desempeña como conductor y coordinador de productores en el programa Cien Años de Tango, transmitido por la señal de Radio UNAM.

 

 

 

En el silencio

al llegar la última hora…
(Miguel Bucino)

Me apresuré a vivirte.

Envejeció la noche en nuestros cuerpos,

apagada la sed de estarnos quietos.

Los labios medio abiertos nos bebimos

y se mojó la rosa

que brotaba escondida en una nieve

que adiviné entre sueños.

Una palabra al fin,

porque al fin nos quebramos

y nos seguimos quebrando. Ya no sabemos.

 

Sin ojos y sin boca, la roca sobrevive.

Hoy lo logramos otra vez.

Salimos juntos, en ese espejo

detrás del que se teje lo demás,

que no alcanzamos a ver

porque nuestro reflejo nos estorba.

Dijiste… Dijimos…

Y la palabra miedosa sigue agazapada,

sin vivir, le negamos la existencia,

una más, una menos,

todo es elegir,

y vamos eligiendo qué decir.

En un mar de palabras

no todas se nos presentan.

No veremos todas

las gotas que hay en el mar,

pero llueve. Ésas nos tocaron.

 

Tu nombre se aparece y te presenta.

Qué ganas de nombrar y aparecer.

Desaparecer y acostarnos

en el silencio

y adormecer el habla

para bajar los hombros.

Anoche una mujer me confesó ignorancia

y no le hablé más,

porque hablar es usurpar una caricia.

Fue torpe como virgen,

su rostro fue mi espejo de años antes.Leer más

Dientes Kintsugi

Por Brenda Raya

En los días de la infancia todos queremos volar en sueños. Esa noche lo logré, en la plenitud de la adultez y nada cerca de como lo hacen los superhéroes. El aterrizaje fue un golpe seco sobre la lámina de un auto, de esos que en la ciudad permanecen eternamente estacionados.

Me abandonó la conciencia, mis ojos se cerraron un momento y la bicicleta no supo más que hacer de bruces, sin frenos, sin aviso.  Sobre el pavimento y confundida, tuve la sensación de haber sentido el vuelo, misma que desapareció cuando los que amenazaban con volar verdaderamente eran mis dientes.

Conocí otra dimensión de la fragilidad, aquella que se esconde en lo que parece sólido y vigoroso ¿De qué otra manera me habría enterado de la utilidad de la maxilar? ¿Cómo entender la composición de esa parte tan específica del cráneo?

El rostro como totalidad impide pensar que se compone por partes, cadaLeer más

Jhonny García | Poemas

Jhonny García (Colombia, 2005). Nací a orillas de una ciudad costera, cultural, llamada Cartagena de Indias, y apodada coloquialmente como el corralito de piedra, en el país de Colombia.  Actualmente tengo dieciocho años; soy estudiante de Lingüística y Literatura, y una de los hábitos que consolidan mi presente es la pasión que tengo por la poesía como forma de vida.

 

 

 

Las horas tempranas son carne

Había que romper el muro

Lo hicimos a tientas

de nuestro sol enardecido

 

Sacudimos la mañana

como un temblor purísimo

ni tus padres, ni tus mascotas

asomaban nuestra ondulación

Y palabras atravesaron el follaje

del aire, del mundo

que acosábamos con tu estrella palpitanteLeer más

Macorina

Por Ana Laura Corga[1]

Un día desperté y me encontré en este lugar. No recuerdo muchas cosas; una señorita que siempre viste de blanco me llama Lucía, supongo que así me llamo. Al menos es así como me reconocen las personas de aquí. Los días transcurren entre el despertar, comer y dormir. A decir verdad, también se me pasan los días entre llorar, cagarme en la cama y vomitar la comida que me dan. No entiendo por qué insisten en darme un caldo espantoso que me hace daño; no me gusta, con todas esas cosas flotando entre la grasa de la carne de los animales. Peor aún si ya les dije que soy vegetariana.

—Lucía, ya duérmete. Mañana no te vas a querer levantar— me dice la señorita de blanco. Que me explique por qué quiere que me duerma. Si siempre hago lo mismo, nada. Paso mis días sentada en esta silla de ruedas y apenas puedo hablar. A veces intento platicar con otras mujeres aquí, pero dicen cosas inconexas; no entiendo nada. Otras sólo babean.

Mi canción favorita empieza a sonar: —Ponme la mano aquí, Macorina; ponme la Leer más