Ante el cambio: resistencia, impasse biopsicosocial, o ingresar a él

Ariel Campirán (México) es Catedrático en la Universidad Veracruzana, ex-presidente de la Academia Mexicana de Lógica, Miembro Fundador del Colegio Mexicano de Consultores Filosóficos. Se dedica a la filosofía teórica y práctica. Mediante modelos apoya el desarrollo humano. Sus publicaciones: filosofía de la existencia (muerte, sentido de la vida), las lógicas, el pensamiento crítico-creativo, la comunicación fructífera.

El cambio es un tema fundamental en filosofía. Y sobre ello trata el dinámico e intempestivo texto del filósofo mexicano Ariel Campirán. No se trata solo de inteligencia, sino de una sabiduría que permite entender al movimiento. Según nos explica este pensador, en esta época, los valores están en ese movimiento. No es una “crisis de valores”, sino un cambio en su constitución o jerarquía. Podemos resistir al cambio, podemos permanecer como si nada ocurriera o podemos hacer el ajuste, para fluir en la situación de entropía de lo nuevo. Nuestra identidad, explica Campirán, contiene diversas “fascetas” (emocionales, de ideas o conceptos, social y geopolítica, planetaria, cósmica y trascendente) y se construye a través de transformaciones. Para no sucumbir en las aguas de este río tan fuerte, colmado de muchas aguas y fortalecernos con la corriente, es preciso saber fluir encontrando nuevas normalidades.

David Sumiacher

 

Enviado el: 9 de febrero de 2021

En tiempos en que la realidad parece que nos excede la filosofía es un medio para transformar quienes somos

 

 

 

 

Ante el cambio: resistencia, impasse biopsicosocial, o ingresar a él

 

Espíritu de consejo: Cambiar es natural; fluir es adaptativo; resistir es un mecanismo a veces de defensa, a veces de mantener el placer logrado; quedarse paralizado, pasmado, o en impasse es sólo una reacción natural, no una postura; ingresar y estar en el cambio –fluir– requiere observación y atención.

Intentemos reflexionar en los consejos anteriores.

Entre la resistencia en condiciones de cambio y el fluir con el movimiento hay una variedad de experiencias, de conceptos, de hábitos colectivos, pero sobre todo de “valores en juego”.

Miremos el papel que juegan los valores en estas tres acciones: resistir el cambio, intentar quedarse “inmóvil”, y fluir con el cambio. Las consecuencias pueden ser: sucumbir en el intento de resistencia; vivir petrificado; o fluir como el agua en un río, con mucha o poca agua, pero en movimiento.

Veamos el papel de los valores y nuestra actitud ante ellos como una perspectiva de lo que ocurre durante la pandemia y lo que puede venir con y después de ella. ¿Dónde está la inteligencia, la sabiduría, la fuerza humana y de la naturaleza que nos permea? Si el movimiento implica cambio ¿por qué cuesta tanto cambiar?

  1. Inteligencia y sabiduría

Nuestra inteligencia (capacidad de discernir) y nuestra sabiduría (capacidad de actuar en el lugar, en el tiempo y con la mejor decisión) son capacidades que se ponen a prueba en situaciones nuevas, difíciles e incluso en aquellas que amenazan nuestra existencia, en cualquiera de sus niveles.

Si no tenemos tales capacidades (o las perdemos en estas situaciones), entonces los valores modificarán su lugar en la escala personal y colectiva, generando una situación de mayor riesgo, pero no por ello una gran oportunidad para desarrollarlas.

Una situación de necesidad apunta la teoría del comportamiento psicobiológico, es un detonante de búsqueda de los satisfactores que ella misma reclama: ante el hambre, la búsqueda de comida; ante la sed, la bebida; ante la soledad, la compañía, etc. “Ante la tormenta, la calma” [Entropía-homeostasis].

Los agentes, humanos o no humanos (otro ser vivo, máquina o sistema inteligente con comportamiento dinámico), ante una situación de caos, de entropía, de necesidad, etc. propician la búsqueda de equilibrio:

  1. valorando la necesidad y
  2. valorando el tiempo que tarde hallar el satisfactor.

Así funcionan nuestras emociones, concepciones y procesos biológicos. Dejemos de inhalar un breve tiempo, observemos lo que ocurre; intentemos no darle el valor natural a la inhalación; procuremos resistir lo que nuestro cuerpo reactivamente intenta hacer (inhalar); justifiquemos que hay detrás una idea, una búsqueda de experiencia nueva, un experimento. ¿Qué ocurre? En segundos inhalamos.

El proceso de inhalar-exhalar es sistémico, es dinámico, son fases de una experiencia: da placer inhalar, da placer exhalar; propiciamos entropía si intentamos no inhalar o no exhalar. La vida vuelve a lo normal si dejamos que el proceso fluya. Dejar fluir, propiciar el flujo, no detener lo que por naturaleza fluye.

Entonces, ¿ante el cambio? ¿Por qué detenerlo? ¿Por qué resistirlo? ¿Por qué intentar justificar la resistencia e incluso “permanecer paralizado”?

Efectivamente, estamos en una situación de muchos cambios, sobre todo de los valores que nos daban “estabilidad” como sistemas biológicos. Una pandemia como la que experimenta la naturaleza humana seguramente ha propiciado un movimiento en la escala de valores: Dónde está la verdad, ¿en primer lugar? Dónde está la salud ¿en tercer lugar? Dónde el dinero, ¿en segundo? ¿La familia en el último, o en el primero, o ya no ocupa un lugar importante?

No es crisis de valores, sólo están en movimiento. Cambian su lugar.

¿Cuál es el lugar que tiene el yo en la escala? ¿Cuál valor tiene que “otro exista”? ¿Es el amor lo que debe ser un valor transversal que permea al resto de valores?

Estas preguntas pueden ser detonantes de una reflexión. ¿Significa que no hay valores? No. ¿Significa entonces que están en crisis? Tampoco. Simplemente: cambian su lugar en la escala. Ahora estimamos de mayor valor, la salud, la tercera edad, las reuniones sociales, salir, etc. ¿Qué pasó con el amor a la verdad? ¿el amor al dinero? ¿la estimación a los bienes: autos, viajes, posesiones, etc.? Simple: se están reacomodando los valores.

  1. Podemos resistir al cambio. Un ajuste a nuestra escala de valores. Intentar mantener la escala con la que veníamos funcionando antes de la pandemia.
  2. Podemos permanecer como si no pasara nada. Entre paralizados por el miedo, o por una idea poco clara, o por la inercia de un colectivo.
  3. O, podemos hacer el ajuste, modificar el lugar de ciertos valores para fluir en la situación de cambio, de entropía, de lo nuevo, de lo no previsible prima facie, etc.

Como en muchas cosas de la vida: nos resistimos al cambio, nos paralizamos o, simplemente, cambiamos.

  1. Fuerza: la justicia, el amor, el equilibrio como fuerzas

La naturaleza humana, como la naturaleza en general, es fuerza. Así, nuestras fuerzas [nuestro poder personal, nuestra empatía con la fuerza misma de la naturaleza, nuestra fuerza colectiva], robustecen la salud, el amor, la verdad, la familia, etc. ¿Cómo es que los valores mencionados se encuentran en este flujo de procesos cuyo poder a veces nos aniquila, pero a veces justo nos fortalece?

Por ejemplo, el hambre sin el adecuado satisfactor podría llevarnos a una anemia, a una debilidad en los sistemas que nos conforman, podríamos perder peso, defensas del sistema inmunológico, etc. Podríamos perder amigos, dinero, tiempo, la vida misma. Nuestra hambre de alimentos es un modelo, pero se aplica a nuestra necesidad de: compañía, amor, comunicación fructífera (buena comunicación), dinero, estudios, etc. Sin el satisfactor perdemos fuerza.

Con la búsqueda del satisfactor lo que parece ser una necesidad natural que conduce a más caos, se convierte en motivación, en intento, en creatividad e ingenio para satisfacerla.

Si hallamos el alimento y la proporción nutricional adecuada, balanceada, entonces logramos que la necesidad se satisfaga y algo más. ¿Qué más logramos?

Sí, ¡increíble! Logramos transformar el alimento en energía para los procesos de identidad emocional, de identidad social, de identidad intelectual, etc. ¡Vaya fuerza! ¿En verdad? Claro, la ciencia, el arte, la filosofía, la tecnología y demás productos humanos son el resultado de la transformación del alimento.

La satisfacción de las necesidades básicas, de supervivencia y las nutricionales están en íntima conexión con la posibilidad de:

  • una identidad emocional basada en la fuerza misma del flujo emocional (el enemigo es la anemia emocional);
  • una identidad de ideas y conceptos basada en la fuerza del flujo de la información y del conocimiento (el enemigo es la anemia lingüística y conceptual);
  • una identidad social y geopolítica (el enemigo es la anemia en la visión que proporcionan las humanidades y ciencias sociales, etc.)
  • una identidad planetaria, cósmica y trascendente de los valores meramente humanos (el enemigo es la visión antropocéntrica y globalizada sin su conexión con la visión compleja de la realidad)
  • una identidad creativa y generadora de identidad en religación con los otros (el enemigo es la visión egoísta, centrada en cualquier “yo” des-ligado, fragmentado).
  1. Fluir conlleva liberación, iluminación y paz.

Los valores en el flujo son fuerzas, son inteligencias. Proporcionan iluminación y liberación. Sin conciencia de los valores y sin una dinámica de ellos entonces se promueve el estancamiento, el oscurantismo, los apegos, los sistemas defensivos, las falacias, las actitudes que sólo malgastan la energía de vida.

La iluminación, la liberación y la paz, no son valores, son experiencias del flujo.

La verdad, la salud, el bienestar, el bien común, etc. sí son valores. Éstos fluyen y “cambian su lugar” con un observador atento, quien de manera flexible propicia experiencias de:

  • paz,
  • liberación,
  • claridad psicofísica,
  • satisfacción psicobiológica.

Más que una emoción o una actitud, la paz, la libertad y la claridad son condiciones o estados del flujo, del movimiento mismo: un río con muchas aguas incluso fuertes permite experiencias que fortalecen; ciertamente algunos sucumbes en estas aguas.

La pandemia ha mostrado que muchos no estaban en condiciones de fortalecerse con ella, sucumbieron. Otros en cambio, se están fortaleciendo: tienen más paz, más claridad, más libertad. Están dejando a otros valores ocupar el primer lugar y de manera intuitiva ante la pandemia intentan fluir y encuentran fuerza para mejorar la salud, el bienestar familiar, el uso del tiempo y de las relaciones, la conciencia de los otros, de la naturaleza microscópica de algunas cosas -energía, virus, ideas sutiles- etc.

La búsqueda consciente de sobrevivir o mejorar el vivir ha sido devuelta a muchos que permanecían en tradiciones, inercias y valores rígidos. El flujo natural que lleva inherente la tendencia al equilibrio, a la homeostasis del sistema, ha enseñado a otros a ver en la pandemia una experiencia planetaria de cambio natural: sencillo, la pandemia hará más fuerte a muchos. Los que sobrevivan integrarán a su experiencia los momentos de confinamiento, de distancia. La edad, el tiempo, los lugares, etc. serán revalorados.

Tomarán un lugar valioso:

– Los adultos mayores. Casi sin valor en la vida práctica secular.

– Los amantes de la salud (químicos, médicos, físicos, ingenieros, etc.). Porque integraron sus valores disciplinares a una causa planetaria, que por sus implicaciones es cósmica-existencial, ya que muchos humanos darán un lugar valioso al significado de la vida, suya y de otros.

No planteo la seguridad en el centro de los valores, sino las condiciones de flujo para el bienestar. Ellas a veces permitirán fuerzas contra natura [inseguridad social, hambre, ignorancia, etc.] pero a veces crearán condiciones para que algunos humanos decidan fluir con valores en pro de libertad, salud, significado.

  1. Normalidad.

Brevemente, hay tres actitudes normales ante el cambio.

Resistirse al cambio: normal en quienes defienden tradiciones o sistemas poco adaptativos al mundo actual; conservadores del bienestar ganado, logrado o heredado. Es “adaptativo” intentar mantener el equilibrio ganado con mucho o poco esfuerzo. Es normal.

Paralizarse ante el cambio: normal en quienes ante el cambio, sobre todo un cambio repentino y amenazante, no hallan fuerza ni para resistir ni para adentrarse en él. Es normal no hacer nada. “Por sobrevivencia, me quedo quieto, esperando que pase la amenaza”. La naturaleza ha dado una fuerza instintiva para permanecer quietos, en silencio, sin movernos, “sin respirar”, “como si se pudiera detener el cambio”. Impasse: ni para adelante, ni para atrás. Ni fluyo ni resisto, me aquieto.

Fluir e integrarse al cambio: normal en quienes acostumbrados al flujo mismo reconocen cuándo la marea crece, cuándo es tiempo de correr y salvarse, cuándo enfrentar y morir en el intento de solucionar. Hay incluso quienes propician más tormenta y así se despiertan más y crean un despertar de otros para hacer contrapeso (como la solidaridad que emerge en situaciones extremas de peligro). Viene a mi mente, la fuerza de:

  1. los que atienden a los enfermos -los que atentos esperan la llegada del infectado, moribundo o simplemente afectado emocional, intelectual o biológicamente; los enfermos no se atienden solos­-.
  2. los que buscan soluciones (no para ellos, para la humanidad). Incluso experimentan en sí mismos con la confianza y suficiente claridad mental y emocional para hallar una explicación y una cura. Las vacunas no se crean solas.
  3. los que gestionan la organización del cambio gradual de los esquemas de resistencia, los esquemas de impasse y los esquemas de “nuevas normalidades”.

¿Qué puede significar la expresión: nueva normalidad? En parte:

  • La exploración de nuevas escalas de valores que guíen el comportamiento humano en todas sus dimensiones.
  • La generación de nuevos valores que hagan frente a lo que emerja de la pandemia: se escucha “primero los pobres, primero los adultos mayores, primero los benefactores, primero los que atienden la salud”. ¿Dónde quedó, primero los niños, o los ricos, o los estudiados?
  • La visión de que es posible la colaboración entre los humanos. Religar lo fragmentado.

Somos un complexus y lo venían negando muchos. Estamos entretejidos todos: no hay autonomías, sólo interdependencia psicobiológica y psicosocial. La filosofía me ayudó a entender esto.

 

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