La intimidad de los conceptos como movimiento para forjar el concepto de “nueva normalidad

Pablo Flores del Rosario (México) es Dr. en Filosofía de la Ciencia, UNAM. Profesor en el ISCEEM. Profesor visitante en la Pontificia Universidad Católica de Ponce, Puerto Rico; Participante en el programa de movilidad académica en la Universidad Aegean, Rhodes, Grecia.

En este texto, Pablo Flores del Rosario nos pone frente a cuatro términos diferentes: los tiempos normales, anormales, aquellos sin normalidad y los tiempos de nueva normalidad. Mientras que los tiempos normales son los que asumimos, que naturalizamos y que instituimos a través de rituales que configuran el pasado, el presente y el futuro, en las brechas que se crean entre estos tiempos y los gestos con los que los realizamos de manera particular, se instalan nuevos tiempos que exceden esa normalidad y constituyen normalidades nuevas. El tiempo anormal es un tiempo de caos y de confusión, sin orden o estructuras claras. En los tiempos “sin normalidad” los sujetos se pierden en tanto sujetos, las personas ya no tienen nombre ni historia, se vuelven objetos de una circunstancia. Con interesantes menciones a la película “In the land of blood and hony”, el autor nos invita a pensar hoy los intersticios entre cada uno de estos tiempos, para tener atisbos de nuevas normalidades, que regeneren rituales colmados de subjetividad, la única capaz de producir este ejercicio reconstructivo.

David Sumiacher

 

Enviado el: 1 de febrero de 2021

En tiempos en que la realidad parece que nos excede la filosofía es un medio para transformar quienes somos

 

La intimidad de los conceptos como movimiento para forjar el concepto de “nueva normalidad

 

Introducción

Mucho se ha escrito, desde diversas perspectivas y desde muchos lugares, sobre la nueva normalidad, que lo siguiente parece un acto vacuo. En efecto, mucho se ha escrito, tanto al calor de lo que aparecía como efecto de la pandemia generada por la enfermedad que produce el COVID19, como en el espacio de “normalidad” que ha generado esta “nueva normalidad”, efecto de aquella enfermedad. Esta inicial paradoja, introyectar esta “nueva normalidad” como algo “normal”, será nuestro punto de partida para pensar el concepto “nueva normalidad”.

Tiempos normales, tiempos anormales, tiempos sin normalidad y tiempos de nueva normalidad. Quizá debamos pensar en esta cuádruple relación y no en la dualidad tiempos normales y tiempos de nueva normalidad. Porque la vida se compone de esos cuatro tiempos, quizá de modo aleatorio y no necesariamente simultáneo. Eso quiere decir que hemos vivido en alguno de esos cuatro tiempos. Pero quizá nos atamos a una normalidad siempre visible, y eso es lo que nos impidió ver algún otro tiempo y terminamos por asumir que la vida, en su tiempo normal, es lo único que se vive. Así es como tensamos nuestro sueño de normalidad, pensando que es sólo un breve tiempo el que rompe la normalidad de la vida y que podremos retornar a ella, como si nada hubiera pasado. Pero han pasado cosas en esa ruptura de nuestro tiempo normal y nos han marcado en el cuerpo y en el alma. Esas marcas duelen y recordarlas hiende más la herida, por eso las olvidamos, hacemos su duelo y seguimos adelante. Recuperamos nuestro tiempo de normalidad.

Los tiempos por los que hace transito toda vida

El tiempo normal es aquel que sólo podemos ver desde el exterior. Desde dentro solo lo vivimos y nuestra conciencia lo encarna encegueciéndose para pensarlo. Y si lo piensa solo lo hace para normalizarlo. Este tiempo se compone de una serie de rituales que nos sitúan en el presente, el pasado y el futuro. Este es el ritual principal: hay un tiempo lineal que todo viviente transita. En estos tiempos los rituales tienen lugar, como nuestra sangre corre por nuestras venas, y no los advertimos, eso nos permite vivir, en el primer caso, en un contexto social y en el marco de alguna tradición, y, en el segundo caso, tan solo poder vivir. De este tipo son los rituales, como el de trasladarnos al otro, el simple gesto de tomarnos entre las manos, el de multiplicar mis percepciones en el rostro que beso con afán o el de perderse entre la multitud con la plena conciencia de que no hay ningún peligro. Sin embargo, aunque son rituales en tiempos normales no son normales en todos los casos. Por diversas razones no tomamos las manos de todos en nuestras manos, solo las de nuestros conocidos o por conocer, del mismo modo que no besamos el rostro de todos y tampoco nos sentimos seguros entre la multitud después de ser objetos de robo, sea de modo violento o subrepticio. En su lugar, un simple gesto dado en la distancia suple el saludo de mano, lo mismo que el beso en el rostro o el cuidado y la distancia que ponemos ante los otros. En esta brecha, entre los rituales del tiempo normal y los gestos con los que los suplimos, se instalan los otros tiempos: anormales, sin normalidad, y los que hoy tejen la nueva normalidad.

Cuando se hace trizas nuestro tiempo normal nos quedamos frente a un vacío, que llenamos de otro tiempo. Quizá de un tiempo anormal, tiempo confuso, caótico, sin orden de ningún tipo, cual si hubiéramos perdido nuestra habitual relación con el mundo, como si nuestro mundo solo pudiera ofrecernos su propio sinsentido. Este es un tiempo de pérdida de nuestros amores. Si el amor es lo que nos ata al mundo, entonces su ruptura nos pone ante un tiempo anormal. Hasta marzo de 2020, se nos ha hecho pensar este tiempo anormal como algo posible de cura, después de lo cual regresaría el tiempo de normalidad. Sin advertirlo nunca, el tiempo anormal materializó otros rituales, otras formas de sensibilidad, otros afectos y nuevos efectos en nosotros. Inadvertidos, porque es un tiempo con su propia duración, que ocurre a cada uno y del cual, en algún momento, anhelamos salir para retornar al tiempo normal. Aquí, el ritual más notorio es el aislamiento que nuestra conciencia vive, porque lo necesita para hacer el duelo, que no es sino una forma de balancear nuestra relación con el amor perdido, para ubicar dónde duele y curarlo. Desde luego que no es un aislamiento físico total, como el que vivimos en la nueva normalidad, pero haberlo vivido en la conciencia forma parte de una experiencia de la que debemos aprender para vivirlo ahora. Y los cuatro tiempos vuelven a cruzar la vida de una subjetividad sufriente.

Pero hay lugares, en el espacio y el tiempo, donde surgen experiencias que llevan a vivir un tiempo sin normalidad alguna. Un tiempo así es donde se despoja lo singular de cada sujeto que es sometido, se le quita el resto de humanidad: nombre, edad, historia y memoria, y se le hace objeto entre otros objetos. Porque quien somete no entiende la radical heterogeneidad del otro y al no poder subsumirlo a sus esquemas mentales, termina por convertir un gesto de dominio en genocidio, esto es lo que distingue una guerra económica de una guerra de genocidio. Esta es la experiencia de los campos de extermino y la guerra de genocidio ocurridos en varios lugares durante el siglo XX.

Una película sobre la guerra de genocidio nos permitirá ilustrar este tiempo sin normalidad. Se trata de “In the land of blood and hony” (“En la tierra de sangre y miel”), escrita y dirigida por Angelina Jolie. El primer cuadro es una narración del país antes de la guerra: “antes de la guerra la República de Bosnia-Herzegovina fue parte de uno de los países con más diversidad étnica y religiosa en Europa. Musulmanes, serbios y croatas vivieron juntos en armonía”. El siguiente cuadro relata la vida cotidiana de la ciudad Bosnia-Herzegovina en 1992, ciudad de bellos paisajes, después una casa con una pintora frente a su autorretrato, su hermana en el cuidado de su bebé, en suma la vida transcurre en un tiempo normal, antes de pasar al siguiente cuadro, aparece la síntesis de este tiempo: “diviértase”. En el cuadro que sigue, Danijel, Serbio, y Ajla, Bosnia, se encuentran en un bar, ahí toca una banda de músicos, se baila y se toma licor. Este bar es frecuentado por serbios, croatas y musulmanes, que sin distinción alguna conviven como parte de una nación plural. El encuentro de Danijel y Ajla ocurre según el ritual de los tiempos normales: rostros plenos que se encuentran en un beso y una mirada de ternura, el gozo como otro ritual claro, que transcurre en un baile que seduce, un ritmo que obliga la cercanía anhelada entre los dos cuerpos. En este instante de máximo esplendor de un deseo sublimado por el orden de los rituales, estalla una bomba en el bar. Deja muertos y heridos. Incluso en este instante, croatas, serbios y musulmanes aún mantienen una atención cuidadosa entre ellos, aún no trazan distinciones entre unos u otros. Danijel aun afirma: “hay que conseguir sangre para los heridos”. Para todos, es el sentido de su afirmación.

Meses después, se generaliza el genocidio. En efecto Serbios, Bosnios y Musulmanes vivieron juntos, pero nunca entendieron la radical otredad entre ellos, eso llevó a lo que se ha llamado “limpieza

étnica”. Aquí se rompe todo tiempo normal, se rompen los rituales del tiempo y sus formas: violación, asesinatos masivos. En suma, una nación en un tiempo sin normalidad. Entre Danijel y Ajla ocurre una relación contradictoria, que va de la reducción de ella a mero objeto sexual, a verle como sujeto sexual. Una relación ambigua, en cuyos intersticios se nota el tiempo normal, el anormal y el atisbo de una nueva normalidad. Explorar estos intersticios, pensarlos, es algo vital, porque es lo que en su momento permitió salvar miles de vidas dirigidas al exterminio y es lo que nos permitirá entender el tiempo que hoy vivimos.

Esta relación contradictoria, por ambigua, solo puede terminar, como lo dirá Kierkegaard, en la radicalización de uno de sus términos, lo que implica el obscurecimiento y eliminación del otro, y esto ocurre en el penúltimo cuadro de la película. Parece que Danijel solo puede tener su propia redención asesinando a Ajla: “yo soy Danijel y soy criminal de guerra”. Un cuadro final relata el drama vivido en este país: “Por todo el país uno de cada dos Bosnios fueron forzados a huir de sus casas. Durante la guerra hasta cincuenta mil mujeres Bosnias fueron violadas, siendo el primer caso de violencia sexual considerado como un crimen contra la humanidad. La guerra de Bosnia fue el conflicto más mortal desde la segunda guerra mundial. Desde 1995 una paz forzada permanece en Bosnia-Herzegovina. Todavía permanecen profundas divisiones, y la lucha por la reconciliación continúa”. Parece enunciarse el retorno del tiempo normal, roto en 1992. Pero, esta nueva normalidad, porque los rituales no serán los mismos, solo normaliza una tensión abierta durante la guerra, creando espacios de anormalidad para una vida que ha recobrado el tiempo normal.

Desde marzo de 2020, vivimos una nueva normalidad, sin retorno a los tiempos normales, se suele enfatizar, o al menos a la normalidad que conocíamos, se remata. Esta nueva normalidad se hace ver en los rituales que cancela: salir de casa, abrazar y besar a nuestros amores, amistades y conocidos,

Porque lo que desazona es que se activan en un contexto nuevo. La novedad del contexto, una pandemia, obscurece la novedad de esta nueva normalidad con sus rituales. Porque, el concepto nueva normalidad lo hemos vivido como experiencia personal, lo hemos expuesto en cada figura de los tres tiempos anteriores, o como experiencia que hacemos en la lectura de nuestro mundo.

Que la nueva normalidad obligue a cubrir una parte del rostro, es algo que habíamos visto como necesario en el tiempo normal, pero a lo que no habíamos puesto atención. En efecto, cuando frente a nuestra computadora hablábamos con nuestros estudiantes, al final debíamos limpiar la pantalla y el teclado de tantas gotas liquidas, que salían cuando emitíamos nuestras palabras. Esto es lo que pasa cuando se usa la expresión “hablar fluido”, que es un hablar posibilitado por emitir fluidos al hacerlo. Porque para hablar hay que tener fluidos, una garganta húmeda, tomar agua cada tanto. Cada palabra emite fluidos y en ellos van virus que no conocemos, pero hoy sabemos que ahí podría ir el nuevo coronavirus causante de la pandemia que vivimos. Pero hay que estar atentos a este dato. Porque en los tiempos normales hemos usado objetos técnicos para cubrir nuestra boca y nariz, ha sido una forma de defensa ante el medio que podría dañar nuestro organismo, se trate del frío extremo, de un virus que nos genera alguna alergia o de malos olores que no toleramos. Este cuidado ha sido una forma de cuidado por el otro. Aunque se ha visto como una forma de cuidar nuestro organismo. Entre haber usado alguna vez estos objetos técnicos y usarlos de modo permanente media una experiencia de aprendizaje. Que hoy vivimos como experiencia de muerte de los nuestros.

Tiempos normales contra tiempos de nueva normalidad, esta antítesis es la que habría que pensarse. Porque los términos antitéticos terminan por tensarse hasta tocarse en sus extremos, donde crean una frontera que les permite cruzarse para cruzar los cuerpos, donde inscriben la relación que produce el tiempo de la nueva normalidad que haremos nuestro tiempo normal. Pero es al final el sujeto quien puede llenar la intimidad de los conceptos para construir su mundo. Este ejercicio es solo un principio.

 

Bibliografía

Lévinas, E. (2000). Ética e infinito. Madrid, La balsa de la medusa.

Kierkegaard, S. (2006). O lo uno o lo otro. Un fragmento de vida I. Madrid, Trotta. Broncano, F. (2009). La melancolía del ciborg. Barcelona, Editorial Herder.

Película: (2011). In the land of blood and honey. Escrita y dirigida por Angelina Jolie.

 

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