La nueva normalidad

Lydia Amir (Israel) es una de las representantes más importantes del mundo de la práctica filosófica, co-presidente de la Asociación Israelí para la Práctica Filosófica, profesora en la Universidad de Boston, autora de muchos e importantes libros sobre el tema.

En este texto, lleno de estimulantes ideas, la autora israelí Lydia Amir nos invita a re-pensar los proyectos y la normalidad. Criticando la idea psicologizada de la resiliencia, propone una nueva resiliencia filosófica, que tiene que ver con ser partícipes y constructores de nuestro proyecto vital a través de considerar nuestras «decisiones primarias». En este devenir que es la vida, muchas veces los proyectos originales o fundantes de nuestra visión de la realidad nos cierran las puertas para desarrollarnos, por ejemplo, así pasa con los proyectos que se enmarcan en los llanos términos de «éxito» y «fracaso». Cuestionando la actitud de victimización, pero defendiendo la posibilidad de una rabia convertida en acciones, Lydia Amir nos invita a ver el transcurrir del tiempo, como una sucesión de etapas, en donde, luego de la juventud, siguen varias «adulteces», varias etapas adultas y cambios en los que, de por sí, nos encontramos embarcados.

David Sumiacher

 

Enviado el: 29 de septiembre de 2020

 

En tiempos en que la realidad parece que nos excede la filosofía es un medio para transformar quienes somos

 

La nueva normalidad

Hace tiempo que en algunos países se habla de la “nueva normalidad”. Aquí se llama la “rutina de corona”, pero la idea es la misma: el virus no desaparecerá rápidamente de la circulación humana y tenemos que vivir nuestra vida con el Covid-19. Con los cambios y las restricciones que nos impone.

Diversos pensamientos surgen entonces en esta época. Si estos tendrán algún impacto, dependerá de cuánto demorará esta nueva normalidad, de las consecuencias económicas, del desastre por los que sobrevivirán y de las decisiones de los políticos. Pero mucha gente no tiene tiempo de esperar a mañana y tienen que inventarse o reinventarse hoy. Me gustaría hablar de esta tarea.

En psicología se habla mucho de resiliencia, de la capacidad que posee la persona para hacer frente a sus propios problemas, superar los obstáculos y no ceder a la presión, independientemente de la situación que esté viviendo. La resiliencia es la capacidad de un individuo para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas. Pero investigaciones recientes nos muestran que la resiliencia depende de una elección primaria, de un modo inicial de definir a la situación de manera que no sea vista como traumática. Desde el momento que se define dicha situación de esta manera, las consecuencias ya son conocidas. De aquí se entiende la crítica que existe respecto a la idea de resiliencia: parece que o uno la tiene o no la tiene. Además, no se puede saber si en adelante un individuo tendrá o no la posibilidad de llevarla a cabo, y su existencia parece depender de circunstancias que se hallan fuera de su control.

También entiende ahora la elección primaria de cómo ver la situación, cosa que se parece al “proyecto original” de Jean-Paul Sartre, es más una decisión filosófica que psicológica. Depende de nuestra visión general del mundo y de uno mismo, lo que no se puede calificar más que con el término de “filosófico”. La buena noticia aquí es que la visión filosófica se puede aprender; y la visión inicial de cualquier filosofía es exactamente esto: la mente es de uno mismo, y la capacitad de cambiar si no las circunstancias, a lo mejor la manera en que te acercas a ellas, es parte de la libertad humana.

¿De qué se hablaría en filosofía, entonces? No de resiliencia, sino de devenir perpetuo, lo que se entiende por sendero, el camino invisible que ha creado la marcha misma. Este devenir es el hombre, que no se conoce como tal en tiempos normales, porque es criatura de seguridades y de rutinas, pero que descubre en tiempos de crisis que tiene todo lo necesario para seguir siendo hombre, y que lo necesario para la vida no es lo que pensaba.

Para describir este nuevo ideal filosófico de “devenir” o cambio perpetuo, hay que entender qué ideales filosóficos se crean en reacción a circunstancias políticas, sociales y económicas. La filosofía también es una disciplina práctica que enseña los valores, el sentido, la felicidad, y la sabiduría. Este papel de la filosofía exige su cambio e innovación, su advenir, cada tiempo que cambian las circunstancias. Ahora que cambió la situación global, lo que se llama “nueva normalidad” necesita una nueva sabiduría.

El proyecto original de Sartre es la idea de que si llamas ladrón a un niño que robó, el niño va a adoptar esta calificación y otra. Esto hará que la persona se vuelva en ladrón. Elegimos maneras de restringir nuestra vida porque estas elecciones nos hacen la vida más fácil. Cuando ya existe el proyecto original, las elecciones subsecuentes se definen en relación a él. Sin proyecto original (yo soy la linda de la familia, no soy el inteligente, el hijo amado, el que está destinado a…) la vida es sumamente abierta y no existe un “carácter” personal. Es decir, aunque Sartre no elabora este tema, la plasticidad que ocurre en la infancia se queda más tarde en la vida, dado que las elecciones no son totalmente rígidas en relación a estos hábitos que llamamos carácter.

Imagínense dos personas que se encuentran en un primer encuentro romántico y no tienen nada qué contar… “sí, a mí me gustan las matemáticas”, “no sé manejar”, “prefiero los espaguetis a la Bolognesa” o “no me gusta cocinar”. Como dice Tolstoi al inicio de Ana Karenina, las personas felices no tienen historia… es, decir, no tienen qué contar. Esto es porque no se hayan constreñidas, poseen espíritu de apertura.

La principal elección que no hay que elegir como proyecto original es la del éxito o del fracaso. Toda vida, por ser vida, empieza en éxito, como lo representa la navidad, y termina en fracaso cuando ya no hay vida. Y entre los dos no se sabe cómo debe ser calificado lo que sucede, no solamente porque la relación entre fracaso y éxito no está fija en una vida individual, sino que, en la vida social, el éxito de uno puede ser el fracaso del otro, y como esos términos sólo tienen sentido por comparación social o por contenido imaginario, no nos ayudan en nada.

El elemento más filosófico en la experiencia de una víctima de circunstancias adversas es la idea de injusticia. Muchas personas no cambiarán su “posición interna”, aun si las circunstancias le demandan, porque aceptar de advenir, de moverse, de cambiar quiere decir que aceptan lo que pasó, que lo incluyen dentro de su realidad. ¿Si no me fijo en una idea de tragedia, quién sabrá lo que pasó aquí? ¿Y si acepto lo que paso, quien recordara la injusticia?

La problemática de estos pensamientos, tan naturales que son, es que el sentimiento de la injusticia cree rabia, y cuando se trata de circunstancias a fuera de nuestro control, que sean naturales o sociales, esta rabia es impotente. Y rabia impotente hiere a la persona misma más que a los demás. La energía de esta rabia se pierde en pensamientos de venganza.

Es difícil imaginar una situación que esté totalmente exenta de injusticia. La vida es injusta. Pero no nos gusta verlo. Cuando quieres luchar contra la injusticia, necesitas toda la energía de la rabia convertida en acción. Sin la pasión de la rabia, que como toda pasión nos debilita. Y, la mejor lucha contra la injusticia es moverse al lado de ella lo más rápidamente posible y salvar todo lo que se pueda en tiempo, energía y calma. El mal siempre empieza el trabajo de destrucción, pero como un caballo de Troya, no puede terminar la tarea sin la ayuda de la persona misma.

Uno no ha de definirse en términos de fracaso o de éxito, porque las circunstancias de la vida no dependen de nosotros. También la manera en la cual respondemos a lo que pasa, si tendrá éxito o no, no depende de nosotros. Tampoco se sabe qué depende de nosotros y qué no. El equilibrio que es la vida, solo crea armonía en la rara unificación de las facultades humanas, que resulta en acción. Cualquier tipo de acción. Lo que se llama una vida es un camino que creamos andando.

El ser anterior, el de la vida pasada, nos parece morir. La vida que existía no será más. Es verdad. Pero la identidad humana no es lo que nos parece. Cambios de niño a adolescente, y de joven a adulto, ocurren regularmente en nuestra vida. Nos parece normal que aquel niño no está más. Lo que no entendemos es que hay varios adultos que se dan antes de la vejez, y que la mejor versión está en el adelante. Ese tipo de pensamiento es el que nos permite construir, y aún en medio de situaciones adversas, re-crear y re-construir los proyectos y las identidades.

 

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