Schopenhauer, Los Heraldos Negros y la desesperanza que circundó el planeta en el 2020

Por Márcia Batista Ramos

 

Al acercarse a las últimas semanas de un año totalmente inaudito, que obligó a todos a pensar en la dicotomía vida-muerte, encontré un poema de César Vallejo “Los Heraldos Negros” y me pareció que el poeta peruano había previsto, además de su muerte (“Me moriré en París con aguacero \un día del cual tengo ya el recuerdo”), la muerte de nuestros días…la muerte de nuestro mundo. Puesto que el título es una evocación de los mensajeros de la muerte, los cuales, obviamente, solo pueden anunciar el dolor.

Ese dolor, inexplicable, que llegó cambiando el orden del mundo, dolor que se levanta desde lo más subrepticio del ser humano, pareciera previsto al leer los versos de Vallejo, que lo visibiliza desde el primer verso del poema que tiene una estructura de círculo vicioso: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”

Desde la óptica trágica de César Vallejo, con atributos schopenhauereanos, solamente por el hecho de existir el ser humano tiene que lidiar con el sufrimiento.

En 2020, por el simple hecho de estar vivos, por habitar el planeta, todos tuvimos que lidiar con acontecimientos dolorosos que, aunque para algunos fueron pocos, en todos los seres humanos quedó una huella indeleble, incluso en aquellas personas cuyo espíritu es más fuerte para soportar las adversidades. La pandemia que asola el planeta es la representación de la desesperanza para todos nosotros.

Schopenhauer analiza el mundo en su dualidad trágica esencial, “Mundo como Voluntad y Representación”. A partir de una concepción de la vida como dolor, reflexiona sobre la negación de la voluntad de vivir y encuentra en la religión una respuesta mítica al dolor del mundo. Además, considera la contemplación mística y ascetismo como liberación.

Empero, Vallejo se muestra escéptico de su filiación divina y lo manifiesta en su poema “Espergesia”: “Yo nací un día \que Dios estuvo enfermo, \grave.”

Y sin considerar la contemplación mística y el ascetismo como liberación, Vallejo inmediatamente reconoce la furia de la divinidad y la expresa en sus versos: “Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, \la resaca de todo lo sufrido \se empozara en el alma. ¡Yo no sé! \Son pocos; pero son. Abren zanjas oscuras \en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. \- Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; \o los heraldos negros que nos manda la Muerte”.

El sentimiento preponderante, sin lugar a dudas, en el poema de César Vallejo, es el dolor, que se asemeja a una caída, por eso la imagen de un pozo donde se acumula el sufrimiento: “se empozara en el alma”; además, como todo lo que mata o hiere, recuerda a sombra, a oscuridad: “Abren zanjas oscuras”

Es así como César Vallejo, en un posible trance premonitorio, logra rescatar el estado anímico de todos aquellos que perdieron familiares y no tuvieron la posibilidad de darles un último adiós. O como en casos más extremos, en la ciudad de Guayaquil, por ejemplo, tuvieron que dejar los cuerpos, de sus deudos en las calzadas delante de sus casas, acumulando en sus almas la desazón de todo lo sufrido.

El pesimismo trágico de Arthur Schopenhauer se manifiesta en los versos de Vallejo al negar el estoicismo del cual el ser humano es capaz. Ya que, por su lado, Schopenhauer afirma:

“El conocimiento perfecto de la esencia del mundo, obrando como aquietador de la voluntad, trae la resignación y la renuncia, no sólo de la vida, sino de toda voluntad de vivir. Por eso vemos que en la tragedia hasta los caracteres más nobles renuncian tras cruentos combates y prolongados dolores, a los fines que hasta entonces habían perseguido. Vemos que sacrifican los goces de la vida.”

Por su parte, Vallejo deja explícito que la inspiración principal de su poema es el dolor humano incompresible e inexpresable, para ello utiliza la imagen de los “golpes”: Hay golpes en la vida tan fuertes. ¡Yo no sé!”. Además, se refiere a la incertidumbre que padece el ser humano cuando le busca un sentido a su existencia, ante la adversidad, impuesta por el destino cruel y desolador, el ser humano no encuentra ningún consuelo, ya que lo vivido no sirve ni de excusa, ni de paliativo para lograr afrontar la adversidad.

Muchos críticos consideran que “Los Heraldos Negros” muestra la búsqueda propia de una conciencia ultrasensible, característica del poeta, sumido en su drama existencial; al igual que Camus, Sartre, Heidegger y otros existencialistas no teístas, que aseguraban que el destino necesario de la vida es la muerte, que su nacimiento no tiene otra finalidad que la muerte, que la vida carece de sentido, bordeando el absurdo.

Vallejo asume la conciencia trágica, fatídica, y la vuelca desgarradoramente en su poesía, manteniendo la muerte siempre presente.

Asumo lo que dicen otros estudiosos sobre el poeta autor de Los Heraldos Negros. Empero, desde mi mirada, identifico en Vallejo también una preocupación por lo universal, expresada desde un punto algo neutral, a través de un sujeto indefinido, como si escribiera otra historia entrelíneas; como si se tratara de una especie de Michael de Nôtre-Dame; en realidad un Nostradamus moderno, porque veo sin ningún esfuerzo, una vez más, a César Vallejo anticipando, un siglo antes de lo sucedido y cantando premonitoriamente nuestro “momento”, en su poema: “Son las caídas hondas de los Cristos del alma, \de alguna fe adorable que el Destino blasfema”.

La visión del mundo como tragedia y dolor es el mayor legado schopenhauereano a Vallejo, pues para Schopenhauer la base y constitución del “mundo como tragedia” reside en la dualidad trágica esencial del mundo.

Y el principal legado de Vallejo es su profecía, a través de los Heraldos Negros, escrita cien años antes de que tuviéramos que soportarla.

De modo que la devastación y la inseguridad que padecemos como seres humanos en el año 2020­, ­­­­­­­­­­­­cuando fuimos víctimas de la guerra bacteriológica o de la purga del planeta (el tiempo dilucidará lo ocurrido), cuando sufrimos la pandemia creada, que nos obliga a replantearnos la búsqueda de un sentido a la existencia, ante la situación real, en este caso inesperada, desgarrada y trágica.

Ante tantas adversidades que debimos soportar los seres humanos, el augurio de la muerte y la destrucción sin medida del orden establecido: el empobrecimiento, la reclusión obligada, la soledad implícita, en muchos casos, la suma de todos los dolores, derivó en la decepción de las creencias religiosas y en la consecuente pérdida de la fe. Todo eso en Vallejo se relaciona con el odio de Dios o la furia de la divinidad.

Entonces, nos preguntamos ¿de dónde sale ese dolor?

La respuesta sería: de Dios o del destino. Aunque, en verdad, no importa la respuesta, pues el ser humano no puede comprender su origen, apenas tiene que reconocer su indefensión ante los hechos y soportar el dolor, independientemente de su voluntad, porque el dolor está ahí, llega sin que se lo busque; en fin, el dolor es cosa de Dios o del destino. 

César Vallejo, se muestra disconforme, con el sinsentido de la existencia trágica, nos presenta la imagen de los “ojos locos” que reaparecen para mirar lo irremediable e incomprensible:

“Estos golpes sangrientos son las crepitaciones \de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. \Y el hombre. Pobre. ¡Pobre! Vuelve los ojos, como \cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; \vuelve los ojos locos, y todo lo vivido \se empoza, como charco de culpa, en la mirada. \Hay golpes en la vida, tan fuertes. ¡Yo no sé!

Vallejo, en este poema, busca la razón de ser del dolor que a cada instante ahoga la existencia del ser humano, en cierta medida, previno nuestros días, pero no logró prever nuestro futuro. Y al final, concluyó que no hay una respuesta al dilema existencial.

Schopenhauer cree que la única manera de sobreponerse al dolor que conduce nuestra existencia desde el nacimiento “es renunciar al deseo, a la intención, a la voluntad, en suma, dejarse arrastrar a la negación de esa tendencia innata a conservar lo material. Es esperar la muerte, que ya está asegurada, para descansar en la nada.

Mientras nosotros, los habitantes humanos de la tierra, que estamos viviendo en la desesperanza que circunda el planeta, durante la pandemia del año 2020; que todos los días recibimos por medio de nuestros televisores a los heraldos negros, anunciando dolor y muerte, resolvemos, porque tenemos libre albedrío para hacerlo, desarrollar nuestra capacidad de resiliencia.

Decidimos superar las circunstancias traumáticas, dolorosas y decidimos vivir de la mejor manera nuestra existencia, que, desde luego, sabemos es finita y, muy al margen de los heraldos negros o de Vallejo cargado de su herencia schopenhauereana, decidimos potenciar la felicidad.

 

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