Nos sobrevive la música

Entrevista a Rider Negro

Por Ximena Cobos 

Cada minuto nacen almas viejas, cientos de células que se congregan siguiendo los patrones aleatorios de las ondas sonoras que brotan de cintas y discos viejos, sudando la misma sal desde hace décadas, luminosa, caída al centro. Con la sed de seguir vivas en un eterno repetir con variaciones espontáneas la experiencia de la década en que la libertad parecía una utopía alcanzada. Pero el tiempo sobrevino a las sonrisas que se desprendían en aquellos círculos de fuego y desnudez, la historia atropelló los sueños y renacimos ansiosos de que nuestros oídos no perdieran nunca el contacto con aquello que hizo vibrar nuestros cuerpos delirantes.

Persistiendo en la tempestad del mercado musical, cada cierto tiempo brotan de entre los lugares más desastrosos ecos que crecen arrasando el sinsentido y de nuevo unen masas que buscan el éxtasis total, que reconocen la miseria acumulada y el misterio que jamás podrá combatir aquel destino. Rider Negro llegó a mis oídos por un accidente, de pronto, sin razón aparente me hallaba detenida en medio de una sala semivacía mirando un ritual de fusión que nadie sospechaba desde afuera, en ese rincón del Estado de México a donde jamás había llegado.  

Tres truenos resurgían con fuerza de batalla, el nombre de la banda está inspirado en el film “El Topo”, de Alejandro Jodorowsky, aquel donde un jinete tiene que buscar la iluminación a través del desierto, entonces, Rider Negro representa para los integrantes una búsqueda para encontrar su propio camino. En esa búsqueda han transitado varios rostros, unos van y otros se quedan, se reconocen y permanecen: Jesús (Guitarra), Zaid (Batería) y Miguel (Bajo) están ahora. Dicen que es Jesús el que ha mantenido a la banda y éste rememora con paciencia:

Jhony y yo nos conocíamos desde hace unos cinco años ya de andar en bandas de covers aquí y allá. Tiempo después yo le mostraba algunas ideas que grababa en unas cintas. Un día en la feria del pueblo estábamos parados frente al escenario cuando en eso llegó John (no Jhony), y al calor de las chelas nos propusimos estar allí, en ese mismo escenario, tocando nuestras rolas. Rentamos un lugar en Fuentes del Valle Tultitlán al que cariñosamente apodamos “El Cubil” a finales de 2013. Ya sabes, el típico lugar de ensayo que se mezclaba con echar la chela, el toque… sexo drogas, rock and roll. Para mí fue la oportunidad de comenzar a consolidar las ideas musicales que ya traía porque ahora sí, había el tiempo y el espacio y aunque limitados, ya habíamos adquirido algo de equipo, lo necesario para ensayar.

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Foto de El Adiction

Y la historia sigue, mientras el humo se vuelve más denso, la batería suena en el fondo, pausada, dando su tiempo a cada nota, dejando que todo se expanda, averiguando cómo sostenerse en el avance de los días, como el jinete que se desvanece en el horizonte y permanece en la memoria de los que lo vieron partir, intentando reconstruir la imagen de un nuevo arribo. Rider Negro tiene que ver con esos nombres como “Iron Butterfly” o “Led Zeppelin”, mariposa de hierro y zepelín de plomo, respectivamente, que llevan la dualidad en él. Posteriormente, apunta Jesús, encontré que el carácter poético del náhuatl, en particular la figura del difrasismo, permitía llevar dicha construcción a otros contextos. Así, el nombre “Rider Negro” se entiende también como la unión de opuestos complementarios. Rider (jinete, viajero) es la conciencia activa que padece y conoce, Negro es el subconsciente incognoscible, de rostro difuso y omnipresente en el sujeto y su colectividad.

Los nombres de las bandas de antaño fluyen de sus bocas, entre risas y gestos de placer, Pink Floyd y The Doors, Creedence, Porcupine Tree, se van acumulando en una lista de recuerdos que sus escuchas confirmamos y hacemos crecer, Status Quo, Deep Purple, Santana, Hendrix, Fleetwood Mac ―en la etapa de Peter Green, aclaran―, The Allman Brothers Band… ahhh y por allí Caifanes, Javier Corcobado, John Williams, Vangelis, Mutato Muzika y Ennio Morricone. Todas cuentan como influencias para la banda, como gustos personales que marcaron el deseo que hoy concretan en una banda propia, con letras originales, con reflexiones verdaderas que ese jinete ausente en la tierra de las multitudes suma en compañía del sol que se pone dando cada día una enseñanza.

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Foto de El Adiction

Se dice que hacemos rock psicodélico, así, de ese rock viajado de pasajes oníricos, pero no lo es todo. Los tres, Zaid, Miguel, Jesús, coinciden en que se trata de más, hay incorporaciones del blues, del jazz, del progresivo, e incluso western, música sufí y bandas sonoras de películas de ciencia ficción. En la música del Rider Negro hay una intención, bueno dos. Una estética y la otra psíquica. La estética es evocar esos paisajes. Como cuando viajas e imaginas cómo sería la música que sonaría en ese viaje, bueno ahora habría que imaginar una escena que ilustrase esta música. Lo otro es reflexionar; lo mundano y lo celeste, si hay un bien o un mal; preguntarse acerca de nuestro modo de estar, ¿nos gusta? ¿Es impuesto? ¿Padecemos irremediablemente nuestro destino? Para ellos, una de las mayores satisfacciones sería que personas de su edad o menores a ellos se interesaran por la música con la que crecieron sus abuelos o sus padres. Un ojo al pasado y otro al futuro, sentencia Miguel.

Pero este verano no es el mismo de las tomas de ácido y los productores atrevidos, de las mentes que creían en el cambio y apostaban sin dudarlo, pese a las pérdidas económicas y humanas. Quién cree ahora en las visiones provocadas por la música, en el sentido ritual de los acordes, en la juventud deseosa de partir plaza, vidrios y ataduras morales, como si estos sueños u objetivos se hubieran deslizado a otros terrenos, otras disciplinas, otros poderes. Dificultades, todas las que te puedas imaginar. Recuerdo aquella vez que desalojamos nuestro querido Cubil por conflictos con la otra banda con quienes rentábamos. Temas financieros, por ejemplo, para grabar el primer álbum suspendimos actividad de la banda por tres meses para recaudar cada quien, por su cuenta, su parte del costo de producción. La familia, la pareja, ellos naturalmente nos requieren allí y nosotros como músicos tenemos que tener habilidad en el arte de no estarlo. Los foros, las agencias de representación, problemas con otras bandas, organizadores de eventos, y un largo etcétera. Pero de esto se trata, hay que ser conscientes de que ya no es 1969 y que ahora el “mainstream” ya no apoya con tanta vehemencia este género por lo que nos veremos en dificultades que las bandas de aquel tiempo no tenían.

Ya no diría que éste es el inicio ―me corrige Jesús―. Mejor dicho, sí, te lo concedo, éste es el inicio, pero es el final del inicio. Hemos dado el rol por muy diversos foros sobre todo del Estado de Méjico y CDMJ. Como el extinto Foro Libélula, FARO Indios Verdes, FIDOFEST 2017 y Rock and Roll Club Coacalco, donde tuvimos el placer de conocer y alternar con bandas como Chaac Mool y La Revolución de Emiliano Zapata. En el 2019 estuvimos en Acámbaro y en Playa Chaparrales que fueron las primeras tocadas en provincia, así como en el Centro Regional de Cultura en Cd. Neza y en el CCMB Texcoco al cual esperamos volver. Lo que sigue será salir a presentar el nuevo disco. Tenemos muchas ganas de ir a otros estados, Chiapas, por ejemplo, dicen que hay muy buena escena allá. Está el norte, la fucking TJ, y no sé, quizá más al norte.

El lanzamiento del disco de Rider Negro está muy cerca, han lanzado ya tres sencillos y sigo sintiendo ganas de drogarme cuando los escucho, de irme a un pasado que no era amable, pero era intenso, o mejor, viajar más lejos, a un punto en el calendario en que no había nacido este cuerpo que habito ahora.

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