La toma feminista como transformación social

Por Alonso Mancilla

El pasado viernes 04 de septiembre, las activistas feministas, en conjunto con algunas madres y familiares de las víctimas de feminicidio y violación, haciendo valer su derecho a la manifestación y expresión libre de las ideas, tomaron la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), manifestando la necesidad de que sean atendidas adecuadamente sus demandas de justicia y que se sancione a los que las criminalicen. Inclusive, Yesenia Zamudio —madre de María de Jesús Jaimes Zamudio, víctima de feminicidio―, hizo un llamado a que “¡Hagan su maldito trabajo, fiscales y ministerios públicos! Y si no pueden, tenga tantita dignidad y renuncien”.

Asimismo, Zamudio anunciaría más tarde que el objetivo es que lleguen más familias de todo el país para reforzar la toma y exigir atención adecuada a sus casos y que se reconozca como víctimas a los niños huérfanos por desaparición o por el feminicidio de sus madres, pues ellos son víctimas también de esta violencia contra las mujeres y no han sido verdaderamente tomados en cuenta dentro de la complejidad del problema de la violencia feminicida y los feminicidios. Yesenia culminó afirmando: “estamos en revolución, que las familias por fin estamos totalmente unidas y organizadas y no vamos a permitir que se sigan burlando de nosotros”.

Es importante subrayar que ésta es una toma pacífica, ya que el movimiento feminista no ha violentado a nadie —ni si quiera se han planteado la violencia como herramienta revolucionaria, si así fuera, estaríamos ante la toma del poder por vía de las armas—, así que es esencial hacer un llamado a no desgarrarnos las vestiduras por una supuesta acción violenta que implicó, entre otras cosas, la intervención de una obra de arte.

Por otra parte, aunque diga la CNDH que no son el enemigo a vencer y que son aliados en la lucha por la justicia y la erradicación de la violencia contra las mujeres, hay que considerar esto como totalmente falso, ya que la no violencia asegura el monopolio de la violencia al Estado, como diría Peter Gelderloos, los Estados (las burocracias centralizadas que protegen al capitalismo) sobreviven gracias a asumir el rol de ser el único que utiliza la fuerza violenta en sus territorios de manera legitimada. Así pues, siendo la CNDH una institución que perpetúa este sistema hegemónico, cuando se posicionan como los pacifistas, están haciendo el trabajo del Estado al pacificar a la oposición. Por eso, no nos dejemos engañar con tales discursos, pues sabemos perfectamente que si ésta institución hubiera —o estuviera— haciendo su trabajo y velando por las víctimas, la obtención de justicia, la resolución de los casos con el debido proceso, la toma no se hubiera generado.

Así pues, cuando Yesenia Zamudio sostiene que están en revolución, es totalmente real, tal vez no es una revolución como las conocemos, donde el poder de arriba se arrebata, sin embargo, como correctamente lo dice “estamos en revolución”, una que se está fraguando en la realidad concreta y se está creando otra cotidianidad. Digamos que es la disputa por el sentido común —ya no pensado desde el gobierno o el ciudadano, sino por la resignificación de la transformación de algo—, dándole otro sentido a la toma al proclamarla como “okupa” —otra institución, pero con formas y reglas que le dan un sentido distinto a algo—, se busca atender a las víctimas pero con otro objetivo: darles refugio y garantizar sus derechos fundamentales, cosa que no hacía la CNDH.

Así pues, la acción de tomar la sede de la CNDH y transformarla no es un hecho aislado, en cierto sentido, es algo que todos y todas habíamos querido hacer ya hace tiempo, pues el gobierno ha fracasado en su estrategia contra la violencia, particularmente en contra de la mujer, es por ello, que el colectivo feminista y las familiares de las víctimas, han revolucionado el sentido de dicha institución y eso solo se puede lograr tirando los símbolos que representan un pasado fracasado —como la revolución mexicana, porque la historia tiene que cuestionarse—, interviniéndolos para dar otros significados, como se hizo cuando le cambiaron el nombre a la sede a “Ocupa, Casa de Refugio Ni Una Menos México”.

Ahora bien, en respuesta a las acciones, el representante del ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, en la “mañanera” del martes 08 de septiembre, ante millones de personas que lo ven, realizó un acto vergonzoso y lamentable, criminalizando al colectivo feminista, al afirmar que no está de acuerdo con la violencia y con lo que le hicieron a la pintura de Madero, pues según el mandatario “el que afecta la imagen de Madero o no conoce la historia, lo hace de manera inconsciente, o es un conservador, un pro porfirista”. La no violencia, como diría Franz Fanon “es un intento de resolver el problema colonial alrededor de un tablero, antes de que se lleve a cabo ninguna acción lamentable”, entonces, nos podríamos preguntar ¿estamos ante el hecho de legitimar una probable represión? y, acaso respetar lábaros patrios ¿no es una actitud conservadora?, parece que el presidente de México seguirá administrado el capitalismo por los” siglos de los siglos”.

Tal parece que al macho —exacerbado— que lleva dentro nuestro presidente, le dolió en demasía que le pintaran a sus grandes héroes hombres; además, no puedo quitarme de la cabeza la pregunta ¿le habrá dolido tanto que le hayan tomado la institución unas “locas”?, que en realidad son mujeres que han sido dañadas, violentadas y están hartas de que muchas otras sean asesinadas por nosotros, los hombres, y que se cansaron de que los agresores sean protegidos por el patriarcado en las instituciones. Sin duda, el presidente se ha quedado sin autocrítica. Pero, no, señor López Obrador, ninguna obra de arte o institución está por encima de la vida de las mujeres, lo han dicho ellas una y otra vez y se replica como eco.

Por otra parte, ésta genial manera de mover las piezas en el tablero por parte de las Okupas, superó a las del Estado, lo que les da una ventaja de maniobra en la lucha por el poder, pues, como apunta Fanon: sin esperar que les coloquen las sillas alrededor de la mesa de acuerdos, escuchan sus propias voces y se dejan llevar por el ultraje y prenden fuego a los edificios, la élite y los partidos nacionalistas burgueses se verán en un apuro y exclamarán ¡Esto es muy serio! No sabemos cómo acabará, debemos encontrar una solución, algún tipo de compromiso.

Aunque parece que al presidente sólo le importa su imagen —por lo menos en este tema—, porque acabó diciendo que “si van a tomar y quemar una oficina, ¿están pensando que vamos a caer en la provocación y que las vamos a desalojar? No. Aquí vienen, se están días y días y nadie es molestado, porque no somos iguales. Cuando estábamos en la oposición nunca actuamos así y enfrentamos cosas muy fuertes. No es la vía, no es el camino. Se tiene que optar por la no violencia”. Éste discurso, retomando a Gelderloos, “pinta al Estado como benévolo porque le dan la oportunidad de tolerar una crítica que en realidad no amenaza su funcionamiento continuado”.

Así pues, como una conclusión abierta al desarrollo del conflicto en los próximos días, podemos afirmar que el colectivo feminista está sentando las bases —al tomar la institución y darle otro uso; el uso siempre tiene que ver con la ideología y, más aún, si se plantea en pos de lo comunitario y no para lo burocrático, que es la forma de actuación del Estado— para reflejar el antiautoritarismo en las instituciones, es decir:

Este antiautoritarismo se debe reflejar tanto en la organización, como en el sistema de valores del movimiento de liberación. A nivel organizativo, el poder se debe descentralizar (esto significa no tener partidos políticos o instituciones burocráticas. El poder debe localizarse en las bases, tanto como sea posible), en individualidades y en grupos de trabajo dentro de la comunidad. Porque las bases y los grupos comunitarios se hayan reducidos por las condiciones de la vida real y están en constante contacto con la gente de fuera del movimiento, mientras que la ideología tiende a fluir de forma ascendente, concentrándose en “comités nacionales” y otros niveles centralizados de organización (que conduce conjuntamente a la gente que comparte la misma opinión y la empapa de abstracción, alejándola del contacto con la mayoría de las demás realidades cotidianas). Algunas cosas tienen más potencial para fomentar el autoritarismo que una ideología poderosa. Por lo tanto, debe permanecer en las bases cuanta más autonomía y poder de decisión como sea posible (Gelderloos, 2010:155).

Por lo que la idea sería no monopolizar el movimiento para que sea sano y tenga manera de no ser cooptado, esto solo puede lograrse si hay una diversidad de grupos ocupando diferentes espacios (instituciones) y persiguiendo objetivos con base en la comunidad, sin embargo, lo primero que habría que hacer es fortalecer la transformación hacia la casa de refugio para que se convierta en una realidad, es decir, coordinarnos y unificarnos tanto como sea posible para aumentar nuestra fuerza colectiva, inclusive hacer una cuenta para financiar el movimiento okupa y no decaiga por falta de recursos.

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