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Argentina y la vindicación de la vulgaridad

Por Alonso Mancilla

Ya se ha escrito mucho sobre el evento más importante de cada 4 años, sí, e igual que esperamos un cambio de aires en cada contienda electoral, la copa del mundo celebrada en Qatar no podía ser ajena a las tensiones que rodean cada campaña escoltada por el marketing, condicionamientos económicos, negocios y un gran acaparamiento de poder político, a costa de muchas vidas perdidas por hacer realidad esta obra monumental, la gran justa mundialista del balompié.

De esa manera, este manuscrito es uno más de estos intentos intelectualoides de analizar las diferentes relaciones de poder que se suscitan en torno al pateo de la pelota. Por consiguiente, quiero hacer énfasis en que no hablaré de lo ya dicho y escrito en todos los países y en todos los idiomas ―como si hubiese leído todo―, o sea, el mérito deportivo de Argentina por ganar la final del mundial; que si la copa fue un regalo de justicia para el pueblo Messico; o de los intereses que recorren, ya sean ilegales o no, al campeonato en turno.

Así pues, este texto hablará ―y en pocas líneas― de la insoportable levedad Leer más

Valentina

Por Yolanda González Muciño

A mis hijas: Cynthia y Libertad

 

Ya mero está el café, le puse canela, como te gusta.

Durante doce añadas luché en los agarrones a tu lado. ¿Te acuerdas? Ya han pasado cuarenta y uno. ¡Aaah, y siempre estás en mi recordación! ¡Aunque sufrí los infiernos contigo, era feliz! Sí, a’nque eras un cabrón, yo te quería harto. ¡Si me hubieras hecho caso…! ¿Recuerdas al Palemón? Ese campesino rete risueño que nomás enseñaba el diente, y se unió al general Grabiel Leiva, nomás por andar enamorado de mí. Y de la canción tan bonita que me inventó, y así con hartas ganas me la cantaba: “Valentina, Valentina yo te quisiera decir…” A ti te hervía la sangre, yo no sé pa’qué se lo chingaron.

¿Sabes? Las mujeres no teníamos permiso pa’que nos cantaran, ni pa’ nada. Jue hasta que animosas comenzamos a vestirnos con las ropas abujereadas de los soldados que caían en batalla, y así nos avaloraban un poquito. Yo cambiaba mis faldas de percal, todas deshilachadas, por la ropa del que ya estaba dijunto. Antes de encuerar al muertito, me persinaba y le pedía a Dios y a la virgencita de Guadalupe por él. Lo desvestía rápido, la cara me sudaba y mis acongojados pies hasta la tierra rasguñaban. Me ponía las levitas manchadas de rojo y los pantalones también, nomás que los arremangaba. Y a’n que los trapos jedían a hombre y a sangre, ¡me sentía como toda una soldada! Luego, les quitaba las botas y parecía que los muertitos las agarraban con las uñas. ¡Porque me costaba un chingo sacárselas de las tiesas patas que jedían! Yo y mis compañeras nos reíamos harto porque me quedaban rete grandotas y caminaba como espinada. Hasta rechinaban las diantres botas. Tú también te burlabas de mí y de todas. ¿Qué ya se te olvidó que hasta tú te vestías de mujer pa’ poder jullir? ¿TeLeer más

Democracia y estallido, significantes ateridos

Por Francisco Tomás González Cabañas

Cita Heidegger en Ser y tiempo el pasaje del diálogo “El Sofista” de Platón (244a) en el cual se dice que, a pesar de la evidencia del concepto, el término «ente» dista mucho de significar algo claro que no necesite ser indagado. Aristóteles, en la metafísica lo expresa en relación al «ser» cuando afirma que éste se dice de muchas maneras, para luego ser resignificado por los aristotélicos, quiénes acentúan las razones de las primeras y últimas causas, especialmente en el término sustancia, transliterado del griego «ousía».

Congelados en alguna abadía hierática, tales significaciones volverán al calor del pensar, a la dinámica de la cuestión, precisamente con el más rimbombante y último de los «yo acuso» filosóficos. Hablamos del «Olvido del ser» heideggeriano. Interpelación que recogerá con mayor vigor la teoría psicoanalítica antes que la ontología. Esta suerte de giro hermenéutico posibilitó el clivaje entre ente y ser o sustancia; salirnos de tal olvido dilemático lo resolvimos con menor carga de angustia a través del término inconsciente. Constituido en significante amo, nos regimos ante el mismo para jugar a la disolución de la identidad, para la borradura de las diferencias, para el registro de las huellas. En lo real, la multiplicidad manifiesta; la diáspora, la dispersión, en lo simbólico e imaginario; la unidad,Leer más