En búsqueda del precariado

La propuesta teórica de Guy Standing*

 

Por: Andrea Gómez Martínez** y Fiorela Nathaly Monforte Chacón***

 

El economista inglés Guy Standing (2011, 2013) argumenta que las tesis neoliberales[1] que se implementaron durante la década de 1980 favorecieron la flexibilidad del mercado laboral. Si no se insertaba tal flexibilidad, se generaría el fenómeno de la deslocalización debido a la cual, al incrementar el costo salarial, emigrarían la inversión y la producción de las empresas a lugares en los cuales los costos fueran mínimos.

La flexibilidad de la década de 1980 conjuntaba varias dimensiones. La flexibilidad salarial remitía al aceleramiento de los ajustes a los cambios en la demanda, particularmente a la baja. La flexibilidad del empleo significaba la capacidad sin costos para las empresas de modificar su nivel, particularmente a la baja, lo que representaba una disminución en la seguridad social y la protección del empleo. La flexibilidad en las labores y puestos de trabajo refería a la capacidad para desplazar a las personas empleadas a diferentes lugares de las empresas y para modificar las estructuras de empleo con la menor oposición y costo. La flexibilidad en la destreza se refería a la capacidad para ajustar de forma fácil las habilidades de los trabajadores.

La flexibilidad promovida por los economistas neoclásicos[2] daba como resultado el aumento progresivo de la inseguridad de las personas empleadas, costo a pagar ineludiblemente para mantener la inversión y el empleo. Conforme avanzaba el proceso de globalización y los gobiernos y las empresas de buena parte del mundo se aprestaban a flexibilizar las relaciones laborales, se multiplicaba el número de personas en trabajos inseguros. Al extenderse el empleo flexible se profundizaron e incrementaron las desigualdades. También la estructura de clase en la que se soportaba la sociedad industrial del pasado siglo XX se transformó en un fenómeno más complejo que incluyó la precariedad.

La precariedad entendida como una pauta cultural no comienza ni finaliza con la temporalidad laboral. Nos encontramos ante un fenómeno transversal, interclasista e intergeneracional, que ha afectado las formas de regular, entender y definir las trayectorias laborales y biográficas de cada vez un mayor número de trabajadores. [La] precariedad constituye la consecuencia más palpable de esta nueva lógica del mercado (Gálvez Biesca, 2008:212-213).[3]

 

Por ende, la precariedad procede de las necesidades y contradicciones del modo de producción citado, junto con un empleo incierto, es decir, una “relación laboral que descansa en una situación de continua incertidumbre para el trabajador en relación con la duración del empleo; relación y condición que, por otra parte, se ha visto obligado a aceptar” (Marshall, 1990 cit. por Guimenez, 2012:142).

Desde otra postura, Robert Castel (2013) ubica el centro de la transformación en el nivel de la organización del trabajo que se convierte en un deterioro del estatus profesional. La precariedad se da al interior del empleo y viene a insertarse en el desempleo de las personas. Ya no es posible concebir la precariedad como un pésimo instante por el que hay que atravesar antes de hallar un trabajo estable, dado que hay un número creciente de personas que se emplaza en la precariedad es que pasa a instituirse en un estado permanente. Esto es, para Castel, un efecto de la transformación del sistema capitalista.

En efecto, creo que, desde el inicio de los años 1970, salimos del capitalismo industrial que se había implantado en la Europa occidental durante un siglo y medio. Hacia fines de este período, logramos encontrar un equilibrio relativo, bien digo, relativo, entre los intereses del mercado, la productividad, la concurrencia y un cierto número de protecciones y de seguridades respecto al trabajo. En mi opinión, la crisis, que inicialmente pensamos como algo provisorio, esperando la reactivación, comienza a aparecer más como un cambio de régimen del capitalismo. Aún no estamos en condiciones de poder definir bien ese cambio, pero con la exacerbada concurrencia que se ha desplegado a nivel mundial, tenemos que vérnosla con un capitalismo más salvaje, menos regulado. Desde el otoño de 2008, el último episodio de la crisis, con sus catástrofes financieras, ilustra bien esta evolución (Castel, 2013: entrevista).

Para Robert Castel, el precariado corresponde a una nueva condición salarial o, mejor dicho, infra-salarial, que va más allá del convencional empleo y sus garantías, implicando que las categorías sociales desfavorecidas –básicamente obreros– no sean ya las únicas en ser afectadas por la expansión de la precariedad.

Sí, los obreros menos calificados, los jóvenes que intentan por primera vez entrar en el mercado del trabajo son, en términos cualitativos, las categorías más afectadas por la expansión de la precariedad. Sin embargo, pienso que no hay que olvidar por eso que la precarización es una suerte de línea de fractura que atraviesa el conjunto de nuestra sociedad. Existe una precariedad de “gama alta”, que alcanza una parte de las clases medias y de los altos diplomados. Para aprehender la amplitud de la transformación hay que incluir también ese fenómeno (Castel, 2013: entrevista).

 

Como puede apreciarse, Castel (2013) no aborda una categoría social como Guy Standing (2011, 2013), sino que restringe su significado y lo equipara con una precariedad que persiste a través del tiempo, pues, para este pensador, “al revés de las políticas actuales, el desafío a resaltar es el de conciliar la inestabilidad del empleo con la instalación de nuevos derechos” (Castel, 2013: entrevista).

En principio, el término precariado se formuló teniendo en cuenta grupos sociales que tenían problemas para encontrar un empleo y contar con un trabajo estable y seguro. Se trata de segmentos que se aproximan peligrosamente a un estado de exclusión social y que se acercan al denominado lumpemproletariado de Marx, “ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida, está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras” (Marx y Engels, 2011:44). Ciertamente, los grupos sociales del precariado en ocasiones logran ser los grandes triunfadores de las sociedades postindustriales del conocimiento y la educación, pero la mayoría de las ocasiones sólo consiguen sobrevivir –ofertando su fuerza cognitiva de trabajo–, evitándose hundirse en una profunda precariedad como amenaza intrínseca (Mayos Solsona, 2013).

Jan Breman (2014), a partir de la crítica hacia el precariado como concepto espurio, hace un acercamiento de mayor profundidad al término. Sus orígenes etimológicos se hallan en el latín precari: pedir, rezar, rogar; en lo que subyace inseguridad, dependencia del favor de otro, inestabilidad, exposición al peligro; con una incierta permanencia. La precaria situación del trabajo se reconoció en el siglo XIX como un estado que define la proletarización en el sentido clásico: sujetos despojados de los medios para sobrevivir vinculados a la tierra, por lo que los trabajadores únicamente podían sobrevivir vendiendo su fuerza de trabajo; la precariedad de sus medios de subsistencia es mencionada en el Manifiesto del Partido Comunista: “Como resultado de la creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más precaria” (Marx y Engels, 2011:42).

En la tradición católica, mientras tanto, precarità también se refería a un orden basado en las donaciones. En la década de 1990, en Francia, précarité describía la situación de aquellos que vivían al día, en medio de un elevado desempleo juvenil y trabajos basura; el sentido de peligro se intensificó en las protestas masivas de 1995. En Italia, el inevitable neologismo il precariato –combinando «precario» con «proletario»– había sido acuñado no mucho después de las protestas de Génova contra el G8 en 2001. Fue enarbolado como un eslogan por militantes postoperaisti en Milán que organizaron a trabajadores eventuales en un Primero de Mayo alternativo en 2004 (Breman, 2014:148).

 

Breman (2014) cuestiona el concepto de precariado en cuanto clase social al compartir únicamente los regímenes laborales o modos de organizar la economía, dado que no conllevan formaciones de clase por compartir únicamente situaciones laborales de contratos temporales o a tiempo parcial. Para Breman (2014), la situación resulta de la flexibilidad laboral que ha agravado las condiciones de empleo, depreciando el papel del trabajo y debilitando la acción colectiva solidaria, acción que no se circunscribe “a defender tan sólo su meta particular, sino que existe un horizonte compartido, una aspiración de transformación social de más amplio alcance. Esta es una de las singularidades que [la] separa de la filantropía de carácter individual y refuerza su dimensión pública” (Funes Rivas, 1995:30)[4].

Otra crítica de Breman (2014) deriva de que Guy Standing se ha focalizado en los países desarrollados cuando en otros países, como la India, el 90% de la población se encuentra en condiciones de economía informal. Frente a esta crítica, Standing ha respondido lo siguiente:

He argumentado con vehemencia que no tiene ningún sentido analítico meter a campesinos, pequeños productores, vendedores ambulantes y trabajadores ocasionales bajo una noción unívoca de sector informal. Eso es lo que hace Breman cuando dice que «más del 90 por 100» de los trabajadores hindúes se hallan en la economía informal. Habiendo proclamado la falta de definición de precariado, él no ofrece ninguna definición de los conceptos que utiliza, por ejemplo «sector informal», «regímenes laborales», «clase obrera». Además, contradictoriamente utiliza clases obreras [en plural], mientras argumenta que la clase obrera no debe ser dividida (Standing, 2014:13).[5]

 

Por último, Breman (2014) destaca la variedad de trabajos o empleos de índole precaria o informal, pero aduce al mismo círculo vicioso de estancamiento. Sin embargo, Standing le responde que hay aspectos de las relaciones de producción específicas del precariado que el mismo Breman ignora de forma intencionada.

El precariado, generalmente, debe emplear muchos más recursos en trabajo no remunerado, «trabajo para buscar trabajo», de lo que jamás lo hizo el proletariado. Este último era explotado en el lugar de trabajo, en tiempo de trabajo remunerado. Normalmente, el actual precariado debe dejarse la piel en el trabajo y además trabajar fuera de las horas o de los días de trabajo remunerado. Estos, además, tienen que dedicar mucho tiempo, al margen de su trabajo, a buscar trabajo a través de papeleos burocráticos, haciendo colas, rellenando impresos, reciclándose, etcétera. Esta serie de factores otorgan al precariado estas relaciones de producción distintivas. Para Breman (…), decir que el precariado es sencillamente lo mismo que el proletariado es no entender todas estas diferencias (Standing, 2014:9).

 

Guy Standing enfatiza que el precariado es una clase social en formación. Así, define al precariado como un grupo socioeconómico con características propias que le permiten identificar si una persona pertenece a éste o no, como un tipo ideal (Standing, 2013:26)[6]. En esta tesitura, el precariado se describe como un neologismo que combina el adjetivo precario y el sustantivo proletariado, sentido que Standing usa en sus textos. Inclusive, agrega que el precariado global no es aún una clase en el sentido marxista, al hallarse internamente dividido y conjuntado sólo por su miedo –término que se le confiere a la incertidumbre, “a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer (a lo que puede y no puede hacerse) para detenerla en seco, o para combatirla, si pararla es algo que está ya más allá de nuestro alcance” (Bauman, 2008:10)–. Pero se trata de una clase en formación, que se aproxima a la conciencia de una vulnerabilidad común. No únicamente se integra de aquellas personas que se encuentran en un empleo inestable, pese a que muchas son eventuales, trabajan a tiempo parcial, están en centros de atención al cliente o en servicios deslocalizados. El precariado se integra de quienes tienen la sensación de que su vida cotidiana y sus identidades están hechas de retazos deshilvanados, con los que no pueden construirse una historia de vida o dotarse de una formación profesional satisfactoria, articulando formas de trabajo y tareas, juego y momentos de ocio de una manera sostenible; de aquellos trabajadores “precarios con carreras universitarias [que] no se sienten cómodos definiéndose como clase obrera, pero como no tienen propiedades ni salario, tampoco se sienten a gusto bajo la etiqueta de clase media, [teniendo una] confusión identitaria relacionada con inconsistencias de las autodefiniciones de los padres y sus descendientes” (Standing, 2014:12).[7]

En definitiva, el precariado de Guy Standing se percibe como un colectivo sumamente heterogéneo de personas migrantes, personas trabajadoras sobrecualificadas o infracualificadas, madres solteras, personas jóvenes procedentes de zonas deprimidas, personas paradas de larga duración, entre otras, cuyo mínimo común denominador es su estatus truncado resultado de su exposición extrema a los vaivenes del mercado, “que consideran que se les niega un futuro, que se les deniega la posibilidad de construir una vida y una carrera profesional, que se rompe la promesa de progreso individual basada en la educación. Experimentan una sensación de privación relativa o frustración de estatus” (Standing, 2014:14).

 

 

Referencias                                                                         

Bauman, Z. (2008). Miedo líquido: la sociedad contemporánea y sus temores. Buenos Aires: Paidós.

Breman, J. (2014, enero-febrero). “Un concepto espurio”. En: New Left Review, Segunda Época, Núm. 84. Ecuador: New Left Review Ltd. / Instituto de Altos Estudios Nacionales, pp. 143-152.

Castel, R. (2013, 14 de julio). “La precariedad se ha vuelto un estado permanente” (entrevista). En: Pétalos en las grietas. Programa EDUCACIÓN en CONTEXTOS de ENCIERRO del Consejo de Educación Secundaria (página web). Uruguay: Consejo de Educación Secundaria. Disponible en https://petalosenlasgrietas.blogspot.com/2013/07/robert-castel.html

Fariñas Dulce, M. J. (1989). La sociología del derecho de Max Weber. México: Instituto de Investigaciones Jurídicas – Universidad Nacional Autónoma de México.

Funes Rivas, M. J. (1995). La ilusión solidaria: Las organizaciones altruistas como actores sociales en los regímenes democráticos. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.

Gálvez Biesca, S. (2008). “El movimiento obrero en la España del tiempo vivido: del ‘sujeto político’ al nuevo ‘precariado’”. En: Cuadernos de Historia Contemporánea, Vol. 30. España: Universidad Complutense de Madrid, pp. 199-226.

Guimenez, S. (2012). “Neoliberalismo y precariedad laboral en el Estado argentino (1990-2007)”. En: Revista de Ciencias Sociales, Vol. 1-2, Núm. 135-136. San José de Costa Rica: Universidad de Costa Rica, pp. 141-150.

Harvey, David (2007). Breve historia del neoliberalismo, Akal, Madrid.

Marx, Carlos y Engels, Federico (2011 [1847-1848]). Manifiesto del Partido Comunista. México: Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx.

Mayos Solsona, G. (2013). “Cognitariado es precariado. El cambio en la sociedad del conocimiento turboglobalizada”. En: Román, B. y Castro, G. de (coords.). Cambio social y cooperación en el siglo XXI [Vol. 2]. El reto de la equidad dentro de los límites económicos. Madrid: EDUCO, pp. 143-157.

Morales, R. (2019). “¿Qué es la Teoría Neoclásica de la Economía?”. En: lifeder.com (página web). Estonia: Lifeder.com Media OÜ. Disponible en https://www.lifeder.com/teoria-neoclasica-economia/

Standing, G. (2011). The Precariat: The New Dangerous Class. Londres: Bloomsbury Academic.

——– (2013). El precariado: una nueva clase social. Barcelona: Pasado y Presente.

——– (2014, otoño). “Por qué el precariado no es un «concepto espurio»”. En: Sociología del Trabajo, Nueva Època, Núm. 82. Madrid: Siglo XXI, pp. 7-15.

Weber, M. (2002). Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, 2ª ed. Madrid: Fondo de Cultura Económica.

* Este artículo forma parte de una investigación más amplia que las autoras están realizando para la tesis La identificación del precariado en México: el caso de los empleados del supermercado Walmart – Tláhuac, 2020, bajo la dirección del Dr. Julio Cesar Salas Torres.

** Estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Urbana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Correo electrónico: andrea.gomez.martinez@estudiante.uacm.edu.mx

*** Estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Urbana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Correo electrónico: fiorela.monforte@estudiante.uacm.edu.mx

[1] Siguiendo a David Harvey (2007:6): “El neoliberalismo es, ante todo, una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada fuertes, mercados libres y libertad de comercio”.

[2] De acuerdo con Morales (2019: página web): “La economía neoclásica es un enfoque de la economía que relaciona la oferta y la demanda con la racionalidad de un individuo y su capacidad para maximizar la utilidad o el beneficio. También utiliza ecuaciones matemáticas para estudiar diversos aspectos de la economía. Este enfoque se desarrolló en el siglo XIX, basado en libros de William Stanley Jevons, Carl Menger y Leon Walras, y se hizo popular a principios del siglo XX”.

[3] Los corchetes son nuestros. A partir de este momento cualquier añadido a las citas corresponden a la fuente consultada, salvo que se mencione lo contrario.

[4] Los corchetes son nuestros.

[5] Los corchetes son nuestros.

[6] Conviene aclarar que para Georg Jellinek, “el tipo ideal tiene un carácter esencialmente teleológico: no es algo que es, sino que debe ser; es un ideal, un momento de lo que debe ser” (Fariñas Dulce, 1989:114), mientras que para Max Weber el método tipológico para la elaboración del tipo ideal expone “cómo se desarrollará una forma especial de conducta humana, si lo hiciera con todo rigor con arreglo al fin, sin perturbación alguna de errores y afectos, y de estar orientada de un modo unívoco por un solo fin (…). Pero la acción real sólo en casos raros (…), y eso de manera aproximada, transcurre tal como fue construida en el tipo ideal (respecto a la finalidad de tales construcciones)” (Weber, 2002:9). A este último sentido es al que Standing se adscribe.

[7] Los corchetes son nuestros.

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2 Comentarios

  1. Interesante texto que nos muestra como la flexibilidad de 1980 nos llevó al precariado, siendo un fenómeno preocupante ya que nos encontramos inmersos en un mercado que crea incertidumbre y agrava las condiciones laborales. Gracias por la información.

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