La telenovela y la educación sentimental del prieto mexicano

[Parte I]

Por Aarón de la Rosa

En 1993, a propósito de los reconocimientos entregados por la telenovela Los ricos también lloran (1979), el periodista Alejandro Salazar Hernández tuvo una conversación con el fallecido presidente de grupo Televisa, Emilio Azcárraga Milmo (1930-1997)[1], quien declaraba que “México es un país de una clase modesta muy jodida… que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil. La clase media, la media baja, la media alta. Los ricos como yo no somos clientes, porque los ricos no compramos ni madres”. Con este testimonio no es raro pensar que en la historia del entretenimiento de masas mexicano, Televisa y la telenovela pregonaron una educación sentimental tan distorsionada como el número de población que era jodida e ignorante al servicio de la programación de la época.

En este sentido, la telenovela mexicana idealizaba el “amor” siempre entre dos bellos protagonistas, que dependían de librar diversos conflictos, astutamente establecidos para mantener a la audiencia fiel a la trama y, por supuesto, generando ganancias económicas para los anunciantes y Televisa. Sus historias se desarrollaban con elementos dramáticos traídos de la comedia con matices melodramáticos. La trama se desarrollaba principalmente por la lucha del poder económico, armados a base de torpes triángulos amorosos, con ridículos enfrentamientos de clase social de pobreza dramática en los diálogos, que regularmente explotaban el clasismo y el racismo de ricos contra pobres.

Si recordamos, en los últimos treinta años, los primeros momentos que situaban un conflicto de clase entre pobres y ricos, güeros y morenos, sucedió con la telenovela Carrusel de Niños (1989), adaptación de la argentina Señorita maestra (1983) creado por Abel Santa Cruz. Verónica Pimpstein y compañía escribieron la historia en las aulas de la primaria “Escuela Mundial”, donde la maestra Ximena (Gabriela Rivero) convivía con alumnos que encarnaban diversos estereotipos de los niños mexicanos de la época. En especial, se mostraba la diferencia de clases sociales con la tormentosa relación amorosa entre Cirilo, un niño pobre (Pedro Javier Rivero), y la niña rica, malcriada, María Joaquina (Ludwika Paleta), donde apunta Margot Castañeda: “el niño negro, humilde y víctima del bullying por su color de piel, y la niña blanca de ojos claros y clase alta que desprecia a Cirilo por ser inferior”[2].

A su vez, años más tarde, con la trilogía de las “Marías”, adaptaciones de los cuentos de la cubana Inés Rodena y la telenovela venezolana Raquel (1973), de Doris Wells. Aquí, Televisa explotaría la figura mediática de la cantante Thalia, catapultándola a escala mundial, junto a sus proyectos musicales. Thalia cumplió con un arco dramático que parte del mismo personaje, de clase humilde que prospera entre los avatares de las villanas, gracias al amor del siempre adinerado galán de cada historia. María Mercedes (1992) con Arturo Peniche y la villana Laura Zapata; Marimar (1994) con Alejandro Capetillo y la villana Chantal Andere; y María la del barrio (1995) con Fernando Colunga y la villana Itatí Cantoral.

Los matices frívolos y las puestas en escena de diálogos absurdos se enfocaban para un público mayormente femenino. Así, se exacerbaban las situaciones amorosas, inscribiéndole un concepto “prefabricado y dulzón”, propio del género televisivo. Sin embargo, ni los morenos ni la población de origen indígena aparecía en papeles protagónicos sino determinados por los estereotipos. Es evidente que el mayor porcentaje de audiencia que veía estas telenovelas no se reflejaba en las historias, antes bien, al verlas, aspiraba a vivir así. Para finales de los años noventa, los esquemas de belleza resultaban efectivos y estaban supeditados a las ventas de los anunciantes, a través de Televisa y la prensa del corazón, que explotaba un mercado femenino en crecimiento.

Resta decir, han pasado más de cuarenta años desde aquellas palabras que pregonaba el tigre Milmo, la misión de su imperio ideológico no es tan distinto a la actualidad, donde la enajenación del cine comercial y las series de streaming promueven en la audiencia nuevas formas de “aspiracionismo” racista y clasista, que se sigue promoviendo con las redes sociales.

Desde la televisión tradicional a las series y películas de plataformas, el amor y la belleza en la ficción se consumen bajo recursos dramáticos al servicio de intereses económicos, donde la hegemonía ideológica no deja de emular al star system hollywoodense.

Gracias al avance de la tecnología digital, los formatos cambiaron, y la cierta evolución de la telenovela a la comedia romántica de series y películas, no obstante, sigue lucrando con la desigualdad social, como las narcoseries, que han marcado a las nuevas generaciones como los millenials y los centenials. En época reciente, se están cambiando los estereotipos de belleza de los noventas a nuevas imposiciones en los medios digitales de comunicación, sin embargo, es ahora que la audiencia en México y en el mundo debe cambiar.

El amor en la tele es sólo para gente blanca

En estos días, pocas veces sucede en la cabeza del espectador de series y películas cuestionar el bienestar social y afectivo que romantiza la comedia romántica de los productos audiovisuales, pues siempre se le atribuyen objetivos económicos en taquilla, desde el entretenimiento de la evasión de la realidad.

Gracias al entorno mediático del star system hollywoodense, la comedia romántica se ha sabido replantear el canon dramático: “chico conoce chica… y vivieron felices para siempre”, con la astuta creación de contenidos de productoras del streaming como Netflix, Amazon o Claro video. Las producciones recientes de la primera (Love, Fucking the world, Amor y Anarquía, etc.) han tenido mejor factura ideológica pues, poco a poco, tratan de desvanecer la historia de exclusión y racismo latente desde los años ochenta en dicho género, sin embargo, no es un camino de miel sobre hojuelas para la audiencia mexicana.

Cabe recordar que a inicios del siglo XXI, el público mexicano recibió en cartelera la versión autoral (según su director Fernando Sariñana) del clásico shakesperiano Romeo y Julieta con la película Amar te duele (2002), cuyo guión, a cargo de Carolina Rivera, cuenta la historia del amor entre un chico pobre y moreno, Ulises (Luis Fernando Peña) que se enamora de Renata (Martha Higareda), una chica blanca y rica, una tarde que pasea por el complejo comercial de Santa Fe (filmado en Perisur); una obra de secuencias con pobres construcciones dramáticas, herederas de la telenovela y con una estética cinematográfica muy cercana al videoclip de la época. Empero, con el tiempo se convirtió en objeto de culto por la evidente desigualdad social que evidenciaba: el racismo y el clasismo. De esta forma, se transformó en una clara referencia a un problema social, que se está denunciando en nuestra historia reciente.

No obstante, resulta interesante afirmar que ésta no fue una película de risas y escenas chuscas, sino que expresaba cierta “fatalidad” frente a una comedia romántica planteada desde un amor prohibido, como si le fuera negado el bienestar amoroso a una pareja que es diferente por su piel y su clase social. No obstante, estos estereotipos tan trillados de la televisión de Televisa y Tv azteca se hicieron presentes, una y otra vez, desde la gran sala cinematográfica hasta la pantalla del celular en los últimos veinte años.

En época reciente, el cine y las series de plataformas mexicanas han explotado la distinción entre morenos y güeros, nacos o fresas, así como la clásica guerra de los sexos junto a la búsqueda del “amor verdadero”. Digamos que se han vuelto materias primas muy jugosas para guionistas, productores y directores, pues siempre obtienen financiamiento a cuenta de quitar presupuesto a producciones independientes. Sin embargo, de argumentos débiles y actuaciones poco sobresalientes por limitaciones del género, se exhiben historias olvidables en una cartelera nacional siempre sumisa a las grandes producciones hollywoodenses. 

Estas películas casi siempre evidencian limitaciones creativas, artísticas o actorales, pues sólo promueven el aspiracionismo estético de sus guapos actores como el status acomodado de una vida que no existe. Sólo se vende la apariencia y la frivolidad envuelta en escenas tontas de comedia ligera. ¿Por qué la comedia romántica mexicana tiene altos índices de audiencia si no nos representa?, ahondare en el siguiente texto ideas sobre esto.

Bibliografía

El día que Emilio Azcárraga dijo que hacía televisión para jodidos. Infobae, mayo – 7- 2021. [https://www.infobae.com/america/mexico/2021/05/07/el-dia-que-emilio-azcarraga-dijo-que-hacia-television-para-jodidos/?fbclid=IwAR2UEMrU_tWWuK-]

Casteñeda, Margot. El racismo que consumimos en el cine y la televisión mexicana. Chilango, 14 febrero, 2018. [https://www.chilango.com/cultura/personajes-racistas/?fbclid=IwAR3mqnWgGUt6sbLiAodJ4X6kFPfJc_5tVEs5Mkc8lwrFHQb98WyQPUFKw34]

  1. Esta nota salió publicada en el extinto periódico El nacional, siguiente link [https://www.infobae.com/america/mexico/2021/05/07/el-dia-que-emilio-azcarraga-dijo-que-hacia-television-para-jodidos/?fbclid=IwAR2UEMrU_tWWuK-UMJmmFQEnIF03beS8ugl4HD49fwK8IKN2FPDrx3H5rgo]

  2. “El racismo que consumimos en cine y la televisión mexicana” léase en [https://www.chilango.com/cultura/personajes-racistas/?fbclid=IwAR3mqnWgGUt6sbLiAodJ4X6kFPfJc_5tVEs5Mkc8lwrFHQb98WyQPUFKw34]

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