Messi, el jugador que vive como juega

Por Alonso Mancilla 

Podríamos empezar este artículo con la salida de Messi del equipo Blaugrana, sin embargo, ya se ha especulado demasiado si la culpa es de Josep María Bartomeu, presidente del equipo, o de Lionel Messi, el mejor jugador del Barcelona FC. Por ello, el enfoque de éste artículo es distinto –o intenta serlo– a los que dicen que te conocen o los que soñaron contigo, incluso al de los que te situaron en un pasado que no fue y a lo que plantean los medios masivos de comunicación –que, cabe mencionar, te conocen más de lo que tú te conoces–, tu nombre adquiere, entonces, matices que jamás imaginaste.

Hoy quiero comenzar con la premisa que muchos y muchas nos hemos planteado, pero que no estamos cien por ciento seguros y seguras de que sea verdad –aunque las verdades son subjetivas y los hechos tienen otras implicaciones– “jugamos como somos en la vida”; no estamos hablando de que si gambeteas con gran habilidad, le rompes la cintura al mejor defensa del Bayern München o, simplemente, paras un balón ―con gran maestría, por supuesto― que te avientan de lado a lado; no, no va por ahí el asunto, sino con cómo eres dentro del terreno de juego y la relación que tiene con cómo eres fuera de él: liderazgo, honor, honradez, ¡justicia! o deslealtad, injurias, deshonestidad y un gran etcétera.

Así pues, de inicio, quiero hacer una comparación que realmente nadie ha querido hacer con la responsabilidad social necesaria, estoy hablando de la famosa comparación entre Maradona y Messi, por supuesto, esto se puede lograr gracias a que fueron/son grandes representantes del balompié. Se habla de Maradona como el Dios del fútbol –no por la mano que valió como gol contra Inglaterra–, sino porque logró el campeonato mundial con Argentina, sin embargo, su templanza no se puede comparar a la del otro argentino, ahí radica la característica distintiva y esencial de los dos astros.

Pero, me van a preguntar ¿qué es la templanza? sencillamente, como planteara Platón hace miles de años, es la virtud que tienen los hombres y mujeres en asegurar la dominación de la voluntad sobre los instintos, que mantiene los deseos y las pasiones en los límites de la honestidad y la justicia. Esto, como un principio del buen gobernante, pues al momento de tomar decisiones, no debía guiarse por estos sentimientos. Y, tal vez, proseguirían a preguntarme ¿por qué la templanza? a lo que respondo, la templanza forma el carácter, ya que es la manera de tomar decisiones, no sólo dentro del terreno de juego sino en la vida misma y es lo que se le ha criticado más a Messi y alabado más a Maradona.

De inicio, podemos decir que Maradona, a lo largo de su historia, ha tomado sus decisiones impulsado por sus pasiones, pues al inicio de su carrera, cuando era jugador de Argentinos Juniors, la hinchada del Río de la Plata le coreaba malas palabras, enojado –como niño que se lleva su balón porque no siguen sus reglas del juego en el barrio– y siendo hincha de Independiente y queriendo jugar en River, pide que lo lleven a Boca Juniors porque lo trataron mal –según palabras del periodista argentino Ernesto Cherquis–. Qué decir de no poder seguir siendo un atleta de alto rendimiento, es decir, no pudo vivir con el nivel de exigencia y mucho menos logró lidiar con haberse convertido en un ídolo mundial, no consiguió manejarlo y tuvo que recurrir a ciertas sustancias para soportarlo; por último, cuando en el Mundial del 90 le silba la afición italiana en el himno nacional argentino en la final que pierde contra Alemania, Maradona sostiene “a mí lo que más me dolió fue que me silbaron el himno, no se lo voy a poder perdonar en mi vida a todos los italianos”.

Mientras tanto, Messi, todo lo contrario, conocemos mejor su historia, un chico con déficit en el crecimiento físico, que sólo buscaba una oportunidad para jugar al fútbol por siempre y así fue, logró desarrollarse en el mejor proyecto para él: una cantera con valores comunitarios como la masía, en el que todos son partes de un sistema de engranajes para lograr o cumplir un fin común, que se distorsionó con el expresidente del Barcelona, Sandro Rosell, y el actual presidente Bartomeu, quienes basaban sus proyectos a la manera del Real Madrid: apostar por las figuras a toda costa.

Un Messi con una templanza sin igual, que soportó, en un mundo de excesos, en el que se prioriza el dinero por sobre toda la vida ―el mismo mundo que el de Maradona―, seguir siendo un competidor de alto rendimiento; que lidió con la popularidad de ser el mejor jugador del mundo, que en los fracasos no se excusó en las drogas, que ha tomado las mejores decisiones para subsistir en el mundo mediático y que ahora quiere salir del club que lo hizo grande. Yo me pregunto, si siempre ha tomando las mejores decisiones ¿por qué no sería la mejor salir del equipo blaugrana?

No quiero ni deseo especular sobre la decisión de Messi de marcharse del Barcelona –de hecho, no me compete ¿ustedes cómo se sentirían cuando les cuestionen sus decisiones?–, lo que me permite hacer esta opinión –que claro, puede ser equívoca– es que nuestros niños y niñas miran, respiran, suspiran y viven el fútbol, por lo que Messi da el ejemplo de cómo tomar nuestras decisiones día con día, que nadie ―ni siquiera nuestros “supremos patronos”― sobajen nuestro digno trabajo, cual quiera que sea; y así, Messi, al dignificarse, nos dignifique, y que si nuestra familia nos está haciendo daño, lo anunciemos y nos alejemos de ella, sin importar el qué van a decir las amistades o la sociedad, seamos libres de tomar nuestras decisiones, porque al final, Maradona también tomó la decisión de drogarse.

Pero, remontémonos a la premisa inicial: jugamos como vivimos; podemos decir que sí, puedo llegar al campo ebrio o drogado, pero sé las consecuencias de ello y viceversa, sé que puedo llegar al campo bien descansado y lograr jugadas monumentales día con día, no sólo un campeonato o dos. Y si me dicen “es que no habla, no es líder”, me pregunto ¿con esos más de 700 goles y 300 asistencias no ha hablado en el rectángulo verde? Y fuera también ha hablado, al igual que Maradona, cuando salió del campo agarrado del brazo de la doctora por doping positivo, entonces, se vive como se juega.

Y claro que hay un problema cuando el gran líder –que noqueó a Inglaterra como reivindicación en la guerra por la soberanía de las islas Malvinas– termina su vida, de deportista por supuesto, como leyenda de barrio y sin dar alternativas de vida ―¡Oh, que gran héroe popular!―, ese tipo de construcción está sobrevalorado; mientras que si terminas de realizar tú trabajo dignamente y con una alternativa de vida –que promete más–, claro, es menos popular, pero más trascendental.

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