El sueño del Cóndor: una mirada desde el Buen Vivir

Por Alejandro Aldana Sellschopp[1]

Para Luz y Emiliano

La novela de Luis Antonio Rincón, El sueño del Cóndor (Ed. Norma), nos permite realizar una serie de reflexiones teóricas en las cuales es factible aplicar ciertas categorías del espectro filosófico denominado el “Buen Vivir”. La trama de la novela se estructura en varias capas de significación:

1.- La discapacidad de Ayún, el personaje principal, (tiene las piernas atrofiadas, camina con muletas) y la condición de “vulnerabilidad” de Aruma por ser mujer.

2.- Una serie de pruebas iniciáticas que los dos amigos deben surcar para tener el derecho social a emprender una empresa mayor: un peligroso viaje a la ciudad (otro periplo iniciático), el cual debían realizar alumnos preparatorianos y universitarios de la comunidad.

3.- La subtramas que nos narra la historia del fantástico padre de Ayún.

Para este estudio me apoyaré conceptualmente en los trabajos del antropólogo tsotsil Miguel Sánchez Álvarez, quien nos dice que: “ El lekil kuxlejal (en lengua tsotsil y tseltal) o Buen Vivir (en español) es un modo de vida de los pueblos originarios para su supervivencia. Implica vivir en armonía consigo mismo, con su comunidad, con la madre Tierra y con la naturaleza en plenitud”.

Almazor, el lugar donde se desarrolla la historia de Luis Rincón, se ubica en la Patagonia andina. Es una comunidad en el sentido más profundo del término. Los habitantes viven en armonía con la naturaleza y son guiados por la sabiduría de los más ancianos (elementos del Buen Vivir). El poblado se encuentra en lo alto, más allá de escarpadas montañas, perdido entre los cascos resplandecientes de las cordilleras.

Rincón nos coloca desde el comienzo en la viejísima dicotomía campo-ciudad, que implica una forma de vida no sujeta o contaminada con los peores elementos del capitalismo. Alguien incluso puede hablar de vida moderna, en referencia a la modernidad como filosofía de vida y la ciudad como receptáculo de dicha forma de convivencia humana. Nuestro autor nos indica que desde esa visión moderna la dicotomía también se puede plantear con el binomio dialéctico civilización y barbarie.

Para Miguel Sánchez el Buen Vivir es “la colectividad o comunidad, en el respeto y reciprocidad entre los seres humanos, con la madre Tierra y con el Universo”. El viaje a la ciudad que tradicionalmente realizan cada año los jóvenes de Almazor es de interés comunitario. Es en las nuevas generaciones en quienes los más viejos empeñan su esfuerzo y esperanzas. Entienden que la sobrevivencia de la comunidad es más importante que la existencia de los individuos.

Todos los habitantes de Almazor forman parte de los preparativos del viaje: “Hasta los más ancianos, que necesitaban de apoyo para caminar, y un par de enfermos que fueron llevados en sillas de mimbre, llegaron a despedir a la mítica legión de estudiantes”.

Álvarez Sánchez ilustra las cualidades y principios filosóficos que sustentan al Buen Vivir, y entre estos ubicamos el Komon K´elbail: “Cuidado mutuo, vigilancia mutua. Vivir en comunidad significa también cuidarse mutuamente, vigilar y proteger los intereses de la comunidad; vigilar y cuidar el territorio, sus montañas, aguas, animales y minerales, es también cuidar y proteger los miembros de la comunidad. Significa trabajar bajo principios morales de responsabilidad y de compromiso”.

En El Sueño del Cóndor el viaje de los jóvenes compromete a todos los miembros de Almazor: “Su partida era tan importante para la gente del pueblo que los preparativos generales comenzaban desde al menos una semana antes, cuando en una asamblea pública y en medio de aplausos se apuntaban en un pizarrón los nombres de quienes pertenecían a la legión de ese año”.

El proceso de selección es complejo, no incluye solo a los maestros de escuelas, quienes son en principio los examinadores más directos, sino que la asamblea reúne a la comunidad misma. El proceso es una democracia directa. Y es ahí donde podemos citar otro principio filosófico del Buen Vivir, el Komon chapanel, lekil chapanel: “Arreglo colectivo, justicia colectiva o el buen arreglo, que son las formas de arreglar o resolver las necesidades, los problemas y los conflictos que surgen dentro de la familia o en la comunidad”.

La asamblea de Almazor trata de resolver una necesidad: ¿Qué jóvenes reúnen los requisitos para poder emprender el viaje y formar parte de la legión? En el Buen Vivir: “El órgano máximo para resolver las necesidades, los problemas y conflictos es la Asamblea General, en donde todos los asambleístas analizan y resuelven los aspectos que se deban arreglar”.

No todos los jóvenes podían emprender el viaje. Ser elegido era un honor, dotaba al elegido y a su familia de prestigio social, por ello quien borraba su nombre de la pizarra “manchaba” de vergüenza al arrepentido y a su familia. Es decir, Almazor cuenta con mecanismos de distribución de honores y deshonores. Existe un código moral riguroso que no se debe quebrantar. Sin embargo, quienes consideraban que no podrían realizar la proeza, tenían la posibilidad de manifestarlo y no llevarla a cabo.

Ayún y Aruma soñaban con emprender el viaje. Pero había circunstancias que por principio se los impedían: la discapacidad de él, y la situación de género de ella. En ocasiones, en el afán de proteger a los habitantes que consideran más vulnerables, la comunidad los revictimiza. Néstor, un personaje de la novela, les dice a los amigos: “Nosotros tres siempre estaremos aquí. Yo porque así lo elegí, tú —dijo refiriéndose a Ayún— porque con tus piernas tullidas no llegarías a la mitad del camino y tú —añadió señalando a Aruma— porque eres mujer.”

A Aruma le duelen esas palabras sostenidas en la tradición comunitaria: “muchos padres temían que sus hijas no aguantaran físicamente el descenso, otros decían que nomás hacían el viaje para buscar con quien casarse y no faltaba quién viera en esas ganas de crecer una insubordinación que debía ser frenada”.

La dicotomía campo (en este caso cumbre nevada) y ciudad está establecida por Rincón desde cualidades simbólicas. La cumbre se ubica en lo alto. Es altiva, superior. La superioridad está dada por el Buen Vivir que rige sus vidas: la cooperación colectiva, la armonización entre los seres humanos y la naturaleza, etc. Es curioso que al presentar a la ciudad nuestro autor lo haga a través de los ojos de Ayún, es decir, el incapacitado para viajar a ella.

El muchacho sube al Faro del Tiempo y desde ahí observa el lugar anhelado y a la vez prohibido. Rincón vuelve a un elemento arquetípico más antiguo de las narraciones: el deseo y la prohibición, que para autores como Freud, Lacan, Marcuse es la relación que mueve al mundo.

Luis Rincón nos dice que, desde lo Alto, Ayún alcanza a ver la ciudad a lo lejos como un gran punto brillante, como una pequeña estrella que hubiera caído en medio del paisaje. La ciudad es vista como una estrella; pero una estrella caída. Un astro celeste que abandonó su lugar en el cielo, en lo alto, para situarse en un espacio no consustancial a su naturaleza: lo bajo.

La ciudad, a pesar de su importancia, carece de nombre propio. La llaman Cíbola. Se burlan de ella poniéndole un sobrenombre. Es una forma de resignificarla al recordar una mítica ciudad del norte donde había grandes palacios, se gobernaba con sabiduría, reinaba el progreso y la riqueza, y se rendía culto al bienestar humano.

Que nuestro autor ubique la ciudad mítica al norte de Almazor no es fortuito. El norte es un espacio geográfico y un lugar ideológico mal impuesto: en las ciudades del norte trabajan mientras las ciudades del sur se entregan a la vida desparpajada del trópico; el norte produce y el sur vive de lo que el norte le deja; en el norte la sociedad mira al futuro y se mueve hacia él, mientras que el sur se ancla al pasado.

Otra dicotomía planteada por nuestro autor: progresamos o nos estancamos. La ciudad ofrece a los habitantes de Almazor un paraíso tecnológico, mientras que la comunidad posee sus conocimientos ancestrales: El Buen Vivir.

Para Miguel Sánchez Álvarez el Buen Vivir “forma parte de los modos de vida de los pueblos originarios. Sus bases conceptuales fundamentan las prácticas de vida colectiva y comunitaria en el trabajo, el compromiso y la reciprocidad, así como en la búsqueda del equilibrio y armonía entre los seres humanos, con la madre Tierra y con la naturaleza. El Buen Vivir busca la libertad, democracia y autonomía de los pueblos, y en la soberanía y autosuficiencia alimentaria, de ahí que el Buen Vivir se relaciona estrechamente con los sistemas de conocimientos y con los elementos identitarios propios que permiten la adquisición del ch´ulel o conciencia”.

El Buen Vivir se relaciona con las filosofías de los pueblos y con las cosmologías de estos. Los saberes dotan de contenidos a esos conocimientos que pueden ser tecnologías o métodos y modos de producción, formas de curarse, ritualidades.

Observemos ese Buen Vivir en la ciudad: 1.- Gobierna con sabiduría. 2.- Progreso como concepto occidental inmerso en la visión de modernidad. 3.- La riqueza como acumulación (desde perspectivas económicas) y como cualidad humana: quien posee más riqueza más vale. 4.- El bienestar humano medido a partir de la riqueza.

Es claro pues que Rincón nos habla de una ciudad deshumanizada, donde los valores humanos han sido cambiados por valores materiales.

Una novela como El sueño del Cóndor, pensada para jóvenes, no posee ni un elemento de inocencia. El autor dota de profundidad conceptual a su excelente trama y a sus entrañables personajes. Luis Antonio Rincón nos da una cátedra respecto a una literatura que divierte, pero al mismo tiempo confronta.

Luis nos dice con su amabilidad de contador de historias que se puede escribir con inteligencia, sin descuidar ninguno de los aspectos de una lectura divertida. Un gran saludo a esta novela que en ningún momento se pierde en la superficialidad.

 

 

 

[1] Alejandro Aldana Sellschopp (Yajalón, Chiapas, 1973). Narrador, promotor cultural, editor y ensayista, ha escrito alrededor de 20 libros. Como editor ha coordinado alrededor de 30 títulos. Por su trayectoria artística recibió el Premio Pergamino Juan Rulfo otorgado por La Asociación de Escritores de Chiapas A.C., así como el Premio Caballero Águila concedido por la UNACH y la fundación Mario Magaña

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