!Crash¡

Foto de Olmo Calvo

 

Por José Luis Díaz Marcos[1]

–Por favor. Somos una familia normal
en una casa normal
 en un mundo normal.  
No busques… extrañezas.
                                                                                     La luz encendida,  José Miguel Vilar-Bou

 

 

–Y, ya en el ámbito internacional –enuncia la periodista–, la ONG Vergüenza de Mundo libraba de una muerte segura, hace apenas unas horas, a más de cien migrantes en el momento en que su embarcación se hundía en aguas de Hipocresía del Norte. Advertimos que las imágenes pueden herir su sensibilidad.

            Arrellanados frente al televisor, Víctor y Sofía interrumpen el aperitivo sobre sus respectivas bandejas.

            Mar adentro. La proa de una embarcación se dirige, nos dirigimos,  hacia los seres humanos que aún, a duras penas, se debaten sobre las olas. Salvavidas vuelan y caen, «…¡Chof! ¡Chof! ¡Chof!…», entre aquellos. Órdenes. Exclamaciones. Esperanza.

La proa se detiene, nos detenemos. Hijos del pánico, emergen los brazos que aún… Vergüenza les tiende, les tendemos, alguno de los suyos, de los nuestros.

            –¡Yo no sé para qué echan…! –repudia Víctor.

            –¡Si se quedaran en sus países, no se verían así! ¡Qué valor! –censura Sofía.

Una mujer a punto de ser rescatada es, de pronto, vista y no vista. Un voluntario se arroja por la borda.

–¡Quítalo! –impone Víctor–. Ganas de hundirle a uno la cena…

            Sofía apunta con el mando y…

            …la cenital pantalla, vitrina y también súbita brecha entre ambas realidades, «¡Crash!», expele, furiosa, el océano sobre Víctor y Sofía: ambos quedan a la deriva en su propio salón.

            –S, So… ¡Sofía!

            –¡Estoy… aquí!

            –¡Sube,… intenta subir a la balsa!

–¡¿A la qué?!

–¡A la mesa!

            El nivel de agua asciende, vertiginoso. La mujer desaparecida en el informativo se sujeta ahora, aquí, tan indiscutible y trémula como ellos, al sofá flotante.

            –¡Vamos! ¡Crucen! –pide el socorrista sujeto de repente al marco de tropecientas pulgadas.

            –¡No, Víctor! ¡No!

            –¡Llévatela a ella! –impone el aludido–. ¡A la… esa!

            Los Otros entienden. Y ambos surcan la ventana por la que, sin saber cómo…

            –¡Tengo el mando, Sofía!

            –¡Cambia entonces! ¡Cambia antes de que nos ahoguemos!

            –O antes de que… de que vuelvan…

Apunta y…

            …la pantalla, vitrina entre ambas realidades, emite, «¡Clic!», dibujos animados disolviendo la inundación: bártulos y personas caen a plomo.

            –¡Aaah! –grita Sofía, histérica.

            –¡¿Q, qué… te pasa?! ¡¿Estás bien?!

            –¡Ahí, ahí!

            Víctor se gira.

            Un cuerpo.

            –¡¿Estará…?!

            –¡Ay, no! ¡Ay, Víctor, que se mueve! ¡Cuidado, que se mueve!

[1] José Luis Díaz Marcos (Alicante, España) Ha publicado relatos en diversas antologías y webs nacionales y extranjeras. También es autor de sendas novelas Paraísos de magia y fuego y Botij-oh!  

Publicado en Obras literarias y etiquetado .

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