Julio Macott | Poemas

Julio Macott (Cartagena, Colombia), autodidacta, periodista cultural y político y escritor. Editor y Director de la revista literaria cartagenera Eñe Ñ. Editor General del medio digital e independiente Café Caliente. Colabora en La Cola de Rata y en la revista Diáspora. Autor del libro Sueños intermitentes (Poesía, 2020).

 

Figura de los hombres huecos

El Nombre está lejos de nosotros.

El hombre, el gran opresor de los pueblos, 

pronuncia sonidos y marchas. 

La mujer doblemente oprimida y compañeros, 

Le hacen la guerra. 

El hombre ha creado la guerra. 

¿Cómo esperan que no se defiendan? 

El hombre articula sonidos 

a veces bellos sonidos para domesticar a las 

masas: 

a quienes les vende una apacible moral. 

Ellos la compran fatigados 

con la moneda enajenada 

y es el verbo el que clama silencio. 

El hombre está lejos de nosotros 

y es el hombre quien lo utiliza 

para guiarnos a la ruina. 

El significante es una cerca. 

El espíritu del hombre nos dice: 

separación. 

Está lejos de nosotros. 

El hombre lo utiliza como excusa 

para hacer del hombre algo terreno: 

un arma. 

El cuerpo del hombre nos dice: 

corte. 

Su piel brilla en los labios de los generales 

y está afilada. 

Su nombre es un arma blanca. 

Blanca como la luz del Sol 

que ciega a quienes la siguen. 

Quien no parpadea está perdido. 

¿Buscas el vacío, amigo? 

Mantenerse con los ojos abiertos es inteligente; 

prudente es cerrarlos para el descanso. 

Tu mente necesita sueños. 

Observa también las sombras, 

que no son ajenas al mundo, 

ni son tampoco monstruos; 

no más que aquellos que sin pestañar 

han seguido el brillo de la luz. 

La forma del hombre es un arado. 

El hombre para sembrar su reino 

primero necesita destruirnos. 

 

¿Qué es acaso un 

reino sin esclavos? 

Pronunciar es lejanía. 

Se dijo, se sabe: es ausencia. 

En las oraciones se esconde el silencio 

al igual que entre las notas y los acordes 

en la música.

 

 

Sermón a la fiebre

He conocido el aburrimiento del vino,

las aves enfermas, y he

saltado en su tos.

He visto comedias muy extrañas

de ángeles ahorcados, de vacas

negras que cagaban

sobre las flores para mancharlas.

He contado cuántos lisiados

se rompían los huesos, pero los huesos

que no eran, y todos en círculo

se intercambiaban las astillas.

He visto a cristo lujurioso arrodillado

en medio a los apóstoles: he comprendido

que los dioses son indecentes, y nosotros

recogemos el caldo con las manos.

 

 

Memoria de soledad 

La soledad 

es el canto 

de la ausencia, 

el paisaje 

donde suceden 

los recuerdos, 

donde 

ya no hablan dos, 

sino uno, 

uno que está solo.

 

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