El FMI desató la violencia y la inseguridad

Foto tomada de Nodal

Por Alonso Mancilla

Durante su habitual conferencia de prensa, el pasado martes 23 de julio, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador cuestionó al Fondo Monetario Internacional (FMI), pues éste mencionó que el país tiene una baja expectativa de crecimiento económico y que en este año sólo tendrá un 0.9 por ciento, a lo que el mandatario respondió tajantemente que “el FMI debe pedir disculpas al pueblo de México”, ya que “son los que impusieron la política económica neoliberal, que causó muchas desgracias en México”.

Por consiguiente, AMLO afirmó que el FMI debería hacer autocrítica y declarar “lo que propusimos resultó un fracaso y causamos un grave daño a los mexicanos porque dijimos que con la privatización iba a haber crecimiento y […] empleo”, por medio del adelgazamiento del Estado y de apostar por el mercado. Pero, nada más alejado de la realidad. Por ello, cuando Obrador critica abiertamente las reformas, afirma: “al contrario, qué fueron las reformas estructurales: (…) aumento de impuestos, paralización de la economía; qué fue la reforma laboral: quitarle derechos a los trabajadores; qué fue la reforma educativa: polarizar y afectar la dignidad de los maestros; qué fue la reforma energética: caída en la producción petrolera, más dependencia en la compra de combustibles”.

Por otro lado, puso en cuestión la comparación que se le hace a las naciones sobre el crecimiento y el desarrollo, pues, afirmó, “puede ser que ese crecimiento signifique sólo acumulación de riqueza en unos cuantos” y los indicadores que se tendrían que tomar en cuenta principalmente son el salario, empleo, distribución de riqueza, acceso a la educación, a salud, a la vivienda y a la cultura, que presuponen el desarrollo del país. Puntualizó, además, que México llegó a ser “cuarto país del mundo con más multimillonarios, nada más nos ganaba Estados Unidos, Japón y Alemania luego de las privatizaciones de Salinas (…) pues eso es crecimiento y en ese mismo periodo fue en el que se presentó la mayor desigualdad que se haya tenido en toda la historia de México”, finiquitando así, que no es lo mismo crecimiento que desarrollo.

A su vez, ―sostuvo el mandatario― las propuestas del FMI fueron recetas para “que se desatara la inseguridad, la violencia en el país” y aunque declaró que no iban a renunciar a los organismos, señaló que eso no significa que no saben cómo funcionan. Así pues, es claro que Obrador sabe de las afectaciones por parte de los organismos internacionales durante la implementación de sus planes de desarrollo en México, pues, hay que recordar, en 1982, el país cayó en una de las más grandes crisis económicas y para solucionar este problema tuvo que negociar con el FMI.

El acuerdo al que se llegó con el organismo internacional fue proveer a México de una línea de crédito por 3.7 mil millones de dólares, lo que significó un programa económico impuesto, es decir, el acuerdo con el FMI incluía un programa económico aprobado por el organismo multilateral y había sido una condición de Washington durante las negociaciones para obtener su apoyo.

Por consiguiente, a partir del sexenio de Miguel de la Madrid, México había cambiado su paradigma económico, llevándolo a cabo con reformas que iban desde la privatización de alrededor de 700 empresas públicas, hasta la reducción del déficit fiscal, pasando por la apertura comercial, la cual culminó con el ingreso de México en el Acuerdo General sobre Aranceles y Tarifas (GATT, por sus siglas en inglés) en 1986. 

En suma, a partir de ese momento, México abrió deliberadamente su mercado interno, eliminó las barreras y redujo los aranceles, lo que significó que el mercado interno no tendría protección, ya que las empresas extranjeras competirían en el mercado local; situación que ocasionó que la pequeña y mediana industria nacional, de las que de por sí ya era baja su competitividad, pero que, al mismo tiempo, eran las que proporcionaban el mayor volumen de empleos, tuvieran una reducción en la producción que resultó en la agudización del desempleo. Inclusive, las empresas transnacionales, que por sus características pueden enfrentar la competencia desde el exterior, también optaron ―algunas― por desmantelar sus plantas locales para venderle a México desde el exterior. Por su parte, la economía mexicana tuvo resultados fatales, ya que la importación indiscriminada y libre, así como el otorgamiento de concesiones comerciales a otros países, no aseguraron la solución a los problemas de la balanza de pagos e inflación, sino al contrario, la agravaron, teniendo efectos negativos para la producción y el empleo.

Ante dicho panorama, tiene razón el presidente mexicano al cuestionar el actuar del FMI, ya que su política implementada en México ha dejado al país en condiciones de pobreza y desigualdad social, por ello ahora de lo que se trata es de recuperar el sistema económico proteccionista del Estado, el cual está basado en una ideología nacionalista, pues la liberalización del mercado ―asentada en una ideología neoliberal― significó el comienzo de la dependencia del capital extranjero y el sometimiento del pueblo mexicano a las condiciones de otros países, empresas transnacionales y agentes internacionales.

En suma, la economía de México depende del capital extranjero y principalmente de Estados Unidos, al cual llega más del 80% de las exportaciones, lo que se llama perder el derecho a la autodeterminación económica de la nación y, por ende, política, ya que México dejó de desarrollar su industria, por lo que el empleo y su remuneración está supeditado a lo que digan los agentes internacionales y no al propio gobierno mexicano; si no revisemos las reformas estructurales promovidas por el expresidente Enrique Peña Nieto.

Así pues, podemos concluir que México ha tenido un largo sometimiento de su soberanía, por lo que el único camino para llegar a ser un país en vías de desarrollo es el fortalecimiento de la misma; entonces, se hace necesario fortalecer el Estado mexicano y su mercado interno. Sin embargo, esto no es tan fácil como quisiéramos, es decir, no es como si se hiciera de facto y a partir de ahí se lograra dicho desarrollo, pues hay factores ajenos al propio gobierno como el poder imperial del “tío Mc pato” que ha sometido a México toda su historia. Empero, creo ―aunque podría equivocarme― que Obrador tiene claro los zapatos que usa y cuáles quiere para el baile de graduación, pero para obtenerlos tendrá que trabajar duro, por lo que es fundamental la crítica que le hace al FMI, pues, junto al BM y la OCDE, han detenido el desarrollo de México.

Para cerrar, puedo afirmar que la crítica al FMI ―además de necesaria― es parte de un plan de desarrollo del presidente López Obrador, es decir, no lo dice “de dientes pa´ fuera”, sino que realmente conoce el histórico problema con esos organismos internacionales que han dejado a México en la desigualdad, la violencia y la pobreza, por lo que cuestionar a dichos organismos o, específicamente, la relación de México con ellos, es esencial para transformarla y, entonces sí, propiciar un real desarrollo del país.

 

 

 

 

 

 

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