Recuento de los daños o un balance de la situación política en América Latina

Por Alonso Mancilla

Este año, en México, el gobierno fue muy importante para la política y la economía del Estado, pues ha sido el cambio hacia una administración que se deseaba desde hace ya unos 12 años, esos dos sexenios donde se habían robado la presidencia los partidos de derecha (PRI y PAN). La consagración de López Obrador fue entonces uno de los hechos fundamentales para el parteaguas latinoamericano de movilización social, y no podría ser de otra manera, ya que América Latina es el semillero del populismo de izquierda, del cual la figura fundamental son los líderes carismáticos como impulsores de la revolución.

No es que el hecho mismo de que México cambiara al administrador del capitalismo haya sido un gran hito en la historia continental, pues inclusive Obrador habría podido llegar a la presidencia como medio de apaciguamiento social o como una simple herramienta de reducción de la violencia para la paz y prosperidad de la burguesía ―tanto nacional como extranjera―, sin el afán de reducir esos planteamientos, haré énfasis en la premisa de que López Obrador sigue una línea diferencial con sus adversarios políticos y una similitud con los líderes que han puesto como herramienta revolucionaria el fortalecimiento de la soberanía nacional como vía de transformación política y económica.

Así, México, a pesar de estar sometido al imperio de Estados Unidos, abre un camino esperanzador para el avance como bloque Latinoamericano de liberación nacional, pues no sólo pone de manifiesto cierta ideología fundante ―con dar asilo político y defender el gobierno de Evo Morales, promoviendo la soberanía nacional de los pueblos―, sino que abre el camino económico que tanto ha cerrado Estados Unidos a los rebeldes gobiernos de Cuba, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina, Uruguay y más allá de sus fronteras.

Así pues, me parece trascendental el hecho de que cuando Andrés Manuel llega a la presidencia de México, Estados Unidos pone en marcha la segunda etapa de la Operación Cóndor, acción que hace se concrete la ideología Estadounidense de la llamada Doctrina Monroe ―desde 1823, Estados Unidos lanza aquella proclama de “América para los americanos”―, de la cual, cien años después, se rehace su planteamiento y se postula la doctrina Wilson, caracterizada por imponer gobiernos que beneficien el desarrollo de Estados Unidos y a los que vayan en contra de ellos se les declara la guerra. La Operación Cóndor es, en esencia, la intervención indirecta de los Estados Unidos, pues es la implementación no fáctica de su ideología en los países del cono sur de América, utilizando así, la fuerza física del Estado, el ejército, para implementar políticas que favorezcan a los Estados Unidos, el llamado neoliberalismo.

Todo lo que ocurrió a la par del cambio en México hacen que el 2019 sea el año de los rebeldes, año de las revueltas y año de la crisis del neoliberalismo, esto se hace evidente cuando los pueblos de cada uno de estos países se manifiestan y toman las calles en contra de las políticas neoliberales. No son los aumentos a las tarifas del metro, la eliminación de los subsidios a la gasolina o por supuestos fraudes electorales, sino efectivamente la pobreza, la desigualdad y la violencia en la que viven pueblos enteros, es decir, es cuando se hacen evidentes las contradicciones de clase que el Estado ya no puede esconder, omitir o “conciliar” ―como muchos académicos de la talla de Vargas Llosa han propuesto―.

El 2019 es la evidencia latente de que se necesita un cambio radical de la política y la economía a nivel internacional, pero primero debemos de darnos el ejemplo y tener un referente, aunque ese ya nos lo ha dado Cuba. Posteriormente, lo ha hecho Venezuela con el Chavismo, la Bolivia de Evo, El Brasil de Lula, la Argentina de Kirchner, el Chile de Allende y el Ecuador de Correa. Ni si quiera los he enumerado arbitrariamente, ya que algunos han sido derrotados, pero han dejado gran cantidad de aciertos y errores a los que podemos recurrir en las luchas venideras. Sin embargo, no tengo duda alguna, esa victoria momentánea de Estados Unidos es la futura derrota de la guerra que ha propuesto.

El imperio de Estados Unidos está destinado a perecer como si fuese una calca de Edipo Rey, en la cual el oráculo predice el asesinato del rey de Tebas por su hijo, Edipo, después de una serie de sucesos para encontrarse cada quién cara a cara su destino. Así es como los Estados solidarios de América Latina se librarán de las cadenas del mercado, a cada cual le llegará su destino como anteriormente lo habría planteado Marx.

Empero, esto no podría vislumbrarse como un sol de esperanza sin los grandes líderes de la humanidad que plantearon en las entrañas de sus gobiernos el derecho de los pueblos libres a autodeterminarse y aunque algunos fueron suplantados por el imperialismo gringo y sus órganos internacionales (FMI, BM y OCDE), siguen vivos en las revueltas de Chile, de Venezuela y de Bolivia, esa es la más grande victoria, ya que no se detendrán y se replicarán en el más recóndito lugar de la tierra donde haya injusticias, cual tsunami.  

Por último, pero no por ello menos importante y aún más trascendental, poniéndolo en un apartado de importancia mayor, se halla el feminismo ―América latina será toda feminista se escucha en cada marcha―, pues es el que ha hecho evidente en la realidad concreta no solo las contradicciones de clase, sino las crisis de la humanidad, ya que aunque se cambiara el sistema económico capitalista, seguiría la opresión de la mujer por el hombre, por ello, la revolución será feminista o estaremos destinados al fracaso, la destrucción y la muerte.

Así pues, el feminismo puso ―o volvió a hacerlo― como herramienta de manifestación la calle, ya no en simple y acabada forma de marcha, sino con un tono de enojo desbordado ―y no es para menos si las estamos matando―, se ha recuperado la calle, el territorio de lo público que tanto se les quiere seguir negando,  han utilizado la denuncia ―evidenciando que la ropa sucia no se lava en casa―; la pinta y el performance como expresión artística antihegemónica ―que hasta el más macho alcanzó a ver―; la quema y destrucción de símbolos del capital que no nos representan y que, además, nos son ajenos. Acciones que les han valido la criminalización y el mote de violentas.

Asimismo, quiero poner un gran énfasis en el uso de la violencia como vía de transformación social, pues lo que está utilizando el feminismo no tiene nada de violento, de hecho, no han planteado la violencia, a saber, el uso de las armas para la toma del poder, como herramienta de liberación. Entonces, estamos/están ante un panorama ilegitimador de la lucha feminista por el supuesto uso de la violencia, una crítica en realidad sin fundamentos. Sin embargo, ahí van, a pasos agigantados, en vía de hacer un planteamiento unificado de revolución social, pues su capacidad de respuesta y autorganización es, además de admirable, superior a otras antes vistas y de niveles internacionales.

Para ir concluyendo, en este recuento de los daños del año 2019, podemos decir que estamos ante un escenario esperanzador para la transformación social y aunque el capitalismo siempre encuentra la manera de reinventarse, es un hecho que el neoliberalismo está en jaque y su crisis no tiene marcha atrás. Por lo que los invito a todas y todos ustedes a ser parte de la rebeldía desenfrenada, a que en todas nuestras profesiones nos hagamos presentes de la manera más incómoda posible, manifestando siempre una crítica ―porque los Estados de izquierda también necesitan ser criticados y vigilados para no desaparecer como la extinta URSS―, aunque siempre con una propuesta, es decir, no hablemos por hablar sino hablemos partiendo de una reflexión, planteando, así, un debate de ideas.

Sin más, les deseo un feliz y rebelde año nuevo, en el que se profundicen aún más las contradicciones de clase, en las cuales la burguesía se vea acorralada, sin fuerza y deseosa de ser extinguida de una vez por todas.  

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