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La cuota

Por José Luis Díaz Marcos

 

1

 

–¡Papá, preguntan por ti! –vocifera Ana desde la puerta bailando al son de sus auriculares. 

–¡Te vas a quedar sorda y nos vas a dejar sordos a los demás! –protesta Hugo viniendo por el pasillo–. ¡Anda, deja ya la musiquita y ponte a estudiar, que es lo que tienes que hacer!

–Venimos del ayuntamiento –anuncia un señor. Detrás, sendos operarios–. Traemos su cuota de plástico.

–Mi cuota,… ¿de qué?

–De plástico. Como sabe, o debería saber, hoy entra en vigor la nueva ordenanza municipal relativa a la asignación y custodia de residuos plásticos.

–Gracias por reprocharme lo que ignoro, señor funcionario, pero no tengo ni idea de qué me habla.

–¡Qué sí, papi: la nueva ordenanza medioambiental! –informa la adolescente, escandalosa–. ¡Aquella del buzón! ¡La que tiraste a la basura!

Hugo enrojece y la mira.

–Vale, vale… –recula–. ¡Qué genio! El día que cumpla los dieciocho…

–Usted perdone… ¿Qué me decía?

–Su cuota de plástico… –abunda, paciente–. A partir de ahora, y dada la imposibilidad de su total almacenamiento y reciclaje, los vecinos deberán acopiar la proporción de esos plásticos que, según nuestros cálculos, les correspondan. En su caso… –consulta un portafolios–. Aquí está: ¡ocho metros cúbicos!

–¡¿Ocho…?!

–Sí: el volumen equivalente a ocho mil litros.

–No puedo creerlo… ¿Y hasta… hasta cuándo…? 

–Hasta que su paulatina eliminación nos permita retirárselo.

–¡O sea: hasta dentro de… meses!

–No creo. Ojalá me equivoque, pero yo diría que hasta dentro de… años.

–¡¿Años?!

Asiente, comprensivo.

–Y, ahora, si es tan amable y me firma el recibí, los compañeros procederán a dejarle la cuota. Como ve, y para facilitar su transporte y acumulación, las infinitas formas del plástico vienen prensadas en bloques de cincuenta por cincuenta centímetros. Así, le incumben… sesenta y cuatro bloques. 

–P, pero, ¡¿dónde voy a…?!

–Aquí, en su casa. 

–Esto… ¡Esto no puede ser legal! ¡¿Y si me niego?!

El mandatario enarca una ceja, pensativo durante un segundo, y contesta con otra pregunta:

–¿Le gusta la playa?

 

2

 

Ante Hugo, extrañeza inerte, entran sesenta y cuatro bloques, sesenta y cuatro porciones cúbicas de dúctiles, hasta llenar el pasillo.

–¡Tampoco ponga esa cara, hombre! –anima uno de los soguillas–. Si le sirve de consuelo, venimos de aquí cerca y… ¡Van a tener que deshacerse de la mitad del mobiliario, por lo menos, para asumir su cuota! ¡De la mitad!

–Consuela mucho, sí…

–Quién iba a creer que llegaríamos a estos extremos… –siente el otro– ¡Ahora todos, quieras o no, con síndrome de Diógenes por culpa del maldito plástico! Esto… 

Hugo cierra, aturdido:

–Sí, quién iba a creer…

–Pues muchos –asegura Ana, al fondo.

–¡¿Y tú, qué haces ahí?! ¡No te había dicho…! 

–¡Y dale, Perico al torno! De verdad: qué pesadito te pones a veces… Por si te interesa la opinión de una socia de Grimpís, esta movida ha sido tan chunga como la de mi ex: ambos la veíamos venir, pero no hemos querido verla, a ver si cambia, a ver si cambia, hasta que, ¡pum!, ha petao´, y ni cambio ni leches.

»¡Pues tal que así, en pleno 2031, con el dichoso plastiquito! Tanta envoltura, que mira que nos gusta envolverlo todo, y tan poco reciclaje, que mira que reciclamos poco y mal, que…

–¡…llegan los del ayuntamiento y te encasquetan, por orden del señor alcalde, o de quien sea, dos metros cúbicos de botellas, tapones, bolsas y yo qué sé más hasta que, dentro de unos añitos de nada, sea posible su reciclado!  Y digo yo: ¡¿Es que no hay vertederos?!

–Claro que los hay. Pero, como todo, son limitados y están, ya casi como todo también, saturados. ¡¿Y qué pasa entonces con los productos plásticos y sus más de ciento treinta sustancias tóxicas?! ¡¿Los seguimos dejando por ahí, de cualquier manera?! Imagina, por ejemplo, ¡qué fuerte!, el incendio de toneladas y toneladas de esos productos: ¡nuevas emisiones a lo que nos queda de atmósfera!; ¡más contaminación, ya casi imposible, de ríos y acuíferos!… ¡Una catástrofe, papá! ¡Otra catástrofe!

–Bien, vale… Me rindo: como dice el tango, el mundo es una porquería y debemos asumir nuestra culpa. Entendido. Ahora, y yendo a lo práctico, querida afiliada de Grimpís,… ¡¿dónde narices ponemos…?!

–Pues… La cinta de correr y las pesas hace siglos que ni las tocas: a la vista está… Y tus librotes y maquetas acaparan polvo y espacio en casi todas las habitaciones. Si lo piensas… 

–¡¿Qué?!

–Ya me dirás si no…

–Claro, claro… Pues, en ese plan, también podríamos prescindir de cierto equipo de música y de sus gigantescos altavoces, de cierta colección de cedés, de ciertos armarios llenos de ropita ni siquiera estrenada…  Sí, creo que, en conjunto, liberaríamos mucho, mucho espacio. ¿No crees?

 

3

 

04:00 AM. 

Una furgoneta rodea la casa del señor alcalde. Dos encapuchados, un hombre y 

una fémina, empiezan a descargar bloques de plástico prensado: uno, dos,… treinta y ocho, treinta y nueve,… sesenta y tres, sesenta y…

–¡Quietos! ¡Policía!

–…cuatro…

–¿De verdad creían que…? Para su información, ustedes son los séptimos de esta semana. ¡Y aún es miércoles! En fin… Ahora, venga: carguen su cuota antes de que aparezcan los siguientes, que ya hoy se irán de playa.

«¡¿Irnos de…?!».

Sesenta y cuatro, sesenta y tres,… 

–Papi: me duele el lomo…

–¡Claro: y a mí, el mío!

…treinta y nueve, ¡ay!, treinta y ocho, ¡ay!…

 

4

15:00 PM. 

Playa. 43ºC. Una veintena de condenados por infringir la ordenanza municipal relativa a la asignación y custodia de residuos plásticos peina la arena en busca de eso, de fragmentos dúctiles.

–¡J, jefe,… no podríamos esperar a que… a que bajase un poco el sol? –pregunta alguien.

–¡No! ¡Calla y recoge!

–¡¿Y si… me niego…?!

–¡¿Y si dejo la sombra, el ventilador y el mojito, y voy con la porra?!

.

.

.

–¡Aaagh, papi! Tengo mucha…

–¡Sí, ya lo sé: yo también y… y me aguanto!

 

La Lleca, 15 años tejiendo rebeldía desde el performances continuo

Por Enpoli

La realidad es innegable aunque intente ser borrada tras esas paredes enormes, grises, frías que junto al silencio cómplice construyen la indiferencia. Cada martes, jueves, sábado y domingo, las filas, los puestos, las bolsas repletas de comida nos recuerdan que dentro hay personas vivas. Gente que no habrá de reformarse si las prácticas de poder que se ejercen sobre sus cuerpos, que los laceran, los violentan, los vulneran, no se transforman, puesto que los dispositivos de control y reinserción llevan años, siglos incluso, convertidos en empresas de marginación donde el miedo y la humillación están latentes. Es por eso, que el proyecto La Lleca representa una estrategia legítima para desrelacionar la opresión y el encierro.

La Lleca Colectiva lleva quince años de actividades continuas de trabajo al interior de los penales. Desde el 2004, quienes conforman la colectiva están convencidxs de la necesidad de entrar a las cárceles “para ver desde dentro las lagunas y exclusiones en las narrativas popular y oficial sobre la delincuencia, la inseguridad y las personas peligrosas”. No obstante, observar no es el fin último, sino el inicio de un trabajo profundo con los internos, que ha implicado el desarrollo de procesos tanto personales como sociales a través de la práctica del performance y el trabajo sobre el propio cuerpo. Nos movemos, dicen de sí mismxs, en la frontera de la institución arte, saliendo y entrando, usando la porosidad y las grietas de los dispositivos, estatales y privados, de control y encierro de saberes, de la imaginación y de la creatividad radicales. Se trata, entonces, de un esfuerzo de acompañamiento donde se pone el cuerpo, se reconoce y se deseduca de la violencia trabajando la autoestima en una apuesta por el trato humano en un contexto donde la deshumanización es la constante que atraviesa aquellos cuerpos.Leer más

Facundo Martín Desimone | Poemas

Facundo Martín Desimone (Buenos Aires, 1985). Escritor, poeta, guionista, músico y periodista. Actualmente se desempeña como guionista en Edén Cómic. Sus últimas publicaciones fueron “Sombras grabadas en el hierro” (haikus) en La Pinche Revista y en la web de la editorial Búho Negro. Más de su obra se pueden hallar en la revista Áspera, N° 3.

 

Poema malo

A Fogwill (el espíritu, no la persona)

 

Poema malo, poema croto, poema mocho.

Poema de la flor hipersulfatada,

del hipocampo hiperventilado,

del hipo

y de los espasmos.

 

De la fiebre y la vida negra,

la contravida,

la antivida

que fluye tan pasiva de tu cuerpo,

de tus espejos

como un río de ranitas ciegas, mochas,

también negras.

 

Poema que se viste con la degustación de lo pantanoso,Leer más