Discriminación lingüística laboral o la manera correcta de hablar en el trabajo

La manifestación del hablismo en México

 

Por Juan Bollas Jiménez* y Francisco Octavio Valadez Tapia**

En los Estados Unidos Mexicanos, aparte de las formas recurrentes de discriminación, léase la discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales y el estado civil —éstas son las formas que específicamente se señalan en el Artículo 1o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, las cuales prohíbe dicho ordenamiento jurídico en el país—, existe otra profundamente arraigada y poco visibilizada: la penalización por el acento o manera de hablar, forma de discriminación que se conoce como accentism en inglés y que se traduce al español como hablismo, la cual, quienes aquí escribimos sostenemos que se manifiesta en muchos espacios de trabajo —entre otros lugares—, inclusive antes de la contratación del personal, como se aprecia en el siguiente testimonio de la argentina Paulina Correa, ingeniera en sistemas, quien contó cómo enfrentó una situación de este tipo en México:

“Acudí a una entrevista de trabajo para llevar un proyecto de redes sociales. Luego de dos reuniones con recursos humanos, llegó la tercera con quien sería mi jefe, y además de preguntarme sobre mi experiencia laboral, se entretuvo en saber cuánto tiempo tenía en México y qué me parecía el país; qué me gustaba o desagradaba. ¿Increíble, no?” (…) Tras un par de semanas, Paulina no recibió ninguna llamada referente al puesto. Ella investigó con una conocida en la empresa si la vacante había sido cubierta. “Me quedé frustrada cuando me dijo que su jefe era un poco especial con la ‘nacionalidad’, y al parecer yo no iba a entender a los clientes mexicanos. También argumentó que mi acento aún era muy marcado para tener tanto tiempo en el país. Me frustró”, dice (Vargas Hernández, 2012: revista en línea).[1]

El hablismo conduce a interrogarse cómo saber si se menosprecia a una persona por su apariencia, por lo que hace, por lo que expresa o por el modo en cómo lo expresa en el ámbito laboral —entre otros espacios—. “De acuerdo con el lingüista Dr. Alex Baratta, el ‘hablismo’ debe ser tratado tan seriamente como el sexismo y el racismo. (…). Baratta ha afirmado que el prejuicio hacia ciertos acentos regionales obliga a muchas personas a cambiar la forma en que hablan para adaptarse, haciéndolos sentir ‘falsos’” (Benwell, 2014: periódico en línea).[2]

En complemento con lo señalado por Baratta, el lingüista Erin Carrie, de la Universidad Metropolitana de Manchester, ha advertido que: “Nuestros acentos y, en general, las formas en que utilizamos el lenguaje proporcionan información sobre nosotros a los demás. A menudo, juzgar el acento de una persona se convierte en un juicio de valor sobre —entre otras cosas— su lugar de origen, clase social, y origen étnico, en vez de su manera de hablar en sí” (Erin Carrie cit. por López Trujillo, 2018: periódico en línea). Esto se apreció en el caso de México con base en una encuesta que en 2002 elaboró el portal Trabajando.com a 2000 participantes, donde el 78% de los profesionistas aseguró que había sido discriminado en su trabajo (Vargas Hernández, 2012: revista en línea).

En el mismo tenor, el mismo Erin Carrie ha advertido que: “Se juzga a las personas por lo que dicen, además de cómo lo dicen, y se les critica por no usar el lenguaje que se considere apropiado en un contexto determinado. El tipo de comentario realizado nos puede dar alguna pista en cuanto a qué tipo de discriminación se está practicando”. Esto es exactamente lo que señaló Juan Santiago, de origen totonaca, quien llegó a la Ciudad de México hace más de tres lustros buscando trabajar para enviar dinero a su familia, que habitaba en Terrero, una comunidad de la sierra de Puebla:

Yo me preguntaba por qué la gente se reía de los indígenas. Entonces observaba y decía: “Ah, es por su ropa”, “ah, es por su tono de voz”. Para aumentar mi vocabulario, empecé a leer libros. Me junté con los cholos de Xalostoc, donde yo vivía, porque vi que ellos generaban miedo: preferí que me tuvieran miedo a que se burlaran de mí. Uno tiene que ponerse un camuflaje para evitar que lo excluyan (Juan Santiago cit. en Chilango, 2018: revista en línea).

También el actor Horacio García Rojas ha sido víctima de la discriminación lingüística en su modalidad de hablismo, pues el primer papel que le ofrecieron en televisión fue el de un mecánico que le pegaba a su esposa. “Él rechazó la oferta: consideró indigno que, además, le pidieran caricaturizar el acento de los barrios bajos de la ciudad. No quería que su trabajo sirviera para perpetuar un estereotipo del racismo en México” (Chilango, 2018: revista en línea).

Ahora bien, de acuerdo con Carlos Romero, quien forma parte del Departamento de Psicología de la Edge Hill University (Inglaterra) y ha investigado sobre el acento extranjero y su percepción: “Hay muchos estudios sobre raza, pero aún hay poca literatura científica sobre discriminación por acento” (Carlos Romero cit. por López Trujillo, 2018: periódico en línea). Para el caso mexicano, una de las investigaciones que sobre discriminación por acento se han realizado es el estudio llevado a cabo por la casa encuestadora Parametría, la cual en 2015 dio a conocer que, en julio de 2014, cinco de cada 10 mexicanos (46%) dijo que sí sufrió discriminación por su acento, mientras que 9% expresó que solo en parte había sido discriminado por su manera de hablar (Animal Político, 2015: publicación digital). Esto representó un aumento del número de personas que se sintieron discriminadas lingüísticamente con respecto a septiembre de 2013, cuando la misma casa encuestadora indicó que uno de cada 10 mexicanos (12%) dijo que sí sufrió discriminación por su acento, mientras que 6% expresó que solo en parte había sido discriminado por su forma de hablar (Animal Político, 2015: publicación digital). “Una de las posibles explicaciones en el aumento de los porcentajes, indica Parametría, es que la discriminación era un tema mucho más difícil de aceptar, sobre todo porque se preguntaba personalmente a los entrevistados si ellos habían sentido que sus derechos no habían sido respetados por ciertos rasgos” (Animal Político, 2015: publicación digital).[3]

Lo anterior, para el caso mexicano, viene a ser evidencia de aquello que Jesús Tusón (1997) advierte, en el sentido de que “el lenguaje contribuye a mantener invisibles algunas de las relaciones de dominación y marginación que tienen lugar tras la superficie, aparentemente neutral, del orden establecido, de lo que se considera convencionalmente ‘correcto’ o ‘normal’”.

Por otra parte, los investigadores Bernadette Watson —miembro de la Asociación Internacional de Psicología del Lenguaje y la Psicología Social (IALSP)— y Howard Giles —sociolingüista británico-estadounidense y profesor de comunicación en el Departamento de Comunicación de la Universidad de California en Santa Bárbara, Estados Unidos— han señalado que quienes son hablantes extranjeros muchas veces son percibidos de manera más negativa en diversos aspectos, por ejemplo, son calificados como alguien con una inteligencia menor o con un menor grado de carisma, y esto aumenta cuanto más fuerte es el acento extranjero de quien habla (López Trujillo, 2018). Para Carlos Romero (cit. por López Trujillo, 2018: periódico en línea), hay algunas explicaciones acerca de por qué sucede esto: “la primera, defendida por investigadores como Galen Bodenhausen (Northwestern University, Illinois), sugiere que los extranjeros con acentos más fuertes son percibidos como más representativos de su grupo social y, por tanto, es más probable que se les atribuyan los estereotipos negativos asociados a ese grupo”. Para el caso mexicano, por ejemplo, esto es lo que le ha sucedido a Gilberta Mendoza, quien es oriunda de Las Cruces Tempexquixtla, un pequeño poblado en la sierra de Puebla, dentro del municipio de Huatlatlauca.

Gilberta fue contratada hace unos meses para grabar indicaciones en náhuatl para los usuarios del Metro.

–No le entendí nada –bromea el chofer mientras imita los vocablos nahuas, como si estos fueran galimatías extraterrestre.

(…) –Comencé a trabajar en una casa en Santa Martha Acatitla —recuerda [Gilberta Mendoza] hoy—. Hacía de todo, desde barrer hasta cuidar a los niños. Lavaba ropa en el patio, siempre, aunque fuera invierno, en un lavadero que me empapaba los pies. Así fue hasta que me enfermé, nunca supe de qué, de pulmonía quizás. A mí nomás me preocupaba que no me corrieran. Y como no hablaba bien español, ellos me trataban como tonta (Chilango, 2018: revista en línea).[4]

Otra explicación sobre el hablismo, que también es señalada por Carlos Romero (cit. por López Trujillo, 2018: periódico en línea), afirma que “los hablantes extranjeros son evaluados negativamente no tanto por la activación de estereotipos sociales, sino por la propia dificultad de procesamiento que implica entender a un hablante extranjero. Por tanto, cuanto más fuerte es el acento de una persona, más trabajo cuesta entenderla, y más negativa será la reacción del oyente hacia esa persona”. Esto, nuevamente para el caso de México, es válido sobre todo para el español de las personas indígenas en la zona de montaña de Guerrero, pues de acuerdo con Iván Oropeza Bruno, quien forma parte del Centro de Estudios Ecuménicos de la Universidad Intercultural del Estado de Guerrero:

  1. Los hablantes del náwatl de Guerrero son discriminados por pronunciar la vocal /o/ en vez de la vocal /u/. Es importante saber que dicha lengua tiene cuatro vocales: /i, e, a, o/ y no cinco como supondríamos. Su sistema no tiene la /u/.

(…) 2. Los hablantes del tu’un savi (mixteco) de Guerrero son discriminados por no “saber” pronunciar ciertos sonidos del español, por ejemplo: Esta lengua, al ser un sistema, tiene la restricción de prenasalizar a los sonidos sordos */mp, nt, nk/, no es posible. Al haber este impedimento la lengua hace uso de las consonantes más próximas, que en este caso son los sonidos sonoros prenasalisados, ya que coindicen en el punto del tracto vocálico en que son emitidos (punto de articulación).

  1. La discriminación lingüística para los hablantes del mè’phàà se expresa cuando expresan formas de plural. Los hablantes de mè’phàà omiten el morfema /-s/ cuando contabilizan, no hacen la concordancia de número con el sustantivo (Oropeza Bruno, 2018: periódico en línea).

Es importante tener presente que hablar de manera diferente a la norma convencional no es algo negativo por sí mismo, pero en muchos países, como México, se llega a evaluar de manera despectiva, más en el ambiente laboral. “La gente suele preferir acentos similares a los suyos. Esto es lo que los lingüistas llamamos ‘lealtad al acento’. A los llamados acentos ‘estándares’ se les confiere un estatus alto y son recibidos de manera positiva en contextos formales en detrimento de los ‘regionales’ o ‘no estándares’” (Carrie y Drummond cit. por López Trujillo, 2018: periódico en línea).

En definitiva, y por lo que hasta el momento se ha expuesto, es posible advertir que —como se señaló al inicio de este texto—, en los Estados Unidos Mexicanos, aparte de las formas recurrentes de discriminación, se halla otra profundamente arraigada y muy poco visibilizada: la penalización por el acento o manera de hablar, es decir, el hablismo, misma que se manifiesta en muchos espacios de trabajo y sobre la cual es necesario comenzar a poner atención para erradicarla, como debe suceder con cualquier otra forma de discriminación.

 

 

 

Bibliografía.

Animal Político (2015, 22 de marzo). “Va en aumento el número de mexicanos que se han sentido discriminados: Parametría” en Animal Político (publicación digital), México: Editorial Animal. Disponible en https://www.animalpolitico.com/2015/03/se-hace-visible-la-discriminacion-en-mexico-parametria/

Benwell, Max (2014, 9 de julio). “Is accentism a real problem?” en Independent (periódico en línea). Londres: Independent Print Limited. Disponible en https://www.independent.co.uk/voices/iv-drip/is-accentism-a-real-problem-9594791.html

Chilango (2018, 6 de febrero). “Mosaico del racismo chilango” en Chilando (revista en línea). México: Chilango. Disponible en https://www.chilango.com/ciudad/racismo-en-mexico-cdmx/10/

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, DOF, 5-II-1917. Última reforma publicada, DOF, 28-V-2021.

López Trujillo, Noemí (2018, 22 de septiembre). “‘Aprende a pronunciar si quieres trabajar aquí’: así es la discriminación por acento” en El Diario (periódico en línea), El Diario de Prensa Digital, Madrid. Disponible en https://www.eldiario.es/internacional/Apuntate-academia-aprender-pronunciar-discriminacion_0_816818593.html

Oropeza Bruno, Iván (2018, 13 de abril). “El ‘español’ de los indígenas discriminación lingüística en la montaña de Guerrero” en La Jornada. Suplemento: Ojarasca (periódico en línea). México: Desarrollo de Medios. Disponible en http://ojarasca.jornada.com.mx/2018/04/13/el-201cespanol201d-de-los-indigenas-discriminacion-linguistica-en-la-montana-de-guerrero-5176.html

Tusón, Jesús (1997). Los prejuicios lingüísticos. Barcelona: OCTAEDRO.

Vargas Hernández, Ivonne (2012, 13 de agosto). “Mexicanos, ¿discriminados en su trabajo?” en Expansión. En alianza con CNN (revista en línea). México: Grupo Expansión. Disponible en https://expansion.mx/mi-carrera/2012/08/12/mexicanos-discriminados-en-su-trabajo

Weston, Anthony (2005). Las claves de la argumentación, 10ª ed. Barcelona: Ariel.

* Egresado de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Urbana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

** Licenciado en Comunicación y Cultura por la UACM. Licenciado en Ciencia Política y Administración Urbana por la UACM. Maestro en Ciencias Sociales, con Especialidad en Estudios Políticos, por la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ). Doctorando del Posgrado en Estudios de la Ciudad de la UACM. Estudiante de la Licenciatura en Filosofía e Historia de las Ideas de la UACM.

[1] Las cursivas son nuestras y son empleadas para destacar el argumento mediante ejemplo, el cual, como menciona Anthony Weston (2005:33), ofrece “uno o más ejemplos específicos en apoyo de una generalización”.

[2] El texto original en inglés dice: “There is according to the linguist Dr Alex Baratta, who has said that ‘accentism’ should be treated as seriously as sexism and racism. Baratta has claimed that prejudice towards certain regional accents is forcing many people to change the way they speak in order to fit in, making them feel ‘fake’”. La traducción es de quienes aquí escriben.

[3] Las negritas son del texto consultado.

[4] Los corchetes son míos.

 

 

 

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