La soberanía como herramienta de liberación: la propuesta de Venezuela

Imagen: «De Guevara a Chávez» por Bein Hein

Por Alonso Mancilla

Estados Unidos es uno de los pocos países hegemónicos, por decirlo de una forma políticamente correcta, pues el poder ha mitificado el concepto imperio, que no es otra cosa que pasar por encima de los otros Estados soberanos para conquistarlos y subordinarlos, ya que los extorsiona, amenaza y sabotea. No es nuevo que utilice a Juan Guaidó como herramienta para interceder “divinamente” en asuntos nacionales de Venezuela, pasó en México muchísimos años, por ejemplo, con la firma del tratado “McLane-Ocampo”, que sirvió para que el presidente Benito Juárez fuera reconocido por los Estados Unidos y para derrotar, con ayuda Yanqui, a los conservadores mexicanos que estaban en guerra (civil) con los liberales; por su parte, el presidente Porfirio Díaz cedió las aguas transfronterizas a Estados Unidos con la celebración del tratado de aguas, el cual dejó en gran desventaja a México; también utilizando a Díaz, se presentó el periodo de expansión, pero esta vez de forma económica, es decir, por medio de “fomentar las inversiones estadounidenses en este país y así lograr una paulatina y gradual integración económica de México a Estados Unidos (Herrera, 2011: 170), incluso, para 1910, Norteamérica había invertido en México 45% del total de las inversiones hechas en toda América Latina; en tanto, en 1923, Álvaro Obregón firmó los tratados de Bucareli para que Estados Unidos reconociera su gobierno como oficial, lo que significó un retraso en desarrollo por 30 años. No hablemos de la integración de México al Banco Mundial, a la OCDE, al FMI y la firma del Tratado de Libre Comercio.

De esta manera, se lanza la brutal “política” de imperio de Estados Unidos, en representación de Donald Trump, declarando que Venezuela es “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos”, proclamando una emergencia nacional hacer frente a dicha amenaza, esto quiere decir que Trump pretende, por todos los medios, legitimar su ataque importando o no la legalidad del mismo; se trata de hacerse ver como el “salvador” del mundo en contra del “totalitarismo, la antidemocracia y el antihumanismo” de Venezuela, situación a todas luces falsas.

Por otra parte, la llamada “ayuda humanitaria” que propone Trump a Venezuela es, simplemente, la provisión de armas para la oposición, incluso ya la Guardia Nacional Bolivariana junto con el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria confiscaron 19 rifles, 118 cargadores y 90 radios inalámbricos de un avión proveniente de Miami. Además, Estados Unidos envió comida envenenada, así lo declaró la vicepresidenta ejecutiva Delcy Rodríguez: “esa ayuda humanitaria viene contaminada y envenenada, es cancerígena, así lo han mostrado distintos estudios científicos de comida desechada de los Estados Unidos, que busca a través de químicos envenenar a nuestra población”. Esto significa que Estados Unidos ya ha comenzado, por medio de Guaidó, a querer desestabilizar por todos los medios posibles, injustos, antiéticos, ilegales e ilegítimos para doblegar la soberanía de Venezuela.

Por tanto, lo que nos deberíamos de estar preguntando es ¿por qué Venezuela?, la respuesta es sencilla. Como dice Alfredo Serrano en el artículo “Siete cosas que EE.UU. no quiere que usted sepa sobre Venezuela” del portal Cubadebate:  Venezuela es el octavo país del mundo con mayor cantidad de reservas probadas de gas; el primero en petróleo; en oro, el valor de sus reservas supera el PIB de Chile o Dinamarca; en hierro, el valor supera al PIB de México o España; en diamantes, la cifra es mayor al PIB de Paraguay o Bolivia; y, para colmo, recientemente se ha demostrado que hay mucho coltán en su territorio. Y China se ha convertido en uno de sus principales socios. Por ejemplo, Venezuela representa el 40% de la financiación que Pekín concede a toda América Latina. Rusia y Turquía también son clave en estas nuevas alianzas. O sea que, Venezuela es un país estratégico de explotación para Estados Unidos y quién no quiera ver esto, es parte de los imperialistas.

Del mismo modo, cabe resaltar ―y es el tema que nos compete― que el fortalecimiento de la soberanía es la forma de liberarse de la explotación mundial y no le hemos dado el lugar que se merece, por ello, partimos de la siguiente interrogante ¿es realmente importante la soberanía?

El Che Guevara, en la conferencia inaugural del programa de televisión Universidad popular, del 20 de marzo de 1960, habla sobre soberanía política e independencia económica —términos que han marcado y desarrollado el concepto de soberanía— como esenciales, ya que sin ellas jamás se romperían las cadenas de los países imperiales. Afirma el Che:

el tema de la soberanía política y la independencia económica tiene una unión estrecha, van juntos, y al poco tiempo de andar deben juntarse como una afirmación positiva, como sucede en el caso cubano, que cuando logró su independencia política inmediatamente se dedicó a conseguir su independencia económica; o en otros casos, de manera negativa, como el de países que logran o entran en el camino de la independencia política y por no asegurar su independencia económica, ésta poco a poco se va debilitando hasta que se pierde (Guevara, 1960: 163).

Es decir, para que un país (o Estado) realmente pueda ejercer su soberanía política o su autogobierno, debe estar condicionada por la independencia económica, esto en un sentido positivo; sin embargo, existe la condicionante negativa, la de perder la soberanía política por no tener independencia económica, ejemplo de esto son Nicaragua, Argentina, El Salvador y, actualmente, Brasil.

Por consiguiente, Venezuela, a través del Bolivarianismo de Hugo Chávez y que secunda Maduro, ha alcanzado su soberanía política y está en pugna por lograrlo económicamente, sin embargo, Estados Unidos quiere inmiscuirse en sus asuntos por medio de los reyes sin corona: los monopolios, los verdaderos amos de países enteros y en ocasiones de continentes. Tal como sostiene el Che:

La importancia de los monopolios es inmensa, tan grande es que hace desaparecer al poder político de nuestras repúblicas. Hace tiempo leíamos un ensayo de Papini, donde su personaje Gog compraba una república y decía que esa república creía que tenía presidentes, cámaras, ejércitos y que era soberana cuando en realidad él la había comprado. Esa caricatura es exacta, hay repúblicas que tienen todas las características formales para serlo, sin embargo, dependen de alguna compañía monopolista (Guevara, 1960: 164).

En otras palabras, un país que no cuenta con independencia económica, simula ante el mundo un gobierno democrático y autónomo para gobernarse políticamente, sin embargo, está condicionando por los monopolios y organizaciones internacionales, incluso de los mismos países desarrollados, principalmente Estados Unidos en América Latina. De manera que a los países subdesarrollados se les imponen gobernantes que lleven a cabo las políticas económicas mundiales que dictan dichos agentes.

Así, “la soberanía nacional se traduce como el derecho que tiene un país a que nadie se inmiscuya en su vida, el derecho que tiene un pueblo a darse el gobierno y el modo de vida que mejor le convenga, eso depende de su voluntad y solamente ese pueblo es el que puede determinar si un gobierno cambia o no” (Guevara, 1960: 165). Tener soberanía es un derecho de los Estados nacionales que, por más que piense un país imperialista que es incivilizado, no debe ser transgredido metiéndose en su vida; es el tipo de derecho que deja al Estado tener una forma de gobierno monárquica, aristocrática o democrática, pues sencillamente depende de ese país autodeterminarse.

En tanto, “el poder revolucionario o la soberanía política es el instrumento para la conquista económica y para hacer realidad en toda su extensión la soberanía nacional” (Guevara, 1960: 166). Entonces, al mismo nivel está tanto la soberanía política como un gobierno revolucionario para liberarse de las cadenas monopólicas de los agentes internacionales.

Estamos seguros que Venezuela es una esperanza para la liberación de América Latina y no está sola, pues ha sabido tener relaciones de cooperación con países como Rusia y China que están al nivel de naciones hegemónicas; por otro lado, también ha construido alianzas con países de Latinoamérica que ya no tienen esa visión colonizada, que ve como el país “amo” a Estados Unidos, como son Bolivia, Ecuador y Cuba, principalmente. Así pues, 193 países del Consejo de Seguridad de la ONU apuestan por la solución pacífica en Venezuela, pues han argumentado que la situación no es una amenaza para la paz. Por lo que podemos concluir que Estados Unidos va a la baja, su imperio debe de caer ya, lo sabemos nosotros, lo saben ustedes y lo saben todos los países del mundo, pues de lo que se trata es de caminar en cooperación con otros Estados sin interferir en la soberanía de nadie, ya que esto responde a una nueva organización del modelo político y económico mundial, donde “el Estado obedece ya no un principio de mando, sino al principio de consentimiento o cooperación. La relación entre los Estados no se deriva de la lógica de la relación mando-obediencia, sino de una lógica de igualdad” (Raynaud y Rials, 2001: 739).

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