“Molly Bloom”
Sidra de pera inspirada en Ulises de James Joyce
Por: Diana Peña Castañeda[1]
“…me gustaría tener un bonito par de pantuflas rojas como vendían esos turcos del fez rojo o amarillas o una bonita bata semitransparente que me está haciendo mucha falta o una mañanita color de melocotón como la de hace mucho en Walpole sólo 8/6 ó 18/6 ya le daré otra oportunidad madrugaré por la mañana estoy harta de esta vieja cama de Cohen en todo caso podría ir al mercado a ver todas las verduras y coles y tomates y zanahorias y toda clase de frutas espléndidas que vienen todas frescas y deliciosas quién sabe quién sería el primer hombre que me encontrara salen por ahí a buscarlo por la mañana solía decir Mamy Dillon y por la noche también esa era su salida a misa me gustaría una pera grande y jugosa ahora que se me deshiciera en la boca como cuando tenía los antojos entonces le tiraría encima sus huevos y el té en la taza con bigotera que le regaló ella me figuro que para hacerle la boca más grande a él también le gustaría mi buena crema también ya sé lo que voy a hacer voy a dar vueltas por ahí bastante alegre no demasiado cantando alegre de vez en cuando mi fa pietà Masetto luego empezaré a vestirme para salir non son più forte me pondré mi mejor camisa y bragas que él se dé una buena ración de vista con eso para que se le ponga de pie su cosita le haré saber si eso es lo que quería que su mujer se deja joder sí…”
(fragmento del monólogo de Molly Bloom)
Es la habitación matrimonial. Tu esposo duerme. Quizás 2 a 3 de una oscura y seca madrugada Leer más
Rubén Décrit | Poemas
Rubén Décrit (Jaén, España, 1993) cursó sus estudios en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de Jaén. En estrecho contacto con la música y la literatura desde temprana edad, encuentra en ellas un refugio y halla en la poesía una cierta comodidad para expresarse, conformando su propio estilo poético en un camino que procura y reivindica una regresión a los clásicos.
Los álamos
Cuando el mundo no hallaba ya
mis dolidas manos, mi débil huella,
mi pobre latido
y era siempre la noche
desde la aurora a la aurora
y el mar se adentraba ya hacia el hombre
por las venas y el juicio,
surgió del silencio,
de la humilde Tierra,
como un brotar
de espuma blanca en la penumbra,
como alzan los pájaros
su primer vuelo,
súbitamente una primavera,
y una flor pobló los trigales
y las largas avenidas de roca y herrumbre.
Llegó apenas palpitando
y vino con su nombre a darme nombre
y con su voz a nombrar mi sombra
y con sus verdes hojas
a arengar mi mano endeble;
con sus pétalos de ocaso a concederme
el deseo humano de los ojos…
Y ya el mundo
adormecido ibaLeer más