Intertextualidad queer en el Cadáver Perlongher de Juan Antonio Alfaro

Por Diego Medina

 

Estos días de terror televisado, dígase Teuchitlán, un poema se repetía en mi cabeza, obstinado, cruel y reclamando su lectura en voz alta: “Cadáveres”, de Néstor Perlongher, es una de esas obras que pasan inadvertidas en los estudios de poesía contemporánea, en parte por la censura que lo vio nacer, pues al ser un poema que denuncia las atrocidades de la dictadura argentina, su divulgación no fue muy amplia, pero también porque es un poema escrito por un escritor y activista abiertamente homosexual y ya sabemos que al canon cultural no le gusta mucho la idea de abrirle sus puertas a una turba de locas.

 

Néstor Perlongher

El poema de Perlongher es crudo, directo, barroco, performático (en mi opinión es un poema para leerse en voz alta), y se une a las poetas locas (queer) que se alzaron en contra de la dictadura, como Lemebel o Puig. Este poema —además de un ensayo del que hablaremos más adelante— es el punto de partida para el poema de largo aliento Cadáver Perlongher con el cual Juan Antonio Alfaro se hizo del Premio Nacional de Poesía Elías Nandino 2022. El texto se divide en dos partes, la primera “Retrato hablado del cuerpo antes de ser borrado” es una descripción vívida de Néstor Perlongher, “parecía no una chica sino una de ultramar. ultramaricona.”, la segunda parte “Ladrillos de registro”, desarrolla preguntas y respuestas Leer más

Reseña colectiva después de leer ‹‹Bahía sonora›› de Fanny Buitrago

Por Celia, Victoria, Nat, Cristy, July, Gloria, Osiris, Danae y Ximena

Acercarnos a la obra de Fanny Buitrago supuso una sensación de gozo al descubrir sus estrategias narrativas que suelen romper con lo predecible, lo esperado dentro del desarrollo de las historias. La experiencia de leerla suscita mucha expectativa sobre los cierres de los cuentos, ya que siempre me sorprendieron, y eso como lectora se agradece. Un placer que brota también al notar que hay una apuesta meticulosa por la construcción de una unidad interconectada a profundidad. El vacío fue el punto de partida, no querer sentir lo que me proponía Fanny. Negarme a conectar con lo que ha dolido por su proximidad. Las espinas que atacan desde afuera, que no se parecen a las del amor, no son buscadas y llegan desde el contexto macroeconómico y político. Hay una desesperanza y un constante estar respondiendo a aquellos que llegan y modifican el paisaje. También, a través de sus cuentos, me sentí con la libertad de ser fea desde la libertad de encontrarme yo, de tener el derecho a ser protagonista desde este cuerpo, desde esta piel y con este sexo, porque Fanny entrega personajas en las que podemos mirarnos más allá de que esto sea una frase hecha, utilizada ya con ligereza frente a nuestro encuentro con autoras. Sus personajas no son esperpénticas, solo son, ocurren con sus cuerpas algunas veces grandes, de las que Fanny decide hacernos ver su tambaleo.

En esa misma línea, desde que leo a mujeres tengo el deseo de encontrarme personajas siendo protagonistas en las historias. Aunque no aparecen tan palpables en los primeros cuentos, me dio mucha alegría leer a mujeres fuertes guardianas de sabiduría y memoria. No sé si es el objetivo de Fanny, pero su obra también me despierta una especie de rabia histórica con lo que cuenta, y lo cierra perfecto con lo que yo interpreto como una justicia también de carácter histórico. Entonces, leerla deja una sensación de tristeza, es como leer lo que ha pasado a lo largo del tiempo desde el colonialismo y lo que está sucediendo en la actualidad; Fanny nos muestra el desastre que provoca el capitalismo y del que muchas veces no nos damos cuenta. Así, el trabajo de Fanny como autora, en Bahía Sonora, nos muestra una memoria colectiva e histórica, y lo que según es el progreso, a costa del despojo. En ese sentido, sus posicionamientos políticos están presentes en todos los cuentos, en unos más patentes que otros, pero siempre allí. Dejándonos ver quién es ella en torno a la colectividad en donde creció. Para mí como lectora es importante saber de dónde parLeer más

“Indulgencia”

Pastel de calabaza inspirado en la novela El bebé de Rosemary de Iran Levy

 

Por Diana Peña Castañeda[1]

 

“El bebé pateaba como un demonio”

 

Tiene ojos amarillos, casi dorados, cuencas en forma triangular, pupilas verticales. Su mirada infunde miedo, eso le hace reír. Observa vigilante los abismos de las almas golondrinas que habitan el mundo. Espera el minuto para azotarlas con su trueno devorador hasta dejarlas sumergidas en el mar de sus propias suciedades. Ahora, habita la atmósfera claustrofóbica de la casa Bramford. Sus vecinos son sus devotos.

 

Desde el centelleo de sus fogones como si se tratase de una liturgia sagrada dispone los ingredientes, afila presurosamente los cuchillos, rectifica sabores, se relame los dedos. Un vals estridente de medianoche avisa que la mesa está servida. Abre las puertas del gran salón, la luz de las lámparas ondea, los comensales se sientan. Cada cosa en su lugar. Su risa se retuerce entre los hilos del mantel. El Diablo no solo está vivo, es un exquisito gourmet y Rosemary, metáfora de la inocencia, su invitada especial.

Rosemary es una católica no practicante, solo quiere una familia. Guy, protestante, actor de teatro, busca desesperadamente un papel principal en Hollywood; para conseguirlo, hará lo que sea necesario. Por eso un apartamento en el esplendoroso edificio de estilo gótico, el Bramford.

 

Mientras ella espera en una casa de té a que su esposo traiga la respuesta del arrendador, pedirá bocadillos de pollo, su plato preferido. El pollo es un animal que reconforta, tiene poderes curativos. También es un animal muy frágil, puede morir de un ataque al corazón. El pollo, simboliza la inocencia como Rosemary. Más adelante, del pollo, lo único que ella comerá será su corazón crudo, ¿Acaso la muerte de esa inocencia?

 

Como señal de su presencia, el Diablo ofrecerá un bloody mary.  Pero ¡Si es un coctel de jugo de tomates, limón, vodka, picante! Sí, se dice que inspirado en la reina María I de Inglaterra, la sanguinaria, famosa por perseguir a los no practicantes del catolicismo. En cada sorbito que ella hLeer más

«Poeta Griego Arcaico» ofrenda a los dioses de Luis Felipe Fabre

Por Diego Medina

 

El pasado martes 28 de enero de 2025 se presentó el poemario Poeta Griego Arcaico de Luis Felipe Fabre, en la Cafebrería El Péndulo de Álvaro Obregón 86 a las 19:40 pm, en la que el poeta dio lectura a su libro acompañado del Maestro Marcos, quien amenizó la lectura con diversos instrumentos de viento de la zona balcánica. Coronado de laureles, Fabre nos sirvió helenismo, esteticismo y poesía en su sentido más “puro” (aunque quizá no le guste este término al maestro).

 

El poemario, editado por Sexto Piso en 2024, es un poema de largo aliento sobre el encuentro de Medusa y Perseo, tiene un coro, intervención de dioses, un monstruo y un héroe, además de un poema dedicado a Ganímedes. Se nota que el autor hizo caso de la máxima de Horacio y tuvo presentes los modelos griegos (más que romanos), porque le da el peso adecuado a cada parte de su composición, como si de una tragedia griega en verso se tratara.

 

Ortega y Gasset llegó a decir que quien ha leído la Odisea y luego visita el mar no necesita más mediador para entender el mundo de los griegos y el fuego que habitaba el pecho de sus héroes. Tal vez Gasset tenga razón, pero sucede que Fabre no trata de explicarnos el mundo de los griegos como lo haría un filólogo, sino que nos cuenta un mito como lo haría un Poeta Griego Arcaico, porque lo que Leer más

“Transfiguración”

Té helado con manzana, limonaria y miel inspirado en la novela El amante de Marguerite Durás

 

“Años después de la guerra, después de matrimonios, hijos, divorcios, libros, llegó a París con su mujer. La llamó por teléfono. Soy yo. Ella lo reconoció de inmediato por la voz. Él dijo: Sólo quería oír tu voz. Ella dijo: Soy yo, hola. Él estaba nervioso, asustado, como antes. Su voz tembló de repente. Y con el temblor, de repente, ella volvió a oír la voz de China. Él sabía que ella había empezado a escribir libros, había oído hablar de ello a través de su madre, a quien había vuelto a encontrar en Saigón. Y de su hermano menor, y había estado de luto por ella. Entonces no supo qué decir. Y entonces se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte”.

(Fragmento El amante)

 

Ella y él. Una niña de 14 arrullada por el desastre que dejó la bancarrota de su madre, una viuda colonial; y un millonario de 26 comprometido en matrimonio por un pacto familiar. En esta historia bañada por las aguas del Mekong ninguno de los dos tiene nombre, solo son: ella y él / la niña y el chino / la pequeña blanca y el hombre de Cholen.

 

Esa falta de nombres no es negligencia. Él porque resulta ser el deseo insaciable del sufrimiento silencioso hallado por primera vez una tarde de jueves caminando por las calles de Sa Dec. Ella, la del vestido de seda natural, casi trasparente ajustado con un cinturón, la de tacones y sombrero de fieltro palo de rosa. Como esas prendas, nunca algo le perteneció: ni la inocencia, ni el bienestar, ni la determinación, ni las ganas de vivir; el amor, en su caso, es una condena que a muy temprana edad la convirtió en mujer, mitad agua, mitad cenizas.

 

En El amante de Marguerite Durás, cada palabra es una imagen herida fruto de las más profundas insatisfacciones de la protagonista. Su carácter está tejido por la violencia, la corrupción, la vergüenza, los prejuicios sociales. Pero también por los quiebres familiares. La ausencia del pLeer más

La conquista de nuestro propio peso

En la cuerda floja de Leopoldo Orozco

 

Por Victoria Marín[1]

Leer En la cuerda floja es una experiencia reconfortante para quienes tienen la costumbre de forjar espejos y romperlos, solo para construir otros a partir de los fragmentos más bellos o perturbadores. Para quienes se atreven a transitar nuestro mundo a través de una vía peligrosa: la del ingenio. Esa misma senda hace vibrar en cada uno la cuerda común, conecta los relatos de este libro en la mente de un simpático y desventurado funambulista, cuya voz ofrece una atmósfera llena de desencanto y humor negro; pero, también de sensaciones liberadoras, capaces de traer de vuelta el ánimo, incluso sobre la cuerda. Símbolo que une, pero que al mismo tiempo representa la posibilidad de la pérdida y la separación. .

Es por eso que el desarrollo de este libro propone la conquista de nuestro propio peso, la participación en un juego que consiste en lograr el balance y la tensión correcta. Sin embargo, pese a esto y a la crudeza del espectáculo provisto, el autor es muy amable. Deja claro que las únicas cuerdas que nos llevan a nuestro sitio escapan de la medición y del planeamiento, se tienden más allá de lo conocido, van del cielo a la tierra.

En la cuerda floja (Reverberante, 2020)

Esto no quiere decir que debamos cerrar los ojLeer más

‹‹Tinta en las uña››. Siempre es tiempo de ser rebeldes

Por Ximena Cobos Cruz

Los años han pasado un poco borrosos, el tiempo pandemia parece haber ocurrido con una velocidad distinta que provoca que no se sienta que fue hace ya casi seis años cuando estalló un hermoso encuentro entre mujeres que deseábamos llenar nuestros libreros con otras mujeres; que pusimos en marcha la reconstrucción de una genealogía que reuniera a nuestras madres simbólicas de la literatura—retomamos mucho a Marcela Lagarde y hoy ya también tenemos otras referentas teóricas—, sacando toda la molestia de haber leído una vez tras otras, durante años y años de formación, hombres que no pueden más que construir personajes femeninos que nos encierran y sostienen mandatos de un deber ser femenino que siempre nos ha quedado chico a las mujeres de carne y hueso. En el recuento unas van y otras vienen; surgieron premios, colectivas, fanzinas, publicaciones independientes, autopublicaciones, talleres de creación literaria de mujeres para mujeres, encuentros y editoriales como ‹‹Tinta en las uñas››.

La institucionalización de todo esto que hicimos trajo consigo cosas hermosas como reediciones para que pudiéramos volver con un pelito más de facilidad a las ancestras. Sin embargo, hay un ente voraz dispuesto siempre a engullir toda resistencia, anomalía, incluso cualquier goce que no depende de él. Así es como las grandes editoriales cooptaron este bello acontecer histórico en que nos hicimos justicia luego de los años en los que permanecieron ocultas, casi borradas, las escritoras que nos impulsaron a emprender un recorrido de sabernos nosotras también mujeres que escriben y crean. Por ello, hoy cada vez con más ganas sigo pensando en la necesidad de hacer una historia de las publicaciones y editoriales independientes en Latinoamérica que, además, muchas veces fueron sostenidas por mujeres como Victoria Ocampo, Aída Cartagena, Margareth Randall, Victoria Slavusk, Diana Machiavello y otras tantas que yo no sé nombrar todavía. Porque son proyectos que permitieron construir una carrera literaria a escritoras y escritores, aunque la única carrLeer más

“Duelos y quebrantos”

Una receta muy quijotesca

 

Por Diana Peña Castañeda[1]

 

Sin sombra de equívoco, sabemos que la de don Quijote es la historia de un hombre que ha entregado la cordura a la fantasía. ¿Acaso la culpa es de su delirio por la literatura caballeresca? Sabemos que su aspecto lánguido y pálido no le hace justicia a sus ideales de redentor de las causas más nobles. Del Quijote sabemos que tiene un fiel amigo: Rocinante, un escudero a quien desea educar: Sancho, y una amada indiferente: Dulcinea.

 

También conocemos su debilidad por la comida, no en el sentido de la gula insaciable. Sí del decoro, porque para él el buen comer es el fundamento de la salud corporal. Por eso le recomienda a Sancho mantener los modales en la mesa del mismo modo que al actuar: masticar despacio, en cantidades razonables, no eructar en público, beber el vino en forma moderada de tal forma que la palabra no se ande con ligerezas.

 

Ese recato gastronómico de la novela también es el retrato social de la época. La aristocracia y los cLeer más

“Reminiscencias”

Torta navideña del cuento «un recuerdo navideño» de Truman Capote 

 

Por Diana Peña Castañeda[1]

 

Navidad es viajar por los aromas y sabores más preciados de la infancia, eso diría un hombre recio como Truman Capote. Una enorme estufa negra, una mañana invernal de noviembre en Alabama, coronas de acebo en las ventanas del viejo caserón, dos cometas que los harán señores del viento. Buddy, siete años, su prima, también una niña de sesenta y tantos.

 

“Cada uno de nosotros es el mejor amigo del otro. Ella me llama Buddy, en recuerdo de un chico que antiguamente había sido su mejor amigo. El otro Buddy murió en los años ochenta del siglo pasado, de pequeño. Ella sigue siendo pequeña.”

 

La amistad hay que atesorarla. Ellos lo hacen con montones de harina, huevos y frutas especiadas en licor. El whisky está prohibido. Pero ella sabe a quién comprarlo. Paga con monedas ahorradas.  

 

“No obstante, se retira hacia las sombras del bar y reaparece unos cuantos segundos después con una botella de contenido amarillo margarita, sin etiqueta. Exhibe su centelleo a la luz del sol y dice: —Dos dólares. Le pagamos con monedas de diez, cinco y un centavo. De repente, al tiempo que hace sonar las monedas en la mano cerrada, como si fueran dados, se le suaviza la expresión…”

 

 

Pero los negocios son negocios. El temible Mr. Jajá con esa gran cicatriz que le atraviesa la cara solo pide a cambio unas cuantas tortas.

 

 

“—¿Sabéis lo que os digo? —nos propone, devolviendo el dinero a nuestro monedero de cuentas—. Pagádmelo con unas cuantas tartas de frutas.”

 

Una sonrisa de ella y el trato está cerrado, Mr. Jajá es un “hombre encantador”. Lo que sigue son cuatro días de intenso trabajo hasta obtener 31 tortas para amigos entrañables.

 

 

Receta

Tiempo de preparación: Una hora

Tiempo de cocción: 45 minutos

Porciones: 10 -12

 

Ingredientes:

Dos tazas de frutos secos (nueces, almendras)

Dos tazas de frutas (pasas, ciruelas, piñas en lata, cerezas y brevas en almíbar)

Dos tazas de harina de trigo

Una cucharada de especias (canela, clavo y jengibre en polvo, nuez moscada)

Una cucharadita de vainilla

Una taza de mantequilla sin sal

Dos tazas de azúcar blanca  

Media taza de ralladura de limón y naranja

Seis huevos

Tres cucharadas de color quemado de panela

Dos cucharaditas de café instantáneo disuelto en dos cucharadas de agua

Media taza de whisky o ron (reservar una parte)

Una botella de vino tinto dulce (reservar una taza)

 

Preparación:

Picar los frutos secos y las frutas.

Disponer en un recipiente y añadir el licor. Conservar por unos días.

Precalentar el horno a 180oC.

Cremar la mantequilla y la azúcar.

Agregar la vainilla, el café, la ralladura de limón y naranja.

Agregar los huevos uno a uno.

Tamizar y agregar los secos.

Agregar el quemado de panela.

Agregar las frutas en conserva.

Disponer en un molde engrasado y enharinado.

Hornear durante una hora.

Humedecer la torta con la mezcla de la reserva de licores.

 

El principio de realidad de Un recuerdo navideño de Truman Capote no es hacer la torta, ni conseguir whisky, ni inventar los regalos. Es atender las reminiscencias que emergen ante el impulso más sutil cuando se está en la cumbre de la adultez. Entonces, por qué no sentarse a su lado, descolgar los pies y paladearlas, en silencio como se hace con esas cosas que son fugaces y escasas.

 

 

 

 

 

[1] Comunicadora Social, especialista en Comunicación Organizacional, Magister en Ciencia Política. Interés en escribir sobre la comida como elemento narrativo en la literatura y como arte simbólico de la memoria social.  linkedin.com/in/dianapeñacastañeda

@la_libreria_patisserie

 

 

Leer a Tenoch, reflexiones sobre la amistad y la literatura gay

Por Diego Medina

 

 Hace tiempo conocí a Tenoch en la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, sostuvimos una amistad y luego, cosas de la vida, nos distanciamos. Cuando me enteré que había publicado un poemario no me sorprendí, el talento es un cheque en blanco que se cobra tarde o temprano. Pero no hice gran esfuerzo por conseguir su libro, el resentimiento pudo entonces más que mi afición por la literatura gay. Debo mencionar también que durante este 2024 me enfrenté a situaciones que me alejaron de la literatura en general.

 

Cuando superé este golpe de la bifrontal Fortuna y volví a la universidad, sostuve una conversación con una amiga que, palabras más, palabras menos, me dijo “…lo bello de la literatura es que hace que pongamos a un lado nuestras diferencias y se convierte en una bandera por la que luchamos juntos”. Poco tenía que ver aquella conversación con Tenoch, pero aquellas palabras me hicieron eco ¿cuántas veces no me quejé con amigos de que fulanito o perenganito ignoraban deliberadamente mis letras por cuestiones personales? ¿cuántas veces no me negaron espacios y reconocimiento personas con poder a las que les resultaba antipático? (Yo no tengo poder alguno, ni considero que mi voz tenga “autoridad” más allá de la que le da mi honestidad).

 

Pensaba en el daño que le ha hecho a la literatura la soberbia y el orgullo infecto de los escritores, cuando una amistad me comentó que Tenoch había dedicado uno de los poemas dLeer más