Columnas de opinión
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Regadera
Por Zaira Moreno[1]
La única manera de parar el tiempo es con la muerte. Observo las caras de hastío y cansancio de los pasajeros, los hombros caídos y manos manchadas de pintura blanca. El tráfico eterno y coches que zigzaguean entre carriles. Pienso en detener el tiempo para llegar puntual a mi trabajo. Recuerdo las historias de mi abuela materna cuando me decía que, si uno muere, para el tiempo. A pesar de aún tener una presencia corpórea, lo demás desaparece. Poner pausa como en el control remoto. Tachar una tarea recién hecha, dar vuelta al siguiente mes en el calendario o la graduación de la escuela primaria. Los árboles siguen, el tren que se inunda con cada tormenta, sigue. La señora del puesto de tacos de canasta, sigue; mientras que tú ya no estás más. Detienes el tiempo que transcurría en tu interior.
Veinte minutos después de mi hora oficial de entrada, avanzo hacia la computadora con la pantalla parpadeante. SacudoLeer más→
Omar Cruz | Poemas
Omar Cruz (El Progreso, Yoro, Honduras, 1998). Estudiante de la carrera de Periodismo y Antropología en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Algunos de sus textos aparecen en diversas revistas literarias y periódicos de América y España. En el año 2022 fue finalista en el Concurso de «Cuentos de Suspenso, Ciencia ficción y Misterio» convocado por la revista literaria mexicana Inéditos, en 2023 ganó la «Convocatoria de Ensayo Breve» por la revista literaria Vuelo de Cuervos en Madrid, España. Obtuvo el primer lugar en el «Concurso de Cuentos y Ensayo» convocado por el diario español La Crónica del Henares y recientemente fue finalista en la «III Edición de los Premios Literarios Yunque de Hefesto» convocados por la revista literaria El Yunque de Hefesto de Madrid, España. Es autor del poemario: Hologramas de ayer, hoy y para siempre (Atea Editorial, 2019). Ha sido traducido parcialmente al Inglés, Francés, Catalán, Italiano y al Japonés.
Confesión a Pablo Neruda y otros poemas
El aliento de las mandrágoras
Más allá de las puertas inevitables
que consagran los ocasos
y de los cerrojos que invocan
el nombre decadente de los silencios:
hay una flor que amortaja entre sus pétalos
las lágrimas que se desprenden
del llanto inevitable de los ángeles.
Es probable que más allá
de las ventanas que se deshacen
cuando los soles dejan caer sus rayos
sobre la espina dorsal de la tierra:
exista una flor incapaz de desvanecerse,
incapaz de mostrarse aterrada
frente a la violencia de los hombres,
incapaz de resarcir el atroz miedo
que ha engendrado su especie.
Seguramente más allá de los incendiosLeer más→
La eterna crisis chilena
Por Jorge Yáñez Lagos[1]
El sociólogo ruso Pitirim A. Sorokin en su obra Sociedad, Cultura y Personalidad, señala que en los incesantes cambios sociales “los períodos de modificación ordenada y legal son sustituidos por épocas de desorden y sacudidas revolucionarias. Ambas formas coexisten hasta cierto punto: aun dentro del cambio ordenado existe un elemento de desorden, y viceversa” (Sorokin, 1962, pág. 764). Desde esta lógica, la historia de los Estados, naciones y otros grupos mayores, ha transcurrido de tiempo en tiempo por períodos de tensión y crisis violenta. Incluso, algunas veces, dichos cuerpos sociales se han desintegrado.
El diagnóstico de Sorokin basado en una investigación sistemática (y hasta el momento única) realizada por él, analizó las más importantes perturbaciones internas (revoluciones, motines, revueltas, estallidos y luchas civiles) registradas en la historia de Grecia y Roma antiguas, Bizancio, Italia, España, Francia, Alemania, Austria, Inglaterra, Países Bajos, Rusia, Polonia, Lituania, etc., abarcando un período extendido desde el siglo VI a. de J.C. hasta el 1925 de la era cristiana. El estudio de Sorokin arrojó el impresionante número de 1.622 disturbios internos de carácter importante.
Desde un punto de vista histórico, la revolución y la guerra al interior de las naciones no son amenazas nuevas. En específico, las revoluciones son consecuencia de una combinación de máximos en el precio de los alimentos, una población joven, una clase media creciente, una ideología perturbadora, un régimen viejo y corrupto, y un orden internacional debilitante, entre otras características (Ferguson, 2012).
De ahí que, según lo detallado por Niall Ferguson (2012), él argumenta que en dos pasajes raramente citados de La riqueza de las naciones, Adam Smith describía lo que él denominó «el estado estacionario». Todo esto hace referencia a la situación de un país anteriormente rico que había dejado de crecer. En concreto, este estado se identifica por dos características: 1) los salarios de la gente miserablemente bajos y 2) la presencia de una élite corrupta y monopolista de explotar el orden jurídico y la administración en su propio beneficio.Leer más→