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Ataúd de un solo uso

Por Brenda Raya

Ya sea ataúd o féretro el significado es el mismo: cajón para transportar a los muertos. El que muere va al panteón, a veces al fuego. Ya lo dice la sentencia popular “en polvo te convertirás”. Las despedidas por cremación llevan dos muertes consigo, la del muerto y la del ataúd que no vuelve a ser usado. Si un cuerpo reposó sobre él, se considera indigno volver a usarlos, es impensable usarlos dos veces. Desde su fabricación, esos objetos llevan una sentencia: guardar fidelidad a los cuerpos que los eligieron.

No siempre se elige lo que se quiere, con más frecuencia se elige lo que se puede, para lo que alcanza, lo más práctico. Así mismo se hace con el cuerpo lo que se puede. La muerte y el supuesto descanso eterno son tan caros como mantener la vida y a veces más. Para pagar un lugar en el panteón debe hacerse en efectivo, lo que supone al momento; la muerte nos encuentra sin ahorros, entonces los sueños del descanso eterno en el panteón se diluyen a la velocidad del fuego del crematorio, solución más barata, más accesible y para ser honestos, más simple.

Así fue como un ataúd llegó a mi casa

El cajón que la tía de un conocido usó para ir a la cámara crematoria se desocupó rápidamente y entonces el problema se presentó ¿Qué hacer con el objeto? ¿a dónde se tira un ataúd?

Gustavo pensó en Jorge que pensó en Braulio, que pensó en mí. Un trío de amigos que algunas veces la hacían de enterradores, pues siempre se necesita dónde colocar los cuerpos de los callejeros queLeer más

Darío González | Poemas

Darío González Rodríguez (Uruapan, Michoacán, 1999). Estudia Letras Hispánicas en la UAM Iztapalapa. Ha participado en encuentros de poesía en CDMX, Guanajuato, Querétaro y Michoacán. Ha publicado en varias revistas digitales como Irradiación, Los Demonios y Los Días, Otros diálogos, entre otras. Actualmente radica en Ciudad de México.

 

 

 

Lamentación de los fusiles

“¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?”
Lorca

Cárdeno he venido a los funestos paredones, mi escudo y mi estocada,

mi jilguero limpio y mi gorjeo carcelar

al índice callando, a qué azote mi voz pueda decirle flores

o exigir mi carne la verdad de los que oyentes

tendidos escucharán esta vez una respuesta siempre dada y nunca oída,

qué ardiendo miraremos poco rumbo hacia la frase o juramento de perpetuidad en estas cortes,

honesta o clara, crédula y punzantemente,

cuál ángel su pluma de ángel medirá el pulso de nuestra vírgula

en fingido engaño que nos junta.

 

Yo que soy de sombras e ignorante, 

yo, tañedor sin coronas ni nobleza,

mi labor ha sido de flecheros, de alumbrar los sagrarios 

y mi sangre, a lo largo de los campos,

¿Ha de cargar el dardo ajeno, paladín de causas muertas? 

¿He de sangrar sin mérito injusticias con ojeras?Leer más