Entre la humillación y la nostalgia: los efectos de la migración forzada a través de la película “Ya no estoy aquí”

Por Selene Muñoz Velázquez

 

Introducción

Quiero gritar por el mundo, que muera la guerra y viva la paz
Si no me escucha ninguno, solamente tú y te vas a quedar
Si no vas te llevaré en mi corazón, te llevaré en mi corazón
Te llevaré aquí en mi cantar
(Te llevaré-Lisandro Meza)

Los estudios sobre migración transnacional han mostrado un creciente interés por las emociones que guarda la experiencia migratoria de los sujetos. El enfoque en las emociones es una estrategia teórica que sirve al investigador social para conocer “lo profundo” del proceso migratorio y acercarse a la visión del sujeto que lo vive (Hirai, 2012). Por tal motivo, el presente ensayo tiene como objetivo mostrar a través de la película Ya no estoy aquí cómo un contexto enmarcado por la violencia genera casos de migración forzada, como ocurrió en el caso de Ulises, protagonista del filme. Dejándonos ver una marca indeleble en la vida afectiva de las personas que atraviesan por este tipo de migración. La estrategia argumentativa que sostiene este ensayo se apoya en tres ejes. En primer lugar, señalo los factores históricos académicos que dieron pie a la aparición del “Giro Afectivo” como parte de las ciencias sociales, que, entre muchas cualidades, resalta el hecho de haber logrado desnaturalizar, despsicologizar y desbiologizar el acercamiento a las emociones. En segundo lugar, enlazamos el fenómeno de la migración como parte del estudio de las emociones, para que en el tercer eje nos vinculemos con el caso empírico de la película mexicana Ya no estoy aquí, ya que de los distintos temas que trata la película emergen narrativas relacionadas con la migración y las experiencias emocionales como la humillación y la nostalgia.

El Giro Afectivo en las Ciencias Sociales

Las emociones hacen parte importante de nuestra vida social. Por ejemplo, los medios de comunicación nos bombardean todo el tiempo con imágenes, películas o noticias que apelan a hechos emocionales y desde los cuales buscan que nos reconozcamos, contagiemos e, incluso, rechacemos ciertas emociones (Calderón, 2014). Es así que las emociones nos acompañan en nuestra constitución como sujetos y forman parte de nuestro entorno social, pues tal como señala Le Breton (2012) nos conectamos con el mundo por una red continua de emociones.

Particularmente, las transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales de los años 80´s y 90’s del siglo XX han hecho que las emociones adquieran un papel cada vez más relevante en la organización de las sociedades posmodernas. En este sentido, varias cuestiones sociales y académicas influyeron en la aparición del llamado “giro afectivo” en las ciencias sociales. Entre las que podríamos destacar: el declive de la hegemonía positivista como paradigma predominante en la investigación, el desarrollo del pensamiento feminista, las reflexiones sobre la modernidad tardía, el avance de la neurociencia, el creciente boom de la autoayuda, el fin de la guerra fría, el desarrollo de las teorías queer, de la diversidad y la discapacidad, la cibernética, entre otras (Ariza, 2016, Abramowski y Canevaro, 2017).

Desde disciplinas como la sociología, la antropología o la historia cultural se inauguraron las sendas en el estudio de las emociones como un campo disciplinar que se esfuerza en señalar el carácter cultural y socialmente construido de las emociones. Que entre muchas cualidades y aciertos han logrado una aproximación hacia las emociones descargadas de sus añejas suposiciones de tipo naturalista-biológicista (innato, esencial y universal) y psicológicas (irracionales y dentro de la mente) (Abramowski y Canevaro, 2017). Asimismo, esta perspectiva implicó un cuestionamiento a las dicotomías entre razón-emoción, mente-cuerpo, naturaleza-cultura, sujeto-objeto, dicotomías que han alimentado y sostenido de manera privilegiada el mundo occidental. Por tal motivo, debemos entender que el estudio social y cultural de las emociones toma distancia de los abordajes biologicistas. Se trata de un análisis que las ubica fuera de la psique y de la fisiología y, por el contrario, intenta revelar la centralidad del actor sintiente, el cuerpo y la afectividad en la realidad social (Ariza, 2016).

  1. Emociones y migración forzada

A finales de los años 80´s tuvieron lugar en el mundo varios acontecimientos históricos que, ceñidos a la globalización, simbolizaron el advenimiento de una era que se caracteriza por la circulación constante e intensa de personas, objetos, dinero e información más allá de las fronteras nacionales (Hirai, 2012). Este panorama es precisamente el caldo de cultivo para el desarrollo de los estudios interesados en recuperar las emociones en contextos de migración transnacional, ya que permiten explorar “lo profundo” de la experiencia migratoria desde el sujeto que la vive, mostrando así otras miradas desde las cuales ver la migración transnacional, más allá de sus aspectos económicos y políticos.

La globalización, tal como señala Fraser, es una etapa de gran cambio social en tanto que las políticas neoliberales desmantelaron el “estado de bienestar social” de los llamados Estados-Nación, cuyas funciones en su mayoría se han privatizado o se han transferido a instancias no gubernamentales, lo cual ha originado en distintas regiones del mundo una tendencia al desempleo, la migración y el aumento de la violencia (citada en Bessser, 2014). En algunos contextos de la sociedad mexicana se vislumbra un panorama de privatización y exclusión como la causa de la desesperanza que viven los grupos más vulnerables de la población. Por ejemplo, los jóvenes, quienes al padecer en su país de origen la falta de empleo, los bajos salarios, la falta de oportunidades, así como también el creciente contexto de violencia criminal y delincuencial generada por pandillas y/o el crimen organizado, se ven forzados a migrar para salvaguardar su integridad física y personal. Este hecho, dado su impacto y magnitud, tiene grandes costos en la vida emocional de los jóvenes que migran forzadamente por la violencia de su contexto, ya que, por un lado, no cuentan con los recursos necesarios para hacer frente a la problemática; y por otro, se enfrentan a una realidad desconocida en el país de destino. El reflejo de esta situación la podemos encontrar en el caso de la película mexicana Ya no estoy aquí, la cual retomaré para mostrar los efectos en la vida emocional de Ulises, el personaje principal de la historia.

  1. De la humillación y la nostalgia en Ya no estoy aquí
Como extraño mi sabana hermosa metida en la cordillera
Esperando que llegue la hora de regresar a mi tierra
En el valle de pubenza me he metido
Lejanía que me tiene entristecido
En mi pecho floreció una cumbia de la nostalgia
Como una lagrima que se escapa
(Cumbia de la lejanía-Lisandro Meza)

La película mexicana Ya no estoy aquí narra la historia de Ulises; un joven de 17 años, integrante de una pandilla llamada los “Terkos”. Ulises y sus amigos conforman un grupo de jóvenes que se caracterizan por un estilo de vida inmerso en la cultura kolombiana (ya extinta) que habitaba en los barrios marginales de Monterrey. Las primeras escenas muestran el contexto en el que se desarrolla la historia, un contexto marcado por la guerra contra el narcotráfico en los años de gobierno de Felipe Calderón, años en que México experimentó una espiral de violencia nunca antes vista. Entre calles angostas y encuentros con otras pandillas, los terkos se ven envueltos en un conflicto con otro grupo de jóvenes narcotraficantes que buscaban dominar la zona donde se desenvuelve la vida de Ulises y sus amigos. Tras la presencia del asesinato de cuatro de sus amigos, Ulises y su familia se ven obligados a irse del barrio para salvaguardar sus vidas.

Es así que en la trama de la historia se ubica a Ulises en las calles de Queens, Nueva York. Su condición de inmigrante indocumentado y sin redes de apoyo, dada la inesperada y forzada huida, lo coloca en una situación de subordinación respecto de los “naturales” del lugar (Ariza, 2017), lo cual se refleja en las diferentes situaciones de exclusión y discriminación que Ulises vivió. Por ejemplo, en las escenas de Ulises conviviendo con sus compañeros de trabajo dedicados a la construcción y con quienes intenta vivir, aparecen situaciones de burla hacia él por su peinado, en otras insultan su forma de bailar y su música; en otra escena se le muestra bailando en la estación del tren para recaudar dinero, de donde es excluido por no contar con permisos legales para actuar en la calle. Dichas escenas muestran algunas de las experiencias que pueden considerarse como movilizadoras de la humillación y la tristeza, lo cual, desde la perspectiva de Ariza (2017), se vincula con el ejercicio de ocupaciones socialmente degradadas en los países de destino y por la discriminación y estigma social por su aspecto físico, por su forma de vestir, de peinarse, de hablar e incluso por sus gustos musicales, lo cual tiene un efecto emocional importante en su capacidad para adaptarse a un lugar distinto con códigos de relación diferentes.

La nostalgia, por otra parte, aparece al son de la cumbia rebajada. En la historia sobresale el feroz gusto de Ulises por la música y el baile. A donde va lleva consigo un reproductor mp3 en el que guarda sus canciones, mostrando una predilección por el género de la cumbia rebajada, lo que, entre otras cosas, nos permite considerar que a partir de su gusto musical reconstruye tanto su identidad como su sentido de pertenencia a su lugar de origen, especialmente su filiación a la pandilla de los terkos. La nostalgia aparece como un sentimiento que prevalece al recordar los lugares dejados atrás, los amigos que están a distancia, las fiestas sonideras a las que asistía Ulises con ellos, de su infancia y del anhelo por regresar al terruño. Es así que la música resulta un elemento clave en el desarrollo de la trama. Para Ulises la música como “objeto cultural” crea un vínculo simbólico entre el lugar de destino en Estados Unidos y el lugar de origen en Monterrey (Boruchoff citada en Hirai, 2012, p.87). La cumbia rebajada aparece entonces como un elemento que le permite mantener los lazos de pertenencia con su lugar de origen, evoca la imagen de su terruño, es un símbolo que le permite a Ulises, a través de sus memorias y su imaginación, reconstruir su vida, sus emociones y su identidad cultural (Hirai, 2012).

Finalmente, las dificultades que tuvo este joven regiomontano para sobrevivir en Nueva York lo dirigen hacia la búsqueda por regresar a su barrio natal. Las últimas escenas muestran el complicado regreso de Ulises a su lugar de origen tras ser deportado. Quizá una de las escenas más conmovedoras de la cinta es cuando Ulises corta su cabello, un elemento clave de su identidad cultural, con lo cual simbólicamente se deja atrás su pasado, sus antiguas relaciones y reconstruye sus emociones desde el vacío.

Así, Ya no estoy aquí es una película que nos permite poner en el centro de análisis el fenómeno de la migración forzada y su relación con la experiencia de emociones como la humillación y la nostalgia. Como intenté mostrar, las emociones inciden y son parte fundamental de los contextos en los que se desenvuelve el personaje principal. Aunque en este ensayo me aboqué exclusivamente en la humillación y la nostalgia, dentro del filme es posible notar otras emociones como el miedo, la tristeza, el enojo y la incertidumbre. Lo cual se relaciona con lo señalado por Le Breton (2012, p.71) con respecto a que la experiencia afectiva nunca tiene un solo tono, sino que a menudo es mixta y oscila de un matiz a otro, marcado por la ambivalencia.

Finalmente, afirmo junto con Hirai (2014) que la migración no es solo el desplazamiento de personas sino, también, un desplazamiento de emociones y significados del cual surgen nuevas prácticas espaciales y culturales que transforman la realidad social” (p.79). Emociones como la nostalgia o la humillación nos permiten comprender que aunque son emociones que se experimentan de manera individual, están vinculadas a un contexto social más amplio situado en un tiempo específico. Es decir, sitúa a las personas con una estructura social particular. Por lo tanto, el enfoque en las emociones nos permite explorar la complejidad y la especificidad de las emociones involucradas en los procesos migratorios.

Referencias bibliográficas

  • Abramowski, A. y Canevaro, S. (Comp) (2017). Pensar los afectos: Aproximaciones desde las Ciencias Sociales y las humanidades, Ediciones UNGS, Argentina. Pp.9-28.
  • Ariza, M. (Coord) (2016). Emociones, afectos y sociología. Diálogos desde la investigación social y la interdisciplina, IIS, México. Pp.7-36.
  • Ariza, M. (2017). Vergüenza, orgullo y humillación: contrapuntos emocionales en la experiencia de la migración laboral femenina. En: Estudios sociológicos XXXV:103. Pp.65-89.
  • Besserer, F. (2014). Regímenes de sentimientos y la subversión del orden sentimental. Hacia una economía política de los afectos. En: Nueva antropología, Vol.27:81. Pp.55-76.
  • Calderón, E. (2014). Universos emocionales y subjetividad. En: Nueva antropología, Vol.27:81. Pp. 11-31.
  • Frías, Fernando (director) (2019). Ya no estoy aquí (cinta cinematográfica). México. Panorama Global, PPW Films
  • Hirai, S. (2012), “¡Sigue emociones y significados!: la etnografía multisituada y el estudio de la migración transnacional”, en Marina ARIZA y Laura VELASCO (coords.), Métodos cualitativos y migración internacional, México, IISUNAM/ El Colegio de la Frontera Norte, pp. 81-111.
  • Hirai, S. (2014). “La nostalgia. Emociones y significados en la migración trasnacional. En: Nueva Antropología, vol. 27:81. Pp.77-94.
  • Le Breton, D. (2012). Por una antropología de las emociones. En: Revista Latinoamericana de Estudios sobre cuerpos, emociones y sociedad. No.10, Argentina. Pp. 69-79

Semblanza de la autora

Licenciada en sociología por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Actualmente estudiante de la maestría en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma de Morelos. Mis temas de interés son: Socioantropología de las emociones, jóvenes y educación, mujeres y trabajo.

 

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