Análisis de la cinta Elvira. Te daría mi vida, pero la estoy usando | Sobre la infidelidad y los trastornos en las relaciones de pareja

Por Carmina Cardiel

 

Jesús Manuel Caro Serrano (2015 )

Jesús Manuel Caro Serrano, director de las series mexicanas “La Casa de las flores” y “Alguien tiene que morir”, entre otras, y que en menos de dos años logró tres largometrajes, es quien nos adentra en una historia que más que tratarse de estereotipos, como algunos críticos de cine han señalado, nos habla de una narrativa común en México: la infidelidad en las parejas.

Esta no es una película ganadora de globos de oro ni mucho menos nominada a los Premios Oscar; sin embargo, la fotografía, la paleta de colores y el manejo de la secuencia de los hechos, nos hace quedarnos hasta el final de una cinta que parece que se va como el agua: de corrido y fluidamente.

 

“Ahora vengo, voy por cigarros”

 

Parece una frase risible si recordamos aquella escena de Los Simpson en donde el papá de Nelson le dice que irá por cigarrillos y no regresa jamás, dejando al niño con una angustia terrible que lo hace convertirse en el abusador que encarna en la serie. Con Elvira, la protagonista de esta cinta, no es muy diferente.

Elvira es una mujer de 39 años que en ocho o nueve años de casada no pudo tener hijos, pero que finalmente, y no queda claro cómo, lo logra. Entonces la trama nos permite ver a una mujer ansiosa y frustrada, quizás hasta descontenta con la idea de la maternidad, ya que en toda la película podemos darnos cuenta del carácter de una madre fría y distante que jamás toca a sus hijos y los deja encargados con mucha facilidad con la vecina religiosa, en lo que ella va tras las pistas del marido que parece que es el centro de su universo. Es decir, esta es una relación codependiente más que amorosa.

Gustavo es un hombre que solamente sale en las primeras y últimas escenas, pero tampoco parece estar a gusto con su esposa ni con sus hijos, aunque materialmente les da todo como tratando de llenar la ausencia de una paternidad y de la responsabilidad afectiva con su esposa, ya que toma los ahorros para ir en busca de su gran aventura amorosa con otra persona. Claro que esto no dista mucho de esa idea quLeer más

Rendez-Vous: Seguimiento de una cita psicopática

Por Sergio E. Cerecedo

 

Pablo Olmos Arrayales (2019)

Las veces que una película se vuelve famosa por osadía técnica, como estar filmada en un solo plano secuencia (truqueado o real), se vuelven cada vez más numerosas y la verdad hay que, sin ser hater, analizar objetivamente si este recurso o cualquiera que suponga un reto mayor de producción está siendo bien utilizado. En este caso se puede decir que sí, y aunque el resultado tiene detalles a pulir como cualquier ópera prima, es una propuesta que, sin ser propiamente terror, resulta un ejercicio fresco, con buenas intenciones y que hace pasar un buen rato.

 

El filme comienza con una cita entre Eduardo, un hombre guapo y pudiente, y Lili, una chica española bonita y enamoradiza, quienes se conocen por internet y quedan de verse en un museo. A partir de aquí, el largometraje transita preguntándose de sus vidas, no obstante, que pretendan que la cita acabe en una noche de pasión se vuelve incierto ante la actitud errática de Eduardo frente a los coqueteos de Lili, denotando que hay intenciones ocultas detrás de sus acciones, las cuales se revelarán conforme avance lo que aparentemente iba a terminar en una noche de pasión y poco a poco se empieza a convertir en un “Nada es lo que parece”, con consecuencias desastrosas y fatídicas —recurso que tampoco garantiza un buen producto—. Resulta así una obra que de su sencillez en situaciones yLeer más

Reseña colectiva después de leer ‹‹Bahía sonora›› de Fanny Buitrago

Por Celia, Victoria, Nat, Cristy, July, Gloria, Osiris, Danae y Ximena

Acercarnos a la obra de Fanny Buitrago supuso una sensación de gozo al descubrir sus estrategias narrativas que suelen romper con lo predecible, lo esperado dentro del desarrollo de las historias. La experiencia de leerla suscita mucha expectativa sobre los cierres de los cuentos, ya que siempre me sorprendieron, y eso como lectora se agradece. Un placer que brota también al notar que hay una apuesta meticulosa por la construcción de una unidad interconectada a profundidad. El vacío fue el punto de partida, no querer sentir lo que me proponía Fanny. Negarme a conectar con lo que ha dolido por su proximidad. Las espinas que atacan desde afuera, que no se parecen a las del amor, no son buscadas y llegan desde el contexto macroeconómico y político. Hay una desesperanza y un constante estar respondiendo a aquellos que llegan y modifican el paisaje. También, a través de sus cuentos, me sentí con la libertad de ser fea desde la libertad de encontrarme yo, de tener el derecho a ser protagonista desde este cuerpo, desde esta piel y con este sexo, porque Fanny entrega personajas en las que podemos mirarnos más allá de que esto sea una frase hecha, utilizada ya con ligereza frente a nuestro encuentro con autoras. Sus personajas no son esperpénticas, solo son, ocurren con sus cuerpas algunas veces grandes, de las que Fanny decide hacernos ver su tambaleo.

En esa misma línea, desde que leo a mujeres tengo el deseo de encontrarme personajas siendo protagonistas en las historias. Aunque no aparecen tan palpables en los primeros cuentos, me dio mucha alegría leer a mujeres fuertes guardianas de sabiduría y memoria. No sé si es el objetivo de Fanny, pero su obra también me despierta una especie de rabia histórica con lo que cuenta, y lo cierra perfecto con lo que yo interpreto como una justicia también de carácter histórico. Entonces, leerla deja una sensación de tristeza, es como leer lo que ha pasado a lo largo del tiempo desde el colonialismo y lo que está sucediendo en la actualidad; Fanny nos muestra el desastre que provoca el capitalismo y del que muchas veces no nos damos cuenta. Así, el trabajo de Fanny como autora, en Bahía Sonora, nos muestra una memoria colectiva e histórica, y lo que según es el progreso, a costa del despojo. En ese sentido, sus posicionamientos políticos están presentes en todos los cuentos, en unos más patentes que otros, pero siempre allí. Dejándonos ver quién es ella en torno a la colectividad en donde creció. Para mí como lectora es importante saber de dónde parLeer más

Noche de fuego: Visión femenina de tierras secuestradas

Por Sergio E. Cerecedo

 

Tatiana Huezo (2021)

Para una persona seguidora de los últimos tiempos del cine mexicano —y latinoamericano— que tiene como eje temático las luchas sociales de los pueblos más desfavorecidos, la temática puede sonar trillada y recientemente explorada en películas como “Cómprame un revolver” (Julio Hernández Cordón), “Sanctorum” y “La Maldad”(Joshua Gil), entre otras. Pero me permito recordar que cuando hay en las artes y los medios algo llamado zeitgeist —el espíritu de la época—, más allá de modas y patrones, es porque la gente que realiza cine, que expresa y comunica a través de los medios encuentra una importancia fundamental en recrear en argumentos ficcionados hechos y personajes de la vida real que les parecen imposibles de ignorar, y de vez en cuando, porque tiene una manera distinta de contarlo que complementa a las que ya existen.

 

La película que hoy nos ocupa —además de haberse proyectado en Cannes y otros festivales grandes y, por fortuna, haberse mantenido bastante tiempo en cartelera—, cuenta con todos los elementos antes mencionados, brinda una visión inteligente, emotiva, sin necesidad de sobresaltos acerca de crecer, tomar decisiones y las relaciones filiales en contextos difíciles.

 

Basada en el libro Prayers from the stolen de Jennifer Clement, la película sigue los hechos en un lugar indeterminado de Guerrero, Oaxaca o Veracruz, que sin duda tiene un dejo intencionado de la Centroamérica que la directora lleva en sus orígenes, al ser originaria de El Salvador, y en ese sabor personal que tieneLeer más

Arte y SIDA en Nueva York de José Luis Plaza Chillón

El arte en el epicentro del SIDA gay

Por Diego Medina

Dedicado a Luis Blanco quien generosamente me ha facilitado este material

 

Publicado en 2017, este libro de José Luis Plaza Chillón nos ofrece un análisis iconográfico de la obra del texano Delmas Howe, artístico plástico influenciado por la mitología griega, la masculinidad texana, la epidemia del SIDA en los años ochenta y su visión sobre los grupos marginados del vecino del norte, en particular migrantes y homosexuales. Sin embargo, el libro no se limita a hacer un trabajo monográfico, Plaza Chillón hace un breve repaso sobre los tópicos del arte gay, entre los que incluye una breve historia de la literatura gay y la literatura sobre el cuerpo enfermo.

 

El arte gay se ve transformado por el SIDA, ya que la epidemia le dio un giro de 180 grados al estilo de vida de la comunidad gay en Estados Unidos (y el mundo) que venía de una época de liberación sexual. Estos cambios se notan en la literatura, la fotografía y la pintura, si bien nuestro autor centra el discurso en la obra del texano, el libro ofrece un aparato crítico de primer nivel que nos ayuda a contrastar la información y profundizar en lo expuesto. En este sentido, el libro de Plaza Chillón eLeer más

“Indulgencia”

Pastel de calabaza inspirado en la novela El bebé de Rosemary de Iran Levy

 

Por Diana Peña Castañeda[1]

 

“El bebé pateaba como un demonio”

 

Tiene ojos amarillos, casi dorados, cuencas en forma triangular, pupilas verticales. Su mirada infunde miedo, eso le hace reír. Observa vigilante los abismos de las almas golondrinas que habitan el mundo. Espera el minuto para azotarlas con su trueno devorador hasta dejarlas sumergidas en el mar de sus propias suciedades. Ahora, habita la atmósfera claustrofóbica de la casa Bramford. Sus vecinos son sus devotos.

 

Desde el centelleo de sus fogones como si se tratase de una liturgia sagrada dispone los ingredientes, afila presurosamente los cuchillos, rectifica sabores, se relame los dedos. Un vals estridente de medianoche avisa que la mesa está servida. Abre las puertas del gran salón, la luz de las lámparas ondea, los comensales se sientan. Cada cosa en su lugar. Su risa se retuerce entre los hilos del mantel. El Diablo no solo está vivo, es un exquisito gourmet y Rosemary, metáfora de la inocencia, su invitada especial.

Rosemary es una católica no practicante, solo quiere una familia. Guy, protestante, actor de teatro, busca desesperadamente un papel principal en Hollywood; para conseguirlo, hará lo que sea necesario. Por eso un apartamento en el esplendoroso edificio de estilo gótico, el Bramford.

 

Mientras ella espera en una casa de té a que su esposo traiga la respuesta del arrendador, pedirá bocadillos de pollo, su plato preferido. El pollo es un animal que reconforta, tiene poderes curativos. También es un animal muy frágil, puede morir de un ataque al corazón. El pollo, simboliza la inocencia como Rosemary. Más adelante, del pollo, lo único que ella comerá será su corazón crudo, ¿Acaso la muerte de esa inocencia?

 

Como señal de su presencia, el Diablo ofrecerá un bloody mary.  Pero ¡Si es un coctel de jugo de tomates, limón, vodka, picante! Sí, se dice que inspirado en la reina María I de Inglaterra, la sanguinaria, famosa por perseguir a los no practicantes del catolicismo. En cada sorbito que ella hLeer más

Sin señas particulares: el espacio negativo que abduce la calma

Por Sergio E. Cerecedo

 

Las tramas de búsqueda del hijo o la familia ausente son un tema recurrente ya en el cine latinoamericano y a nadie le extraña, aunque un sector del público se queje. Hace falta estar muy metido en una burbuja o en un permanente estado de negación para no reconocer que la realidad exige que se le permita el salto al audiovisual, que se le interprete y haga evidente a través de películas.

 

«Sin señas particulares» es contada con un marco formal que poco tiene que ver con el melodrama clásico del cine nacional y más con el thriller criminal y con unas connotaciones sobre el lado oscuro del espíritu humano que elevan la narrativa a un nivel aberrantemente real.

 

Cuando me preguntan por mi opinión sobre “Sin señas particulares”, les digo con demasiada contundencia que es una película horrenda y que el uso de ésta palabra no es un juicio de valor —es una gran película—, sino que connota la esencia de lo que en ella se cuenta y las formas en las que eso llega a nuestros sentidos, que al igual que el entorno de la protagonista no son amigables ni mucho menos otorgan concesiones. No es ni fácil de ver ni de procesar, y para algunos espectadores tampoco de aceptar la existencia de algo que evidencie tanto la realidad.

 

El hijo de Magdalena se va buscando cruzar la frontera hacia Estados Unidos junto con otro vecino. Un día ambos desaparecen sin dejLeer más

Análisis de la cinta “The reader” (Una pasión secreta [esp.]) | Sobre el abuso, el enamoramiento y la banalidad del mal.

 

Por Carmina Cardiel

Unos pocos condenados y castigados,
y nosotros,
la generación siguiente,
enmudecida por el espanto,
la vergüenza y la culpabilidad.
Chéjov, A.

 

 

Basado en la historia escrita por Bernhard Schlink, el director Stephen Daldry logra adaptar una novela que nos arrastra en una corriente de sentimientos encontrados a través de la ficción que se entrelaza con la Historia de la humanidad. “The reader” (2008) fue nominada como mejor película en los premios Óscar del 2009 y fue ganadora de tres premios “A la mejor actriz” entre 2008 y 2009.

Esta es una película que remueve las tripas porque todo el tiempo va y viene entre el romance y el horror; entre las pasiones y el amor; entre la atrocidad y la belleza de ser humanø entre la condición humana y la banalidad del mal.

 

“El mal radical no proviene de monstruos, sino de personas ordinarias”

Hannah Arendt

 

La Dama del perrito de Antón Chéjov narra una historia de amor adúltero entre Anna Serguéyevna y Dmitri Gúrov, un banquero ruso. Ambos están casados, pero comparten algunas tardes veraniegas durante sus vacaciones en Yalta. Después de regresar cada uno a casa, no dejan de pensarse hasta que se vuelven a reunir y planean un futuro juntos. Nadie sabe por qué Anna ama a Dmitri si es un hombre misógino. Pero Chéjov nos encamina por una historia que deja clara la transformación de dos personas que se aman y en donde no hay cabida para la moralidad.

En El Lector ocurre algo más o menos parecido, pero con muchas más interrogantes éticas y morales al medio. Hanna y Michael se conocen en 1958 cuando la segunda guerra mundial había terminado. Una tarde de lluvia él enferma en la calle y ella le brinda ayuda y lo acompaña hasta su casa. Michael ya recuperado acude al edificio donde la mujer vivía para agradecerle; sin embargo, lo que parecía que podría ser una relación fraternal, termina convirtiéndose en un verano apasionado entre el regazo de lecturas y el calor de una pasión prohibida por considerarse en nuestros tiempos como pederastia, debido a los 21 años de diferencia que existe entre ambos.

Lo tremendo de esta novela adaptada a la pantalla grande es la analogía que hay entre el personaje de Hanna Schmitz y el teniente coronel de las S.S., Adolf Eichmann, uno de los principales responsables del holocausto, juzgado por crímenes nazis en 1961 en Israel. Hanna Arendt fue enviada desde Nueva York a cubrir el juicio para The New Yorker, en donde era periodista. Entregó 5 reportes para la revista y, a partir de ello, en 1963 Arendt publica su libro “Eichmann en Jerusalem. Un estudio sobre la banalidad del mal”, luego de desplegar una serie de análisis y reflexiones en torno a la maldad, en donde concluye que el mal no siempre es resultado de decisiones sádicas o malvadas, sino de la obediencia ciega y la incapacidad de pensar críticamente. El mal puede surgir de personas comunes que simplemente cumplen órdenes sin cuestionar las consecuencias de sus actos.

 

Hanna y Michael:

 Durante la trama podemos ver a una mujer que parece de buen corazón, pero al mismo tiempo es fría y distante con El Chico, como ella nombra a Michael. La segunda vez que Michael regresa a casa de Hanna, ella le ordena que suba unos cubos con carbón y él obedece, luego lLeer más

Los reyes del pueblo que no existe: lo que el agua no se llevó

Por Sergio E. Cerecedo

 

En los tiempos de aislamiento por contingencia sanitaria fueron publicadas en redes sociales numerosas convocatorias a usar los celulares, i-pads y otros dispositivos de captura de imagen y sonido para realizar videodiarios, documentales, crónicas y demás formatos de narrativas a través de los cuales se documenten las sensaciones que las personas experimentan en el encierro.

 

En lo personal, opino que estas convocatorias artísticas fueron un “Al mal tiempo, buena cara” pragmático, y espero que aparte de concientizarnos de la importancia de las artes y la libre expresión como una vía de autoconocimiento y de empatía social e individual, haya dejado también a los seres humanos con ganas de seguir documentando su realidad, pues nuestro país está lleno de realidades y éstas, o son hiperdifundidas o son totalmente olvidadas, es ahí donde encontramos la razón de que los cimientos técnicos, narrativos y argumentales del cine mexicano moderno que no es comedia romántica de fórmula —incluso de ficción— los haya afianzado con piedra de río el género documental.

 

La película inicia con una calma pasmosa, misteriosa, proyectando una secuencia de tomas subjetivas mirando hacia la niebla desde la lancha de un lugareño que navega por un pueblo inundado, por vestigios de casas de todos tamaños hundidas que nos sacan de quicio, nos producen misterio. Más tarde, en el metraje nos enteramos que esta inundación, como la de 10 poblaciones más del estado de Sinaloa, se deben a las obras derivadas de la presa Picachos, que terminaron desplazando a sus habitantes y provocando migraciones masivas y abandono de sus hogares, dejando ese territorio bajo las aguas por lo menos la mitad de cada año.

 

 

Sin embargo, no todos se han ido, en el pueblo de Nuevo San Marcos aún viven tres familias, una de ellas dueña de una tortillería que sigue fabricando el producto solo para ese grupo de habitantes. Así vemos postales veraces e inolvidables, como un hombre que diariamente viaja en su lancha buscando a las vacas que se quedaron perdidas en los islotes para darles alimento durante los meses que el pueblo se inuLeer más

La Pointe-Courte – Una nueva ola por sí misma

Por Sergio E. Cerecedo

 

Ahora que miro hacia atrás —no tanto tiempo como parece— admiro esa pequeña puntada, sacar una serie de videos cortos en los que una ya casi nonagenaria mujer les habló a las generaciones jóvenes en su idioma poniendo un marco simulando la interfaz de Instagram y dando consejos sobre el arte y la mirada. Increíble cómo hasta las tías posteaban en los muros de los sobrinos que se dedicaban a las artes en general, y de verdad esa influencia positiva en un mundo donde los llamados influencers en su mayoría incitan a la alienación, la crítica sangrienta y el copiado de sus estilos de vida, se agradece y se antoja necesaria, por lo cual, además de las numerosas semblanzas que justamente la maestra se ha ganado, se amerita un viaje al pasado cuando Agnès Varda era como los estudiantes y artistas audiovisuales en ciernes que se sintieron motivados por esos videos .

 

Varda siempre fue de vena social, por eso a nadie extrañó su dedicación completa al documental al final de su carrera y es dentro de ese género que es más conocida por las generaciones jóvenes, por lo que el paso del tiempo ha sido un tanto injusto con sus ficciones en cuanto a la difusión para el público. Mientras que en los ochenta alcanza un punto máximo con “Sin techo ni ley” —internacionalmente conocida como Vagabond—, veo necesario hablar de sus trabajos tempranos y cómo estos son considerados tanto paralelos como iniciadores del famoso movimiento de la “nouvelle vague”, con jóvenes críticos reconvertidos en realizadores. Agnès irrumpiría fuerte 5 años antes de los títulos clave del movimiento, involucrándose desde ésta, su ópera prima, en escenas de la vida cotidiana y donde ya están perfectamente trazados sus temas recurrentes: la documentación del trabajo cotidiano y, por ende, su dignificación; la pertenencia al lugar geográfico doLeer más