Por Marijose Nieto Martínez[1]
Introducción.
Durante la cuarta década del siglo XX, dentro del cine nacional mexicano surgió un particular interés por filmar a los indígenas, pero al retratarlos, los llenaron de glamour porque eran idealizados en gran medida, sin embargo eso tuvo su justificación porque las películas eran exhibidas en diferentes países y, de una u otra forma, lo que se filmaba era la puerta de entrada a todos aquellos que no habitaban en el territorio mexicano, tal como postula el historiador Aurelio de los Reyes, “por absurdo que parezca, la glamorización obedecía a otra preocupación nacionalista, al “cosmopolitismo” […] Se buscaban rostros locales que tuvieran aceptación universal. Quizá se consideró que los rostros auténticos eran demasiado regionales para lucirlos”[2]. Bajo esa mirada es que el director Emilio Fernández o mejor conocido como “el Indio Fernández” dirigió sus películas[3].
El propósito del presente escrito es el análisis de la representación indígena dentro de dos películas mexicanas Flor Silvestre (1943) y María Candelaria (1944), utilizando como marco conceptual las categorías de Clase y Raza desde la mirada del Colonialismo Interno. Cabe señalar que elegí ambos filmes porque fueron realizados por el mismo director, Emilio Fernández, y protagonizados por la misma actriz, Dolores del Río. Asimismo, en las dos películas evidencian lo que en antropología se conoce como “el buen salvaje”[4], aquel que vive alejado de la ciudad, de lo moderno y occidental, que no conoce de vicios o pecados, no está inserto dentro del capitalismo, más bien se conserva puro, bondadoso, es uno con la naturaleza, pero ante todo es algo verosímil e ideal. Para poder llevar a cabo lo cometido, la metodología que utilizo es la etnografía en cada filme, con la intención de extraer diálogos, escenas y procesos dentro de la historia que me sirvan para realizar el análisis.
En primer lugar, Flor Silvestre está ambientada en un contexto revolucionario en el Bajío de Leer más