Maid y la evidencia de que el sistema es el problema

Por Eunice Sánchez

Qué difícil es identificar todo lo que engloba la violencia. La palabra en automático nos hace pensar solo en golpes, moretones, gritos y sangre. O sea, evidencia tangible y visible. Hemos crecido con la ilusión de que sólo cuando te pegan, te están violentando, pero, ¿violencia psicológica, económica? Eso no existe, nos decían.

Recientemente, en la plataforma de streaming Netflix salió una serie que —muy atinadamente— plasma todos los tipos de violencia doméstica que puede haber y de las que son víctimas las mujeres, sumado a las condiciones precarias en las que muchas veces se materna.

Maid, —Las cosas por limpiar, en español—, es una serie de 10 capítulos que nos va narrando y mostrando el proceso de afirmación de una víctima de violencia, de una joven mujer, madre de una pequeña de 3 años, que sale huyendo de la casa donde vivía con su pareja. En las primeras imágenes podemos ver que Alex (la protagonista), por la noche, toma a su pequeña en brazos, una mochila, y sale para arrancar su camioneta y huir.

Alex sale con poco dinero, casi nada de alimento, y mucho miedo. Conforme van avanzando los capítulos y vamos soltando varias lágrimas (porque honestamente, la serie está bien hecha y logra tocar las fibras y los recuerdos de muchas de nosotras, que es prácticamente imposible no llorar), vamos aceptando y descubriendo junto a la protagonista, que la violencia doméstica es múltiple, es amplia y la mayoría de las veces invisibilizada. Y con esto me refiero a que sucede en lo privado, en lo íntimo, dentro de cuatro paredes, y muchas veces sin testigos. Por eso la violencia doméstica es muy difícil de comprobar, porque casi siempre sucede en secreto, y en silencio. Y en la serie lo plasman muy bien, por eso es que Alex nunca puede comprobar verdaderamente frente a las autoridades (inútiles siempre) que era víctima de violencia.

Pero quisiera recordar el capítulo (que para mí fue clave) en el que Alex habla con la trabajadora social para poder tener un lugar donde pasar la noche. La trabajadora social le hace una serie de preguntas para poder ubicarla en el mejor lugar, una de esas preguntas era si ella sufría violencia doméstica, y nuestra protagonista contesta que no. La trabajadora le dice que de ser así, había un lugar donde ayudaban a mujeres víctimas de violencia y Alex dice que no quisiera quitarle un lugar a una mujer que realmente estuviera siendo violentada.

Esto es clave para comprender bien todo lo que sucede en la serie.

El que Alex no se reconociera como víctima de violencia no era porque estuviera cegada por amor, ya que ella sale huyendo de su relación, precisamente porque se dio cuenta que algo ya no estaba marchando bien, que tenía miedo y que ahora temía por su hija. Ella no cree que sufriera violencia, porque no tenía marcas, porque no había golpes hacia ella ni hacia su hija, y principalmente porque tenía un hogar, una «familia». Y porque socialmente la violencia psicológica, económica y verbal están normalizadas en el concubinato, de tal manera que no se considera violencia.

 

El consumo de alcohol y su relación con la violencia

Sean, la pareja de Alex, es alcohólico. En la serie afortunadamente (y digo que es una fortuna porque desmienten que el consumo excesivo de alcohol se puede controlar), desarrollan su papel envuelto en una adicción fuerte que termina por afectar de manera permanente su relación con su pequeña hija. Sean ejercía violencia de manera drástica casi siempre que estaba bajo los efectos del alcohol sin importar si estaba presente su hija. Lo que seguramente a muchas mujeres les trajo duros recuerdos.

Socialmente está normalizado, aceptado y muchas veces aplaudido que el hombre se exceda en su consumo de bebidas alcohólicas y que su pareja mujer no se queje, no se pueda enojar ni reclamar. Especialmente aquí, en México, el machismo nos ha obligado a aceptar que al hombre se le permitan todo tipo de excesos, por el solo hecho de ser proveedores. Cuando se ha comprobado ya con datos duros que el trabajo de crianza y de las labores domésticas es eso, un trabajo no remunerado en el que las mujeres son las principales encargadas.

Esto nos liga automáticamente a la violencia económica. Al ocuparse de la crianza y del hogar sin poder tener tiempo para un empleo remunerado, muchas mujeres se ven limitadas en cuanto a recursos económicos o para uso personal. Dependiendo únicamente de su pareja, quién las tiene totalmente limitadas con el dinero. En la serie claramente podemos ver cómo Sean chantajeaba a Alex diciendo que nadie más podría cuidar de su hija si ella trabajaba y que él se encargaría de los gastos del hogar. Incluso en repetidas ocasiones gastaba dinero, que podría ser para el mantenimiento del hogar, en alcohol. Y dejaba claro que ella no podía cuestionar su actuar con el dinero, ya que él era el que trabajaba.

El hecho de que las mujeres dedicadas a los cuidados, crianza y mantenimiento del hogar no puedan recibir remuneración económica es una falla más del sistema en el que vivimos. Porque está hecho para beneficio de los hombres, y no para apoyar a una madre que quiere reinsertarse al campo laboral, pues nos reconocen como únicas responsables de la crianza y el hogar.

Pero, volvemos al inicio, las mujeres madres que se ven afectadas por este tipo de violencia no son tomadas en cuenta, porque por décadas los matrimonios se han llevado así. Por medio de chantajes, abusos emocionales y psicológicos, demasiadas madres no se reconocen como víctimas de violencia.

 

Las múltiples fallas del sistema y su nula participación en la crianza

Maid nos pone sobre la mesa que el sistema hace que sea todo un viacrucis que las madres solteras (y no solteras) se reincorporen al mercado laboral. En México hay pocas oportunidades para que una madre pueda combinar la maternidad y el empleo o que permita llevar a las hijas e hijos al trabajo.

Pero la crianza debe ser política, esto es, que también debe ser responsabilidad del Estado colaborar con la crianza, brindando apoyo y opciones para madres trabajadoras, y permitiéndoles generar ingresos sin descuidar a las hijas e hijos. Quizá creando jornadas de trabajo con menos horas, o poniendo algún programa de cuidados para el hogar sin costo, extendiendo el permiso de maternidad por lactancia e, incluso, posibilitando llevar a los bebés al trabajo para no interrumpir la lactancia materna.

Sin todo esto, mejor dicho, si nada de esto existe o no llega a los lugares más marginados, la violencia doméstica seguirá atacando a más mujeres. Ya que no contarán con oportunidades para salirse de casa de su agresor, o como pasa en la serie, en algún momento los recursos se acaban y no encuentras apoyo y vuelves a la casa de dónde saliste huyendo,  porque no tienes a donde acudir.

A manera de conclusión, me voy a arriesgar a decir que Maid es una serie basada en infinidad de historias de mujeres al rededor del mundo que están pasando por situaciones de violencia y que es importante entender que no tiene un único mensaje, sino que se trata de comprender que la violencia doméstica es una consecuencia más del sistema patriarcal y capitalista que todavía nos tiene sometidas en muchos sentidos a las mujeres, que no nos permite tener mejores oportunidades y que todo el tiempo nos van señalando, ya sea por no trabajar, o por salir y dejar a las y los hijos, o por caer en depresión porque las circunstancias te han arrojado a un vacío infinito.

Como toda serie comercial, nos meten líos amorosos y dramas innecesarios, para que, por supuesto, la serie tenga más audiencia, pero quitando la figura masculina que quiere salvar a la chica, es una serie realmente rescatable. Toca temas como la sororidad, la empatía y la comprensión entre mujeres y, sobre todo, recalca que tanto vivir una situación de violencia como el proceso que cada una lleva es completamente distinto de una a otra mujer, y que lo que realmente ayuda es nunca desistir en dar apoyo y contención.

La serie me hizo llorar, reír y sentir alivio, porque al final del túnel, hubo una salida, y creo que se trata de eso. De que cada mujer que está siendo víctima de violencia no pierda la esperanza. Qué la fuerza y la garra están dentro de cada una y que siempre habrá espacios seguros donde nos sintamos a salvo. Qué es responsabilidad del Estado y de las autoridades hacer bien su trabajo y que es nuestro derecho exigir un trato digno en cada uno de los momentos del proceso tan difícil al denunciar violencia de cualquier tipo. Y al final, volvernos a buscar, reencontrarse una misma, y no parar hasta alcanzar nuestros sueños, por más difícil e inalcanzable que eso parezca, se puede lograr.

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