Psicoanálisis y lazo social: perspectivas sobre alteridad, subjetividad, lenguaje y violencia

Por Jimena García[1]

psic.jimena.garcia@hotmail.com 

Imaginemos un momento mítico, intentando aprehender el pasado, millones de moléculas se encuentran dispersas, suspendidas en el aire, de inicio no hay contacto entre ellas; conforme el tiempo, comienza a densificar tal aire y en determinado momento se encuentran, tal encuentro produce un cambio inmediato en su conformación, se alteran entre sí, algunas se unen formando moléculas mayores, paulatinamente casi ninguna molécula conserva su forma anterior, han sido modificadas al encuentro con otro y ya poco se sabe cuál fue su forma original; desde esta ficción mítica (en tanto refiere a un origen) comprendo la alteridad, donde alter es el otro y el encuentro genera una huella ya en sí misma alterada.

La relación con otro es determinante en la formación del aparato psíquico del sujeto y las formas de relación con sus semejantes; este otro altera, modifica al sujeto, inscribiendo huellas que vienen desde el marcaje producido por la voz de la madre, el olor, hasta las formas de representar el mundo externo. Tales huellas tendrán como característica fundamental su alterabilidad, es decir, las huellas pueden percibir ilimitadamente nuevas huellas siendo modificadas por dicho contacto; siguiendo este camino daremos cuenta de la imposibilidad de saber acerca de un origen asignado del aparato psíquico. Sin embargo, es en la búsqueda de un origen que habrá, en algún momento, una resignificación en la misma línea del trauma al cual Freud hizo referencia como aquellas impresiones de temprana vivencia y olvidadas en el transcurso del tiempo, siendo vivencias en el cuerpo propio o percepciones sensoriales las más de las veces de lo visto y oído; tanto la huella como el trauma se encuentran atravesados por el fenómeno de retardamiento, mediación temporal de los eventos de vida, los cuales podrán reordenarse y resignificarse posteriormente creando en determinado momento nuevas versiones de la historia del mismo sujeto.

El ser humano no tiene injerencia en el proceso de su constitución psíquica, siendo ésta resultante de un accidente en el que otros se hicieron presentes, en primera instancia se encuentra la madre, primer contacto de ese bebé con el mundo. Piera Aulagnier señala que la relación madre-hijo se encuentra instaurada desde la fecundación, la madre deposita en ese que está por nacer sus fantasías y deseos creando así una relación imaginaria con el hijo, objeto de deseo, generando un fuerte impacto en la forma en que este hijo es asimilado por la madre y por tanto repercutirá en el sostén y la mirada que se le proporcione una vez nacido. La madre o el cuidador principal tendrá además una función fundamental en el sujeto y es la inserción de éste en el lenguaje. Lacan refiere que la lengua materna es vehiculizada por la madre a través de lalengua, la cual “ha sido hablada y también oída por tal y cual en su particularidad, encontrándonos con ella en su retorno a través de sueños, todo tipo de tropiezos y maneras de decir”, siendo la inserción del lenguaje un acto individual, diferenciado en su totalidad al de otros sujetos, pero a su vez posibilitado siempre por otro.

Bion hace referencia a la capacidad de rêverie de la madre, es decir, a su posibilidad de sintonizar con las necesidades de su bebé y devolverle su experiencia emocional, teniendo entonces la función tranquilizante de pensar por él; la madre deberá renunciar en un momento dado a dicha función con el fin de dar lugar a la constitución de sujeto de su hijo, la cual tendrá que ver con la posibilidad del niño de producir pensamientos propios sin que estos sean leídos por ella. Lacan refiere en relación a ello: el otro no lo sabe todo de mí, tener una reserva psíquica de opacidad protegerá al sujeto rescatándolo de ser asimilado en su totalidad por algún otro, el cual posibilita diferenciación, ese no es yo, dando cabida a encontrar en él un semejante o desligarlo de esta última posición para cosificarlo, lo cual hace sentido con la relación descrita anteriormente, la madre que no es capaz de dar posibilidad de pensamiento a su hijo sosteniéndose ella misma como única posibilidad de vida para él, objetualiza a este sujeto en la línea de su deseo, instrumentándolo como satisfactor de otros, lo cual es similar al modo de producción capitalista, donde el sujeto vive para producir algo para el otro.

El psicoanálisis obtiene sus medios a partir de la palabra en tanto ésta confiere al sujeto un sentido, el cual es posible pensar en equivalencia al Yo soy heideggeriano, enunciación del ser que ostenta el carácter del ser-en-el-mundo del hombre, sosteniéndome desde Heidegger clarifico: El ser-ahí es el ente que se caracteriza por el hecho de ser-en-el mundo que implica manejarse en el mundo y demorarse de un ejecutar, contemplar, interrogar; este ser-en-el-mundo es un ser-con otros, en un encuentro reciproco ser-para-otros; en tanto, el ser unos con los otros en el mundo, el compartirlo, a la par, tiene un modo fundamental que es el hablar con otro sobre algo expresándose, insertándose así al ya mencionado ser-en-el mundo del hombre. Así, cuando un sujeto habla, enunciándose, apropiándose de su discurso desde su particularidad y se hace escuchar por otro se anuda parte del lazo social.

El encuentro del analista (como otro) con el analizante genera la posibilidad de construcción de una historia, en tanto esta última se encuentra constituida por la palabra dirigida a otro. Lacan menciona que “los acontecimientos se engendran en una historización primaria, es decir, la historia se hace ya en un escenario donde se la representará una vez escrita, lo que enseñamos al sujeto a reconocer como su inconsciente es su historia, le ayudamos a perfeccionar la historización actual de los hechos que determinaron ya su existencia”

 La narración en búsqueda de historiar la vida que construye el sujeto a partir de la palabra de manera definitiva estará marcada por la falta, ya que produce en sí misma una ficción, a pesar del esfuerzo por construir el quién soy y cómo llegué aquí nos encontraremos con el no saber acerca de lo originario, habrá situaciones que recordemos sin duda, pero probablemente esto sea una distorsión, en la misma línea de la elaboración secundaria del contenido onírico de aquello que realmente ocurrió.

Walter Benjamin refiere “Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro” de esta forma aquello que resplandece figura selectivo, análogamente pienso al sujeto buscándose en el discurso de otros; Jorge Luis Borges nos señala: “Entre los lnmortales, en cambio, cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo.” lo cual podríamos suponer en la línea del retorno en lo transgeneracional, a lo que Freud hace referencia como “aquellas vivencias del yo que se repiten con la suficiente frecuencia e intensidad en muchos individuos que se siguen unos a otros generacionalmente”; Derrida, por su parte, refiere que “los caracteres adquiridos como parte del archivo biológico y sus huellas bien podrían seguir relevos transgeneracionales y transindividuales extremadamente complejos, lingüísticos, culturales, cifrables y cifrados en general, transitando así por un archivo cuya ciencia no es firme” dando aquí noción de la alterabilidad de la huella, la cual ─como la ciencia de archivo─ no es firme, sino modificable. Derrida continúa, “somos sensibles a una analogía, y retomando a Freud puntualiza: «no podemos representarnos el uno sin el otro.»  Sin la fuerza y la autoridad irreprimible, es decir, solamente suprimible y reprimible, de esta memoria trans-generacional, los problemas de los que hablamos se disolverían o resolverían por adelantado. En adelante ya no habría ni historia esencial de la cultura, como tampoco cuestiones acerca de la memoria o el archivo.

Vemos, entonces, cómo el sujeto va encontrando trazos de su circunstancia de vida anterior al establecimiento del registro de la memoria, la cual desde Derrida ligo a la pulsión de muerte propia de lo vivo que implica autodestrucción, el sujeto se desvanece, se olvida para registrar y dichos nuevos registros serán distorsionados y ligados a la vez por la característica ya antes mencionada de la alterabilidad.

No podemos pasar por alto a Freud que nos puntualiza: “el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino lo actúa. No lo reproduce como recuerdo sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace” así, repetimos para no olvidar, de esta forma nos encontramos con el retorno y la resignificación en la posterioridad de recuerdos previamente alterados, lo cual nos llevará a pensar la intersubjetividad.

Al referirme a subjetividad haré referencia al sujeto marcado por una particularidad en torno a sus relaciones con otros, el efecto que tiene sobre él la cultura en que desarrolla su vida, y en su forma de percibir, pensar y sentir las circunstancias sociales a las que debe enfrentarse en el día a día, lo anterior comprendido como un espacio particular y único, en tanto lo expuesto con anterioridad.

Michael Foucault menciona en el texto “Subjetividad y verdad” que para crear una historia de la subjetividad es necesario realizar una indagación sobre los modos instituidos del conocimiento de sí y sobre su historia, el hilo conductor que parece más útil para llevar a cabo tal indagación está constituido por lo que podríamos llamar «técnicas de sí», es decir, por los procedimientos existentes sin duda en cualquier civilización, que son propuestos o prescritos a los individuos para fijar su identidad, mantenerla o transformarla en función de cierto número de fines. De esta forma se puede pensar el concepto de subjetividad teñido por el poder que la cultura ejerce sobre el individuo y la respuesta de éste ante las prohibiciones, tabúes, usos y costumbres propios de dicha cultura; los cuales conforman, siguiendo a Foucault, las «relaciones consigo mismo», con su armazón técnico y sus efectos de saber.

Ahora, tras una aproximación acerca de aquello que sucede con el sujeto me gustaría pensar en los sucesos actuales por los que atraviesa este sujeto en México; en relación a Foucault, contextualicemos a tal individuo. Nuestro país, ─por iniciar en algún punto, y no por ello excluyo otras sociedades y culturas─ se encuentra expuesto a formas de violencia desoladoras, no podemos ignorar el incremento de feminicidios en nuestro país, las desapariciones, Los 43 normalistas de Ayotzinapa, secuestros, cuerpos mutilados con mensajes de amenaza; entre muchos otros.

Preguntémonos ¿Cuál es nuestra participación en todos estos sucesos? Resulta sencillo, incluso cómodo identificar la responsabilidad de estructuras de poder inmediatas, el Estado, las Direcciones Institucionales, etc., ¿y nosotros? En redes sociales se hace viral el lema “Fue el Estado” resultado de la responsabilidad que se le atañe a una estructura de poder fallida donde queda expuesta la impunidad, el descaro de gobernantes impuestos que sólo buscan beneficios económicos propios, circunstancia que está hundiendo nuestra economía y fuerza para luchar, nos cohesionamos ante dicha indignación, la cual se acrecienta tras otro evento catastrófico, donde quedan expuestas las muertes por goteo en nuestro país. Judith Butler mencionó en su visita a México en el año 2015:

“… no hay manera de venir a México hoy en día sin participar como hoy en un acto de duelo colectivo y sin unirse en solidaridad con quienes demandan justicia ¿Cómo puede haber justicia cuando los que están en el poder son injustos? ¿Cómo puede haber manifestaciones cuando la policía que se supone ha de proteger ese derecho de reunión detiene, dispersa, acosa, hiere e incluso mata a quienes ejercen ese mismo derecho? no hay olvido. Si olvidamos que estamos de duelo nos convertimos en puros recipientes de rabia, y si olvidamos convertir nuestra rabia en exigencia de justicia nos convertimos en pura destrucción frente a la destrucción, si nos entregamos a la aflicción perdemos la rabia que necesitamos para la exigencia de justicia y para el futuro político de la libertad, así quienes resisten ante el sistema económico como al Estado están corriendo un riesgo a partir de su cuerpo, exponiéndose incluso a la muerte, y en lo terrorífico a la muerte sin dejar rastro…”

¿Cómo estamos seguros de nuestra posición, teniendo en cuenta que ésta es variable en relación a diferentes momentos? Sabiendo, además, que la dialéctica del poder implica movimiento y las posiciones se intercambian; si nos constituimos en relación a otro como se puntualizó anteriormente y dicha constitución deriva de las formas sociales en las que nos desenvolvemos entonces como sociedad somos co-responsables de los acontecimientos ya mencionados, si no somos capaces de dar cuenta de nuestra propia violencia en el discurso, en el maternaje, en la educación, en el abandono entonces no podremos tomar riendas en intentar poner un alto a lo avasallador del contexto social en el que vivimos, hablarlo, pensarlo, es nuestra posibilidad de dar cuenta de su existencia, así, convoquemos nuestra capacidad de pensar las violencias propias, las cuales radican, en ocasiones, en el sólo hecho de ignorar lo que ocurre a nuestro alrededor o darlo por natural. Freud nos señala el espanto que surge ante el enorme gasto de compulsión inevitable frente al panorama asocial que prevalecía ya desde ese entonces, y no dejo de pensar el espanto como el retorno de lo ya visto, oído, sentido y que desvinculamos de lo propio.

El ejercicio de la violencia no es un evento novedoso, ha estado presente en el ser humano desde nuestros primeros registros implicando un mensaje de dominio sobre el otro; Byung-Chul Han refiere que antes de la modernidad, la violencia era omnipresente, cotidiana y visible; haciendo referencia a la mitología griega y a la Roma antigua explica que no sólo se ejercía dicha violencia a través de sangre y cuerpos despedazados, sino en la exhibición de la misma por medio de un teatro de la crueldad público que normalizaba tal ejercicio de poder; desde Han, dichas manifestaciones correspondían a un discurso político en el que se hacía visible el poder del soberano, por tanto no se ocultaba, al contrario, se hacía visible, se manifestaba, la violencia no era muda, sino elocuente y sustancial; en consonancia Derrida refiere que “se puede hacer cesar la crueldad sangrienta, poner fin al asesinato con arma blanca, con guillotina, a los teatros clásicos o modernos de la guerra sangrienta, pero según Nietzsche y Freud, todo eso será suplantado por una crueldad psíquica, que inventará nuevos recursos. Una crueldad psíquica, sería siempre una crueldad de la psyché, un estado del alma, por tanto, siempre algo vivo, pero una crueldad no sangrienta”.

En la actualidad observamos la suplantación a la que Derrida hace referencia, por medio del traspaso de la exhibición al ocultamiento de la violencia y sus  manifestaciones en formas de gran crueldad, no resulta extraño saber de situaciones en las que sujetos salen de sus casas o trabajos y no se vuelve a saber nada de ellos. Hace algunos meses Alex de 13 años fue llevado por sus padres a consulta debido a su bajo rendimiento académico y poca concentración, esto desde su ingreso a la secundaria, con el tiempo y a través de la escucha di cuenta que en general tenía poco apetito y constantes pesadillas cuyo contenido es poco claro, al respecto suele bromear diciendo que lo que soñó “se lo robo el hada de los sueños”, bajo este contexto unos meses después de iniciar su proceso, menciona: “no es de aplauso, pero nadie entrega nada” –¿Qué crees que ocurra?- pregunté, después de un silencio largo comenta “se han llevado a 3 chicas desde que entré a la escuela, se las roban, no sabemos dónde están, una maestra nos habló de las desaparecidas” posterior a ello ambos guardamos silencio ¿qué se puede decir después de esto? ¿Se puede pensar en medio de esto? Son por demás sabidas las reglamentaciones institucionales que impiden prestar auxilio a necesidades tan comunes y urgentes en nuestro contexto social, expresando con ello indiferencia ante el sufrimiento de los ciudadanos, y cuando se encuentra un cuerpo perteneciente al desaparecido(a) de esta forma seguimos viendo cuerpos destrozados, violados, torturados a posterioridad del acto, la mayoría de estos a través de redes sociales, donde videos y fotografías crean la digitalización y reproductibilidad técnica del goce.

La sociedad actual se encuentra entonces en una controversia donde se sabe que la violencia existe, pero se niega; se invisibiliza, pero se muestra a posterioridad, implicando con ello un mensaje político de terror social: otro más poderoso puede hacer daño sin que necesariamente haya una causa, sino la condición de vulnerabilidad propia de lo humano y que se magnifica bajo condiciones puntuales como la pobreza, la diversidad sexual, el ser mujer, niño, adolescente, entre otros.

Requerimos dar cabida al psicoanálisis y la filosofía, generar un vínculo desde dichas posibilidades con las problemáticas sociales resulta necesario, la palabra, la escritura, el pensamiento surgen como formas de resistencia ante el panorama actual, Derrida menciona: “Preguntémonos solamente si lo que se llama psicoanálisis no abrirá la única vía que permitiría, si no saber, si no incluso pensar, al menos indagar lo que podría significar esa palabra extraña y familiar de «crueldad» … aún si el psicoanálisis solo no nos permitiera saberlo, pensarlo, tratarlo, no podría proyectarse hacerlo sin él” .

Tendemos a negar la realidad social dando la impresión de encontrarnos en supuesta paz, no es hasta que los aspectos violentos nos trastocan que creamos cierto pensamiento crítico asociado a la injusticia de haber sido dañado ya sea de forma directa o indirecta, evidenciando la dificultad de reconocer que establecidos en la cotidianidad se es parte de un continuo en el que sucesos que afectan a otros nos abarcan de forma irremediable. Me pregunto si podríamos pensar en una sociedad inhibida, inhibición que implica la renuncia o limitación de una función encargada al yo con el fin de evitar un conflicto intrapsíquico que de llevarse a cabo produciría angustia: “el sujeto inhibido no puede ser espontaneo -creativo- porque continuamente se vive amenazado” de esta forma nos hallaríamos ante características ligadas a la pulsión de muerte, energía no ligada que asegura la constancia retornando así a lo ya conocido. Lo anterior actuaría como defensa adaptativa similar a la negación de la muerte como posibilidad de vivir y soportar la realidad; así, por ejemplo, hay quienes pueden vivenciar la realidad desde posiciones en las que se busca generar distancia ante el otro frente a la desconfianza proveniente de no saber quién es el que se encuentra de frente y si este podría generarle un daño, circunstancia que conlleva a eliminar de forma paulatina lazos sociales de convivencia, esto no solo ocurre entre ciudadanos, es también un tema visible en estructuras de poder como las policías de México las cuales son parte de la escalonada corrupción del Estado; entonces ¿En quién podemos depositar nuestra confianza?

Roberto Esposito señala: la comunidad es, al mismo tiempo, necesaria e imposible y ésta existe únicamente en vías de rescatar (citando a Rousseau) la debilidad propia del hombre, de esta forma podemos retornar a lo ya expuesto en relación a Heidegger, el ser finito arrojado al mundo busca ser-en-el-mundo-del-hombre con fines de cuidado y a la par busca posibilidad de separación de dicho mundo, siendo esto representado en la misma escritura por los guiones que anudan y generan distancia en este ser; de esta forma la comunidad resulta necesaria en tanto la dependencia inherente de los seres humanos y el sostenimiento que resulta de ella, pero imposible en tanto no es capaz de satisfacer todo lo que el ser requiere, el sujeto constituido siempre por otro diferente generará faltas tan particulares que ninguna estructura social a la que previamente haya sido arrojado será capaz de saciar, y ahí es donde podremos dar lugar a la construcción de subjetividades. 

Ahora, a sabiendas de una comunidad imposible y necesaria, pensemos el lazo social cuyo tejido se desdibuja, sustituyéndose por un tejido perverso, en el cual las estructuras de poder como los individuos cosifican a los otros con el fin de satisfacer lo propio, dejando de lado lo comunitario; Félice Nayrou menciona: “la anomia que acompaña la disgregación del lazo social describe una situación de desorden social latente caracterizada por la pérdida de anclajes con la desaparición de un orden, de significaciones, de referencias, la anomia habla de la caída del sentido, del déficit de los valores simbólicos que habían fundado el lazo social.”

Nuestro país tiene actualmente mayor número de jóvenes dentro de su población, los cuales reciben el legado social que hemos construido, los encontramos en desesperanza, manifestación de falta de perspectiva en un futuro, con oportunidades laborales mal pagadas y sin derechos de trabajo, estudiar se vuelve en muchos casos pérdida de tiempo ¿Cómo se puede pensar en estudiar cuando tenemos uno de los mayores índices de pobreza a nivel mundial?¿Qué nivel educacional podemos encontrar en las aulas de educación básica si tenemos profesores desalentados y violentados por el sistema político? Mismo sistema que mata y desaparece a sus estudiantes; damos cuenta que la forma en que se entreteje nuestro actual tejido social no da cabida a la postergación que implica pensar y planear, lo inmediato resuena como vital.

Nos encontramos sumergidos en el presente inmediato, en el que noticias y eventos son fugaces generando impacto momentáneo para ser olvidados rápidamente, olvidamos para dar espacio a más información que se irá con la misma velocidad que llegó, incluso en estudios de Historia se habla de presentismo, historia del presente que nos habla de destiempo y sujetos atomizados que buscan evitar el encuentro con otro, hallando esta posibilidad a través del uso de las redes sociales, por ejemplo. Si estamos condenados a resolver problemáticas inmediatas ¿Cuál es nuestra posibilidad de generar proyectos a futuro? ¿Será que dicha imposibilidad da forma a otra especie de violencia social? Hay una gran necesidad de proyectos, lo anterior incluso para apuntalar a objetos exogámicos. No obstante, se requiere ver más allá de la estructura donde se ha sido depositado, de ahí la importancia de la educación que Silvia Bleichmar refiere acertadamente “si uno educara para las condiciones actuales, educaría psicópatas…es necesario educar para el futuro, no sobre las condiciones existentes, sino las que hay que crear”.

Las condiciones a las que nos enfrentamos nos remiten al vacío de sentido, la crueldad nos confronta a ello y por tanto sume en el terror, nos trastoca y nos sorprende, sin embargo me parece de eso viene la lucha, en la esperanza de resistir, de no caer en lo naturalizado, de no darlo por hecho. Resistimos y nos modificamos, modificación temporal mediada por los sucesos de vida, resignificada posteriormente, es a partir de la pregunta que busco resistir, no procuro dar respuestas, sino aperturar pensamientos, generar una crítica y continuar pensando. Este texto funge introductorio quedando expuesto a la iterabilidad, a la interpretación y en consecuencia forma parte del archivo el cual desde Derrida “no es una cuestión del pasado… es una cuestión del porvenir… si queremos saber lo que el archivo habrá querido decir, no lo sabremos más que en un tiempo por venir, quizá no mañana… pronto o quizá nunca”. Sin poder no escuchar a Freud, me retorna y me recuerda que “no se debe olvidar que las más de las veces uno tiene que escuchar (leer, ver, pensar) cosas cuyo significado sólo con posterioridad discernirá.”

[1] Psicóloga por el Instituto Politécnico Nacional, psicoterapeuta por la Universidad Autónoma de México y Doctoranda del Colegio de Saberes. Especialista en clínica psicoanalítica de adolescentes y trabajo comunitario en zonas marginadas de México.

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