Psicología y educación: una articulación indispensable

Por Aldo Saúl Uribe Nuñez[1]

La relación entre la psicología y la educación es innegable. La psicología, a través de sus metodologías, ha estado presente para que el desarrollo y el aprendizaje del educando sea eficaz y óptimo, para lograr que se adapte a su institución educativa y para evitar el fracaso o deserción escolar. Es así que la psicología y la educación se conciben como dos ciencias interrelacionadas, las cuales se pueden apoyar mutuamente en la investigación y/o solución de problemáticas psicosociales y educativas.

La unión de la psicología y la educación la podemos encontrar desde que se comenzaron a estudiar, en una primera etapa, los procesos del aprendizaje animal comparados con el comportamiento humano. Posteriormente, en los estudios sobre el desarrollo vinculados al aprendizaje y, actualmente, implicándose en las decisiones concernientes a los objetivos de la educación, la formación del currículo o el mejoramiento de los métodos de enseñanza-aprendizaje (Coll, 1991 citado en Hernández y Capote, 1996).

Son escasos los estudiosos y académicos que dediquen su quehacer a la psicología relacionada con la educación, sin embargo, a lo largo del desarrollo de la psicología, cada vez son más las aportaciones y metodologías de la educación en la explicación de los problemas y fenómenos psicosociales y viceversa. El presente artículo tiene el objetivo de analizar la relación entre la psicología y la educación en la explicación e intervención de las problemáticas educativas y psicosociales. A manera de conclusión, se describe el gran valor de la interrelación entre estas dos ciencias y de qué forma el educador o el psicólogo puede hacer uso de ellas en su quehacer investigativo.

Psicología y educación, ¿qué relación tienen?

¿Qué es la educación? ¿Cómo se representa en el mundo occidental? Son diversas las definiciones y concepciones de la educación, determinadas por un momento sociohistórico y sociocultural específicos, por ello, no existe una definición esclarecedora. De forma general, en la educación encontramos tres dimensiones: 1) la naturaleza (base que forja el carácter); 2) la palabra (instrucción) y 3) el hábito (ejercicio o práctica), es por la educación que se consigue el crecimiento y desarrollo de la virtud, un bien social que permite que las sociedades se desarrollen económicamente, culturalmente y socialmente. González (2019) describe que educar es esencial para el desarrollo social, para formar sociedades más justas y sostener la vida democrática.

La educación no debe conceptualizarse como un proceso individual, en el cual se encuentran los comportamientos, las aptitudes, las capacidades intelectuales, las cualidades, etc., del educando; elementos construidos desde su nacimiento y posteriormente expresados en su socialización, sino que debe concebirse desde el punto de vista social, puesto que es a través de las personas, las instituciones y la socialización donde logramos aprender y educarnos.

La educación en psicología social se puede construir y abordar desde distintos niveles: 1) interindividual, el cual hace referencia a las características individuales de la persona (motivación, identidad social, actitudes, etc.); 2) grupal, centrándose en la consideración de la clase como grupo (dinámica grupal); 3) organización educativa, contemplando al centro docente como una organización laboral, cuya estructura estará condicionando todos los procesos que en ella tienen lugar a través de sus objetivos, roles asignados, normas, etc.; y 5) comunitario, que, sin duda, es uno de los niveles de mayor importancia, ya que se toman en cuenta aspectos que abarcan todo el contexto (política educativa, reglas/normas, barrio, familia, grupos de pertenencia, etc.).

Ahora bien, podemos decir a través de lo analizado que gran parte de las problemáticas psicosociales tienen una connotación educativa, ya que es por medio de la educación (sobre todo en países occidentales) donde la persona socializa, aprende y forja su identidad y comportamientos. Es por eso que cada día son más los psicólogos sociales que se interesan por las implicaciones de la educación en el individuo, el grupo y la sociedad. Ovejero (2007) refiere que, a lo largo de las últimas décadas, se ha visto una progresiva aproximación entre la psicología y la educación, ambas ciencias sociales que se preocupan por las problemáticas que aquejan a la comunidad y a las personas. Por una parte, los psicólogos de la educación retoman las implicaciones de los problemas psicosociales en la educación y, por otra, se preocupan cada vez más por los problemas educativos.

El mismo autor nos explica que la historia de la psicología social aplicada a la educación se caracteriza por cinco hitos que nos hacen comprender sus bases epistemológicas: 1) la sociometría de Moreno, campo que nos permite conocer la estructura real del grupo-clase así como el estado del alumnado dentro de ella; 2) el estudio del liderazgo del profesor, mediante la tipología de Lewin, Lippitt y White; 3) desegregación escolar, proveniente de la integración de personas de distintas etnias al grupo escolar (blancos y negros); 4) expectativas del profesor y sus efectos, el estudio de las expectativas interpersonales y su influencia en el desarrollo y dinámica del grupo-clase; 5) aprendizaje cooperativo, rama fundamental y de gran importancia actualmente, donde se analizan distintas variables (inteligencia, rendimiento escolar, motivación escolar, etc.) como construcciones sociales formadas a través de la interacción social (Ovejero, 2007).

El psicólogo social de la educación, además de estudiar al individuo en un contexto educativo, debe evaluar y analizar los estilos de liderazgo del profesor, las relaciones profesor-alumno alumno-profesor, las normas grupales, los grupos de poder, el clima grupal, etc., mecanismos de carácter psicosocial.

La psicología y la educación en el estudio de problemáticas educativas. Sobre la deserción escolar

Históricamente ha existido un debate en torno a la deserción escolar: los profesionales de la educación se preguntan si el fracaso del alumno en su educación se debe a características individuales (capacidad intelectual, cualidades, talento, etc.) o a factores meramente sociales (pobreza, desigualdad social, discriminación, falta de infraestructura y recursos económicos, etc.). Lo cierto es que tanto factores individuales como sociales están en juego. No obstante, ya el pedagogo y educador Paulo Freire nos advirtió de los peligros de individualizar las problemáticas educativas, dejando de lado los problemas y fenómenos sociales que imperan en un contexto y que tienen repercusiones en la vida educativa e intelectual de las personas.

Paulo Freire devela las implicaciones de la educación al servicio del poder dominante, y nos señala que una educación al servicio del capital no es liberadora y genera desigualdad social y exclusión. Para Freire, el profesional de la educación debe fomentar una educación orientada a la humanización del hombre, a su liberación de la ideología dominante, a su concientización y a su formación de conciencia de clase (Freire, 2005).  

Siguiendo el punto de vista anterior, el arquitecto y filósofo Juhani Pallasmaa puntualiza, aunque en el ámbito artístico y arquitectónico, que:

El deber de la educación es cultivar y apoyar las capacidades humanas de imaginación y empatía, pero los valores dominantes de la cultura contemporánea tienden a disuadir la fantasía, a suprimir los sentidos, y a petrificar la frontera entre el mundo y el yo. La educación en la creatividad hoy en día debe empezar a cuestionar lo absoluto del mundo y a expandir los límites del ser. El principal objetivo de la educación artística no debe hallarse en los principios de la factura artística, sino en la personalidad del estudiante y en su imagen del mundo (Pallasmaa, 2018: 82).

Aunque Pallasmaa nos habla desde la perspectiva artística y arquitectónica, lo mismo podemos decir de la educación como disciplina y práctica: olvidamos la verdadera esencia de la educación cuando nos alienamos a la cultura e ideología dominante, con el capital y no damos espacio a la creatividad, a las características individuales de las personas y a su subjetividad. Esto, consciente o inconscientemente, permite legitimar discursos y prácticas segregacionistas y discriminatorias que exacerban la desigualdad social.

Particularmente, la deserción y fracaso escolar se deben a diversos factores que influyen en su desarrollo, reproducción y dinámica. América Latina se ha visto afectada de forma considerable por la deserción escolar, la CEPAL (2003) en un estudio realizado reportó que, en promedio, cerca de 37% de los adolescentes en Latinoamérica que tienen entre 15 y 19 años de edad abandona la escuela en el transcurso del ciclo escolar. Este informe también nos muestra que la mayor parte de la deserción se produce una vez que se completa la secundaria y generalmente en el primer año de la enseñanza media superior.

Algunos estudios realizados en México asocian el problema de la deserción con diferentes factores: 1) económicos, falta de recursos en el hogar como la necesidad de buscar un empleo; 2) ausencia de infraestructura pertinente para impartir educación superior; 3) problemas familiares, relacionados con enfermedades físicas, maternidad, violencia, quehaceres en el hogar; 4) falta de interés de los jóvenes y los padres de seguir estudiando; y finalmente, 5) bajo rendimiento escolar, una conducta inadecuada e irresponsable en los alumnos por realizar tareas asignadas (Merino, 1993 citado en Abril et al, 2008).

Tomando la argumentación anterior, podemos deducir que la deserción escolar, así como las demás problemáticas educativas en México, son multifactoriales y éstas se deben a las inadecuadas instalaciones e infraestructura educativa o a la falta de recursos, así como a las problemáticas psicosociales que repercuten directamente en la vida de las personas (pobreza, criminalidad, desempleo, etc.). Lamentablemente, algunas veces vemos que la psicología y la educación siguen legitimando discursos discriminatorios que se hacen pasar por teorías científicas y que culpan al educando de su fracaso escolar.

A modo de comentario final

Como profesionales en el ámbito educativo, debemos realizar un trabajo científico, ético y humano en aras de dar solución a las problemáticas educativas, todo esto de la mano del conocimiento del funcionamiento de los grupos humanos, así como de las técnicas implementadas en la dinámica de grupos. En un mundo en constante cambio y globalización, es necesario que el psicólogo y el profesional de la educación dé cuenta de los diversos cambios socioculturales, económicos, científicos, etc., aspectos que deberá considerar al momento de intervenir e investigar sobre una problemática psicosocial y educativa.

La psicología y la educación son dos ciencias interrelacionadas entre sí que se complementan mutuamente. Su valor está en que el psicólogo y el educador pueden hacer uso de sus diferentes metodologías y prácticas para intervenir en aquellas problemáticas psicosociales y psicoeducativas que aquejan al educando o a una comunidad particular. Lejos de ver a estas disciplinas como contrarias, es menester pensarlas como dos ciencias que nos pueden nutrir al momento de trabajar, intervenir y/o investigar una cuestión educativa y psicosocial.   

 

 

 

Bibliografía.

Abril, E., Román, R., Cubillas, M., y Moreno, I. (2008). ¿Deserción o autoexclusión? Un análisis de las causas de abandono escolar en estudiantes de educación media superior en Sonora, México. Revista electrónica de investigación educativa10(1), 1-16.

Comisión Económica para América Latina y el Caribe. (2003). Elevadas tasas de deserción escolar en América Latina. En CEPAL, Panorama Social de América Latina 2001–2002. Consultado el 9 de noviembre de 2022 en: http://www.eclac.cl    

Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI Editores.

González, T. (2019). La educación es un derecho, no es un privilegio. Diálogos sobre educación. Temas actuales en investigación educativa, 10(19), 1-15.

Hernández, F., y Capote, M. C. (1996). Psicología y educación. Cuadernos de pedagogía, 253, 50-57.

Ovejero, A. (2007). Las relaciones humanas. Psicología social teórica y aplicada. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva.

Pallasmaa, J. (2018). Habitar. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, SL.

 

 

[1] Licenciado en Psicología (UdeG); Especialista en Diagnóstico Clínico y Tratamiento de los Trastornos Mentales (AMSP, A.C.); posee una Formación en Psicogerontología (AEEP, A.C.); una Formación Psicoanalítica Especializada (AMSP, A.C.); un Diplomado en Criminología (ELCPAPO); un diplomado en Administración Pública (ELCPAPO); un Diplomado en Seguridad. Problemas y Perspectivas (ELCPAPO) y un Diplomado en Derechos Humanos, Reparación Integral y Acceso a la Justicia (PLAGCIS). Se desempeñó como asistente de investigación en distintos centros de investigación como el Departamento de Ciencias del Comportamiento (CUValles, UdeG), el Centro de Investigación en Comportamiento y Salud (CUValles, UdeG), el Departamento de Sociología (CUCSH, UdeG) y el Departamento de Estudios de la Comunicación Social (CUCSH, UdeG). Ha sido ponente en congresos y coloquios nacionales e internacionales. Ha escrito artículos en revistas académicas estudiantiles y medios digitales sobre psicología social, vejez, estudios sobre juventud, educación y salud mental. Actualmente es estudiante de la Maestría en Humanidades, Línea Formación Docente con eje de especialización en Ciencias Sociales, Humanidades y Comunicación (UAZ) y trabaja como académico independiente.

Publicado en Infancia y Educación y etiquetado , .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *