Pedro Páramo y el estereotipo inconsciente del «padre mexicano ausente»

Imagen tomada de institutoculturaldeleon.org.mx  

Por Alberto Rojas[1]

Juan Rulfo, en su obra más icónica, nos sumerge en un confuso, melancólico y sombrío mundo atemorizante y lleno de penas; todo inicia con aquellas palabras que muchos de sus lectores recordaremos, recitándolas casi como una letanía: “Vine a Comala porque me dijeron que a acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo…”.

Más allá de las referencias históricas a un pasado que dejó heridas en la sociedad mexicana, que aún no cicatrizan del todo, Pedro Páramo está repleta de metáforas ―conscientes o inconscientes, no se puede saber con certeza― sobre las particularidades del arquetipo de la paternidad en México, y sobre sus consecuencias no solo sociales, sino individuales.

Si nos ponemos a buscar, incluso en nuestros conocimientos de cultura pop, seguro encontramos a un personaje varón, mexicano de nacimiento o ascendencia, desventurado en México o en el extranjero, cuyo padre no conoce o no ha visto en años. Autores que se dirigen al público infantil como Alire Sáenz o series populares estadounidenses están llenas de estos personajes. En ese sentido, es interesante observar que no solo culturas extranjeras perciben de esa forma la paternidad mexicana; los mexicanos mismos lo admiten a través de sus expresiones artísticas, sus conductas y sus decisiones colectivas. Y lo han hecho desde siglos.

Pedro Páramo, este egoísta, violento y desalmado personaje, tuvo tantos hijos, con tantas mujeres, que ni él llevaba la cuenta. La gran mayoría de ellos, abandonados en la ilegitimidad y el rencor. Dejados a la deriva en un pueblo con una falsa moral, que se derrumbó bajo el enorme peso de su monstruoso tirano.

 En su obra, Rulfo nos recuerda cómo en los conflictos armados de la historia mexicana se han dejado tras de sí muertes innecesarias, traumas profundos, derechos profanados… y huérfanos. Una legión de ilegítimos pequeños sin apellido paterno. Niños cuyo padre fue el rencor, el odio a esa figura que brilla por la crueldad de su ausencia. Niños nacidos bajo circunstancias macabras como, por ejemplo, el resultado del paso de las tropas revolucionarias por los pueblos llenos de mujeres solas, incapaces de defenderse, a sus cuerpos, sus almas o su dignidad como seres humanos. 

 Leer Pedro Páramo nos recuerda, con tristeza y agobio, que aquellos niños que vivieron su vida bajo la sombra del rechazo de un hombre frío en una infancia llena de conflictos emocionales no han hecho, por generaciones, más que repetir los patrones. Sumidos en su egoísmo, sumergidos en su propia desdicha, tal como sucede en la novela,  los hombres mexicanos parecen olvidar que existen otras personas que también sufren. Personas pequeñas, indefensas, que son su responsabilidad. Víctimas de un miedo y una incertidumbre que no saben expresar más que con medios violentos, y hasta sangrientos, optan por una salida fácil: huir. Tal vez regresar de vez en cuando, por temor a ser olvidados, o tal vez nunca, perdiéndose en un pajar insondable.  

¿De qué huyen o se ocultan los padres en los medios de expresión mexicana? ¿De la responsabilidad? ¿Es acaso una inmadurez nunca superada por una infancia mal vivida y que se contrapone a los deseos de un cuerpo adulto? ¿O acaso le temen al neonato, a su reflejo encarnado, su próximo rival o guardián del afecto y cordura que les queda? La indiferencia, que pareciera ser una conducta fruto de una falta de juicio, podría tener una raíz compleja y profunda en nuestra cultura.

 Juan Preciado, uno de los narradores de la novela, es el ejemplo preciso del dolor y de aquel destino que los hijos sin padre parecen tener en nuestra sociedad machista. Aún en contra de su voluntad, tuvo que ir al pueblo que su padre prácticamente “gobernó”. Donde no obtiene absolutamente nada más que encuentros con fantasmas que penan indefinidamente y un muy trágico destino. Es como si Rulfo insinuara que nadie puede escapar de su legado, por mucho que lo intente. Todos terminarían por regresar a Comala, para morir ahí, donde un tal Pedro Páramo, un tal… hombre, al cual no conocieron más que por palabras de terceros, vivió alguna vez, regando desgracia en el mundo.   

Lacan, en sus teorías sobre la conformación de la psique y el complejo de Edipo, habla sobre el papel de un padre en todo este proceso. Un padre puede ser muchas cosas: un tirano, un protector, un usurpador. Un protector de las leyes. Una red de apoyo. Dependiendo, claro, de la posición que éste tome. Y también, de la misma forma, otorga muchas cosas: seguridad o inseguridad, miedos, fobias, sistemas de creencias, deseos, metas y conductas sociales. Sin duda, el que esa figura paterna solo sea una sombra, un espacio sin rostro, deja una huella considerable. Y Pedro Páramo dejó esa huella en decenas de niños. Lo crucial es que existieron, existen y existirán, cientos de Pedros Páramos en México. Así fue como Juan terminó por volver a Comala, un pueblo fantasma, cuyos únicos habitantes son dos seres que el narrador describe como casi salvajes, incestuosos, que están más cerca de la bestialidad que de la humanidad. ¿Será que ese es el destino de una sociedad donde el padre se ha marchado, o bien, es un despiadado tirano?

A pesar de que podemos notar una brecha temporal enorme mientras leemos los acontecimientos narrados en Pedro Páramo, todavía se llega a distinguir, desgraciadamente, consistencias en nuestra actualidad. Aún las mujeres son vistas como objetos, cuyos vientres se miran como un producto que se puede comprar o robar. Aún ellas tienen que cargar con sus hijos, en un mundo que solo les pone trabas, mientras que los padres rondan el mundo, descargando su miedo en armas y alcohol. Aún, los que alguna vez fueron niños sin padre, no toman otras salidas más que la violencia irracional y, como muchas veces antes, se levantan en armas contra aquella figura intransigente frente a la que desean venganza. Un capataz, un gobierno, un orden social, cualquier autoridad, buena o mala, o simplemente ellos mismos; autodestruyéndose.

 

 

 

[1] Estudiante de psicología de la Universidad Autónoma Metropolitana. Aficionado a la literatura. Escritor de novelas, relatos, ensayos y reseñas. Algunos de sus trabajos se encuentran en Lucova Editores, Culturamas, La sirena varada y Extrañas Noches. brayanbemail@gmail.com

 

 

 

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Un comentario

  1. Muy interesante tu escrito, no había pensado en ese estereotipo del padre ausente en Pedro Páramo, pero a mí me transmite más bien la importancia que le dan los mexicanos a la familia y a la tierra, por decirlo de algún modo, casi como si fueran una maldición.

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