¿Por qué no podemos prescindir del teatro?

Por Dora Gema Castillo[1]

Quienquiera que sea usted… Yo siempre he dependido de la bondad de los extraños.

Blanche Du Bois

Por primera vez en cuatro meses, me he dispuesto a disfrutar y opinar de una puesta en escena en formato digital, Un tranvía llamado deseo. Solo puedo decir que Tennessee Williams es un completo salto al abismo que traemos dentro, un tranvía llamado desolación. He hecho lo mismo que hubiera hecho en un teatro é, incluso, he aplaudido al final. No hay sentido en renegar si haremos por un tiempo teatro en un formato extraño, siempre y cuando dispongamos la vida con la misma emoción en tal encomienda. Si me preguntan por qué no podemos prescindir del teatro, colocaría a ese individuo en una butaca, en un sillón, sobre cualquier sitio en que se sintiera cómodo y me pondría a actuar. No es retórico referirse al teatro como aquel lugar al que acudimos a ser espectadores de nuestra propia existencia[2]. Es, tal cual, recordarse lo irracionales, desdichados y condenadamente ridículas y ridículos que podemos ser, eso que, de manera curiosa, resulta tremendamente divertido, es más hasta afirmaría que en ese asomo radica la felicidad. No hay tragedia que no permita la risa, ni una risa que carezca de un ahogo de dolor al final. Conocí el teatro cuando me reconocí, sentí mi cuerpo tan vivo como jamás me había percatado que lo estaba, me ubiqué en el espacio preciso que ocupaba y, por primera vez, supe qué quería, aunque no previniera cuántos intentos me iba a llevar conseguirlo. Mi vida se hizo más genuina cuando acepté las contradicciones, la convención, la máscara, la presencia del otro que me hacía responder, cuando noté que el otro notaba mi presencia y que a veces parecía muy idiota no reconocernos. Nacía cada vez que me recibía la vida del público, aun siendo dos o tres personas, o el extraño silencio sonoro que hace una multitud de espectadores atentos y atentas. Cada vez que acudo a una buena obra de teatro, salgo pensando que sé un poco más de la vida, de la mía, y también segura de que voy a regresar. Carezco de palabras que digan lo que me perturba, emociona y apasiona hacer teatro, y me refiero a hacerlo, estar ahí; solo puedo asegurar que soy incapaz de dejarlo, de negarle su presencia aún con el mundo que hay. Leía sobre la presencia del teatro con marionetas entre los escombros de Siria, y de otra situación menos bélica pero igual de marginal en la sierra de Huamantla; la última vez que acudí a una función con títeres fue adentro de un panteón ¿Y nos atrevemos a decir que no vamos a inmiscuirnos en un espacio virtual? Estoy más que agradecida con quien tuvo la sensatez de grabar la obra que he visto esta tarde, porque además lo hizo de una forma realmente congruente con quien acude a ser espectador.

Si reniega del teatro virtual, mejor ocúpese de hacerlo, de su contexto, pero no se afane contra el teatro, no lo encapsule en una idea petulante, ni proclame que eso no es teatro, porque ni usted ni yo somos capaces de definirlo unívocamente, menos de delimitarlo. Si la teatralidad ya se ha desplazado entre bombardeos de mediáticos, gobernantes y voceros, incluso criminales que viven con mayor solvencia y protección jurídica que nosotros, entonces, cómo no va a ser nuestra responsabilidad devolver el teatro al teatro, y si por ahora su lugar es virtual, pues ahí debemos estar.

Las y los artistas no tienen que mendigar por su trabajo, clamar apoyo gubernamental, la cultura no es un privilegio, es una necesidad. Está para incidir en las estructuras profundas de la sensibilidad humana, en problemáticas que no logran solucionar por vías alternas. No se realiza una obra de teatro por capricho de quien la dirige, o porque ya obtuvimos una beca y hay que hacer uso del recurso. Lo que sí que necesitamos es tener la rigurosidad y temple para concentrarnos en identificar problemas ¿Cómo? Bueno, México es tierra de nadie, no sé por qué eso sería una dificultad. Propongo, desde mi humilde experiencia, que no hay mejor teatro que el que se hace sabiendo para qué, ni mejor medida que exigirse hacer un teatro de calidad, cuyo estatuto depende del compromiso que tengamos con hacerlo y de la rigurosidad a la que nos comprometamos darle, porque solo en dichos parámetros lograremos mostrarle a los demás que no podemos prescindir del teatro, ni nosotrxs, ni nadie.

Referencias

La prensa (11 de noviembre de 2019) Marionetas para hacer reír a los niños sirios https://www.prensa.com/impresa/vivir/Marionetas-hacer-reir-ninos-sirios_0_5439955980.html

Ubanel R., (6 de agosto de 2019) Los títeres, una tradición ancestral de México y Huamantla El Sol de Puebla

https://www.elsoldepuebla.com.mx/circulos/turismo/los-titeres-una-tradicion-ancestral-de-mexico-y-huamantla-3990667.html

Manuel Merlo (29 de octubre de 2015) UN TRANVÍA LLAMADO DESEO – 1ª PARTE – CENTRO DRAMÁTICO DE CEUTA [Archivo de video]

https://www.youtube.com/watch?v=kIxYN5AcqI4

“”2ª PARTE https://www.youtube.com/watch?v=cz-PuFg2EVI

“”3ª PARTE https://www.youtube.com/watch?v=vVi7Fj10Op0

“”4ª PARTE https://www.youtube.com/watch?v=AcGP0TXiz4Q

“”5ª PARTE https://www.youtube.com/watch?v=-w8_QKUGHKg

  1. Filósofa y actriz teatral originaria de la ciudad de Puebla.
  2. Aludiendo a las palabras de Luis de Tavira.

Publicado en Literatura y etiquetado , .

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *