Por Rafael Félix Mora Ramírez
1. Introducción
En el periodo posterior a la Guerra del Guano y el Salitre (Chile-Perú-Bolivia: 1879-1881) se desarrolló un pensamiento filosófico vinculado a la necesidad de una renovación de mentalidad. El personaje principal que destacó en esta época fue Manuel González Prada. Entre sus muchas obras podemos nombrar las siguientes: Pájinas libres, Discurso del Politeama, Horas de Lucha, Bajo el oprobio, Anarquía, El Tonel de Diógenes, Minúsculas, Exóticas, etc. En lo que sigue explicaremos su positivismo, su análisis de la realidad peruana y su anarquismo. Finalizaremos este trabajo tratando de explicar por qué González Prada opta en el campo político por el anarquismo y no por la propuesta comtiana.
2. Positivismo
El Positivismo peruano exaltó la ciencia como generadora de orden y progreso[1], rechazó la metafísica y siguió una orientación más abocada a lo empírico. Manuel González Prada, representante del positivismo no-universitario, según Salazar Bondy (1965), invitaba a los jóvenes a acudir a la ciencia positiva, gran benefactora de la humanidad, y proclamaba una lucha por la vida, contra los dioses y su obra, para imponer el reino del hombre que es el reino de la justicia y de la libertad. Por ello, rechaza todo lo metafísico exigiendo la protesta social.
Según González Prada, la ciencia nos ayudará a superar nuestra ignorancia. Así lo plantea en un poema titulado La Ciencia, incluido en “Cantos del otro siglo” (1979)
Eres el Dios del Porvenir, oh Ciencia: / Cuando vuelen rasgadas en jirones / Las Biblias de las falsas religiones, / Tú brillarás intacta en la eminencia. // Tú el hambre ahuyentarás y la indigencia, / Tú enlazarás naciones a naciones, / Y a siglo de placer y de ilusiones / Dilatarás acaso la existencia. // Tú penetrando en el sepulcro yerto, / Del fondo de la negra podredumbre / Harás, acaso, renacer al muerto; // Y al ser la Tierra habitación colmada, / Transportarás la densa muchedumbre / A la infinita bóveda estrellada. (González Prada, 1985, t. III, Vol. 7, 212)
Llama la atención este poema en particular y es, al mismo tiempo, interesante notar el casamiento entre letras y ciencias a través de estas líneas. Ahora bien, esta visión mesiánica de la ciencia se cristalizará luego en personajes que, como Daniel Alcides Carrión, no dudarán en dar su vida por probar una hipótesis del campo de la medicina. Su muerte, acaecida el 5 de octubre de 1885, significará para Carrión el bien ganado título de Mártir de la Medicina Peruana y, además, en su honor, dicha fecha será considerada “Día de la Medicina Peruana”
Así pues, la ciencia positiva es la alternativa del siglo y de los nuevos tiempos. Lo siguiente aparece en el “Discurso en el Politeama” de la obra Pájinas libres:
Si la ignorancia de los gobernantes y la servidumbre de los gobernados fueron nuestros vencedores, acudamos a la ciencia, ese redentor que nos enseña a suavizar la tiranía de la naturaleza, adoremos la libertad, esa madre enjendradora de hombres fuertes. No hablo, señores, de la ciencia momificada que va reduciéndose a polvo en nuestras universidades retrógradas: hablo de la Ciencia robustecida con sangre del siglo, de la ciencia con ideas de radio jigantesco, de la ciencia que trasciende a juventud i sabe a miel de panales griegos, de la Ciencia positiva que en un solo siglo de aplicaciones produjo más bienes a la humanidad que milenios enteros de Teología i Metafísica. (González Prada, 1985, t. I, 89)
En el fragmento anterior, ya es posible vislumbrar un futuro debate en torno a la educación que se dio entre Manuel Vicente Villarán (positivismo) y Alejandro Deustua (espiritualismo). El primero consideraba la educación técnica como el modelo pedagógico a privilegiar, mientras que el segundo tenía la educación en valores como la más importante. Específicamente, González Prada busca hablar de un conocimiento práctico que mejore la vida de los peruanos, que resuelva nuestros problemas más inmediatos. La pura teoría vale poco o nada, solo es un cúmulo de verdades provisionales. De ahí que su conexión con la práctica sea esencial. Además, ciencia y religión son cosas diferentes. La ciencia es inductiva, en tanto que la religión es deductiva. La Ciencia observa los fenómenos y estudia sus dependencias y conexiones para inducir la ley, la religión establece una ley a priori y en seguida quiere someter a ella los fenómenos. Así, propone ruptura total con las formas de pensamiento colonial y pretende, mediante la educación científica, elevar a la población a la modernidad.
Incluso, con respecto al problema del indio asumió un enfoque socioeconómico. Defendió al indígena al que no consideraba un idiota, sino que pensaba que podía desarrollarse. Así, denuncia que se explote al indígena compatriota, ninguneándolo y embruteciéndolo como si fuera un enemigo. Esto lo plantea en su ensayo “Nuestros indios” que aparece en Horas de lucha:
Bajo la República ¿sufre menos el indio que bajo la dominación española? Si no existen corregimientos ni encomiendas, quedan los trabajos forzados y el reclutamiento. Lo que le hacemos sufrir basta para descargar sobre nosotros la execración de las personas humanas, le conservamos en la ignorancia y la servidumbre, le envilecemos en el cuartel, le embrutecemos con el alcohol, le lanzamos a destrozarse en las guerras civiles y de tiempo en tiempo organizamos cacerías como las de Amantani, Ilave y Huanta. (1981: 184)
Esto le lleva a sostener que, con base en una ponderación de los estudios científico-sociales de su época, la cuestión del indio más que pedagógica es económica y social.
3. Realidad Peruana
Al analizar la realidad peruana, González Prada la critica radicalmente y asume una postura pesimista. Así en el “Discurso en el Politeama” declara lo siguiente:
En la orjía de la época independiente, vuestros antepasados bebieron el vino generoso i dejaron las heces. Siendo superiores a vuestros padres, tendréis derecho a escribir el bochornoso epitafio de una jeneración que se va, manchada con la guerra civil de medio siglo, con la quiebra fraudulenta y con la mutilación del territorio nacional (González Prada, 1985, t. I, 87)
Aquí González Prada es como un médico que analiza a un paciente. Y el diagnóstico es preocupante. Tal y como lo anuncia en “Propaganda i ataque” de Pájinas Libres: “hoi el Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus”. Esto resulta obvio si consideramos que nuestra sociedad no tiene libertad ni igualdad ni es democrática. Dice en el discurso que pronunció en el Polietama: “La mano brutal de Chile despedazó nuestra carne i machacó nuestros huesos; pero los verdaderos vencedores, las armas del enemigo, fueron nuestra ignorancia i nuestro espíritu de servidumbre”. Recordemos cómo en la Guerra del Pacífico no había unidad y cada quien luchaba por su caudillo. Parece que la fastidiosa frase “el peor enemigo de un peruano es otro peruano” nos cayera como anillo al dedo.
La vida en el Perú es muy dura y difícil, no hay orden ni progreso, es decir, no se dan las dos tendencias buscadas por el positivismo clásico. Así se nota su crítica en su poema “El Perú” que aparece en “Cantos del otro siglo”:
¡Qué mezquindad! ¡qué desdicha! / Solo encierras, ¡Oh Perú! / Corazones de mosquito / Y cerebros de avestruz. // ¿Quién nos redime y nos salva? / Una ciega multitud, / Entre Cartouche y Licurgo / Escoge siempre a Cartouche; // Y una clase dirigente, / Sin grandeza ni virtud, / Infunde al odio y la náusea, / Pide azote y la cruz. (González Prada, 1985, t. III, Vol. 7, 224)
Nos suele suceder pasar por esta misma situación a cada momento. En vez de escoger a un Licurgo terminamos conformándonos con el “cartucho”, con el “poca cosa”, con “el cartón”. Y así, cada lustro tenemos que escoger entre “el cáncer o el sida” como si alguna de las dos opciones fuera buena o menos mala.
Por un lado, si leemos el mencionado Discurso del Politeama entenderemos que la conciencia peruana no tiene memoria y repite los mismos fracasos de antes: “versátiles en política amamos hoy a un caudillo hasta solicitar nuestros derechos en aras de la dictadura; y le odiamos mañana hasta doblarle y hundirlo bajo un aluvión de lodo y sangre”. Como dice un conocido refrán: “un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Pero, por otro lado, siguiendo el texto denominado “Grau” de Pájinas Libres, veremos que
[s]in embargo, en el grotesco i sombrío drama de la derrota, surjieron de cuando en cuando figuras luminosas i simpáticas. La guerra, con todos sus males, nos hizo el bien de probar que todavía sabemos enjendrar hombres de temple viril. Alentémonos, pues: la rosa no florece en el pantano; i el pueblo en que nacen un Grau i un Bolognesi no está ni muerto ni completamente dejenerado. Regocijémonos, si es posible: la tristeza de los injustamente vencidos conoce alegrías sinceras, así como el sueño de los vencedores implacables tiene despertamientos amargos, pesadillas horrorosas. (Gonzáles Prada, 1976: 41)
Finalmente, en el “Discurso en el Politeama», sostiene que hace falta formar un sentimiento patriótico pues en la Guerra con Chile cada grupo luchaba por su caudillo. Así, debido a que “los viejos deben temblar ante los niños porque la generación que se levanta es siempre acusadora y juez de la generación de la que desciende” hace un llamado a la juventud para que emprenda la reconstrucción nacional:
En esta obra de reconstrucción i venganza, no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos i carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo i sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos, a dar flores nuevas i frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra! (Gonzáles Prada, 1976: 46)
4. Anarquismo
Con influencias del anarquismo, Gonzáles Prada establece una crítica a los grupos de poder tradicionales en el Perú, culpables del desastre de la guerra y de la ruina moral de las grandes mayorías indígenas. Así pues, considera que el individuo es el fundamento de las cosas, lo único real. No cree que el Estado tenga un papel vital, nuestra política es caótica e improvisada. Así lo declara en el “Discurso en el Politeama”:
(…) Vimos al abogado dirigir la hacienda pública, al médico emprender obras de ingeniería, al teólogo fantasear sobre la política exterior, al marino decretar en administración de justicia, al comerciante mandar en cuerpos de ejército… (Gonzáles Prada, 1976: 44)
Es como que el zapatero se dedique a vender panes, el panadero reparta periódicos y el carnicero tenga que arreglar calzado. Es decir, en nuestro país, políticamente hablando, nadie sabe para quién trabaja. Los cargos políticos los ocupa gente sin preparación. El congreso se llena de voleibolistas, de artistas cómicos, de delincuentes. Ni qué decir del poder ejecutivo. Por ende, el Estado es una falacia, una farsa que no tienen ningún sentido para el individuo. Su anarquismo, entonces, se basa en la defensa del papel de los derechos individuales frente a un Estado fraudulento y detestable. En este punto, son contundentes sus palabras respecto a que el rol del Estado es repudiable. No hay una agenda política. Así, lo sostiene en “El intelectual y el obrero” de Horas de Lucha:
Nadie espera ya que de un parlamento nazca la felicidad de los desgraciados ni que de un gobierno llueva el maná para satisfacer el hambre de todos los vientres. La oficina parlamentaria elabora leyes de excepción y establecen gabelas que gravan más al que pone menos; la máquina gubernamental no funciona en beneficio de las naciones, sino en el provecho de las banderías dominantes (1981: 47)
En ese sentido, el Estado no permite que las personas se realicen como tales porque pisotea sus derechos. Y resulta ingenuo que alguien crea que desde el poder político se puedan mejorar las condiciones básicas y vitales del ciudadano.
Con base en estas consideraciones, González Prada propone su anarquismo. De acuerdo a Sobrevilla, se puede decir que un anarquista busca la libertad ilimitada y el mayor bienestar posible del individuo además de la abolición del Estado y de la propiedad individual. Asimismo, rechaza toda autoridad pues implica abuso y sometimiento. Incluso, el anarquismo no comulga con la idea de patriotismo, más bien se declara internacionalista [2]. Finalmente, podemos decir que la cualidad más notable de una sociedad anarquista es la justicia, consistente en dar a cada ser humano lo que legítimamente le corresponde. (Sobrevilla, 2000).
5. La desviación de la política comtiana
Si bien la propuesta positivista fue muy extendida en el Perú, llama la atención que políticamente González Prada se haya desentendido de la misma en sus trabajos. Para Comte, una sociedad bien dirigida no debería estar en manos de abogados y de literatos que no conozcan nada acerca del modo de funcionamiento de la sociedad. (Reale y Antiseri, 1988, t. III, 277). De acuerdo a Marta de Vega:
La finalidad social de la “doctrina orgánica” formulada por Comte no sólo subordinaba la voluntad individual a los postulados de la razón positiva. También sometía la libertad práctica a la legalidad natural, extendida a los fenómenos sociales. En este sentido, el positivismo se apoyaba sobre una concepción política autoritaria. Los sociólogos, depositarios del “poder espiritual” e integrantes de una oligarquía de “sabios”, eran los “médicos sociales”, llamados a dirigir el nuevo orden moral; a aplicar los principios de la filosofía positiva para curar la humanidad presente de la “enfermedad occidental” en la que se hallaba, confundida por la diversidad de opiniones y las tendencias anárquicas que impulsaban los que defendían el progreso en detrimento del principio de autoridad (1991: 89).
Entonces, son los científicos (los sociólogos o los filósofos positivistas) los que deberían ser los ordenadores de la sociedad para Comte. Con este planteamiento, tenemos elementos suficientes para entender por qué González Prada rechaza esta idea en particular de Comte, pues no es posible aceptar autoridades últimas y directrices de todo. Esto rompía con sus ansias de buscar libertad. Además, el cáncer ideológico había carcomido todo lo relativo a la dirigencia del sistema social peruano, a saber, fueron esas condiciones extremas las que llevaron a González Prada a no confiar en lo que había en su época, sino más bien en preparar el terreno para lo que vendría en un futuro mejor. Y si bien se va a necesitar mucha preparación científica para poder enfrentar el porvenir, se trata de no intentar en vano conseguir un mero reformismo utilitarista conciliable con los intereses del establishment dominante. Por ello, no llega al convencimiento de que una sociedad gobernada por científicos sea la mejor. Antes bien, su rechazo por todo lo que representa el atraso y la decadencia lo hizo virar hacia el anarquismo. En suma, considero que no existe una ruptura entre el positivismo y el anarquismo de González Prada, sino que hay cierta continuidad y, a la vez, matices de un pensamiento integrador y original.
Referencias bibliográficas
González Prada, M. (1981). Horas de lucha. Lima: Universo
González Prada, M. (1985). Obras. 7 Vols., Lima: Copé
González Prada, M. (1976). Páginas libres. Horas de lucha. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
Reale, G. y D. Antiseri. (1988) Historia del pensamiento filosófico y científico. 3 ts. Barcelona: Herder.
Salazar Bondy, A. (1965). Historia de las ideas del Perú contemporáneo. Lima: Francisco Moncloa Editores S.A., tomo I.
Sobrevilla, D. (2000) “Notas sobre el anarquismo de González Prada”. En: Logos latinoamerica. Año 5, N°5, 2000. Disponible en:
http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/logos/2000_n5/index.htm
- Como se sabe, Brasil tuvo un pasado positivista muy notable que permitió su transición de imperio a república. Esto se puede vislumbrar en su bandera que dice: “orden e progresso”. ↑
- Aquí hay una diferencia muy marcada con el González Prada positivista del Discurso del Politeama que reclama un sentimiento patriótico legítimo por parte del peruano. Su posterior anarquismo ya no es compatible con esta idea. ↑