Campo virtual, campo revisteril
Por Armando Gutiérrez Victoria[1]
Introducción
En su ya clásico “Intelectuales y revistas: razones de una práctica” (1992), Beatriz Sarlo apuntaba con acierto que detrás de la fundación de una revista cultural en Latinoamérica usualmente se halla implícita la necesidad de configurar un nuevo espacio de enunciación y, al mismo tiempo, incidir en el presente de la opinión pública y el campo cultural (p. 9). En buena medida, esta afirmación continúa vigente, incluso si la trasladamos a unas circunstancias tan específicas –y a veces tan inmediatas– como las nuestras, en las cuales imperan dinámicas dictadas por el dominio de los entornos virtuales, por el contenido de las redes sociales y por la descentralización de la opinión pública y la información.
Con este punto de partida, ensayaré una somera aproximación al estudio de las dinámicas, relaciones y presencia de las revistas virtuales independientes. Por tratarse de un campo tan vasto y heterogéneo, circunscribiré mi análisis solamente al caso mexicano y en específico a cuatro títulos activos entre 2021 y 2023: Página Salmón, Enpoli, Granuja e Irradiación. Como se verá a lo largo de estas líneas, aunque cercanas, cada una de ellas exhibe una serie de estrategias y recursos distintos que permitirán completar una breve panorámica de las distintas formas en que las revistas culturales cohabitan –y sobreviven– en nuestros días.
Si bien es innegable que en la actualidad se ha ido desarrollando una creciente línea interdisciplinaria de estudios, que conjunta las humanidades y las nuevas tecnologías de la información, me gustaría proponer una ruta de acceso distinta en el estudio de estos títulos, una que se nutre más de los trabajos recientes a propósito de las publicaciones periódicas latinoamericanas del siglo xx. Pues, contrario a nuestras primeras impresiones, las revistas culturales electrónicas no son tan distintas de sus predecesoras en papel, o no al menos en lo que atañe a los distintos fenómenos de sociabilidad e interacción, así como aquellos otros que, por ejemplo y aunque no para estos casos, Antonia Viu considera parte de la “materialidad extendida”, como en el caso de la “re-mediación” y las “ecologías de lo impreso” (2023).
De tal forma que, cuando Geraldine Rogers menciona que un gran número de revistas en América Latina funcionaron como “entornos para poner a la vista, periódicamente, materiales en el ámbito público” y que fungieron además como “vidrieras para mostrar huellas de sociabilidad” (2019, p. 12), bien podría estar refiriéndose a muchos de los títulos que aquí se estudiarán. Lejos de representar sólo un soporte más del texto, una suerte de receptáculo carente de significación, habría que partir de la idea compartida de que las revistas culturales forman, incluso hoy, parte indispensable de la vida intelectual y literaria de un país. Pues, si en un primer momento pueden llegar a parecer un medio más para dar a leer, son éstas un agente activo del campo cultural en que se inscriben y, como tal, tienden relaciones de dominio o contrapeso con el resto de sus integrantes. Como ha hecho ver Horacio Tarcus, resulta poco productivo aproximarse al estudio de las revistas desde la singularidad, sino que una revista “debe ser inscripta en un campo de fuerzas”, en el que lucha por el reconocimiento, prestigio, legitimación, consolidación de un programa o cualquier otra modalidad del capital cultural vigente, por lo que resulta mucho más útil hablar de un “campo revisteril” en la medida en la que éste, a su vez, se inscribe en un campo intelectual donde se lucha simbólicamente por los mismos objetivos (2020, pp. 23-24). Si bien, se puede decir que las revistas aglutinan en su equipo editorial comunidades reducidas de intelectuales, escritores y artistas que les dan continuidad, seleccionan sus materiales, disponen de sus contenidos y consolidan una imagen colectiva, en la realidad del lector, estas labores se sintetizan solamente en el recurso virtual de un sitio, un archivo electrónico o una plataforma de lectura donde puede consultar el número como una totalidad, como un producto cultural en acceso abierto que impone una forma de lectura, pero que a la vez propone una sintaxis revisteril y al mismo tiempo comparte espacio con otros recursos similares.
Página Salmón. Proyecto intelectual y colaboración abierta
No resultaría difícil encontrarse con la opinión de que el estudio crítico de las revistas electrónicas debería emprenderse con una suerte de títulos comerciales y universitarios que se empeñan en sobrevivir y adaptarse a las nuevas exigencias de los medios virtuales. Estos títulos, que pretendidamente ostentan la hegemonía en el imaginario intelectual y el campo revisteril, tendrían poco o nada que aportar a un análisis de este tipo, pues, más que proyectos culturales, en su mayoría resultan empresas con un endeble programa artístico y con un interés muchas veces impostado sobre la cultura y las artes.
Por el contrario, saltan a la vista las semejanzas y continuidades entre los títulos que hoy reconocemos como paradigmas de las revistas culturales mexicanas y ciertos escritores y artistas jóvenes que se propusieron fundar un espacio de este tipo en nuestros días. Así también, ajenas a nuestros prejuicios sobre la mancuerna “independencia es igual a falta de rigor”, resultan ciertas revistas, por ejemplo, Página Salmón. Este proyecto, que como muchos otros antes que él se ha diversificado a una editorial, resulta uno de los más longevos y constantes en su ramo. Con una identidad y propósitos definidos, conjuntar la creación artística con la reflexión crítica del presente, Página Salmón ha sabido construir su propio espacio de enunciación no estrictamente desde la contrahegemonía, sino como una alternativa intelectual viable para distintos escritores.
Como todos los títulos aquí estudiados, las revistas culturales electrónicas se han vuelto un espacio de colaboración colectiva por convocatoria abierta. Si en el siglo xx era común que existiera un cuerpo de colaboradores más o menos identificable en alguna publicación, con escasas excepciones de algún escritor afortunado que remitía su texto a alguna redacción, en el contexto de nuestro presente esto se ha vuelto en detrimento del éxito de un título en este rubro. La idea de élite intelectual que ofrece su obra a una comunidad pasiva de lectores ha terminado por agotarse frente a la apertura discursiva propia de entornos como las redes sociales. Hoy nos encontramos ante la figura del lector-escritor, que a la vez que produce obra consume la de sus semejantes. En este contexto, la convocatoria 27 de Página Salmón resulta muy ilustrativa en lo que se refiere al uso de ciertos términos: “La revista Página Salmón convoca a todos los interesados en la discusión teórica y crítica en torno a las artes, las sociedades y las ciencias a colaborar en su próximo número” (2023). Pocas veces el llamado al diálogo en cualquier publicación periódica de antes del 2000 ha pasado de ser un mero gesto o un simple lugar común. La colectividad y la integración heterogénea de firmas permite entonces hablar de una genuina composición crítica en el entramado de una revista en nuestros días.
Enpoli. Redes sociales, redes comunitarias
Quizá ahora más que en otros tiempos, las actividades y alcances de las publicaciones se han diversificado para cubrir, en sentido amplio, las exigencias de ostentar la etiqueta “cultural”. Éste es el caso de Enpoli, que en su perfil de Facebook se define a sí misma como un “medio de comunicación independiente que busca entrarle al debate de las ideas”. Desde su subtítulo, “Entre política y literatura” el lector conoce la línea editorial y, por lo tanto, los dos principales ejes que rigen sus intereses. Sin embargo, además de sus contenidos, un aspecto que caracteriza a Enpoli y que ilustra dinámicas propias de estas publicaciones es su manejo de redes sociales.
Contrario a otros ámbitos, como en el caso de la edición independiente, en las revistas electrónicas su independencia en realidad señala la falta de un apoyo constante de parte de la iniciativa privada o gubernamental. Con regularidad, independiente significa la inversión de capital, tiempo y trabajo de un reducido número de entusiastas o, incluso, de una sola persona que financia el proyecto. Bajo este régimen en el cual no caben los gastos propios de la publicidad como suele practicarse, redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter/X suplen las funciones de mediación y conformación de una comunidad de consumo y de debate, a través del posicionamiento orgánico en sus espacios.
Puede decirse con certeza que hoy resulta impensable el caso de una revista independiente que carezca de perfiles en redes sociales, así se dé preferencia tan sólo a una de estas aplicaciones. Al igual que las grandes cadenas de medios de comunicación, las figuras públicas y hasta las instituciones universitarias, resulta imperativo la presencia y migración de estos recursos en las discusiones planteadas en grupos, publicaciones, espacios e hilos de internet. Lo anterior, a veces también se traduce en el constante requerimiento de contenido y en la presencia recurrente de la revista en el imaginario del lector. En este contexto, Enpoli ha sabido aprovechar esta exigencia para establecer redes entre distintos proyectos, muchas veces ajenos a lo estrictamente literario y más abiertos a una concepción de la cultura interdisciplinaria. Por ejemplo, tan sólo en el mes de noviembre del presente año, Enpoli compartió en su muro de Facebook, con un alcance de 14 mil seguidores según expone la propia página, invitaciones para talleres de costura, lecturas en voz alta en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, bases de datos de escritoras mexicanas del siglo xix, funciones especiales de cine-debate y charlas con gestoras culturales en comunidades originarias. Resulta, pues, indisociable este variado y extenso entramado de publicaciones de la lectura de sus contenidos, que han migrado a una publicación similar a un blog y ya no mediante la dinámica del número usual en otros títulos de su ramo. Si, como ha señalado ya Geraldine Rogers (2019), las revistas también pueden conceptualizarse como “escaparates” para dar a leer, en el caso de las revistas electrónicas independientes este dar a leer también se manifiesta en estos perfiles que conforman una parte sustancial de su identidad y su postura pública en el campo revisteril del momento. Esto, a su vez, permite al estudioso o estudiosa de hoy seguir el itinerario intelectual de una publicación, a la vez que apunta con precisión los temas y discusiones que marcaron el rumbo de la revista en su presente.
Granuja. Re-mediación y convergencia de temporalidades
Cuando Antonia Viu estudia la confluencia de temporalidades entre las revistas tipo magazine de principios del pasado siglo y sus portadas, las cuales reproducen otras modalidades de la cultura impresa como carteles y volantes, anteriores tecnológicamente o asociados con otros rubros de la cultura, enfatiza las tensiones entre las “temporalidades disyuntivas” de estos ámbitos, al mismo tiempo que plantea la pregunta sobre las temporalidades que coexisten en el discurso visual de una publicación (2021, pp. 41-42). Si trasladásemos este problema al campo de estudio del presente artículo, habría que señalar el fenómeno operado en relación no ya con la reproducción de carteles, volantes, cajetillas de fósforos y naipes en las portadas, sino con la mera existencia del concepto portada en una revista virtual. Y es que, resulta evidente que los medios tecnológicos y de distribución del siglo xx hicieron de la portada un componente indispensable para dar identidad a cada uno de los números de una revista. El lector de hace unas décadas visitaba su kiosko, puesto de periódicos, librería o tienda de variedades de su preferencia y se encontraba con un gran número de publicaciones que ostentaban una estética, unos contenidos y un discurso visual y textual único en su tipo que ya se anunciaba desde su portada. Naturalmente, en el contexto virtual las prácticas lectoras han cambiado, aunque, como se verá, no tan radicalmente.
La re-mediación o remediation media opera por igual en revistas de principios de nuestro siglo como con las del pasado, y Granuja es un ejemplo claro de esto. Quien visite su sitio web, y en especial la sección titulada “Publicaciones”, hallará dispuestas en mosaico las distintas entregas de la revista. Si luego de eso, se diera click en alguna de ellas, la página nos remitiría a una plataforma de lectura donde lo primero que tendríamos sería la portada del número correspondiente. Granuja, así como títulos como Tintero Blanco e Irradiación, forma parte del grupo de revistas virtuales que conserva no sólo la publicación periódica y conjunta de sus contenidos, sino también el trabajo visual y gráfico que supone una portada.
Si se piensa con detenimiento, no existe ninguna limitación de orden tecnológico que haga indispensable la inclusión de este elemento. Y, en otros casos, las revistas culturales han adoptado ya la dinámica de un blog en constante actualización de sus entradas. Por lo cual cabría preguntarse por la función y la significación de la elección de una portada dentro del discurso de estas mismas publicaciones. Granuja, en su número cero, incluye en su portada el trabajo de Sofía Delaye, el cual reproduce en tonos blancos y verdes el dibujo de un viejo sentado, con una gran barba blanca y semidesnudo, que mira al horizonte. Para comprender su sentido, el lector debe revisar el primero de los textos que sólo lleva el título de “Editorial”, si lo hiciese, pronto descubriría que se trata del “granuja”, quien, tras su letargo de la cultura letrada fundada en los libros, “saltó de la ventana en busca de voces que no estuvieran muertas” (p. 3). Como se puede apreciar, se trata de un fenómeno de interrelación texto-imagen que cumple la función del editorial del primer número y que se traduce, más que en la permanencia carente de sentido de ciertas convenciones y trayectorias de lectura, en un elemento que resignifica dichas convenciones y propone prácticas lectoras distintas.
Muchas de las portadas de estas revistas surgen, también, como un espacio propicio para albergar a artistas gráficos emergentes que, como los escritores, no hallan un lugar definido para exponer su obra y dotarla de un contexto de enunciación polifónico e interdisciplinario. Sin embargo, al mismo tiempo, la portada sirve como elemento característico de la edad y desarrollo de dicha publicación, pues pone rostro público a sus contenidos y anuncia a su lector la línea editorial y la estética de sus colaboraciones: conceptual, autoral, de vanguardia, conservadora, política o cosmopolita.
Irradiación. Revista de Literatura y Cultura. Tradición y modernidad
En términos generales, las publicaciones virtuales independientes sintetizan muchos gestos y estrategias que las anclan a una tradición de impresos a la vez que aprovechan recursos que tradicionalmente estos no tenían a su disposición. En esta dicotomía entre tradición y modernidad se hallan títulos como Irradiación. Revista de Literatura y Cultura. Este proyecto revisteril, que surgió en 2021 a partir de la necesidad, como el resto de publicaciones aquí analizadas, por construir espacios descentralizados de los medios comerciales y universitarios, vive como un sitio web, pero conserva su disposición en secciones: narrativa, poesía, ensayo, crítica, traducción, gráfica, crónica, difusión y opinión. Irradiación cuenta con portada y una página general que reúne las colaboraciones de un número, pero conserva una entrada específica para cada texto. Difícil sería aplicar el concepto de “sintaxis” a las revistas de hoy en día tal como lo hace Sarlo con las del Cono Sur (1992, p. 10). Pues, más que una lectura con una trayectoria de sentido, estas revistas encarnan la discontinuidad propia de los hipervínculos, las secciones y la jerarquía que el mismo lector imponga a sus contenidos, siempre en función de sus gustos.
Mucho de lo dicho para otros títulos ya estudiados aquí puede aplicarse en el análisis de Irradiación: colaboración periódica por convocatoria abierta, gestión de redes sociales y re-mediación en sus estrategias materiales virtuales. No obstante, Irradiación también ha incorporado dinámicas de presentaciones y charlas con autores de sus números. Entrevistas con escritores y poetas reconocidos, así como con integrantes de otros equipos de revistas forman parte de sus actividades públicas, que se transmiten usualmente en sus perfiles de redes sociales, y que delinean un nuevo campo de acción para las publicaciones en el ámbito de la creación y las artes.
En muchos de estos encuentros, algunos realizados in situ y otros de manera remota, se dan cita distintos creadores que, por no compartir un lugar de enunciación fijo en la revista, difícilmente establecerían un diálogo directo en su “sala de redacción” o en las reuniones del equipo editorial. Al hacerlo, Irradiación aprovecha las firmas de su número al mismo tiempo que establece relaciones con otros creadores interesados en el proyecto y tiende verdaderas redes de colaboración. Nuevamente, salta a la vista el proceso de actualización de otras modalidades de los medios de comunicación, pues las entrevistas, conversatorios y lecturas son propias de las dinámicas de la televisión cultural o de una modalidad audiovisual cercana al vlog o los videos breves de plataformas como Tiktok. Irradiación, en este sentido, opera tanto como un espacio simbólico de actuación en la esfera pública desde el discurso escrito como un medio de reproducción de contenidos y lugar de encuentro de escritores y sus particulares puntos de vista.
Conclusiones
Herederas de una tradición tanto en lo que atañe a dinámicas como a estrategias discursivas, las revistas mexicanas independientes constituyen un campo de estudio vasto y complejo que todavía se halla en vías de expansión. Pronto, nuevos títulos vienen a sustituir a otros que hace poco quedaron a la deriva; nuevas generaciones emprenden la aventura de fundar una revista, porque ésta siempre resulta necesaria, pues es síntoma del surgimiento de una nueva sensibilidad. Incluso en una época en que el acceso a la información y la cultura parece mucho más cercano que en otros tiempos, las revistas culturales cumplen con la función de congregar y discutir en la esfera pública, ponen en duda el dominio del discurso y de la hegemonía del conocimiento y suponen una nueva mirada sobre el mundo.
Fuentes críticas
Rogers, G. (2019). Las publicaciones periódicas como dispositivos de exposición, en Revistas, archivo y exposición. Publicaciones periódicas argentinas del siglo xx. Universidad Nacional de La Plata, pp. 11-27.
Sarlo, B. (1992). Intelectuales y revistas: razones de una práctica. América: Cahiers du CRICCAL, no. 9-10, pp. 9-16.
Tarcus, H. (2020). Las revistas culturales latinoamericanas: giro material, tramas intelectuales y redes revisteriles. Tren en Movimiento-CeDinCI.
Viu, A. (2021). Entrelazamientos semiótico-materiales en portadas de revistas magazine: Caras y Caretas y Sucesos a principios del siglo xx, en Exposiciones en el tiempo: revistas latinoamericanas del siglo xx. Katatay, pp. 35-54.
Revistas consultadas:
Página Salmón (paginasalmon.com)
Enpoli (enpoli.com.mx)
Granuja (revistagranuja.com.mx)
Irradiación. Revista de Literatura y Cultura (irradiacion.com.mx)
[1] Armando Gutiérrez Victoria (CDMX, 1995). Actualmente cursa el Doctorado en Literatura Hispánica en El Colegio de México. Ha escrito artículos de investigación para revistas académicas nacionales e internaciones sobre la obra de José Lezama Lima, Reinaldo Arenas, Justo Sierra, Miguel de Cervantes, Eugenio de Salazar y Jaime Torres Bodet. Autor del poemario Week-end en Zipolite y otros poemas póstumos (2023). Ha colaborado con ensayo, poesía, cuento y crítica en distintas revistas como Punto de Partida, La Palabra y El Hombre, Campos de Plumas, Tintero Blanco, Didasko, Ibídem, Periódico Poético, etc.