Marian Raméntol (Barcelona, 1966). Poeta, traductora y directora de la revista cultural La Náusea. Miembro del grupo musical O.D.I con el que ha editado vídeo-libros y diversos álbumes además de bandas sonoras de cortometrajes. Ha trabajado con músicos experimentales en múltiples recitales y performances. Ha traducido a poetas contemporáneos al catalán y al castellano. Ha publicado diecinueve poemarios y ha sido incluida en dieciséis antologías. Ha sido premiada en diversos concursos nacionales e internacionales, y su obra ha sido ampliamente difundida en revistas especializadas donde ha publicado poesía, ensayo y artículos de opinión. Ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, rumano, armenio, portugués, búlgaro, bosnio, montenegrino y estonio, y ha prologado varios libros de poesía. Su actividad en el ámbito artístico y poético le ha llevado a formar parte de festivales (tanto poéticos como de cinematografía), exposiciones, recitales y diferentes actos patrocinados por ayuntamientos, editoriales y otras entidades culturales.
Un paparazzi furtivo
El silencio sangra a chorros por las calles
y masturba ruedas, carriles y semáforos
ante la incertidumbre de los niños.
La noche entonces tiene frío
y reformula la amplitud
de shorts planchados sin futuro.
Con el pecho cosido al lomo del anochecer,
la demolición de la página
encarcela lo longevo y mata al poeta.
La poesía pierde su alcurnia y el vientre
en un collage para despedir al sol,
los niños de antes -pero dos mañanas después-
desaparecen tras la puerta de la luna
y aquí no pasa nada
solo la instantánea en blanco y negro
de un paparazzi furtivo.
Un tren rápido hacia el infierno
Regresas a tu vientre de hueso
con el abdomen nuboso y el traje raído,
llevas palabras húmedas en el Iphone
y un murmullo a milagro te persigue.
Con ceniza dibujas el mar
y lo coses a tus isletas,
pespuntes de tímido césped,
hebras de heno y chozas de ternura,
así acontece el prodigio
donde aún laten los nombres,
así se rescata la canción del abrazo,
la altura de la boca y su linaje
y se planchan las sílabas
en un par de segundos.
Hay que hacer acopio de pavesas,
guardar en el cajón
atolones, hierba, paja y sal
porque la vida, queridos míos,
es solo un tren rápido hacia el infierno
donde se aman tanto los cadáveres,
que entre todos albean tus criptas
y acaban íntimamente a solas contigo.
La frontera entre dos silencios
El verso ya no es el domicilio de nadie,
la palabra, tan solo un lugar de espera.
Está loco el diluvio arrepentido
que ha olvidado el sabor de la humedad,
desconoce que lo que lee en las ventantas
no es el árbol más antiguo de la tierra
si no la voz de una IA
en nuestro torso desnudo.
Para cambiar apenas un silencio
y dejar atrás tanta locura
abrázame despacio y enloquece más.
Que he de llegar siendo agua
al momento justo donde esperarte.