El parad(en)igma de la técnica

Por Víctor Hugo Ramos Rosas[1]

El paradigma absoluto de Occidente es, sin duda, la técnica. Comprendida no solo como el conjunto de ventajosas herramientas, máquinas y procesos realizados por la humanidad, sino también como una manera de ver y pensar la realidad del mundo. El enajenamiento que permea en la sociedad debido a un sistema económico de producción, cuya base es la explotación del trabajo y el trabajador, reduce todo (incluida la sociedad misma) a un mero objeto mercantil, el cual no es capaz de apreciar, en su completa esencia, la relación dialéctica que existe entre lo natural y lo artificial, entre Naturaleza y Tecnología.

La caverna donde vive este aturdido hombre unidimensional tiene una función singular: Le esconde que los individuos de cada época y periodo histórico se han producido a sí mismos a la par que también van construyendo el contexto del mundo, en el cual están correlacionados, indiscutiblemente, lo natural y lo artificial. El hombre de “Occidente”, guiado por un orgullo ciego, ha llegado a creer que puede —y debe— dominar a la Naturaleza por medio del uso de la técnica.

La técnica es el olvido del Ser asevera, concluyente, Heidegger. Pensador de retórica oscura y conciencia enigmática. Heidegger rehúye la explicación concreta, técnica, argumentando estar siempre en un proceso de búsqueda hacia lo profundo, en el camino de hallar el Ser.

Fue la filosofía de Platón la que gestó el surgimiento del mundo técnico. No se trata de que la ciencia moderna se desarrolle a partir del empirismo, todo lo contrario: “la física moderna no es física experimental porque aplique aparatos para interrogar a la naturaleza, sino a la inversa: es porque la física, y ya como teoría pura, impone a la naturaleza que se exponga como un conjunto precalculable de fuerzas; por este motivo el experimento es conminado a interrogar, para saber si la naturaleza así considerada responde al llamado y cómo lo hace”.[2]

El pensamiento de Heidegger aún requiere un enorme esfuerzo colectivo de interpretación, a este trabajo de revelación se ha alistado un lúcido ensayista llamado Miguel Espejo, en su obra El enigma de la técnica[3] sugiere la posibilidad de que no somos quienes creamos los útiles, sino que son precisamente éstos los que nos “hacen” a nosotros. Esta idea —explica Espejo— es realmente incómoda para cualquier pensamiento acostumbrado durante siglos a creer que somos creadores de útiles, siendo más específico, de “relojes”, cartesianamente hablando.

Pero, ¿por qué dedicar una meditación a la técnica? ¿No es la técnica, resultado de la actividad humana, algo de carácter diáfano e inmediato? Es necesario reflexionar sobre la esencia de la técnica, interviene de nuevo Heidegger, justamente porque esa esencia no yace en los objetos técnicos (útiles) ni puede ser satisfactoriamente explicada bajo un marco teórico puramente antropológico. Misteriosas aseveraciones inscritas a la idea de que con el desarrollo de la técnica occidental, la humanidad desafía la naturaleza; su ciencia moderna se ha construido sobre Dios y los dioses.

Así, preguntarnos sobre la técnica es también generar diferentes cuestionamientos: “¿para qué poetas en tiempos de penuria?, es una pregunta que cae con el peso de los monumentos para personificar el estado de orfandad del arte contemporáneo en una sociedad técnica”[4].

El tema central del presente debería ser la preocupación por la técnica, ya que “por primera vez desde el origen del hombre, el planeta se mundializa y comienza la integración de miles de culturas diversas a un solo polo organizador, que es fundamentalmente económico y técnico, aunque quizás deba hacerse la salvedad de que no hay, estrictamente hablando, economía moderna ni sociedad industrial sin la ciencia y la técnica que inauguran una nueva forma de organización social, que se practica y se impone en el ámbito planetario. Para Heidegger es ahí donde se vinculan y se entrecruzan la pérdida de las cosas con la orfandad de la poesía en estos tiempos de penuria”.

Todavía me sigue pareciendo apocalíptica esta visión Heideggeriana. Con gran simbolismo profético, el filósofo declaraba hace un par de décadas: “más inquietante es la conquista del espacio, se anuncia la transformación de la biología en biofísica. Esto significa que el hombre puede ser producido, conforme a un fin determinado, con no importa qué objeto técnico”.

Entre el transitar del día a día, alcanzo a generar cero respuestas, este texto y dos preguntas: ¿Cómo podemos darnos un respiro de este frenesí irracionalmente tecnológico? ¿Quién nos podrá guiar en esta vital meditación sobre el presente, del cual depende la eternidad de todas las cosas?

  1. Licenciado en Historia por la Universidad Veracruzana (UV)

  2. Martin Heidegger: La cuestión de la técnica.

  3. Miguel Espejo: El enigma de la técnica. Colección filosófica, Universidad Autónoma de Puebla, 1987.

  4. Op.cit.

 

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