Pandemia: un diálogo con el espejo

Otro round realidad vs ficción

Por Natalia Bocanegra

Me miro en el espejo y lloro. Son tiempos difíciles. No sabemos cuándo van a terminar. Intento consolarme de alguna forma, pero por momentos nada funciona. Tengo la impresión de que la pandemia es otra faramalla, un salto en trapecio para despistarnos, una caída libre del capitalismo, un penalti en el último segundo y en cámara lenta. Un espectáculo que formamos todos.

El mundo podrá acabarse pero no va a detenerse. Suena como chiste de billar o sentencia de demiurgo borracho, pero está pasando. Los mecanismos de explotación siguen intactos.

En Pandemia, Slavoj Žižek cuenta chistes acerca del uso del cubrebocas, no vale la pena citarlo, pues el humor mexicano ya se puso al tanto con una situación de la que conviene reírse para no morir del espanto. Žižek tampoco dejará de escribir libros oportunistas.

Me miro en el espejo y lloro. Pero mi llanto no soporta ni 20 segundos y mi rimel barato menos.

Es raro pero de dos fuentes vitales tengo la siguiente pauta: fingir hasta creer.

En Kundalini yoga, la gurú nos pedía carcajearnos como uno de los tantos ejercicios espirituales. Y ya si uno decide ir a doblarse como figura de origami qué más da obedecer al pie de la letra. Ella decía que de esa forma nuestro cuerpo empezaría a creer en la felicidad. Como argumento científico, alguna vez añadió, que con la risa se activan las famosas hormonas de la felicidad.

Hasta donde me he documentado, el cerebro no distingue entre ficción y realidad. Ejemplo: experimentamos sensaciones de auténtico terror al ver una película de este género. Para seguir con otros datos… cuando leemos se activan las mismas zonas del cerebro que si estuviéramos en una experiencia real: si lees que alguien nada, tu cerebro “cree” que tú estás nadando. Valdría la pena pensar en las risas grabadas de las comedias gringas, tienen la misma función de inducir.

En La vida del drama, Bentley explica que los niños teatralizan la realidad. En sus pasatiempos, juegan a ser adultos; van al super, se maquillan, tienen profesiones, caricaturizan la vida de sus mayores hasta que el juego se vuelve una realidad. Un ejemplo final: en situaciones de estrés aconsejan respirar lentamente, con esto el cuerpo entenderá que debe relajarse. Me parece verdaderamente extraño que la mente no distinga del todo entre realidad y ficción.

El filósofo que cuenta chistes sugiere, en las últimas páginas de Pandemia, jugar el juego de “La vida es bella: fingir que el confinamiento no es más que un juego en el que tu familia y tú participan libremente con la perspectiva de una gran recompensa si ganas.” ¿Esto también es un chiste?

Con esta premisa científica del cerebro, hay gente haciéndose millonaria y manipulando a millones para sus fines, el Coaching, una forma en apogeo del lucro, dice una y otra vez cosas como “lo crees, lo creas” y demás frases en las que cualquier ser humano con un poquito de necesidad caerá redondito.

Todos tenemos necesidad. Lo importante sería pensar para qué usamos esa condición humana. Podríamos empezar por fingir que nos interesa algo más que lo mismo que desea el 99.99% de la población mundial.

Opción A) un coche, una familia, un departamento

Opción B) sexo casual, fama, exito

Opción C) todas las anteriores

¿Será necesario empezar a fingir nuevas fantasías en tiempos de pandemia hasta que formen otra realidad? ¿O sería mejor pregunta, tendremos que enloquecer un poco para formar parte de una nueva fantasía porque ésta que habitamos ya no funciona?

 

 

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