Democracia, ciudadanía y participación

Por Verónica Ethel Rocha Martínez

I. La democracia desde la ciudadanía

Referirnos a la democracia como forma de gobierno es tratar de comprender un quimérico vocablo incapaz de narrar lo insólito e indescriptible en el acontecer de los ciudadanos; es así como desde hace mucho tiempo ha dejado de ser el intento por construir un gobierno de los gobernados utilizando la representación política y partidista (Marcos, 1997).

Actualmente, la democracia trae más dudas que certezas; basta con observar los conflictos, las pugnas entre partidos, la desarticulación de quienes son identificados como enemigos políticos y por ese motivo, serán golpeados mediáticamente con miras a desacreditarlos, utilizando campañas televisivas, redes sociales y lo que el poder pueda comprar.

En un contexto de impunidad ycorrupción, ante el uso del poder que un sistema democrático confiere a una persona y a un partido, ¿qué significado tiene la democracia para el ciudadano común?, ¿puede una guía ética[1] contribuir en algo a la necesidad imperiosa de retribución del daño en aspectos tan profundamente graves como la misoginia emitida desde las instituciones estatales, el sexismo laboral, los 704 feminicidios y las 2150 mujeres víctimas de homicidio doloso? –cometidos de enero a septiembre de 2020, según refiere el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en México (Esquivel, 2020)–, ¿qué podría decirle esta guía ética a los ciudadanos víctimas de abuso sexual, de ciberacoso, de sexismo, a los padres de los niños victimados en la colonia Guerrero en la Ciudad de México, acaso “que nadie puede humillarles si no se humillan, que defiendan su dignidad incluso en las peores condiciones”? (Gobierno de México, 2020).

Más aún, sería posible vivir en armonía con nuestra conciencia, según refiere este documento; si ser una persona consciente obliga a asumir una postura como ciudadano participativo, no es concebible vivir en armonía sin pugnar por cambios sustanciales en la vida política de cualquier país. La conciencia, entonces, no está sujeta a preceptos acotados en un código moral.

La democracia, si ha de continuar en pie, solicita superar la concepción liberal de la ciudadanía a razón de “un estatus político determinado por un conjunto de derechos, obligaciones y deberes” (González & Chacón, 2014).

Las sociedades democráticas, pues, requieren una nueva concepción de la ciudadanía en tanto en ellas existan personas capaces de participar activamente en la mejora de las comunidades y en el ejercicio e injerencia de las decisiones que a todos nos afectan, incluyendo una visión planetaria e interconectada.

II. Democracia y participación ciudadana

En muchos países se advierte la distancia entre lo social y lo político, era evidente en Chile, después de la dictadura al privilegiar la gobernabilidad por encima de la inclusión de los ciudadanos en la vida política de ese país (Paredes, 2011).

Empero, tal situación no es una anécdota local, de acuerdo al Informe de Desarrollo Humano presentado por el Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo en 1998 y 2002, en Latinoamérica se observan dos condiciones asociadas al deterioro de la democracia: la fragmentación del tejido social y una ciudadanía desmoralizada al no encontrar valor ni en la política, ni en la democracia.

En muchos países se aprecia el temor y la inseguridad como origen de la desintegración y desarticulación sociales, los lazos colectivos y comunitarios se van debilitando. Para Gonzalo de la Maza (Paredes, 2011), estos aspectos se asocian a la par con una inserción económica del ciudadano como consumidor y en consecuencia con la acentuación de la inequidad social. El modelo político que surge así, es cada vez más elitista y omiso a favorecer la participación ciudadana.

Resulta importante reconocer en contraste con este modelo, que la participación ciudadana resulta un componente primario de la democracia y una dimensión fundamental para cualquier sistema políticos bajo este régimen (Murga, 2008).

Tal apreciación, solicita generar cauces posibles para favorecer la ciudadanía participativa, diferentes experiencias de asociacionismo son ejemplos claros del ejercicio ciudadano requerido para fomentar la gestión en la mejora de las condiciones de vida de las personas con resultados alentadores.

Laura Morales Diez (Citado en Murga, 2008) resalta como característica común en los grupos asociacionistas el constituirse formalmente con miras a obtener bienes colectivos e influir en los procesos asociados a las decisiones políticas a partir de varias líneas de acción, entre las que destacan: intervenir en la selección y actividades del personal gubernamental, introducir temáticas relevantes en la agenda política, transformar valores y preferencias para orientar las decisiones políticas.

Morales (Citado en Murga, 2008), distingue como detonantes de la participación ciudadana la existencia de valores que llama contextuales, las oportunidades que las estructuras políticas generar para este tipo de participación y los procesos de movilización de las organizaciones.

Ante este panorama, queda claro que tal participación si bien es un atributo de la democracia no cuenta en muchos Estados con estructuras para su ejercicio. Resulta de procesos educativos asociados a la voluntad ciudadana por mejorar sus condiciones de vida, por tanto, las acciones encaminadas a vigilar, evaluar y proponer políticas públicas acordes con las necesidades ciudadanas, si bien son parte de las metas del asociacionismo no siempre tienen vías que las favorezcan.

III. Dispersar el poder en la palabra como vía para el ejercicio de la democracia

Además de los movimientos asociacionistas, hay otras formas de organización colectiva basadas en el desempoderamiento, dejar el poder implica restituir a la vida colectiva la posibilidad de realización en la esfera individual y social.

Desde esta mirada, es la vida en común en condiciones de horizontalidad el centro de la autogestión ciudadana.

Resultará para muchos lectores una paradoja obtener los recursos requeridos sin perseguir el poder, ante tal proceder cabe la pregunta ¿qué implica este tipo de acciones?, tanto en las relaciones como en los intercambios, es intentar no someter al otro a nuestra voluntad.

Desempoderar las relaciones sociales solicita partir de un cambio lingüístico profundo, ya que si el conocimiento se concreta en el saber de las personas, las comunidades y las culturas populares guardan en sí mismas conocimientos y saberes.

Por otro lado, si conocer es trasmitir experiencias, desempoderar las relaciones implica partir de los lazos de confianza, de cuidado, de alegría de las personas para constituir posibilidades de esperanza e interdependencia (Encina & Ezeiza, 2017).

Es el lenguaje, un acto de valorar el saber inmerso en los miembros de una comunidad; es así como toda experiencia si es susceptible de ser compartida, es a la vez un acto de comunicación de saberes.

Nos encontramos ante el disCURSO como del saber. Posicionamos el discurso en la vía para la inquietud, la acción y la participación, desde la esencia del desempoderamiento (Encina & Ezeiza, 2017).

El discurso a partir de esta perspectiva, deja de ser articulado por quienes adquieren autoridad a partir de la alineación y la dádiva, en tanto, son apoyados por el sistema para la profesionalización que otorga un título o un grado para sustentar saberes que se dicen válidos.

El disCURSO que sostiene el desempoderamiento acontece como recurso para autogestionar la vida cotidiana y precisamente porque logra posicionarse en un acto transformador, es al mismo tiempo un ejercicio de democracia ciudadana.

Bibliografía

Encina, J., & Ezeiza, A. (2017). SIN PODER. Construyendo colectivamente la autogestión de la vida cotidiana. Uarte, Navarra: Ulzama Digital. Obtenido de: https://ilusionismosocial.org/mod/resource/view.php?id=725

Esquivel, Y. (6 de noviembre de 2020). Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. El Universal .

Gobierno de México. (2020). lopezobrador.org.mx. Obtenido de https://lopezobrador.org.mx/wp-content/uploads/2020/11/GUIA-ETICA-PARA-LA-TRANSFORMACION-DE-MEXICO.pdf

González, E., & Chacón, H. (2014). Sobre el concepto y modelos de ciudadanía. Revista científica electrónica de Educación y Comunicación en la Sociedad del Conocimiento , 2 (14). Obtenido de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4942224

Marcos, P. (1997). ¿Qué es democracia? México: Publicaciones Cruz.

Murga, A. (2008). Participación y asociacionismo político: nuevas propuestas analíticas. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales (48), 311-317. Obtenido de: http://www.scielo.org.mx/pdf/conver/v15n48/v15n48a12.pdf

Paredes, J. P. (2011). Ciudadanía, participación y democracia. Deuda y déficit en los 20 años de democracia en Chile. Revista de la Universidad Bolivariana , 10 (28), 473-499. Obtenido en: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-65682011000100022

Programa de las Naciones Unidas Para la Democracia. (1998, 2000, 2002 Y 2004). Informe de Desarrollo Humano. Santiago de Chile: PNUD. Obtenido de: https://www.undp.org/content/dam/chile/docs/desarrollohumano/undp_cl_idh_informe2004.pdf

  1. El 27 de noviembre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, emitió en México la Guía ética para la transformación de México.

 

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