Crítica a la salud pública y a la psiquiatría biomédica frente a los trastornos alimenticios

 

Por María del Carmen Suárez Alcántara[i]

La salud mental desde el discurso biomédico

Desviat señala que por una parte existe una medicalización cada vez mayor en el área de la salud mental, pues “el discurso biomédico abre la puerta a la construcción de pseudoenfermedades, donde lo normal y patológico es dictado por los intereses del capital”. (Elúa; 2016). Por otro lado, hay un verdadero abandono de personas que realmente necesitan atención médica para restablecer su salud mental por falta de poder adquisitivo, pues muchas veces los tratamientos que se implementan en esta área de la salud son demasiado costosos. Un ejemplo de esto son los pacientes que tienen cualquier tipo de TCA (Trastorno de Conducta Alimentaria). Algunos de estos pacientes son desahuciados por ciertas instituciones de salud que les han diagnosticado una cronificación de su enfermedad y se niegan a atenderlos. Tal y como lo ilustra el testimonio de una mujer con TCA del Proyecto Princesas ―El Proyecto Princesas nace en España “a raíz de descubrir en la web a las comunidades pro ana y pro mia, comunidades cibernéticas que promueven tanto la anorexia como la bulimia como un estilo de vida y no como una enfermedad, dicho proyecto tiene como objetivo informar y visibilizar la anorexia y la bulimia en su realidad más absoluta. Pues sus fundadores piensan que “desde la información real de dichos trastornos se podrá llegar a un mayor conocimiento de estos en nuestra sociedad, logrando una detección precoz (Manifiesto, 2018)―:

“Nadie puede volver atrás y comenzar algo nuevo, pero cualquiera puede comenzar hoy y crear un nuevo futuro. Sally Field.

¡Proyecto Princesas os desea un feliz año 2019! Este año hemos querido felicitar el año con una frase de Sally Field, ya que durante la sesión de la fotografía que le acompaña, nuestra participante nos contó que en un centro de recuperación de Trastornos de la Conducta Alimentaria no le quisieron ayudar porque según ellos su enfermedad estaba cronificada.” (Proyecto Princesas; 2019)

 

Ausencia de tratamientos especializados

Por otra parte, la ausencia de centros especializados y de tratamientos adecuados para atender este tipo de enfermedades mentales a un costo accesible no sólo afecta al enfermo sino a toda la familia, tal y como se expresa en la petición que Patricia Cervera Valencia coloca en la plataforma de Change.org titulada: “URGENTE: Unidades Especializadas para los Trastornos de la Conducta Alimentaria ¡YA!”:

Las personas que sufren anorexia, bulimia o cualquier otro trastorno alimentario, niñas adolescentes, en su mayoría, debido a la ausencia de tratamientos adecuados de la enfermedad, siguen padeciendo el abandono del sistema público de salud, en algunas Comunidades Autónomas, como es el caso de Andalucía, dando lugar a la cronificación de la enfermedad con resultados irreversibles: grave deterioro tanto físico como mental, llegando incluso a la propia muerte, bien por suicidio, bien por fallos en órganos vitales. Y no afecta sólo a la salud de la persona enferma, es toda la familia la que se encuentra completamente agotada y destrozada. Estos «enfermos» desatendidos por nuestro sistema sanitario son (o pueden ser) nuestras niñas y niños, nuestros jóvenes; a quienes se les niega el derecho a la vida, un derecho fundamental de todo ser humano. Necesitan un tratamiento real y no «parches», que no son más que una falsa apariencia de que «algo se hace»: así no se va a solucionar este GRAVE PROBLEMA. (Change; 2019)

Manuel Desviat señala que desde la perspectiva de la psiquiatría biomédica “la enfermedad mental oculta las causas socio-económicas de los malestares que son consecuencia de unas políticas antidemocráticas más interesadas en el beneficio económico privado que en el bienestar ciudadano” (Elúa; 2016). Eso se refleja en la lucha que muchos ciudadanos tienen que emprender, día a día, para ser atendidos como consecuencia de estas enfermedades mentales. Tal y como testifica Patricia Cervera Valencia:

“Soy madre de una hija con anorexia desde los 13 años; ahora va a cumplir 21. Todos estos años las opciones de tratamiento han sido consultas ambulatorias, esporádicas, en salud mental, primero en unidades infanto-juveniles y, posteriormente, en unidades de salud mental de adultos. Sólo y, exclusivamente, ante mi insistencia, se le ingresaba en el hospital, cuando estaba muy grave. Son batallas continuas para que la atiendan; la otra opción es dejarla morir en casa, lentamente. No solo tienes que lidiar con la grave enfermedad de tu hija sino que además tienes que estar continuamente batallando con el propio sistema sanitario que debe proteger nuestra salud y nuestra vida. Esta situación me ha generado un importante deterioro en mi salud y afectado a mi otro hijo. Somos una familia monoparental y mis ingresos son los únicos que entran en casa. Me he tenido que endeudar para intentar ayudar a mi hija, acudiendo a especialistas privados, porque la SANIDAD PÚBLICA no garantizaba ningún tratamiento real a mi hija.” (Change; 2019)

Al respecto, Manuel Desviat observa que “la psiquiatría biologicista perpetúa una salud mental paternalista y poco respetuosa con la autonomía y libertad del sujeto y exime a la sociedad de cualquier responsabilidad ante su malestar, aportando al sujeto un estatus social de enfermo frente al fracaso de la sociedad democrática.” (Elúa; 2016)

Las contradicciones de la psiquiatría biomédica

Desde la perspectiva de la salud pública, el fracaso de la sociedad democrática en torno a la salud tiene un doble discurso que se contradice todo el tiempo, el sujeto es responsable de estar sano o enfermo, pues él, y únicamente él, decide qué estilo de vida quiere tener para estar saludable o enfermo todo el tiempo. Él decide ser pobre, ignorante, negligente con su salud, ser explotado (pues si sufre algún tipo de explotación por parte del sistema, es porque no se esforzó lo suficiente para gozar de una calidad de vida mejor). Simultáneamente, este discurso sostiene que existen múltiples factores sociales, culturales, psicológicos, geográficos que favorecen la existencia de determinadas enfermedades. Factores que parecen estar aislados los unos de los otros. Lo cierto es que, para la salud pública, dichos factores deben ser modificados y solventados de manera individual por el sujeto. ¿Pero qué pasa cuando el sujeto no tiene la facultad mental de decidir qué es lo sano o lo enfermo? Para solventar las causas, multifactoriales que producen su enfermedad, como es el caso de la anorexia y la bulimia. ¿Cómo responde el discurso de la salud pública? ante este hecho.

Cruzat, Mandich y colaboradores señalan que “las personas con TCA se caracterizan por presentar una baja conciencia de enfermedad, lo que según el modelo trans-teórico del cambio propuesto por Prochaska y DiClement (1982), correspondería a un nivel de pre-contemplación, donde no se han propuesto cambiar porque sus síntomas son egosintónicos. Es decir, no son conscientes de que constituyen un problema y más aún, un riesgo.” (Cruzat; 2012:130)

De allí que los tratamientos que se implementan en torno a la anorexia y a la bulimia se limiten a querer preservar la vida de los pacientes, sin considerar, ni indagar el sentido que tiene para dichos sujetos, sus acciones, tal como lo apuntala Strada. Si bien el silenciamiento del paciente no es algo exclusivo de los enfermos mentales, sino de la manera en que la salud pública concibe a la salud misma y los roles que designa o, mejor dicho, asigna dicho modelo médico hegemónico tanto al médico como al paciente. En palabras de Garaventa:

“Cuando hablamos de modelo médico hegemónico no estamos hablando de las características personales del esforzado profesional que transita hospitales y consultorios en búsqueda del bienestar del paciente, sino de un esquema de pensamiento y de acción, una estructura que determina una forma de concebir la salud, las acciones a realizar y la relación con el paciente que está instalada como natural en el ámbito social, lo que significa que cuenta con un importante consenso en la población y que implica al paciente como objeto pasivo y obediente de las consecuentes acciones derivadas del saber médico. El saber hiperfragmentado por la especialización post moderna hace que los dos polos del proceso de salud pierdan la noción de totalidad. En ese camino, el paciente además suele perder la dignidad, el bienestar y hasta la vida.” (Garaventa:2020)

Dentro la Salud Pública existe la tendencia a la imposición de salud con el concepto de enfermedad mental, que desde sus mismos inicios no ha gozado de consenso social (Cabrera; 2017:2). Entonces, ¿hasta dónde está justificada la manera que tiene la medicina desde la salud pública para intervenir a los enfermos mentales de la manera que lo hace? Cabrera señala que es en “el convencimiento de que la persona tiene una “enfermedad mental”, lo considere ella o no, que nos permitimos imponerle por su bien un tratamiento, lo quiera ella o no, en función de lo que nosotros, los expertos, consideramos que son sus verdaderas necesidades de salud. Y no podemos olvidar que en nuestra área (psiquiatría) imponer un tratamiento puede implicar ―e implica en demasiadas ocasiones― un control absoluto sobre todos los aspectos de la vida de la persona: desde la obligatoriedad de un tratamiento farmacológico, a la selección de las personas con las que puede tener contacto o el lugar y personas con las que ha de vivir” (Cabrera; 2017: 2).

La anorexia y la bulimia desde la psiquiatría clínica

En el caso de la anorexia y la bulimia esto no es la excepción. La anorexia encuadrada como una enfermedad y dentro del discurso médico, pasa a ser considerada un problema de salud. Como ciertamente puede comportar un riesgo de muerte, se establece para abordarla una prioridad que, en la mayor parte de los casos, se mantiene como única alternativa: Todas las estrategias deben ir dirigidas a restituir una alimentación normal (Strada; 2002: 18). Para lograrlo, refiere Strada “la autoridad médica y su entorno social y familiar ponen varios recursos como son: seducción, chantaje, cuidados maternales y llamadas al sentido común y a su inteligencia” (Strada; 2002: 23). En el mejor de los casos, no olvidemos que a partir del “siglo XX, la anorexia nerviosa será catalogada como una patología mental: específicamente, un desorden. Por ello mismo, las pacientes de anorexia nerviosa serán expuestas a tratamientos propios de la psiquiatría de la época. (Fernández;2020). “Técnicas” como: lobotomías, extracción de tiroides, terapia electroconvulsiva, etc.”

Desgraciadamente y al contrario de lo que afirman autores como Fernández, dichas “técnicas” no han sido de todo erradicadas y aún siguen vigentes, pues se utilizan para tratar tanto la anorexia como la bulimia en pleno siglo XXI. Un ejemplo que ilustra esto perfectamente nos remite al martes 06 de septiembre de 2011, en la gaceta del senado número LXI/3PPO-262/31603, el Senador Guillermo Tamborrel Suárez, del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional (PAN) expresa su reconocimiento al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) por su compromiso y éxito en el combate a los trastornos de la conducta alimentaria de la siguiente manera:

“El Estado Mexicano ha mostrado su compromiso tanto en la prevención como tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria, particularmente, de la anorexia. Prueba de ello, es la operación denominada “leucotomía límbica”, mejor conocida como “lobotomía prefrontal”, que elimina la fobia que tiene el paciente a comer, la cual, hasta ahora, se realiza sólo en el Centro Médico Nacional, 20 de noviembre, del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), de manera gratuita a los derechohabientes de tal Instituto.” (Gaceta del Senado; 2011)

Posteriormente, explica de forma breve en qué consiste tal procedimiento: dicha operación consiste en inhabilitar aquella parte del cerebro que regula las emociones a través de una técnica llamada “termo ablación”, la cual elimina con exactitud un mal específico que es ubicado mediante una “tractografía”, un procedimiento usado para poner de manifiesto las fibras cerebrales y, por tanto, identificar el lugar exacto a tratar (Gaceta del Senado; 2011)

Empero, se omite que los primeros síntomas que manifiestan las personas lobotomizadas normalmente son “estupor, estado confusional y problemas urinarios como incontinencia, habiendo una clara pérdida del control de esfínteres. Junto a ello, se dan alteraciones en la conducta alimentaria, manifestándose en un incremento del apetito hasta tal punto en el que se gana mucho peso tras la operación. “(Montagud; 2020) Por lo que si bien se logra aumentar el apetito del paciente, dicha intervención quirúrgica afecta todas las funciones ejecutivas: concentración, planificación, memoria de trabajo, razonamiento, toma de decisiones, funciones de las cuales se encarga el lóbulo frontal. Como consecuencia, la planificación, la memoria de trabajo, la atención, la cognición social y la empatía se ven afectados; al respecto, Montagud señala: “El “remedio” calmaba a los pacientes, haciendo que su activación disminuyera, pero no porque mágicamente había desaparecido el trastorno, sino más bien porque se les había convertido en zombies” (Montagud; 2020). Otras consecuencias que se derivan de la lobotomía es que “muchos pacientes empezaron a sufrir convulsiones tras ser intervenidos […], sin embargo, el efecto más claramente grave era la muerte. Según algunas fuentes, uno de cada tres pacientes no sobrevivía a este tipo de intervención, pese a su breve duración. También se dieron múltiples casos de personas lobotomizadas que acabaron suicidándose a causa de ello” (Montagud; 2020).

El documento en donde el senador panista Guillermo Tamborrel Suárez felicita al Instituto De Seguridad Y Servicios Sociales De Los Trabajadores Del Estado (ISSSTE) prosigue:

A través de la “leucotomía límbica” se elimina del cerebro de los pacientes con anorexia, la obsesión por mantenerse, así como la imagen de un cuerpo obeso. (Gaceta del Senado; 2011)

En ese tenor, en dicho documento tampoco se hace referencia a que en 1967 fue prohibida este tipo de intervención quirúrgica por considerarse invasiva, ya que modifica la integridad de la persona y pueden atentar contra su dignidad y hasta con su propia vida. El reconocimiento del senado no sólo omite e ignora esta información, sino que considera que dicha operación es la panacea para solucionar cualquier tipo de trastorno alimenticio:

Es tal la esperanza que genera dicha operación, que el Centro Médico Nacional 20 de noviembre del ISSSTE prepara ya este tipo de intervenciones neurológicas para combatir la obesidad, la cual, si no se implementan políticas públicas con el objetivo de erradicarla, en los próximos años podría absorber de manera total el presupuesto de salud en México, ya que nuestro país ocupa el primer lugar en obesidad tanto en adultos como infantil. En este sentido, la operación de cerebro para eliminar la obesidad tendría como finalidad detener la señal en el cerebro de ingesta compulsiva y de esta manera se lograría que el paciente no tuviera la necesidad de comer de manera desmedida. Así, el ISSTE, mediante la leucotomía límbica, reafirma el compromiso que tiene hacia el mejoramiento en la salud de México, logrando hacer realidad con la “leucotomía límbica” lo que antes se veía como un futuro muy lejano e incierto, una posibilidad real y material para combatir los trastornos de la conducta alimentaria. (Gaceta del Senado; 2011)

Actualmente dicho tratamiento sigue siendo implementado. Donají valora que un 60% de este tipo de tratamientos son realizados a mujeres, y en ciertos hospitales y durante periodos determinados, la relación es de hasta 3 mujeres por cada hombre. A pesar de la falta de datos, existen elementos para suponer que algunos de los diagnósticos (que son el sustento de la supuesta “finalidad terapéutica”) corresponden a sesgos de género y discapacidad, pues estos incluyen depresión mayor, anorexia y bulimia (Donají; 2019)

Esta autora afirma que la Hospitalización de Psiquiatría en el sistema de salud pública en México –en hospitales del IMSS, del ISSSTE y de la Secretaría de Salud– se hacen electroshocks y, además, el IMSS y el ISSSTE realizan lobotomías (Donají; 2019). Al consultar la página web del gobierno de México para corroborar dicha información, ésta nos remite al informe emitido por la Secretaria de Salud hecho por el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez (2018)

Siguiendo a la autora, es importante señalar que no es casualidad que “los electroshocks y los tratamientos irreversibles en el ámbito psiquiátrico suceden constantemente, con recursos públicos, en lugares donde se da una limitación de libertad. Éstos, además, se aplican a poblaciones específicas en desigualdad, casi siempre las mismas, una y otra vez.” (Donají; 2019).

Esto se debe a que la salud pública concibe a la salud como una mercancía de lujo y de lucro. En consecuencia, los tratamientos que son ineficaces e inefectivos, y muchas veces hasta contraproducentes, sólo se podrán realizan en poblaciones marginales. Debido a que dichas poblaciones, por sus condiciones económicas, raramente mostraran algún tipo de resistencia, no sólo ante el saber médico hegemónico sino ante sus tratamientos inhumanos, pues el dolor y la desesperación, aunados a las pocas o nulas posibilidades económicas de buscar otras alternativas, hacen que estos se resignen ante cualquier propuesta médica realizada por la institución pública, después de todo, la tarea social de ésta debería ser buscar el bienestar y la salud del paciente. Aunque en los hechos esto no siempre sea así.

Como podemos observar, las diversas soluciones que se han implementado desde la salud pública, a través de la psiquiatría biomédica, en torno a la anorexia y la bulimia no han sido ni efectivas, ni suficientes, pues parten de una psiquiatría positivista, medicalizada, reduccionista; que revela la preferencia por estos tratamientos y “refleja un enfoque que centra el problema en la persona y hace caso omiso del contexto social-cultural en el que se encuentra inmerso el sujeto. Además, omite las relaciones de poder y dominación que se ven implicadas en esos diagnósticos y que justifican estos tratamientos. Si concedemos las múltiples violencias que se esconden detrás de estas prácticas habremos de incluir un cuestionamiento sin tregua a los marcos que permiten que se realicen.” (Donají, 2019) Como son la salud pública y la psiquiatría biomédica.

 

Bibliografías.

Anónimo. (martes 06 de septiembre de 2011) la Gaceta del senado Gaceta:Del Sen. Guillermo Tamborrel Suárez, del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional, la que contiene punto de acuerdo para expresar reconocimiento al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado por su compromiso y éxito en el combate a los trastornos de la conducta alimentaria. LXI/3PPO-262/31603. Recuperado (05/05/2020) https://www.cchr.mx/about-us/mental-health-declaration-of-human-rights.html.

Cabrera, Manuel. (enero 2017) Derechos humanos en salud mental (y sus vulneraciones) Enfermero y enfermera especialistas de salud mental.Boletín Psicoevidencias nº 47.Recuperado(05/05/2020)

https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1409-00902002000300002

Cruzat Mandich, Claudia; Haemmerli Delucchi, Constance; Díaz Bugmann, Macarena; Pérez

Villalobos, Cristhian; Goffard Lackington, Jean Paul Sitios Pro-ana y Pro-mia: Una aproximación reflexiva ante este fenómeno. Revista Argentina de Clínica Psicológica, vol. XXI, núm. 2, agosto, 2012, pp. 129-138.Fundación Aiglé.Buenos Aires, Argentina. Recuperado 05/05/2020 de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=281927588005

Cervera, patricia. (1/3/2019) URGENTE: ¡Necesitamos unidades especializadas en Trastorno de la Conducta Alimentaria! change.org. Recuperado de https://www.change.org/p/mi-hija-tiene-anorexia-necesitamos-una-unidad-especializada-para-trastornos-de-la-conducta-alimentaria-en-andaluc%C3%ADa-andaluciajunta-change-org-tratemoslaanorexia-jesusraguirre-saludand

Donají, Alejandra. (19 de mayo 2019). Revista Nexos versión on-line. La lucha está en los límites. De lobotomías y electroshocks en México. México.Recuperado el (05/05/2020) https://discapacidades.nexos.com.mx/?p=984#_ftn11

Elúa, Ana. (jul./dic. 2016) Hacia una salud mental colectiva. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría versión On-line. vol.36 no.130 Madrid

Fernández, Ana María (2020) Historia de la anorexia nerviosa. Recuperado el (05/05/2020) https://www.upo.es/cms1/export/sites/upo/moleqla/documentos/Numero20/Destacado-2.pdf

.Montagud, Nahum. (2020) Los efectos de la lobotomía cerebral : un resumen. Una descripción de los efectos más habituales que la lobotomía producía en los pacientes. Psicología y mente. México. Recuperado el 05/05/2020 de

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Morales, Alberto y colaboradores. (Jan. 2002)Anorexia y bulimia: caracterización y sistematización de la experiencia de intervención de una Clínica de Adolescentes Acta Pediátrica Costarricense.vol.16 n.3 San José Recuperado el (05/05/2020)https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1409-00902002000300002

 Proyecto Princesas (01/01/2019) Recuperado el 18/04/2020 https://proyectoprincesas.com/blog/

Secretaria de Salud. Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/385167/tabulador.pdf

Strada, G.(2002) El desafío de la anorexia. Madrid. Ed. Síntesis.

 

[i] María del Carmen Suárez Alcántara. Actualmente Doctorante en Salud colectiva; Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la Universidad Autónoma de Metropolitana (UAM-X) y licenciada en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Egresada de la primera generación del diplomado Cuerpo descifrado. Ganó Mención Académica 2015 por su tesis de maestría: El Fenómeno Pro Ana Y Pro Mia en la Web. Es autora del libro «Soy Totalmente Mía- Soy Totalmente Ana. Ensayos para princesas, príncipes y wannabes.» y del cuento «Juegos» de la antología de cuentos Fábula, fobias y filias. Generación XXIV de la Escuela de Escritores. Ha publicado artículos de cultura y política en revistas como Expresión Autónoma y el periódico El Canchinchín de Veracruz. Participó como jurado en el IV Concurso de Creación Literaria en la UAM- Iztapalapa. Actualmente sus líneas de investigación son los trastornos de conducta alimentaria en la web.

 

 

 

 

 

 

 

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