Por Ximena Cobos CRUZ
Existe un suplemento del periódico Reforma llamado “Club”, en el que ―si uno tiene suscripción, porque cómo le encanta sacar dinero a este tabloide―, puede mirarse la vida frívola de la clase alta mexicana, entre fiestecitas de caridad para “ayudar” a artesanas de los pueblos originarios, hasta los eventos de fin de semana en el liceo donde los niños y adolescentes salen en desfiles de moda y concursos irrisorios; imagen tras imagen con pie de foto aclarando con nombre y apellido, puntualmente, quiénes son todos esos señores, señoras, niños y fetitos en desarrollo. Hace casi un mes, dicho suplemento se centró en los atletas rumbo a los Juegos Panamericanos, competidores de canotaje, equitación, incluso surf, jóvenes cuyos colegios están altamente equipados o tienen los recursos de sobra para poder entrenarse y llegar a ser atletas de alto rendimiento sin ningún obstáculo más que sus propias convicciones. Pero en la realidad ―porque aquella esfera cristalina del dinero es falsedad a cada paso― la vida de los deportistas en México no es la de los privilegios, la facilidad de pagar un entrenador, conseguir acceso a instalaciones adecuadas, menos aún si se trata de competidores con alguna discapacidad.
Mi nombre es Guadalupe Rossana Guzmán Vilchis, nací un 31 de diciembre de 1988 en la Ciudad de México. Rossana vio la luz por primera vez en un país donde los servicios médicos exudan carencias, ética dudosa y empatía casi nula. Yo, al nacer, tuve una asfixia severa por negligencia médica, lo que me causó secuelas de parálisis cerebral. Mis primeros años de vida estuve en rehabilitación física y, afortunadamente, mis padres ―que son profesores, ahora jubilados―, estuvieron muy al cuidado de mi desarrollo físico y mental. Desde niña me ha gustado el deporte y siempre he hecho ejercicio como rehabilitación. Pero, no fue sino hasta los 19 años, cuando conoció a quien actualmente es una buena amiga, que tras la invitación a clases de natación en la Alberca Olímpica, donde estuvo dos años, inició con el equipo de atletismo. Yo empecé a correr sólo por echar relajo con mi amiga, en realidad era nuestra distracción; el entrenador nacional, que ahora sigue siendo mi entrenador, Aníbal Vilchis, me dijo que tenía muchas cualidades para la pista. Comencé a ser más constante en los entrenamientos y a tomarlo más en serio. Desde entonces entrenábamos en ciudad deportiva, como hasta ahora, en las instalaciones del Centro Paralímpico Mexicano, ahí tenemos dormitorios, comedor, alberca, gimnasio, médico y disponemos para nuestro uso de la pista del CNAR y la del Palillo. Considero que las instalaciones sí son adecuadas, todo está adaptado para las diferentes discapacidades.
En el deporte adaptado (paralímpico) existen diversas clasificaciones de acuerdo a tu tipo y grado de discapacidad; las diferentes discapacidades que participan son débiles visuales, amputados, silla de ruedas, especiales y parálisis cerebral. Yo soy de la discapacidad de Parálisis cerebral. En cada discapacidad hay también clasificaciones, de acuerdo a tu grado de afectación. En mi caso, soy clasificación T36. Estas clasificaciones son a nivel internacional y las avala el Comité Paralímpico Internacional (IPC), existen con el fin de que las competencias sean más justas, ya que todos nosotros tenemos diferentes capacidades al hacer deporte, no puedes poner a competir a dos mujeres cuando una de ellas está en silla de ruedas y la otra puede caminar o moverse más. Realmente es todo un mundo el tema de la discapacidad y sus diferentes grados. Yo compito en 100 y 200 metros planos, además, apenas este año comencé con la prueba de salto de longitud.
A pesar del daño que sufrió al nacer, de los pronósticos desalentadores de los doctores que aseguraban no caminaría, tampoco llegaría a hablar, ni siquiera a pensar ―Según el informe médico tuve 10 minutos de muerte prematura―, Rossana tiene 11 años entrenando atletismo y 10 como atleta de alto rendimiento. Un par de piernas fuertes, robles embestidos de potencia, sostienen ese cuerpo en lucha, una mente esforzada que no sufrió afectaciones, que siempre estuvo a la altura, avanzando sin reparo hasta llegar a la universidad. Si bien mi discapacidad no es reversible, es una condición de vida que ha mejorado gracias al deporte, fortaleciéndome físicamente, optimizando mi motricidad al caminar y desarrollando mi fuerza.
La relación con el deporte, el entendimiento que tiene esta atleta gracias a su condición― Mi diagnóstico médico son secuelas de parálisis cerebral, a causa de asfixia neonatal, lo que provocó un daño motriz, muy afortunadamente, no implicó daños en la parte intelectual―, la llevó a elegir la licenciatura de Promoción de la Salud. Ingresé a la UACM en el 2011, estuve los primeros dos semestres en el plantel de San Lorenzo Tezonco, luego me cambié al de Centro. Me atrajo la carrera porque no era muy conocida, y al revisar el programa de estudios me interesaron las materias pues puedo relacionar la licenciatura con lo que me gusta hacer, el deporte; pienso que éste se vuelve un estilo de vida cuando lo practicas constantemente, y justamente una parte de la promoción de la salud es enseñar y promover estilos de vida saludables para una mejor calidad de vida.
Aunque los obstáculos para Rossana han sido una fila de paredes traspasadas, para lograrlo ha hecho sacrificios. Sí, cambió mi vida. Al principio no tan radical, cuando practicaba por salud, pero al estar ya seleccionada como atleta de alto rendimiento, aprendí que es una disciplina muy celosa, tienes que dejar muchas cosas; dejé fiestas, reuniones, amigos, desveladas, viajes, salidas. Creo que ya a este nivel sí es un cambio radical, porque también tuve que dejar de estudiar por las concentraciones a las que me han llamado en la COPAME (Comité Paralímpico Mexicano). Es estar en el centro paralímpico de lunes a viernes y dormir ahí, los fines de semana salir a tu casa, pero a descansar y a cuidarte.
Se trata, entonces, de esforzarte, de tener la convicción de conseguir un objetivo a pesar de los contextos pocas veces favorables. Mi primer nacional fue en el 2010, gané segundo lugar. Al siguiente año, participé en el selectivo para los Juegos Olímpicos de Londres, 2011; quedé en segundo lugar, recuerdo que estuve a 30 centésimas de la marca que me pedían para asistir. Creo que ese fue el momento en que dije “para la próxima tengo que dar la marca”, y de ahí no dejé de entrenar. La satisfacción del deporte en mí es tan grande que cuando hablo de ella me lleno de escalofríos y alegría en mi rostro. Muy aparte de las medallas y los lugares obtenidos, creo que lo mejor es darte cuenta de tu propio crecimiento como persona y como atleta, todo lo que se aprende en el deporte es realmente algo que valoro mucho, esos cambios aparecen cuando de verdad te ves como una atleta, cuando comienzas a ponerte tus propias metas y objetivos, cuando aprendes a romper esos límites que algún día, por la discapacidad, la sociedad te enseñó. El deporte te convierte en una persona fuerte física y mentalmente, en una persona competitiva contigo misma.
Luego de los Panamericanos, se celebran en Lima los Parapanamericanos, del 23 de agosto al 1 de septiembre, esta competencia es un selectivo para el Mundial de Qatar que se llevará a cabo en noviembre de este año. Es mi primer evento importante internacional, donde realmente voy a representar a México. Si mejoro mis marcas y subo de posición en el Ranking el otro año serán los Juegos Olímpicos en Tokio, Japón. Aquí, en el país, en octubre, es el nacional, que se hace cada año, también asistiré, se celebrará en el estado de Veracruz… Los primeros paralímpicos en que compite Rossana, feliz, plena, concentrada, sin importar la historia pasada de derrotas, no en la pista, sino frente a frente con la institucionalidad. Claro que falta mucho apoyo por parte de COPAME, de CONADE y del Instituto del Deporte. La COPAME sí da el apoyo económico para los eventos internacionales, como juegos parapanamericanos, mundiales y olímpicos. En este evento de Lima, Perú, todos los gastos corren por parte del comité, transporte y viáticos.
Sin embargo, en los eventos de estos dos últimos años, los nacionales y los abiertos, nosotros hemos tenido que pagar todo, desde comidas, hospedaje, transporte. El selectivo a Lima, que fue en mayo de este año, nosotros tuvimos que pagar todo también, fue en Cuernavaca, y el evento duró tres días; de nuestro bolsillo salió todo aunque este evento debió ser apoyado por el Instituto del Deporte, pero no recibimos ni siquiera el transporte. Al igual que en el nacional del 2018, que fue en San Luis Potosí, en el mes de diciembre, fueron cinco días; para este evento igualmente no recibimos ningún apoyo, no recibimos uniformes de la selección, nosotros como equipo tuvimos que rentar una casa porque salía más barato que pagar un hotel y nos fuimos en autobuses. Recuerdo que hubo varios compañeros míos que no participaron en el evento por falta de dinero, pues por cada uno de nosotros gastamos entre tres mil y cuatro mil pesos, lo cual es demasiado injusto; todo el año entrenando para que llegue el selectivo y no asistir por falta de recursos, siendo un evento importante porque aparte de ser el nacional de ese año, fue un pre selectivo para los juegos de Lima. La falta de apoyo de becas es muy penosa. El Instituto del Deporte pone muchas trabas para que puedas conseguir una beca mínima por representar a tu alcaldía; yo que llevo diez años representando a Benito Juárez no me han querido dar la beca deportiva. Cada año meto mi solicitud y no recibo respuesta. Ahora, siendo seleccionada para los panamericanos mandé una carta solicitando un apoyo de la alcaldía, hasta el momento no he recibido nada, sólo dicen que la convocatoria no ha salido.
Cómo ser una medallista en tiempos de corrupción, en un país donde los recursos se esfuman como si nunca hubieran existido. Cómo apostar por mantener una calidad de vida donde cultives el cuerpo y la mente si el equilibrio está infravalorado y los excesos son el hito que funda la vida de la juventud sin opciones, sin perspectiva. Realmente es una pena que México no apoye para nada a los deportistas, hacer deporte la verdad a veces parece un lujo, es inversión de tiempo, esfuerzo y dinero. Yo pertenezco a la federación de Parálisis Cerebral. Tengo licencia IPC, la conseguí desde el año 2011 cuando participé en el Abierto Mexicano rumbo a los juegos paralímpicos de Londres. La licencia, primero, te acredita para poder participar en los eventos que sean selectivos para competencias internacionales y, segundo, para que tus marcas y registros de las competencias, así como tus pruebas, sean avalados y aprobados por el IPC y sean publicados en las páginas oficiales y así poder participar en todo el ciclo olímpico. Se renueva cada año y tiene un costo, ahora, de $500 pesos; a principio de año debemos entregar papeles y una solicitud para renovarla, así como el pago, que se deposita a la Federación. Nosotros la pagamos de nuestro bolsillo, no existe ningún apoyo.
Se ha dicho hasta el cansancio, lo que no se nombra no se hace visible. Para que más niños con discapacidad salgan de un entorno violento de discriminación y marginación, es necesario que se visibilicen las posibilidades de desarrollo, de inserción social, de eliminación de ese borde áspero que es la diferencia que tanto nos asusta, de esa frontera del no reconocernos en el otro. No, nunca he tenido algún encuentro con la prensa mexicana. Hace falta mucha difusión del deporte adaptado y paralímpico, tanto en redes sociales como en televisión, periódicos, etcétera. Los juegos panamericanos no los están transmitiendo en ningún canal de la televisión abierta, sólo en los canales como ESPN y los de cable; a los paralímpicos pienso que les dan menos importancia que a los convencionales. Creo que siempre se va a mostrar al atleta que ha llegado lejos, al medallista y al destacado, olvidando a todos los demás atletas que vienen desde abajo. Sólo cuando ya destacas en alguna prueba y tienes posibilidad de ser medallista es cuando existes para los federativos, mientras no, sólo eres uno más. Considero que el deporte no debería de ser así, porque se tendría que poner mucho más atención en los “semilleros” ―mi entrenador llama así a los niños que van iniciando en el deporte desde cero―, dar más impulso al deporte desde edades tempranas y no solamente reconocerlos ya cuando son medallistas y nadie sabe cómo fue su proceso y desarrollo para ser un atleta élite.
La cultura del deporte en nuestro país, considero, es bastante pobre. Últimamente las carreras, los maratones, las rodadas, los gimnasios y los clubes deportivos se han vuelto una moda; a pesar de que mucha gente practica alguna actividad lo hace de manera incorrecta y, a parte, no sabe cómo alimentarse de forma adecuada, siendo que la alimentación debe ser una parte integral de la cultura deportiva. Yo pienso que la gente no ha comprendido bien y no ha adoptado correctamente una cultura del deporte, muchos lo hacen por moda y no lo adoptan como un hábito continuo. Por otro lado, a las instituciones que están a cargo del deporte en el país les falta mucho por entender realmente del deporte como cultura, por algo somos un país con altos índices de obesidad; los programas que se han puesto en marcha en sexenios pasados han sido inútiles y no tienen seguimiento, por ejemplo el de “Ponte al 100” o el de “Mídete, chécate y muévete”, han sido un fracaso.
El viento se corta, es su cuerpo que arremete contra toda resistencia, que deja atrás la pista como si no hubiera que recorrerla una y otra vez hasta mejorar la marca. Nada importa, el objetivo lo tiene bien fijado, empero, la mirada es crítica, nunca olvida que las circunstancias coexisten allá afuera con la disciplina y el rigor personalizados. Últimamente me he estado preparando mentalmente para cuando llegue a una competencia importante y los nervios o la emoción no me ganen. El enfoque en la pista, de un entrenamiento a una competencia, es diferente, obvio. En lo personal, cuando estoy feliz entreno mejor; llego a la pista y trato de tomar una buena actitud siempre, conmigo no funciona que te hagan enojar o correr con coraje ―la risa estalla, juega― porque hay muchos atletas que eso les sirve. En los momentos de competencia he aprendido a que sí debo de estar bien concentrada en mí y no en las otras competidoras, me ha funcionado el autodiálogo, hablarme fuerte, pero positivo. En una competencia te olvidas de todos, o tratas de que así sea, ese es tu momento y debes de estar concentrada en tu cuerpo y en tus pensamientos. Desde el 2010 he participado en los nacionales; como seleccionada nacional estoy entre las primeras tres competidoras de mi categoría; mi rival, que es Sandra Fonseca, siempre hemos estado o ella en primero o yo. Este año, en el selectivo para los parapanamericanos, yo obtuve el primer lugar en 100 metros con 00.16.06 segundos y segundo lugar en 200 con 00.34.24 segundos, además del primero en salto de longitud con 3 metros 22 centímetros, que fue reconocido como un record americano en salto de mi categoría. En todos los nacionales he sido medallista.
Creo que llevo muchos años preparándome, he estado en muchas competencias y enserio que en todas se aprende algo diferente, las sensaciones son distintas, los nervios, los pensamientos, los resultados y hasta las expresiones; sé que los eventos que vienen, como el de Lima, son de un nivel mayor y por ello he estado enfocada en mi preparación física, pero, también mental y emocional. Yo busqué apoyo de la psicología deportiva porque sé que la mente juega un papel muy importante en esta preparación, me siento mucho más concentrada con las técnicas que he aprendido, y la visualización en eventos así, tan grandes, es importante. Sí, sí creo estar preparada para lo que viene, tengo que estarlo, es lo que me gusta hacer, soy feliz corriendo y sufriendo en los entrenamientos. Me ha costado muchas cosas llegar a ser seleccionada paralímpica nacional y creo que debo disfrutarlo.
La escena da un vuelco, el clima es diferente, la gente parece la misma, pero algo suena extraño en su acento. La pista ha dejado de ser aquel terreno familiar con que dialoga, ese que conoce como si fuera una extensión de piel y huesos, con bordes pequeñitos, cicatrices de las pisadas de centésimas que apenas y lo rosan. Es Lima, es ahora, el futuro se adelanta y se coloca frente a frente con la meta. Pasarán los días, sabremos todos juntos los resultados. Luego vendrá de nuevo la sala de espera, el avión, la suspensión en el aire, rompiendo siempre, volver al suelo, tocar la patria que no ha sabido dar visibilidad ni reconocimiento. El apoyo al deporte en nuestro país es muy escaso. El deporte en nuestro país cuesta, es una inversión de tiempo y de dinero, más si eres de alto rendimiento, si no estás becado todo el presupuesto tiene que salir de ti o de tus padres, desde la ropa que usas para entrenar, los pasajes para transportarte, la alimentación y hasta el gimnasio o los clubes si quieres y si tienes posibilidades. En particular, hasta este año que di marca para el Panamericano, me darán una beca de la CONADE; yo no había recibido ningún tipo de apoyo por parte de alguna institución del gobierno, el tiempo que he estado en la COPAME me han apoyado con comidas dentro de las instalaciones, pero para que te las den tienes que entrenar ahí y ser seleccionada nacional destacada. En estos últimos años, el ingreso a las instalaciones del Centro Paralímpico Nacional lo han limitado sólo a los que son selección, cosa que me parece algo injusto porque qué pasa con los chicos que quieren iniciarse en el deporte, para que te tomen en cuenta aquí tienes que ser atleta élite.
Además, hay pocos, de verdad, muy pocos entrenadores del deporte adaptado, sí, cualquier entrenador puede preparar a una persona con parálisis cerebral o una en silla de ruedas, pero hay también cuestiones muy específicas que ayudan a un desarrollo deportivo integral en una persona con discapacidad. Mi entrenador, Aníbal Vilchis, es uno de los mejores aquí en nuestro país, él es el entrenador nacional de parálisis cerebral, lleva un poco más de 15 años como entrenador de chicos con parálisis, su experiencia lo ha llevado a ser uno de los clasificadores del país; son pocos los entrenadores que saben de discapacidad y, aparte, que se animan o se avientan a ser entrenadores de personas “diferentes”. Creo que eso también viene de la ignorancia sobre el tema de discapacidad en nuestro país. La verdad yo me siento una persona afortunada porque cuento con el apoyo incondicional de mi familia, mis padres han respetado y valorado mi decisión de estar en el alto rendimiento, cosa que no es fácil, es renunciar, en mi caso, a terminar mi carrera y a tener un trabajo. Mis padres me han facilitado mucho mi carrera deportiva y si ha habido alguna dificultad durante ella podría decir que sólo el organizarme en mis tiempos de entrenamiento y mis clases en la universidad; la mayor parte del día estoy en entrenamiento y por las tardes noches tomaba clases para no atrasarme tanto y porque me gusta también estudiar al mismo tiempo que entrenar.