Fernando Martín Poó (Mar del Plata, Argentina, 1975). Nació y creció en Mar del Plata. Es Licenciado y Doctor en Psicología. Trabaja como investigador y docente universitario. Tiene una hija de 8 años que se llama Juana. Escribe continuamente desde hace cuatro años, pero comenzó a escribir poesías a los 18. Es autodidacta, si es que semejante afirmación tiene sentido.
Moscas
Después de toda las guerras y de toda la sangre,
luego del hambre y del dolor,
después de las lágrimas y de los gritos,
del horror y de la vanidad,
cuando toda la furia haya sido segada,
y los puños no destruyan la carne del enemigo,
después de la futilidad y de las posesiones,
una vez que el sonido haya cesado,
debajo de las ruinas del desastre,
por encima de la derrota,
sobre la carne desnuda,
cuando el fuego haya saciado su hambre,
entonces,
la tierra permanecerá y la heredarán las moscas,
reinará un zumbido sobre el silencio,
el revoloteo de alas transparentes,
el apetito por la descomposición,
los huevos y las larvas,
la bruma espesa que se teñirá de negro
y el futuro desvanecido sobre un lecho de piedras.
Desaparecerá el aliento final de la última conciencia,
mientras millones de moscas girarán alrededor de un haz de luz
aturdidas por el gozo de la desmesura.
El Pasado
Encontrarse con el pasado puede ser una experiencia inquietante.
No me refiero al ejercicio lento y sistemático de la evocación,
que tiene la cualidad de un pasatiempo poco preciso,
o de un indolente paseo ocasional por los recuerdos.
Hablo de mirar a través de un espejo roto
para organizar la dispersión de una imagen distorsionada.
El pasado tiene la cualidad de la identidad,
crea, sostiene y desmiente al elusivo yo,
trabaja con materiales imprecisos y de calidad variable,
fragmentos de hechos codificados en la memoria,
un reino oscuro y luminoso como el bien y el mal.
El amor perdido, el amor recuperado,
la traición, la alegría, la tristeza,
los olores de la infancia,
las voces olvidadas en lugares abandonados,
los muertos.
La memoria está hecha de ausencias,
de espacios vacíos, sombras borrosas de años perdidos,
fragmentos que elige y disecciona, restos que desecha.
Entiendo que mi memoria y mi pasado no me pertenecen,
que cada recuerdo que poseo está habitado por otros
y quienquiera que yo haya sido habita en ellos.
Pequeñas biografías en un mundo superpoblado,
réplicas de homosapiens que no habitarán en libros de historia.
No luchamos por una causa, no abrigamos a los derrotados,
no huimos para seguir viviendo, no encendimos nuestra ira
ni obtuvimos victorias que nos contuvieran.
Tuvimos, en cambio, todo lo que fastidia,
una educación religiosa, preceptos morales vacíos y olvidables,
conocimientos desechados, horas perdidas,
la acumulación de la burla, el dolor, y la pérdida.
No fuimos héroes, quizás gusanos tejiendo un capullo,
una larva a la espera de su metamorfosis.
Fuimos, sin dudarlo, frutos del azar,
la consecuencia impensada de decisiones ajenas,
¿Seremos eterno retorno,
inconsecuente repetición del pasado,
o la narración que guiará nuestro recuerdo en la tierra de los ausentes?
Después del final seremos memoria de otros, historias breves.