La construcción social de la mujer en México y su relación con el feminicidio

En portada: Leonor Gómez, doña Sara García y Leonor Llausás en ‘Los Fernández de Peralvillo’ (1953).

Por Guadalupe Cecilia Barona Mendoza

“Y una musa que valiente los seguía…” Al terminar la batalla, la mujer permanece. La del vientre fecundado (la esclava ideal) se incorpora y, de pronto, aprovechándose de los movimientos de Carmen Serdán o de las vacilaciones del instante, se echa a andar. No con demasiada suerte: al cabo de las caminatas prodigiosas, la mujer revolucionaria se deja mitificar y el mito, al estipular carácter y condiciones, confirma y garantiza la esclavitud y transforma, amargamente, virtudes naturales en peso muerto para sus descendientes… A ella, le hicieron arrojar sobre sus descendientes una carga fatal de abnegación, sufrimiento callado, estoicismo y obstinada veneración por el hombre.
Carlos Monsiváis, Amor perdido.

Algunos de los principales logros de la lucha feminista del siglo XX en México fueron la obtención de las mujeres del derecho a votar y ser votadas, que se realizara la “Primera Conferencia Internacional sobre la Mujer”, llevada a cabo en la Ciudad de México en 1975, así como la desnaturalización de las violencias contra las mujeres y que, por primera vez, el gobierno mexicano se preocupara e implementara acciones ante éstas.

Aunado a ello, en 1995, el Estado mexicano se suscribe a la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer (Convención Belém Do Pará), con la cual los estados parte están obligados a garantizar el derecho a una vida libre de violencia para todas las mujeres. El artículo 1 de la Convención Belém Do Pará define la violencia contra la mujer como “…cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño, sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como en el privado”.

Sin embargo, contrario a lo que enfáticamente se establece en materia legal, la violencia hacia las mujeres es de uso corriente y común en la sociedad mexicana. Cuando en la Convención Belém Do Pará se utiliza la frase “basada en su género”, se contemplan las relaciones históricas de poder desiguales entre hombres y mujeres, en ese sentido, la violencia contra las mujeres es un mecanismo de subordinación y control de éstas frente a los hombres. Y la violencia feminicida y el feminicidio son la cima de la normalización y la tolerancia de la violencia de género.
Así pues, la violencia feminicida y el feminicidio son producto del sistema patriarcal, mismo que ha naturalizado por siglos las violencias contras las mujeres. La base del patriarcado está en darle cualidades negativas a todos aquellos que no son el patriarca , estas cualidades están perfectamente establecidas entre los géneros. Es decir, el género masculino, bajo el patriarcado, es un conjunto de hombres fuertes, activos, agresivos, inteligentes y eficientes; mientras que el género femenino es pasivo, ignorante, dócil, inútil, temeroso y débil. Esta supuesta dualidad entre los géneros ha sido clave, a lo largo de la historia, para que la sociedad actúe bajo el supuesto de la normalización y subordinación de lo femenino y la supremacía de lo masculino.

En esa misma línea, el papel aspiracional más importante de las sociedades modernas que le ha dado el patriarcado a las mujeres es, principalmente, el de madre y esposa. Estos papeles tienen una carga simbólica que se vislumbra en estereotipos violentos para y en las mujeres mexicanas, por ejemplo, la idea del príncipe azul, el deber del aseo y el deseo asiduo de ser madres; dichos estereotipos están normalizados en la cultura mexicana, lo que genera que ninguna mujer se salve de sentirlos, a pesar de lo peligroso que puede resultar efectuarlos para las mujeres en México. Tan solo, de enero de 2018 a abril de 2020, el gobierno mexicano contabilizó un total nacional de 2,249 feminicidios (Secretariado Ejecutivo: 14). El feminicidio, término creado por la activista Diana Russell, es la violencia extrema contra las mujeres, a saber, la punta del iceberg del terrorismo de género. El concepto de feminicidio logró, pues, ubicar el asesinato de mujeres, por razones de género, en el terreno de la política sexual y con ello rechazó la concepción popular de que el asesinato de mujeres es un asunto privado o/y patológico.

Ante este panorama, el presente ensayo busca desarrollar el constructo social de la mujer mexicana para evidenciar cómo éste ha convertido a las mujeres en víctimas del delito de feminicidio, entendido como el asesinato de mujeres a manos de hombres por el mero hecho de ser mujeres, además de incluir una propuesta para disminuirlo.
Para comenzar, sería importante realizarnos la siguiente pregunta ¿por qué la construcción social de la mujer mexicana deja tan expuestas a las mujeres para convertirse en posibles víctimas de la violencia feminicida y el feminicidio? Una primera respuesta es que las cualidades negativas que se le dan a lo femenino (basadas en meros estereotipos de género), en México, son inyectadas en las venas de las niñas desde muy corta edad, de tal forma que se convierten en algo incuestionable para ellas.

En ese sentido, las instituciones sociales mexicanas (familia, Estado, iglesia y medios de comunicación) son pieza clave del porqué las mexicanas continúan creyendo en la idea de la negatividad de sus cualidades.
La familia tradicional mexicana heterosexual es la primera institución en la que se forman los estereotipos de género, es decir, la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres. En ella, se enseña a las niñas desde pequeñas a “darse a respetar”, no contestar, jugar solo con muñecas de cuerpos perfectos y a ser madres; siempre tener las piernas cerradas, el deber del aseo, el cuidado de los otros; que ser bonita y flaca debe ser su mayor cualidad, entre otras. Mientras que a los niños se les da mayor libertad de expresión, no se les acepta que lloren (porque eso es para niñitas), los inscriben a competencias deportivas, se habla de las “muchas novias que tienen”, y demás. Estas acciones fomentan desde la infancia la supremacía de lo masculino sobre lo femenino.

A la mujer mexicana, entonces, le enseñan que ser mujer es sinónimo de la completa entrega a los otros, dicha concepción tiene sus bases en el patriarcado universal, pero con matices muy marcadas en México. Aquí, la mujer es vista como propiedad privada, primero le pertenece al padre (mi hija), en la adolescencia pasa a ser la novia (mi novia) y en la edad adulta es la esposa (mi esposa). La noción tradicional de la mujer propiedad del otro, del padre en un primer momento, está reflejada en el ritual de la “pedida de mano”, en el cual, el futuro esposo debe visitar al suegro para “pedirle permiso” de casarse con “la mujer pedida”; dicho ritual, sea voluntario u obligatorio, menoscaba la libertad de decisión de las mujeres. Estas situaciones son bien aceptadas por las niñas, adolescentes y mujeres debido a la construcción social e individual que se tiene de lo que debe ser lo femenino.

Ahora bien, el Estado mexicano, de la década de los 90 a la fecha, ha reformado el Código Penal Federal en artículos que discriminaban de alguna forma la vida y libertad de las mujeres, se crearon, pues, institutos y/o secretarías de la mujer; se promulgaron leyes como la Ley General para la Igualdad entre Hombres y Mujeres y la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia; se firmaron tratados internacionales a favor de las mujeres. Mientras asociaciones civiles, académicas, feministas y víctimas indirectas de la violencia de género exigían una mayor eficiencia en las acciones gubernamentales, así como la procuración de justicia con perspectiva de género o al menos el esclarecimiento de sus casos (feminicidios en Ciudad Juárez y el Estado de México). Si bien el Estado Mexicano ha avanzado en la impartición de justicia con perspectiva de género ―a muy lento paso―, en la creación de acciones gubernamentales para atender de forma estructural el problema de salud pública y en la implementación de acciones focalizadas para sectores vulnerables de mujeres, así como en armonizar la legislación nacional (algunas veces estatal y, otras menos, municipal) con los estándares internacionales de los Derechos Humanos de las mujeres; esto no ha logrado su objetivo, erradicar o, al menos, disminuir la violencia contra las mujeres.

Asimismo, la iglesia mexicana, católica y patriarcal, juega un papel fundamental en el constructo social de la mujer mexicana. Tan solo la historia bíblica de Adán y Eva legitima las desigualdades sociales entre los sexos; Eva nacida de la costilla de Adán fomenta la idea de la devaluación y propiedad de lo femenino, es decir, si la mujer nació del hombre, es inferior a él y le pertenece. Eva, además, carga con el papel de la culpa por probar el fruto del árbol del conocimiento y hacer que Adán lo comiera; por tal desobediencia, las mujeres fueron sentenciadas a parir con dolor . Se suma a lo anterior que Dios no tiene sexo, pero desde hace siglos está colocado en la categoría de género masculino, por tal motivo, como lo dijo la feminista Mary Daly, “si Dios es varón, el varón es Dios”. En México, esta idea se halla sumamente arraigada, y como Dios es omnipresente, omnipotente y omnisciente, el hombre mexicano también lo es.

La religión católica en México, además, está fuertemente representada con la figura de una mujer, la Virgen María, perfecta madre y abnegada connatural: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve. A ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas […]” (oración Dios te salve) y “Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, haya sido abandonado de ti” (oración a San Bernardo). Las oraciones a la Virgen María son el ejemplo vivo de lo que debe ser una “buena” mujer en México, inmaculada, cuidadora de los otros y pura de cualquier mal. Empero, su papel permanece en segundo plano, la Virgen María no es más que la intermediaria para ser escuchado por Dios, porque en la religión, Dios es el gran patriarca.

Por otra parte, los medios de comunicación masivos, como la radio y la televisión, han sido los principales espacios de reproducción de ideas; en ellos, los estereotipos de género están fuertemente marcados en noticieros, telenovelas, canciones, por mencionar algunos. El estereotipo de la madre y esposa abnegada no es la excepción. Un ejemplo es la famosa telenovela La Madrasta (así como Corona de lágrimas y Victoria), protagonizada por la actriz Victoria Ruffo, que promueve el concepto de lo que es ser una buena madre mexicana, capaz de soportar cualquier tipo de violencia por el bien de los hijos y la familia, ser complaciente y, personalmente, estar en el último eslabón de las prioridades.

La música mexicana tampoco está exenta de esta clase de representaciones, cantantes y cantautores mexicanos del siglo anterior, como José Alfredo Jiménez, Joan Sebastián, José José, Vicente Fernández, Pedro Infante, entre otros, impulsaron por décadas la idea de la mujer como propiedad privada del marido, amante, novio, prometido, etc. Canciones como Estos celos de Vicente Fernández o Cuando vayas conmigo de José José, intensifican la noción de la mujer propiedad de su pareja y normalizan acciones celotípicas en las relaciones sexo-afectivas, que también son expresiones de violencia contra la mujer.

La música norteña y regional mexicana del siglo XXI no pasa desapercibida en este tema. En 2004, el grupo Pesado lanzó su famosa canción Ojalá que te mueras (“Ojalá que te mueras, que se abra la tierra y te hundas en ella, que todos te olviden. Ojalá que te cierren las puertas del cielo y que todos te humillen. Que se llene tu alma de penas y entre más te duelan que más te lastimen […]”). Así también, en 2016, salió a la luz el polémico video de la canción Fuiste mía de Gerardo Ortiz, en el cual la protagonista le es infiel a su pareja y éste termina simulando su asesinato. Tanto la letra de la canción del Grupo Pesado, como el video de Gerardo Ortiz son una apología al feminicidio, es decir, normalizan la violencia extrema contra las mujeres y justifican el asesinato por razones de género, cuando las mujeres salen de la norma, basados en la idea de la mujer como pertenencia.

De esta manera, es posible observar que la construcción social de la mujer mexicana es reproducida y fomentada por las instituciones en el contexto social antes mencionado. Dicha construcción es una desventaja para niñas, adolescentes y mujeres porque obstruye su derecho a vivir una vida libre de violencia. Del mismo modo, esta diversidad de factores las deja expuestas a ser víctimas de violencia feminicida y al feminicidio.

Así pues, la superioridad de lo masculino sobre lo femenino permite el desarrollo de relaciones de pareja o sentimentales disfuncionales, inequitativas y violentas, en donde las mujeres quedan expuestas a vivir celos injustificados, golpes, despojo de su patrimonio, poco o nula libertad económica, violación y otras acciones que vulneran su derecho a vivir una vida libre de violencia; la violencia feminicida y el feminicidio son el último eslabón.

Sin embargo, la violencia contra las mujeres no sólo se limita a la vida en pareja o familiar, también es reproducida por la comunidad y al interior de ésta; el acoso sexual, la violación, las agresiones físicas y psicológicas son una constante en la vida de todas las mujeres mexicanas. La violencia feminicida y el feminicidio no son la excepción.
Al respecto, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó el documento Patrones y Tendencias de los homicidios en México 2019, el cual arroja datos que demuestran lo vulnerables que se encuentran las mujeres en el ámbito privado y el ámbito público. El documento señala que 40% de los homicidios de mujeres fueron perpetrados por su pareja, en otras palabras, 4 de cada 10 homicidios (feminicidios) de mujeres fueron cometidos en el ámbito privado, mientras que 6 de cada 10 no se especifican, pero están ligados a los mismos factores, a saber, la supremacía de lo masculino y el menoscabo de lo femenino.

Si bien la lucha feminista mexicana del siglo XX transformó la forma de relacionarse en pareja de las mujeres, la maternidad y la manera en la que se mueven en el espacio público, las niñas, adolescentes y mujeres continúan en un estado de indefensión y subordinación frente a los hombres, por tal motivo, seguir con la deconstrucción de los estereotipos de género es pieza clave para lograr una vida libre de violencia contra las mujeres y la erradicación del feminicidio.

A modo de conclusión, la búsqueda por una vida libre de violencia para niñas, adolescentes y mujeres puede ser una realidad sí se continúa en el mismo camino, pero con acciones específicas como: fomentar la igualdad entre los géneros en la familia y la comunidad; mostrar a niñas y adolescentes otra forma de ser mujeres, sin estereotipos de género, así como desnaturalizar las violencias “leves” en la pareja (celos, control, subordinación, entre otras); continuar con los estudios de género que garantizan, como lo hizo Diana Russell, darle nombre a las violencias especificas contra las mujeres; tener cero tolerancia con todos los tipos de violencia contra las mujeres que se viven en la comunidad y en la pareja.

Por otro lado, los hombres deberán terminar con el pacto patriarcal de manera tajante, pues, citando a bell hooks, el feminismo es anti-sexismo, no anti-hombres, el involucramiento de estos en los temas de género es pieza clave para desnaturalizar las violencias contra las mujeres, y al mismo tiempo, transformar los estereotipos de género y fomentar relaciones sexo-afectivas más equitativas.

La violencia contra las mujeres, por razones de género, es una realidad en México, que vulnera una amplia gama de derechos humanos y de las mujeres. A la par, los estereotipos de género menoscaban la gravedad de la violencia feminicida y el feminicidio, por tal motivo, el accionar del Estado Mexicano y la sociedad, es fundamental para que los sectores más vulnerables de mujeres puedan construir su autonomía psicológica, económica, patrimonial, física y sexual, y con ellos, lograr la deconstrucción del ser mujer en México. Pero, al mismo tiempo, demuestra que la violencia de género no es un asunto que le concierne sólo a las mujeres, por el contrario, países más igualitarios, son países más prósperos.

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9 Comentarios

  1. Me parece muy objetivo y totalmente de acuerdo con todo lo expuesto aquí coincido y agradezco mucho yo también soy defensora de los derechos de la mujer y promotora de la no violencia de género trabajo con jóvenes acá en la costa de Oaxaca y quiero continuar porque no puedo parar esto muchas gracias. Claudia Fuentes Córdoba

  2. Un problema que tendrá que ser arrancado desde raíz. Hay mucho trabajo por hacer, trabajar para las mujeres siempre desde el lado invisible, ha Sido históricamente muy difícil, se sufre violencia, psicologica, física, económica, cultural y pasan los siglos y esto no se le ve que avance mucho. Necesitamos mejores condiciones de vida y tratos más dignos. En el ámbito jurídico, en el contrato social, debemos las mujeres ser partícipes para lograr cambios que beneficien más y que se tenga mucho interés en ir sanando tan grandes heridas. En lo personal he Sido víctima de violencia de género y esto es muy doloroso, destruye!!!

  3. Muy buen análisis, pero le faltó ir todavía más a fondo. El machismo no respeta fronteras geo-políticas porque tiene sus orígenes en la fuerza física, que dio pauta para que el hombre se sintiera superior a la mujer desde hace miles y miles de años.
    Por otro lado, hay que mencionar que todas las grandes religiones fueron creadas por hombres y para hombres, relegando a la mujer a la sumisión y la inferioridad. Lo peor de todo es que las mismas mujeres mencionan y creen en Dios y no en Diosa (en cualquier religión y lengua, se le relaciona con el género masculino). Y no conformes con eso, muchas madres siguen “educando” a sus hijos con ese modelo machista.
    Como una gran defensora de la equidad entre los géneros y siendo completamente alérgica al más mínimo gesto machista, propongo que rompamos con esas “tradiciones” de servidumbre y sumisión.

    • Excelente reflexión!! Yo ya he cambiado las groserías a masculino y la gente se escandaliza, por supuesto con ello se visibiliza la violencia contra la mujer, pues si se le atribuye que es «puta madre», habría «puto padre», asimismo pueden «chingar a su padre»,etc. Lo que tú planteas me encanta porque podemos elevar nuestras oraciones a Dios/Dios, pues finalmente debería ser inmaterial y adecuada la divinidad, o bien, existir divinidades masculinas y femeninas, como las tienen numerosas religiones antiguas, incluidas las mesoanericanas. Gracias por tu reflexión!! 👏👏👏

  4. Muy completo su artículo y compleja las violencias que seguimos enfrentando las mujeres; el día que se eliminen, habrán de eliminarse las violencias que viven otros sectores. Muchas gracias

  5. Muy buen artículo, aunque faltó discernir entre lo publicó y lo privado, debido a que uno de los grandes problemas y justificaciones se es en el ámbito privado, mientras que público se defiende la libertad y la singularidad de las mujeres, en privado ellas siguen manteniendo esa cultura machista y justificando las acciones de su hombre (macho), incluso involucrando a la padre y madre, o a la familia, normalizan que para no hacer enfadar a su mamá y papá aceptan las actitudes y acciones de su pareja, porque ya son grandes y llevarles la contraria les pude causar una enfermedad, incluso la educación de sus hijos (varones) que se convertirán en la siguiente generación de machos, y la de hijas que se volverán sumisas (para no hacer enojar al padre machista).
    Conozco varios casos, que apresar que ellas en público se declaran feministas, en privado siguen siendo las mujeres sumisas, que se dedican (en su totalidad) a realizar la labores del hogar (a pesar de trabajar y no compartirlas con su hombre-macho), se dejan maltratar y manipular por su pareja, incluso educan con diferencia a las niñas (deben apoyar en las labores de la casa) y niños (se dedican a jugar y divertirse, sin responsabilidad en la casa).

  6. Qué interesante texto. Conciso y claro.

    A quien le interese el tema, le recomiendo muchísimo un podcast que precisamente habla de por qué hay que alejarse de la masculinidad como constructo del patriarcado.

    En este podcast habla un experto que explica por qué lo femenino se rechaza y se ve como algo negativo.

    Es de una serie que se llama Solo por curiosidad, en particular el episodio 5 que se llama «¿Qué ganas alejándote de la masculinidad?».

    Se puede escuchar en cualquiera de estos:
    Spotify: bit.ly/SxCSpotify
    – Apple Podcast: bit.ly/SxC-AP
    – TuneIn: bit.ly/SxC-TuneIn

    Creo que complementa el tema al abordar por qué la masculinidad actual es tan dañina para las mujeres, pero también para los hombres.

  7. ¡Wow! me encantó todo lo que leí, los sucesos en México, la influencia del machismo, catolicismo, patriarcado y como lo anterior deriva en feminicidios (siendo está la mayor expresión de odio hacia la mujer). Es un despertar.

    Me gusta gustaría analizar especificaMente los hechos ocurridos en México, si tiene oportunidad escríbame por favor.

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