Por Viridiana Gómez[1]
Durante el desarrollo de mi profesión, siempre había tratado la sexualidad humana desde el punto de vista genético, anatómico, hormonal y psicológico, dejando de lado la gran influencia que tienen sobre la sexualidad los factores sociales, históricos y culturales de las personas como grupo y como sociedad. Comprendiendo ahora la masculinidad y la feminidad como expectativas construidas socialmente (estereotipos y practicas supuestas) y no solo como categorías determinadas biológicamente, se pueden abordar los problemas sexuales (tanto individual, como de pareja) desde otra perspectiva.
Podemos comprender desde la perspectiva histórica la manera en que la socialización del género como forma de opresión de hombres hacia mujeres ha dejado un impacto tremendo en nuestro modo de vida, baste con subrayar cómo en países “civilizados e industrializados” se siguen cometiendo infinidad de discriminaciones hacia la mujer en todos los ámbitos y, todavía peor, la violencia que existe hacia la mujer por el simple hecho de serlo; a tal grado que fue necesario crear el término “feminicidio” para nombrar y visibilizar la violencia extrema hacia las mujeres. No obstante, es triste encontrarse, cada día, en cualquier medio de comunicación, con al menos una noticia relacionado a ello.
De esa opresión social hacia la mujer se deriva la opresión sexual hacia ella, no pudiendo tener la misma libertad sexual que el hombre sin merecer descalificativos u agresiones y, sumado a ello, el tabú que se genera hacia la vagina, la vulva y en general todo el órgano sexual de la mujer. En mi experiencia como docente y en pláticas que he dado a jóvenes, me doy cuenta que la gran mayoría de chicas, pese a tener vida sexual activa, nunca se han autoexplorado, nunca han visto su vulva y algunas creen que su propia vulva y vagina son desagradables ―sumando a ello que la mayoría no sabe la diferencia entre estas dos―. Caso contrario en los hombres, quienes la mayoría de las veces se enorgullecen de su órgano sexual, hasta lo presumen y lo contrastan entre sus pares.
Se necesita, entonces, una educación sexual que inicie desde los padres, pues en México se gasta infinidad de recursos para llevar educación sexual a los jóvenes, pero no se obtienen resultados positivos, pues en otras áreas de su vida la desinformación abunda. Los padres de familia, quienes tienen el componente emocional más fuerte en autoridad para los jóvenes, desconocen estos temas y hasta los “satanizan”. Además, la educación sexual que se imparte actualmente es muy técnica, habla de actos y órganos, dejando de lado el componente emocional y de dignidad que se merece, haciendo que todo se convierta en mera información que a los jóvenes “les entre por un oído y les salga por el otro”.
En las parejas, además de todo el componente de comunicación, confianza, respeto, tolerancia, etc., se deben analizar las insatisfacciones sexuales que abren brechas en la relación. Tenemos una cultura fundada en “el hombre como guía en el sexo”, cuando muchas veces éste desconoce la forma de dar placer a una mujer y ella no tiene las habilidades para solicitarlo, ya sea por desconocimiento de sí misma, por vergüenza o porque “así debe de ser” o “así le tocó”. Socialmente, el sexo se ve como objeto juzgable y administrable, regulado moral y legítimamente, no se busca entender, sino controlar. Sin embargo, si las personas, de manera individual, no lo entienden, no podrán disfrutarlo sanamente.
Asimismo, creo totalmente necesario que las personas comunes, sin estudios especializados en el tema (sobre todo las que viven en pareja), conozcan y entiendan la diferencia entre la Respuesta Sexual Humana de un hombre y de una mujer, propuesta por Masters y Johnson ―normalmente sólo conocida por psicólogos y médicos), pues así se evitarían confusiones que hieren sentimientos, arruinan el disfrute, ocasionando la búsqueda de otras salidas por no entender cómo complementarse correctamente con su pareja en ese ámbito. A su vez, las parejas con problemas sexuales no hallan una salida posible a la resolución de esos conflictos y no considera como opción al terapeuta como medida adecuada, pues son cosas que “no se deben de tratar fuera de la cama”; o creen que simplemente no son el uno para el otro o, peor aún, deciden que es un deber aguantar sus insatisfacciones el resto de la vida porque eso fue lo que les tocó y no hay más.
Falta una cultura de acudir a un sexólogo y no sólo cuando exista una patología grave, sino también para tomar asesorías a nivel de prevención o simplemente para descubrir cosas que, por la cultura en que vivimos, no sabían que podían existir en su ser erótico. Pero, también, se necesita mucha formación al respecto, pues, al menos en la pequeña ciudad donde vivo, no existe ni un solo especialista en esa área por lo que, en caso de que alguien llegase a requerirlo, acude a un psicólogo sin formación específica o a un médico ginecólogo o urólogo. Es necesario hacer hincapié en que una vez que haya profesionistas bien preparados podrán concientizar a las personas para que la sexología deje de ser esa ciencia incómoda que perturba las susceptibilidades de las personas.
Por eso la importancia de una sexología basada en evidencia. Se necesita gente preparada que toque el tema de la manera más objetiva y estandarizada posible, para no alimentar los mitos, los tabúes ni los sentimientos negativos por motivos referentes a la sexualidad. Tenemos una ciencia relativamente nueva, hace apenas cien años Freud se atrevió a tocar el tema públicamente, aunque hoy en día él no es el referente teórico más acertado, es, sin embargo, el punto de partida histórico más importante sobre el tema. Después tuvimos a Kinsey, el primero en hacer investigaciones directo con la gente para comprender a las personas más allá de la teoría; más recientemente a Masters y Johnson como los primeros experimentadores en el campo, dando así una apertura total a la mejor comprensión de esta área que había sido tan censurada.
Por último, queda resaltar que la ignorancia del funcionamiento de nuestra sexualidad también trae consigo la incomprensión de la comunidad LGBT+ y con ello su discriminación en la mayoría de los ámbitos, que no es más que una incomprensión a las diferencias que tenemos como seres humanos. Basta ver las marchas pro-familia como ataque a la comunidad LGBT+ que se han incrementado en México en los últimos años, como si la familia fuera el fin último de cada ser humano —cuando la realidad es que ni siquiera para todos los heterosexuales es así—, o como si sólo existiera un tipo exclusivo de familia. Los derechos de la comunidad LGTB+ han aumentado mucho en los últimos años, pero sigue siendo insuficiente; sabemos que se está peleando contra una sociedad con creencias firmemente arraigadas y que algunos cuantos cambios jurídicos no modificarán esas creencias, pero al empezar por la ley poco a poco se modificará la cultura.
De esta forma, este artículo busca lograr que los lectores reflexionen sobre la importancia de la existencia de la sexología en la actualidad, pues es una ciencia que puede aplicarse para mejorar casi todos los ámbitos de desarrollo del ser humano, no sólo el clínico como se suele suponer normalmente, sino también el familiar, social, educativo, laboral, jurídico, etc.; invitando de esta forma a los especialistas en el área a que la desarrollen más allá de la parte psicofisiológica, y se den cuenta que la cultura de una sociedad es un factor básico para el proceso de desarrollo de la sexualidad de una persona.
A manera de conclusión, dejo estos dos puntos cruciales:
– Todo sexólogo debe hacer una restructuración de su propia sexualidad, pues los especialistas no se salvan de traer cargando el componente cultural, histórico y social que ha censurado por tanto tiempo estos temas y las malas costumbres que ello acarrea.
– Se debe educar a las personas de todos los ámbitos para aceptar lo natural que es hablar del tema, tomando las medidas necesarias para no herir susceptibilidades y poder, poco a poco, superar las barreras religiosas e ideológicas que no permiten un correcto análisis de la sexualidad humana, pudiendo hablar del tema con la misma libertad con la que se hablaría cualquier otro.
Todos somos seres humanos y como tales contamos con la misma dignidad. “Lo esencial es lo que nos hace iguales, esto es, que somos todos igualmente libres para elegir y ser diferentes”.
Bibliografía consultada:
- Hyde, J. (2006). Sexualidad Humana. México: McGraw-Hill
- Granero, M. (2014). Sexología basada en la evidencia: historia y actualización. Revista Costarricense de Psicología, 33 (2), p.179-197
- Monereo, C. (2014). Orientación sexual e identificación de género: aproximación conceptual y estrategias para la reivindicación de derechos del colectivo de LGBT. Huri-Age, 21.
- Curso de Sexología y Psicoterapia de pareja (2017). Módulo 1: Fundamentos de la Sexualidad Humana y de las Relaciones de pareja.
[1] Viridiana Gómez (Matamoros, Tamaulipas, 1992). Psicóloga clínica y docente. Amante de la literatura, al música y la ciencia. Feminista en formación. Escritora amateur de ficción y no-ficción. Fanática de leer ciencia ficción en el microbús. Le encanta trabajar con jóvenes desorientados y da lo mejor de sí para guiarlos por un buen camino