Proceso de empoderamiento de las mujeres en los comedores populares en el Distrito de Los Olivos en Lima, Perú

Por Karla Jimena Chávez Fuentes[1]

Resumen

El presente artículo forma parte de un estudio de investigación realizado para optar al grado de máster en Cooperación al Desarrollo en la Universidad de Valencia, España, cuyo objetivo fue dar a conocer y visibilizar el proceso de empoderamiento de las mujeres que participan de manera dirigencial en los comedores populares del Distrito de Los Olivos en Lima, Perú. Organizaciones que nacen como espacios participativos en el Perú de los ochenta, como respuesta a las crisis económica y social que ponía en riesgo la seguridad alimentaria de las y los menos favorecidos de los barrios más periféricos, en donde serían las mujeres quienes sostendrían de, manera cooperativa y asociativa, esta organización de base hasta la actualidad. A través de esta investigación, se logró evidenciar la transición positiva en la vida de cada una de ellas, en este caso, en el ejercicio de su empoderamiento a nivel personal y colectivo.

Introducción

El proceso de empoderamiento de las mujeres en los comedores populares del Distrito de Los Olivos en Lima, Perú es un trabajo que surge del interés de conocer a las mujeres que sustentan esta organización y cuanto ha calado e impactado de manera positiva en la vida de cada una de ellas, en este caso, en el ejercicio de su empoderamiento a nivel personal y colectivo.

Las motivaciones personales que impulsan este trabajo de investigación, con una clara perspectiva de género, responden a inquietudes personales para constatar este proceso de empoderamiento de las mujeres que mantienen acciones participativas en esta organización popular del Distrito de Los Olivos, así como, también, por la preocupación de visibilizarlas en un contexto de falta de reconocimiento a su trabajo en los comedores populares del país, además de que, hasta este momento, no se ha realizado ningún tipo de investigación que se haya preocupado por evidenciar el trabajo que las mujeres olivenses realizan en sus respectivas comunidades.

La presente investigación adopta un enfoque de estudio cualitativo, que proporcionará profundidad a los datos y riqueza interpretativa. Con base en lo mencionado líneas atrás, el objetivo general de la presente investigación es dar a conocer y visibilizar la participación de las mujeres en los comedores populares del Distrito de Los Olivos, como elemento clave para su empoderamiento, a partir de la pregunta de investigación: ¿la participación de las mujeres en los comedores populares del Distrito de Los Olivos ha generado, en ellas, un proceso de empoderamiento personal y colectivo?

Es pertinente mencionar que, para cumplimentar este objetivo, fue necesario desarrollar ciertas herramientas e instrumentos. En este caso, se decidió por las entrevistas semiestructuradas, con el fin de dar las luces necesarias a un análisis exhaustivo y profundo que nos permitiera conocer estas historias, así como contar con una base teórica sustentada en diversas miradas de distintas autoras y autores que se revisarán más adelante.

¿Qué es un comedor popular en el Perú?

Los comedores populares en Perú surgieron a inicios de la década de 1980, cuando en el país se vivía una grave crisis económica y social, no solo eran tiempos en los que escaseaba la alimentación, sino, también, la violencia terrorista[2] se había apropiado de diversos territorios debido al alto índice de desigualdad y pobreza que embargaba al Perú de ese momento.

En ese contexto, los comedores populares surgieron como una organización de mujeres entre las que encontramos a amas de casa, vecinas de un barrio o zona popular de la ciudad, quienes compartían el común denominador de la pobreza. Convirtiéndose, así, en el fruto de las políticas de ajuste estructural en la que se vio sumergido el país después de la liberalización de los mercados e instauración del modelo económico neoliberal. Dándose, así, los primeros pasos de un sistema organizativo popular que fue liderado por personas en situación de exclusión social. De esta forma se evidencia la capacidad de las mujeres de hacer frente a situaciones de sobrevivencia y crisis, para seguir asumiendo el rol de género asignado de cuidadoras de las personas más desfavorecidas.

Blondet y Trivelli (2003) definen a esta organización como una red en la que se concentran mujeres, provenientes de contextos enmarcados por carencias y vivencias de un mismo barrio, que se reúnen para cocinar juntas por turnos, para, así, aminorar ciertos gastos ocasionados por la alimentación familiar, así como para encontrar un espacio en el cual superar el aislamiento de sus roles reproductivos y domésticos, compartir sus problemas, capacitarse en distintos oficios y visibilizarse a nivel comunitario. Las mismas autoras creen que se convirtió en un lugar de aprendizaje ciudadano y de integración social: las mujeres aprenden a cocinar en serie y sacan cuentas, a hablar en público e identificar objetivos, a reconocer intereses, aprenden a relacionarse con autoridades y, en el entretanto, participan en las asambleas, llevan libros de actas, eligen y fiscalizan a sus dirigentas; es decir, que los comedores populares resultan siendo verdaderas escuelas de aprendizaje ciudadano” (2003: 15).

Para Nena Delpino (1991), estos comedores, en principio auto-gestionados, nacieron, también, por el aparente agotamiento del asistencialismo tradicional como modelo válido de ayuda en los sectores más pobres de la sociedad peruana. Surgieron en el Distrito de Comas,[3] de apoyo. Hacía mediados de los años ochenta, este modelo de organización inició un proceso de expansión y se replicó en distintos barrios de Lima, instaurándose en los más populosos de la ciudad.

Según refiere OXFAM, este espacio creado por los comedores ocasionó que “muchas mujeres-madres comenzaran a participar en la organización vecinal en sus barrios y esa experiencia les sirvió para crear organizaciones femeninas para la alimentación de sus familias” (2015: 255), pasando, así, del ámbito doméstico al público.

Una de las ventajas que se pueden encontrar dentro de los comedores populares, sobre la que Cecilia Blondet, en su artículo “Nuevas formas de hacer política: Las amas de casa populares”,[4] hace un importante hincapié es que, a partir de esta organización femenina, se revitalizaron las redes de solidaridad intervecinal en las que las mujeres son protagonistas y son reconocidas de manera positiva por el resto de la comunidad.

Se hacen visibles las labores domésticas, el comedor popular legitima el carácter colectivo de esta organización de forma asociativa. Las mujeres en estado de pobreza, encargadas siempre del rol reproductor familia, ante las escasas oportunidades para obtener ingresos económicos y posibilidades de trabajo, se ven obligadas a organizarse y a abordar colectivamente los problemas para su sobrevivencia. Es así que la participación activa de las mujeres en los comedores populares de sus barrios permitió que lograran desarrollar un sentido de pertenencia con su sexo y de autoestima.

Los comedores populares, según Blondet y Montero (1995), funcionan bajo una determinada lógica de economía solidaria, que busca “abaratar” más los costos de subsistencia que de la ganancia. La prevalencia de esta organización de origen popular demuestra que continúa adecuándose a las necesidades de las mujeres en distintas situaciones de precariedad.

Los comedores populares en el Perú pasaron de ser de una iniciativa que intentaba reducir el hambre a ser, en la actualidad, un programa inserto dentro de las políticas públicas y sociales del país, en los que se visibiliza el trabajo de cuidado y evidencian la capacidad de gestión de las mujeres en ámbitos reconocidos y asociados de acuerdo a la división sexual del trabajo. Sus integrantes son consideradas agentes de cambio y de desarrollo en sus respectivas comunidades, dentro de una red de mujeres organizadas, activas de los comedores autogestionarios y subsidiados,[5] quienes, en la actualidad, le hacen frente a la Covid-19 para proteger la seguridad alimentaria de sus comunidades. Se considera que, en el Perú, más de 100 mil mujeres participan como socias activas en algún comedor popular, de las que por lo menos 25 mil mujeres han ejercido u ocupado algún tipo de cargo dirigencial en favor de su comedor.

Breve contextualización del Distrito de Los Olivos

Contextualización histórica

La extensión territorial que comprende el Distrito de Los Olivos ha sido a de suma importancia, desde la etapa prehispánica hasta la actualidad.

En el periodo prehispánico, se desarrolló el señorío de Colli (1,100 AC), cuya importancia es comparable con Pachacamac y Lima. El territorio gobernado por Colli Cápac abarcaba desde la playa hasta Santa Rosa de Quives, comprendiendo Aznapuquio, Pro, Cerro Mulería, Collique, Punchauca y otros pueblos; finalmente, el señorío de Colli fue sometido por el imperio incaico.

Hacia el periodo hispánico, el territorio fue ocupado por cultivos agrícolas, lo que generó una gran reserva de producción de alimentos, con fuentes de agua provenientes de las filtraciones; contaron, también, con una importante mano de obra, principalmente indígena y, en menor medida, negra esclava. En este territorio, también se encontró, durante el Virreinato, la guarnición militar más importante de la época, el batallón Numancia, que posteriormente pasó a las filas libertadoras del General San Martín.

Durante la República y hasta casi la primera mitad del siglo XIX, como consecuencia del sistema de encomiendas de la colonia, se incrementaron las haciendas agrícolas, lo que aprovechó aún más la mano de obra de las poblaciones indígenas y negras; ya hacia 1825, casi toda la parte norte pertenecía al distrito de Carabayllo.

En la segunda mitad del siglo XX, producto del proceso de industrialización, se inició un proceso de expansión urbana y demográfica debido a las migraciones internas. En las décadas de 1940 y 1960 aparecieron las llamadas “barriadas”, producto de las continuas invasiones de tierras agrícolas y eriazas, que después se convirtieron en los distritos de San Martín de Porras, Comas e Independencia. En 1960, el proceso de urbanización del Distrito de San Martín de Porras hizo que se ampliara hasta abarcar extensos terrenos agrícolas, ya de una manera más planificada, debido a la intervención de empresas inmobiliarias. Hasta ese momento, el Distrito de Los Olivos formaba parte del distrito de San Martín de Porras, fue hasta en 1989, luego de un largo proceso, que consiguió su autonomía.

Contextualización actual

El Distrito de Los Olivos, en la actualidad, se ubica al norte de la Provincia de Lima, ocupando la parte central con una extensión de alrededor de 17 kilómetros. Es uno de los ocho distritos que conforman Lima Norte, cuyos límites son los distritos de Independencia y Comas (este), San Martín de Porres (oeste y sur) y Puente Piedra (norte).

El marco demográfico establece una población que registra, según el último Censo Nacional de Población y Vivienda 2017, un total de 392 mil habitantes, con una población mayoritariamente joven, con un rango etario de 15 a 34 años de edad, y le sigue un grupo de 34 años hasta 65 a más. Cabe resaltar que las generaciones más adultas han sido partícipes, en muchos casos, de los inicios del distrito y en la creación de las diferentes organizaciones sociales, es así que, por un tema generacional, esa misma población adulta sigue manteniendo algún tipo el liderazgo en las organizaciones, lo que también denota que muchas de las mujeres, en los cargos dirigenciales de las organizaciones objeto de estudio, pertenecen a este último grupo etario.

Por otro lado, es pertinente destacar que la gran mayoría de vecinos del distrito cuenta con los servicios básicos de alumbrado, agua y desagüe, lo que, en cierta forma, refleja el contexto socioeconómico del distrito, así como su nivel del desarrollo y cómo se posiciona como un distrito emergente, cuyo alto porcentaje de urbanización y cobertura de necesidades básicas actuales se consiguieron gracias a todo un proceso de organización de sus ciudadanos y, dentro ese proceso, se gestaron diferentes instituciones, sin embargo, cabe destacar que existe un porcentaje de población que aún se encuentra vulnerable socioeconómicamente y ha de precisar de estas mismas instituciones y otros mecanismos para alcanzar el nivel general de desarrollo del distrito. Es así que aún se mantienen diversas organizaciones de base o sociales, como es caso de los comedores populares, que, a través de los años, ha atendido a las poblaciones menos favorecidas.

La mujer detrás de los comedores populares olivenses

La solidaridad tiene un claro rostro de mujer, sin embargo, a pesar de estos constantes esfuerzos por ejercer roles de agentes de desarrollo en sus comunidades, no han sido visibilizadas más allá de estos espacios participativos, a pesar de ciertos aspectos de reconocimiento a nivel comunitario y familiar. A continuación, se muestra un cuadro representativo que resume los principales datos referenciales y socioculturales de seis mujeres entrevistadas.

Al conocer las historias de Esmeralda, Sara, Silvia, Jeni, Elvira y Dorila, se pudo apreciar sus trayectorias participativas y asociativas; algunas ya habían tenido experiencias previas o acercamientos a actividades de tipo comunitario y/o participativo antes de ser parte de los comedores populares en sus respectivos barrios.

Con cada una de las entrevistas, se evidenció que todas estas mujeres asumen roles domésticos y de atención en el hogar como rigen los mandatos de género, sin embargo y a pesar de ello, han podido encontrar espacios para ejercer —dentro de sus hábitos diarios de rol de género— su papel de dirigentas de sus respectivos comedores.

Además, se observó, esa doble jornada laboral se resume en su trabajo en sus hogares y trabajo arduo en los comedores, que si bien ninguno de esos son remunerados salarialmente, a través de él sí aportan a la economía de la familia, debido a que, como socias de los comedores, tienen el derecho a llevarse menús a un precio sumamente módico, lo que les genera ahorro en dinero y tiempo para el beneficios de sus hogares.

Se considera pertinente, también, resaltar el enorme sentido de responsabilidad y compromiso con todas las actividades de sus organizaciones, incluso, en el caso de Dorila, en entrevista comentó que los fines de semana trabajaba en un restaurante para aportar con un sueldo adicional al de su esposo, ya que tiene a sus hijos estudiando en la universidad y la necesidad en casa lo amerita. Esto invita a reflexionar sobre las ya no dobles jornadas, sino de triples jornadas laborales (domésticas, comunitarias y productivas).

Dentro de la caracterización y estructura interna en los comedores, se reconoce organización interna entre todas sus miembras, en la que cada una reconoce sus roles, como también sus fortalezas y dificultades para ayudar en sus respectivos procesos. Asimismo, se infiere que, a partir del cooperativismo con sus respectivos comedores y barrios, surgen acciones solidarias, preocupación y cuidado por lo menos favorecidos. Es importante mencionar que, como organización de base barrial, de una u otra forma, han logrado fomentar el capital social comunitario, pues son consideradas como una red de mujeres de gran impacto en sus barrios.

Proceso de empoderamiento de mujeres en el contexto de los comedores populares en el Distrito de Los Olivos

Teniendo en cuenta lo que plantea Magdalena León, el proceso de empoderamiento debe ser considerado como el sentido de la seguridad y visión de futuro, capacidad de actuar eficazmente sobre la esfera pública, mayor poder en toma de decisiones en el hogar y participación en grupos nos familiares, uso de grupos de solidaridad y visibilidad frente a la comunidad. En el que el ejercicio del empoderamiento implique un proceso de entrega y relaciones de poder a personas a las que se les ha negado tenerlo, como es el caso de las mujeres, debido a un rol de subordinación y de opresión, que buscan asumir poderes positivos a nivel personal y colectivo.

Cabe mencionar que, de acuerdo a los mandatos de género que se nos han impuesto desde siempre, se considera que las mujeres tengan un mayor conflicto interno o, como lo diría Marcela Lagarde, ese llamado “sincretismo de género” para soñar para ellas mismas de forma individual. En ese sentido, con base en las respuestas que las entrevistadas proporcionaron, ellas creen en su propia perspectiva de vida, se sostienen en sus sueños y anhelos propios, creen en sí mismas y en sus propias decisiones, son capaces de desenvolverse en otros ámbitos de desarrollo personal o simplemente buscan mejorar la situación en la que se encuentran en la actualidad.

Conclusiones

Los niveles de desigualdad y pobreza en Perú llevan han llevado a la creación de espacios participativos en los que las mujeres autoconvocadas deciden hacerle frente a la crisis económica del país, desde la década de los ochenta, incluso en la actualidad, pues prevalece un alto índice de población socioeconómicamente vulnerable, cuya seguridad alimentaria se ve todavía en riesgo. Ante esta situación, las mujeres continúan asistiendo a las y los menos favorecidos, a través de este tipo de organizaciones populares, por un sentido de solidaridad y de cuidado a los demás, adquirido como un rol asignado histórica y culturalmente a las mujeres.

Los comedores populares son un espacio que ha facilitado la conformación del tejido social, fomentan un capital social femenino dentro de los barrios y comunidades, y promueve un trabajo en red con objetivos en común; han propiciado el desarrollo local, a través del cuidado de la seguridad alimentaria de los y las desposeídas. Asimismo, es posible considerar las relaciones de ayuda mutua y parentesco de bien solidario que entablan las mujeres en los barrios como redes de solidaridad, así como una forma de liberar tiempo doméstico para disponerlo en trabajo extradoméstico.

Las mujeres asumieron un nuevo rol fuera de sus hogares, pasaron del ámbito doméstico al público, más allá de esos que las relacionan exclusivamente a los roles de cuidado; se convirtieron en agentes de cambio con una visión de parentalidad comunitaria.

La teoría de la socialización diferenciada y disimétrica entre hombres y mujeres asigna roles determinados por género, donde las mujeres se encuentran en una posición de subordinación, lo que ha conducido, por ejemplo, a la diferenciación sexual del trabajo, en el que los roles de cuidado que ejercen las mujeres son los menos valorados e invisibilizados, poniéndola en una situación de desventaja. Es que la presente investigación, basada en la experiencia de seis mujeres dirigentas: Esmeralda, Sara, Silvia, Jeni, Elvira y Dorila, miembras de comedores populares en el Distrito de Los Olivos, tiene el objetivo de dar a conocer y visibilizar la importante trayectoria participativa y asociativa de estas mujeres, incluso, antes de haber sido parte de los comedores de sus respectivas comunidades, pues ya tenía interés en los asuntos comunitarios y preocupación por el bienestar de los demás, en muchos casos colaboraron con organizaciones como “El vaso de leche” y algunos centros de salud de sus comunidades. De esta forma, se comprueba que ya tenían experiencia en el trabajo comunitario liderado por mujeres.

Se ha evidenciado, a partir del análisis del uso de su tiempo, las dobles y triples jornadas laborales a las que estas mujeres se encuentran expuestas, no solo asumiendo roles reproductivos, sino, también, productivos y comunitarios. Además, se ha visibilizado el desarrollo de una figura de sincretismo de género, constatado con las mujeres entrevistadas, que si bien es cierto se desenvuelven dentro de los llamados “roles tradicionales”, a la vez, ellas tienen la necesidad individual de un desarrollo personal en otros ámbitos o procesos del campo educativo y laboral remunerado, como muestra su desempeño en cargos dirigenciales dentro de estos comedores populares, lo que les ha permitido acceder a oportunidades de desarrollo a nivel individual y de aporte indirecto en sus hogares.

Los motivos que las llevaron a ser parte de estos comedores fueron dos: el familiar (para ayudar a su propia familia), que se suscitó por temas económicos, para apoyar en el hogar a través de la alimentación, y para reducir gastos; y, por otro lado, el comunitario (ayudar a las y los más desfavorecidos de su comunidad), por el interés de ser parte de una organización de mujeres, en la que creen y sienten que podrían aportar de una manera filantrópica y sostenible a su comunidad.

Desde la perspectiva de género en el desarrollo (GED), se propone que, para la ruptura de estos niveles de desigualdad y subordinación de género, es necesario promover el empoderamiento individual y colectivo de las mujeres, este último concepto entendido como la capacidad de poder sentar sus propias prioridades, control de sus vidas a través de la toma de decisiones que les genere poderes positivos, personales y colectivos, por lo que su participación en estas organizaciones populares no ha hecho más que fortalecer su autoestima y el reconocimiento social.

Sin embargo, se debe aclarar que ellas asumen un proceso de entrega de poder que les genera autonomía a raíz de su ingreso e involucramiento diario en los comedores, ya que no solo asumieron roles dirigenciales, sino que encontraron otros espacios participativos, como en distintos organismos gubernamentales y no gubernamentales, en los que vivenciaron experiencias de ser parte de la ejecución de actividades en conjunto o beneficiarias de formación, a través de capacitaciones que potenciaron el sentido de liderazgo y poder autogestivo. Todo esto englobado y reflejado, además, en el reconocimiento y valorización de parte de todos sus vecinos y vecinas, así como de diferentes miembros de la comunidad, que les brindó cierto posicionamiento y visibilidad en su comunidad barrial.

De acuerdo a lo manifestado por las entrevistadas, a partir de su constante activismo de índole social, gracias a la oportunidad que se les da en los comedores populares, han sido capaces de tomar decisiones de forma independiente, desde la autonomía que perciben en sí mismas, como, también, seguridad y autoestima sobre ellas, siendo conscientes de las limitaciones a las que aún se encuentran sujetas.

Se ha comprobado que todas ellas gozan del reconocimiento de sus familias y amistades cercanas, cuentan con el apoyo positivo de su entorno más íntimo; incluso, varias manifestaron que han visto el cambio en la mirada de sus parejas hacia los roles que ellas como mujeres “deberían” cumplir y, gracias a ello, han logrado ejercer poder en la toma de decisiones de sus hogares, compartiendo funciones de manera equitativa con sus respectivas parejas y transmitiendo esa cultura de igualdad a sus hijos e hijas.

Por otro lado, las aspiraciones personales de cada de una ellas son fundamentales para la construcción de su actual proyecto de vida, basado en las experiencias previas de participación y activismo en los comedores, que ha sido clave y han influenciado en la formación de sus anhelos y sueños; han logrado empezar a pensar en sí mismas, con visión al futuro, y capaces de ejercer sus derechos como ciudadanas en espacios públicos que constituyen la política, les suponen capacidades de empoderamiento en los que ya no cabe el determinismo impuesto por los mandatos de género.

Por lo tanto, partiendo del concepto analítico de empoderamiento de las mujeres, ha sido relevante identificar el desarrollo de la toma de poder de estas mujeres, tomando en cuenta ciertos aspectos que les han permitido que este proceso pueda darse, consecuentes y coherentes con los resultados. Estas mujeres han impulsado procesos de empoderamiento que les ha permitido una mayor visión del futuro, desenvolvimiento eficaz en el ámbito público, más tomas de decisiones en el hogar más visibilidad ante la comunidad y participación en grupos de solidaridad, y, además, han empezado a tomar decisión y control de sus vidas.

El estar empoderadas las ha convertido en agentes comunitarias de cambio, mujeres autónomas, seguras y decididas, buscan traspasar y seguir formando mujeres para seguir manteniendo este espacio democrático y de preocupación por las y los demás; incluso, se ha trasladado a sus hogares y el entorno más cercano, lo que les ha permitido poder transformar sus realidades, sus condiciones y su autorrealización personal, ampliando las oportunidades de participación social y democrática.

  1. Karla Jimena Chávez Fuentes. Profesional en humanidades, con mensión en Historia. Master en Cooperación al Desarrollo, con especialidad en desarrollo local y comunitario por la Universidad de Valencia, España. Graduada bajo la modalidad de tesis y línea de investigación en género y desarrollo.Actaul directora social País de la Fundación Internacional Fútbol Más Perú, asesora técnica y consultoea externa para distintas organizaciones nacionales e internacionales. Activista en Pro Defensa de los Derechos de las Infancias y Mujeres.
  2. Grupos terroristas como SL y el MRTA fueron responsables de la muerte de 69,280 personas (cifra estimada) en la llamada guerra interna que vivió el Perú, entre 1980 y 2000, según el informe de la CVR (2003).
  3. Comas, distrito al norte de lima, es considerado como uno de los más populosos de la ciudad de Lima.
  4. Paquete informativo 2: “El movimiento popular de las mujeres como respuesta a la crisis”, CENDOC.
  5. Los comedores subsidiados reciben un bono mensual del Estado, que asciende a S/315.00 nuevos soles.

 

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