Karl Marx desde América Latina. Dialéctica, política y teoría del valor «o una aproximación teórico-crítica al fetichismo de la mercancía»

Reseña crítica del libro: Martínez, Óscar (coord.), Karl Marx desde América Latina. Dialéctica, política y teoría del valor, Lima, GISLAT Editores/Ande, 2019.

Por Joel Chávez[1]

Después de la caída del bloque socialista o la también llamada URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), los ideólogos del sistema empezaron a insistir que dicho hecho histórico significaba el fin del pensamiento de Marx. El nacimiento de la Unión Soviética, en 1922, y su posterior desarrollo dio como resultado múltiples estudios[2] que tomaron como base lo conceptualizado por Marx. De esta manera, nació un tipo de marxismo llamado “marxismo soviético”, que, según Gabriel Vargas Lozano[3] —autor que también vierte sus ideas en el libro que reseñamos—, fue una gran deformación de la obra del pensador de Tréveris.

El presente libro se empezó a gestar en el año 2016 —como bien se indica en el prólogo—, cuando se percataron de los vacíos e insuficiencias en la producción crítica sobre Marx en el Perú. Una de esas insuficiencias es la discordia entre lo teórico y lo práctico. Pero, también, nació como una respuesta a la generalizada ideología burguesa que afirma el fin de la historia y todo proceso revolucionario, y, por otro lado, como crítica radical a la hegemonía del “marxismo soviético”. Así como para recuperar la contradicción como el corazón del método dialéctico, y el análisis del fetichismo de la mercancía como columna vertebral de la teoría de Marx, tarea que no se pudo iniciar —y menos concretar— en el siglo XX.

Para empezar, un detalle que debemos tener en cuenta sobre estos comentarios críticos es que, si bien el libro está dividido en tres extensas secciones, solo nos concentraremos en dos artículos de cada sección[4] —a nuestro parecer, los más importantes—, para entender claramente las principales tesis de la obra. Estas tres secciones son: 1) Dialéctica, en la que se problematiza la cuestión del método dialéctico sistemático y su relación con el fetichismo de la mercancía; 2) Política, en la que se exponen las capacidades emancipadoras del valor de uso, así como la cuestión del partido y la praxis; y 3) Teoría del valor, sección en la que se desarrollan lecturas creativas de El Capital y se enfatiza en el tema del fetichismo como hilo conductor de todo el libro. Cabe resaltar que esta última parte cuenta con un alto nivel de abstracción.

Ahora bien, en el prólogo, Óscar Martínez menciona algunos puntos importantes que debemos resaltar. Uno de ellos es la contradicción, que vendría a ser el corazón del método dialéctico. Para él, la contradicción —o widerspruch, su equivalente en alemán— no se debe entender como algo aparente o superficial, sino como algo que atraviesa todas las categorías esenciales, de pies a cabeza. Otro punto valioso es la necesidad de entender con rigor el mundo para vislumbrar un cambio, puesto que no hay práctica sin teoría. Asimismo, realiza una crítica a los “materialismos” de algunos teóricos del marxismo. Al final, sitúa este libro en América Latina, lo contextualiza para reavivar el debate en la izquierda peruana y latinoamericana.

El apartado de Roberto Escorcia y Mario Robles[5] ubica el debate en la cuestión del método utilizado por Marx. En el epílogo a la segunda edición de El Capital, Marx escribió: “mi método dialéctico no sólo difiere del de Hegel, en cuanto a sus fundamentos, sino que es su antítesis directa” (Marx, 2017, p. 56); asimismo, en el capítulo I de su magna obra, realizó un desarrollo vinculante del concepto de valor, pasando de la forma simple de valor a su forma desplegada, y de ahí a su forma dineraria, esta última forma no se comprende sin entender las anteriores. Esto demuestra, a grandes rasgos, la manera dialéctica del pensamiento de Marx. Hay quienes han tratado de suprimir esa dialéctica tan particular, como en el caso de Althusser, quien afirmó que había una ruptura filosófica de Marx con respecto a Hegel, posterior a la ideología alemana. Además, a ello se le suma el intento de diferenciar entre un “Marx joven” y un “Marx maduro”,[6] calificando de científicos solo a los trabajos de este último.

En contraste con esa postura, está la propuesta de la Neue Marx-Lekture o la “nueva lectura de Marx”. Backhaus, H. y Reichelt, H. —sus principales exponentes— no efectuaron la distinción trazada por Althusser, por el contrario, analizaron de forma general la obra de Marx desde la perspectiva de la teoría del valor. Según estos autores, la herencia que Marx retoma de Hegel radica en los conceptos de esencia forma (fenómeno y sustancia), a eso le anexan que, para concebir el concepto de capital, la dialéctica es necesaria, pues, sin ella, sería imposible comprender a cabalidad el proceso de valorización del capital. Postura que se enfrentó duramente a la anterior y que, en mucho, la sobrepasa.

Stefan Gandler,[7] por su parte, plantea algunos prejuicios acerca de Marx y su obra,[8] y cómo a través de estos se ha evitado elaborar una lectura actual del pensador de Tréveris. Al mismo tiempo, desarrolla el concepto de ideología mediante una lectura del fetichismo de la mercancía.

¿Podemos tildar a Marx sólo como un “economista crítico”? Existe cierta ambigüedad en este calificativo, por lo que sería incoherente e inexacto atribuírselo al propio Marx. Su vida militante y su vasta obra llegaron a sobrepasar tal adjetivo, incorporando ambos aspectos a la crítica[9] de la sociedad moderna; esta no solo ejerce una dominación económica, sino, también, política, psicológica y hasta religiosa. Además, en el imaginario de muchos incrédulos, Marx criticó a la sociedad capitalista desde fuera y no desde dentro. Recordemos que Marx, a lo largo de su vida, fue expulsado de muchos gobiernos, como el francés, belga y el prusiano (Musto, 2020), prácticamente podríamos decir que fue un apátrida.[10]

Luego, Stefan Gandler tratará de demostrar que existe una definición de ideología en El Capital de Marx, específicamente en el apartado del carácter fetichista de la mercancía, esta definición es la de falsa conciencia. ¿A qué se refiere con falsa conciencia?, a la generada a través del intercambio de mercancías, siendo metamorfoseadas en trabajo abstracto, dejando de lado las condiciones objetivas de cada trabajo y, por ende, su valor de uso. Luego entonces, para Marx —según el autor—, lo ideológico es quedarse adherido a este tipo de relación social como una relación entre cosas. Este tipo de relación, es decir, lo fetiche de la mercancía, se da sólo en condiciones en las que el capitalismo lleva a su máxima abstracción el concepto de “trabajo”, como “trabajo general” y no como un “trabajo específico”.

En el siguiente apartado, Nury García Córdova,[11] dándole otro enfoque a la discusión marxista contemporánea, se centra en entender por qué el capitalismo no ha sido capaz de eliminar otros modos de vida. Para ello, analiza las potencialidades emancipatorias del valor de uso,[12] realizando previamente una lectura del fetichismo de la mercancía.

La primera conclusión a la que la autora llega es que el fetichismo es inherente a la sociedad capitalista. Pero, ¿por qué?, porque el capital necesita manifestarse y, para eso, le es necesario invertir la realidad. ¿Cómo logra hacer esto?, mediante el valor. El valor es la abstracción que se hace de un determinado trabajo, es decir, es trabajo abstracto, una mera gelatina de trabajo indeterminado o indiferenciado, que ya no se sabe a quién le pertenece, por eso es “social”. En ese sentido, la segunda conclusión a la que arriba es a que lo social en el capitalismo está vaciado de toda determinación ética.

Como ya lo dijimos, también desarrolla la idea del potencial que tiene el valor del uso para crear alternativas emancipadoras. De hecho, toma las ideas de Bolívar Echeverría —quien ya había teorizado la importancia de este concepto en la obra de Marx— que indican que, a través del valor de uso, se manifiestan las diferencias históricas como los diferentes modos de vida que aún subsisten al lado de la sociedad capitalista. Esto es, el capitalismo es un proceso no terminado, porque a pesar de que ha subsumido todo rincón de la vida humana, no encuentra los mecanismos para ser una sociedad hegemónica, esa es la razón de la violencia existente hoy en día.

A continuación, Elvira Concheiro Bórquez[13] hace énfasis en una discusión que no ha sido profundizada, la de la cuestión del “partido”.[14] Para contextualizar este problema, se ubica principalmente en las contradicciones que nacieron en la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) entre Marx y Bakunin, así como en el desarrollo de la URSS, posterior a la muerte de Lenin.

Las contradicciones en la AIT se manifestaban en las maniobras que Bakunin realizaba para tomar el control de la organización, lo conllevó a que Marx se expresase a favor de una concepción del partido. Bakunin, teniendo su organización secreta en el seno de la AIT, apelaba por una secta conspirativa como núcleo de la organización de los trabajadores. Por su parte, Marx afirmaba que esa organización debía ser abierta y no podía estar segregada.

Un pormenor relevante que se expresa en este apartado es que Marx, al estar a favor de un partido, no aludía a un grupo aislado, sino a tomar partido, es decir, tomar una postura, como él la tomó a lo largo de su vida en los intrincados engranajes del mundo político de su época.[15]

Por otro lado, tras el éxito de la revolución rusa en 1917 y la posterior muerte de Lenin, dogmáticamente se acepta el papel del “partido revolucionario”. Stalin —que fue uno de los principales intérpretes de la obra de Lenin— tomó el control del partido bolchevique, a través de lo que se denominó “marxismo-leninismo”. Esta visión distorsionada e idealizada de la necesidad de una dirección para el proletariado se fusionó con el aparato del Estado, convirtiéndose en una forma burocrática de poder dictatorial. Cabe señalar lo desposeído que estaba esta visión de Lenin y del propio Marx.

Más adelante, John Holloway[16] desarrolla tesis actuales sobre El Capital, que giran alrededor de un tema muy específico: Marx comienza su análisis con la mercancía, pero se ubica desde la riqueza. ¿Qué tiene que ver la riqueza en todo esto o qué es la riqueza? La riqueza es el potencial creador que tiene el ser humano. Manifiesta que está siendo contenida, lo que quiere decir que el potencial humano, teniendo una forma determinada, se transforma y llega a presentarse en algo tan simple como lo es una mercancía. También recalca que esa contención no es perfecta y desborda la mercancía, entonces la crítica es posible.

Según el autor, Marx habla de contención como fetichismo, que se hace de todo quehacer humano, reduciéndolo a trabajo abstracto y convirtiéndolo en una mercancía para, luego, integrarlo a la lógica del capital, en términos simples: el mercado.

De igual modo, Holloway hace una diferenciación entre clase trabajadora y proletariado. La primera se refiere a la personificación del trabajo asalariado, que solo busca mejores condiciones para ser explotados; La segunda se refiere a los desposeídos, que, si bien están dentro del capitalismo, tienes la fuerza para rebelarse contra el capital y sus diversas formas, porque no tienen nada más que perder que sus cadenas. Estos argumentos destacan para desarrollar consecuencias políticas que nos permitan actuar en la realidad y transformarla.

Por último, Carlos Lincopi[17] nos muestra un tema que, a primera vista, puede parecer un tanto complejo y confuso, es decir, el fetichismo de la mercancía. El autor menciona dos puntos importantes: primero, hace referencia a la reafirmación del ser humano como entidad puramente objetiva y al proceso en el que éste pierde su subjetividad al ceder su vitalidad a la mercancía. En este punto, la mercancía se vuelve un objeto suprasensible, cobra vida porque ya tiene contenido, lo que le permite esconder o fetichizar la realidad, volviéndola una donde la relación hombre-mercancía es tan viva y “real”.

El segundo punto se relaciona con la revolución, sin embargo, aquí hace una advertencia: mientras el proletariado siga viviendo religiosamente el mundo capitalista, no estará preparado para hacer la revolución o un cambio radical en la sociedad. No nos sorprende que los diversos movimientos sociales y partidos políticos no logren cambios más allá de lo superficial, debido a que adoptan un comportamiento impuesto por la sociedad capitalista.

Para concluir, cabe decir que el objetivo principal de esta breve reseña ha sido dar a conocer, de manera general pero también específica, las más importantes ideas del libro coordinado por Óscar Martínez, en el que, como pudimos ver, escriben intelectuales, luchadores sociales y estudiosos de la obra de Marx, con puntos de vista muy divergentes, pero creativos sobre El Capital; de forma muy heterogénea, comprenden las contradicciones y antagonismos de la sociedad capitalista. Todo esto es parte de la lucha por la liberación de la humanidad y la creación de un mundo más digno.

Bibliografía

Althusser, L. (1988). Filosofía y marxismo. México, Siglo XXI.

Gillen, C. (2019). El fracaso de una promesa de transformación y su mundialización. Perú, Horizonte.

Holloway, J. (2017). Una lectura antiidentitaria de El Capital. 18 clases de John Holloway. México, Herramienta.

Marx, Karl (2017). El Capital. México, Siglo XXI.

Musto, M. (2020). Karl Marx, 1881-1883: el último viaje del Moro. México, Siglo XXI.

Pannekoek, A. (2019). Lenin filósofo. Perú, Dialéctica Editores.

  1. Bryan Joel Chávez Chirito (Huacho, Lima-Perú). Estudiante de pregrado de la Universidad Nacional José Faustino Sánchez Carrión. Hace investigación sobre las ciencias sociales vinculadas a Marx y el marxismo. Ha participado en luchas estudiantiles locales, lo que le permitió asumir una postura crítica desde sus inicios universitarios. Miembro del grupo de estudios GEHS, grupo dedicado a la investigación y divulgación de la historia e historia crítica.
  2. Dos de los más importantes estudiosos de la realidad rusa de ese entonces son Plejanov y Lenin. En el libro Lenin filósofo, de Anton Pannekoek, se llega a la conclusión de que Plejanov le da mucha importancia a algo irrelevante y que no aporta nada para comprender los problemas de la realidad, esto es: “los pensamientos son producidos por el cerebro”. Por otra parte, Cristian Gillen, en su libro El fracaso de una promesa de transformación y su mundialización, alude a que Lenin otorgó un papel sustancial a las fuerzas productivas; en palabras del autor, “otorgarles gran importancia a las fuerzas productivas […] es lo que condujo no al socialismo sino al capitalismo de Estado […] en beneficio de la burocracia”. Es notable el aporte original de Gillen, al desarrollar el concepto “primado de las fuerzas productivas”.
  3. Véase, “La obra de Karl Marx, más allá del derrumbe”, en Martínez, Óscar (coord.), Karl Marx desde América Latina. Dialéctica, política y teoría del valor, Lima, GISLAT Editores/Ande, 2019.
  4. Para fines didácticos, mencionaremos a cada autor y su respectivo artículo, conforme el trabajo vaya progresando.
  5. “Método y estructura de la presentación del concepto de capital”, en Martínez (coord.), op. cit.
  6. En una entrevista realizada por Fernanda Navarro, Althusser manifiesta que el “Marx científico” había sido el creador del materialismo histórico, pero no del materialismo dialéctico. Fue Engels quien acuñó esta última expresión, que fue usada por Stalin para legitimar el poder del Partido Comunista a través de las “leyes de la dialéctica”.
  7. Véase, “Dialéctica de la emancipación, fragmentos filosóficos y crítica de la economía política”, en Martínez (coord.), op. cit.
  8. Se toma aquí dos textos: el prólogo de 1859 de la Contribución a la crítica de la economía política y el párrafo sobre “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”.
  9. Un buen texto de referencia para penetrar en este concepto es la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. En ella, Marx invierte la subjetividad, poniendo al hombre en el centro del universo y ya no a Dios. Al hacerlo, recupera la esencia de la crítica como crítica de la tierra. Cuando anuncia “el hombre hace la religión, la religión no hace al hombre” está diciendo que por más que las cosas se presenten de una manera, esa manera de presentarse es una ilusión. Esa ilusión como forma única de manifestarse es la enajenación de toda característica humana. Como complemento, John Holloway, en su libro Una lectura antiidentitaria de El Capital, alude a que la inversión de la subjetividad es la inversión del poder, es decir, el hombre tiene poder no sobre Dios, sino el poder de crear. Desde su juventud, Marx ya percibía aspectos relevantes de la sociedad capitalista, los que tiempo después plasmaría en El Capital.
  10. Persona que carece de nacionalidad legal.
  11. Véase, “El valor de uso como clave emancipatoria”, en Martínez (coord.), op. cit.
  12. Si bien es cierto que el valor de uso es la utilidad de una cosa para satisfacer necesidades, la autora le da otro tratamiento a este concepto. Aquí el valor de uso es un concepto frustrado, no sabe a dónde ir y qué hacer; vive en plena contradicción consigo mismo.
  13. “Marx en el siglo XXI. Notas en torno a la cuestión del partido y la praxis en Marx”, en Martínez (coord.), op. cit.
  14. La crítica que emprende va dirigida a la concepción del “partido” que tenía Stalin, una vez que éste sistematizó el leninismo.
  15. El concepto de “partido” no es eterno, tiene un fundamento, pero también es parte de su tiempo. Sus problemas, definiciones y formas de aparecer en el campo político, por ende, son distintas para cada época.
  16. “Catorce tesis sobre El Capital”, en Martínez, op. cit.
  17. “El fetichismo de la mercancía como el secreto del mundo moderno”, en Martínez, op. cit.

 

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