¿Que tenemos en común las personas adultas y las infancias? Todos callamos

Un breve ensayo sobre el silencio en El libro de la negación de Ricardo Chávez

Por Carolina Cervantes

Silencio. Silenciosa es la forma en que comunicamos lo escondido. Desde pequeña mi madre me ha pedido silencio para no estresarla con mis tonterías de infante. Silencio le exigió mi padre durante tantos años mientras ella se afligía. Silencio aprendió mi padre cuando mi abuela le pidió que no la molestara con sus tonterías de infante, y a su vez ella era silenciada por la mano dura de mi abuelo. Silencio, silencio. De tanto silencio, el silencio aprendió a hablar.

El silencio no es la ausencia de palabra o lenguaje. Es más bien lo que Bajtín llamó “callar”; lo que está construido a partir de aquello que se calla, que no se dice de manera literal, y calla porque esa acepción es la única que permite explicar la ambigüedad, la falta de respuesta, la polisemia, el vacío, la angustia… Cuando el silencio le habla al silenciado, ya no es posible querer callar. Porque lo que se calla es la violencia, el grito de los violentados, la historia sangrienta que, como adultos, queremos dejar escondida en el pasado y en el presente.

Así encontramos muchas historias creadas a través del silencio. La literatura infantil que he experimentado se encuentra creada a partir del silencio de los niños en las historias. Silencios que son desarrollados como resultado de la violencia enmudecedora por la fuerza. Pero considero necesario compartir las experiencias silenciosas que podemos encontrar en las historias que no solo conciernen a los infantes, sino a cada adulto que se encuentra en el mundo.

Callamos mucho porque creemos innecesario hablar con las infancias. Les arrebatamos temas de su interés, ignorando por completo la necesidad de estos para su integral desarrollo como seres humanos, con cualidades de seres humanos. En cambio, les ofrecemos nuestro silencio con el fin de que dejen de preguntar, de insistir, de jugar, de descubrir. Les imponemos el silencio con el fin de convertirles en adultos desde temprano.

Cuando el silenciado se decide a hablar, la verdad le destruye a sí mismo, como al padre del protagonista de El libro de la negación, que quiere mostrar la verdad y evitar que la historia se repita. Pocos nombran lo que quieren dejar oculto en el silencio. Sin embargo, es una verdad que no puede comunicarse a lengua suelta: Los adultos violentamos a las infancias de todas las formas que nos es posible. Les violentamos tratándoles de inútiles, de seres no pensantes, de poco inteligentes. Les violentamos a través de nuestro silencio y obligándoles a adoptar el silencio como su lengua materna.

El niño, protagonista del libro mencionado, acostumbrado al silencio del mundo, se sorprende al encontrarse con una verdad que, de tan ignorada, parece mentira. Prefiere el silencio, prefiere no mencionar aquello tan atroz que ignoramos a diario: La violencia hacia las infancias es una de las más antiguas y más recurrentes hasta nuestros días.

Infanticidio: palabra que no mencionamos porque nos creemos tan moralmente correctos al creer que nadie sería capaz de lastimar a los niños. Pero resulta que un infanticidio ocurre incluso desde antes de terminar con la vida infante. El infanticidio ocurre desde que esperamos se comporte como adulto, desde que le prohibimos entusiasmarse con el mundo exterior, así como los adultos hicieron con nosotros en nuestra infancia.

Es entendible que Ricardo Chávez Castañeda compusiera esta historia desde el silencio. Guiando a su lector, grandes y chicos, a poco a poco descubrir la palabra, la historia, pero al mismo tiempo cuidando que no perdamos de vista que desde el silencio se nos está hablando, que hay algo en él que causa angustia. Es entendible porque, aunque sea necesario hacer que las infancias conozcan sobre estos temas, no resulta sencillo saber que han ocurrido genocidios contra personas que comparten las mismas características físicas y psicológicas que tú. Que tú pudiste ser parte de las víctimas de alguno de los muchos genocidios que han ocurrido en la historia.

El silencio como forma de comunicación para los siempre silenciados y para exponer lo más complejo de las situaciones termina por ser la mejor opción cuando de sensibilidad se trata. Además, quién mejor para comprender las cosas de otro modo distinto al adulto sino los niños y las niñas.

Chávez Castañeda da el ejemplo de que no importa qué tema quieras desarrollar para que lo entiendan. Porque ellos y ellas siempre entienden; entienden incluso mejor que la comunidad adulta. Poseen una mayor sensibilidad que les permite conocer más allá de lo que queremos mostrarles. Este libro nos hace saber que debemos detener nuestros prejuicios adultos hacia ellos y ellas; dejemos de tratarles como seres sin comprensión alguna, y comprendamos que si hemos censurado tantos temas a las infancias es por el trato que como adultos damos a esos temas.

El silencio es la herramienta de comunicación entre adultos e infancias. Es el único lenguaje que podemos comprender a la par, pero es por el único por el que podemos dejar de censurar temas, por el que podemos emprender una eficiente comunicación con los lectores infantes.

 

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