Sobre la Transformación Educativa en México

Por Yesica Alejandra Pérez Segovia[1]

 

2012, Hidalgo, México.

Curso cuarto grado de primaria y están realizando la Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE) en mi escuela, donde resulto ser una de las alumnas seleccionadas para presentarlo. Una vez en el aula, con un maestro diferente al habitual, mis compañeros y yo comenzamos el examen y me encuentro con preguntas de temas que se parecían poco a lo que había visto durante el ciclo escolar; conocimiento adquirido como producto de hacer resúmenes de lo que se encontraba en los libros o contestar las actividades del libro de matemáticas.

Nadie sabía de qué se trataba el examen, pero los rumores decían que no valía para nuestra calificación, sino que al contrario, era para evaluar a los maestros. Había opiniones divididas; compañeros que nos pedían contestar lo peor posible para que nos cambiaran a los maestros, y los que pedían exactamente lo contrario.

Cuando estábamos cerca de la mitad del examen, el profesor a cargo de mi grupo se levantó y nos pidió copiar las respuestas tal y como las iba a anotar en el pizarrón. Por cómo lo dijo, sonó a que era importante que así fuera. Fue el único examen del cual nunca supe qué calificación obtuve, y el único al que a nadie parecía importarle tampoco.

Un par de años más tarde estaría sentada en un salón con el mismo docente, ahora como titular, haciendo planas que tenían como propósito conducirme a un comportamiento que me permitiera obtener mi carta de buena conducta. Incluso, ese mismo año, estaría en el aula con un silencio solamente alterado por el ruido que provoca el pasar de las páginas o la inquietud infantil, leyendo mi libro favorito con un hastío tal que me obligaba a esperar ansiosa que pasaran los quince minutos designados a la lectura, para finalmente contestar las preguntas del maestro —sobre un libro que él no conocía— y poder salir de la escuela.

Durante mi educación primaria, comencé con el Plan de estudios del año 2009, un plan —en teoría— basado en competencias, diversidad y transversalidad entre materias. Su perfil de egreso contemplaba diversos puntos que aún ahora, con la Nueva Escuela Mexicana, son aspectos a los que se les confiere una importancia especial: hablamos de las habilidades del lenguaje escrito y oral, que pretende servir para una buena, clara y fluida comunicación no solo en la lengua materna, sino en idealmente al menos dos idiomas; la identificación y resolución de problemas, con una previa argumentación y racionalización de estos para poder proponer soluciones y tomar decisiones, pudiendo incluso cambiar nuestro punto de vista inicial, basado en las evidencias obtenidas; el conocimiento y el apego a los derechos humanos y los valores con base en la responsabilidad social y el apego a la ley; el reconocimiento y la valoración de la diversidad humana; la promoción de la salud y el respeto al medio ambiente; y por último, la apreciación estética.

Este listado de deseos en la educación podría resultar innovador —para la práctica— incluso en pleno 2023, donde la realidad es que los cambios con cada reforma educativa han sido pocos, o meramente invisibles dentro de la situación del país. Así, recordando un poco la historia, nos encontramos con que ya en el año de 1971 se hablaba de humanismo; una década después, el presidente Miguel de la Madrid, con su reforma educativa a todas vistas sociocultural, comenzaba a reconocer la importancia de tomar en cuenta el contexto para una educación significativa —recordando un poco al decolonialismo que se pretende instaurar en el plan vigente—; o tan solo unos años más tarde, en 1988, Salinas de Gortari incluiría el constructivismo y la autonomía del alumnado.

Siendo un plan con ideas estupendas, en contraste, mi experiencia como estudiante de educación básica se tradujo en situaciones más bien contradictorias, donde la alfabetización fue relegada por mis maestros, y el papel de los tutores se volvió fundamental para no rezagarse en este respecto; o donde identificar problemas y argumentar al respecto era tomado como una falta de respeto y merecedor de un castigo.

Culminados mis seis años en esa escuela, me convertí en una alumna perfectamente adaptada al sistema educativo imperante: conductista, patriótico —militarizado— y orientado a resaltar como propios los logros del alumnado, pero siempre rehuyendo de afrontar las claras carencias. ¿Qué tan diferente suena del sistema actual?

En la secundaria la estrategia no fue muy distinta a lo ya vivido, memorización para pasar los exámenes, rapidez para terminar los resúmenes del libro y recursos para entregar asignaciones con mucho color o adornos que denotaban la “creatividad” individual. Plan 2011, pero manteniendo imperturbables las características del anterior. Sin embargo, dado el cambio de nivel, fue más sencillo advertir el tinte empresarial que yacía latente en nuestra formación. Incluso más que en el nivel anterior, la estandarización y los procesos para obtener productos eran más marcados, esperando como resultado una clara homogeneización de los grupos.

En esta etapa destaco mi clase de español a lo largo de mi último año, donde la lectura seguía siendo un tema importante; leer por leer era una actividad frecuente que se ejercía repartiendo ejemplares de libros que se entregaban con miras a terminarlos lo más rápido posible, ya que solo contabas con 30 minutos antes de despedirte de tu ejemplar asignado. La lectura siguió significando leer para responder preguntas y así poder ganar tu libertad para salir del salón de clases.

Recuerdo, igualmente, las secciones de los libros donde teníamos que responder preguntas sobre nuestro contexto, a la par de realizar proyectos imaginarios para mejorarlo. Sin embrago, las problemáticas que reconocíamos se quedaban en la identificación y su correspondiente escritura en el libro de texto para poder entregar la actividad y cumplir.

Comencé mi preparatoria en el año 2018, un año después de la publicación del Plan 2017. Realicé mis estudios en sistema abierto, por lo que no conté con una experiencia escolarizada que pudiera mostrarme, en retrospectiva, los alcances de ese nuevo modelo. El sistema abierto no te ofrece herramientas más que las que tú puedas proveerte, por lo que al comienzo de este periodo me serví de los mecanismos ya aprendidos: memorización y mecanización. Funcionó según lo esperado. Así, me serví de la retención para el posterior olvid aprendida en la educación básica, con el fin de lograr los objetivos esperados en la preparatoria; pero la falta de rigidez para lograr los mismos me confirieron un campo nuevo para explorar.

Obtuve calificaciones satisfactorias en este nuevo sistema que se regía con las mismas leyes tradicionales de siempre. La diferencia llegó con el tiempo libre que éste me confería: no era necesario que pasara horas en un aula para poder presentar un examen y acreditar las materias, aquí yo tenía completa libertad para decidir qué y cuándo quería hacerlo. Una vez identificada esta oportunidad, pude desarrollar y pulir habilidades que habían sido relegadas en mis cursos pasados. La autonomía se hizo presente gracias a la falta de restricciones y senderos ya trazados que había seguido en las aulas durante toda mi formación. Finalmente me sentí agente activo en mi aprendizaje y tanto la autonomía como la motivación intrínseca mencionada en el Plan 2017 fue una realidad y se convirtió en algo no solo presente, sino vital.

Si tenemos ideas brillantes, si imaginamos la educación de una manera ideal y la plasmamos en reformas y más reformas, entonces, ¿qué es lo que nos falta? ¿Por qué sentimos que estamos dando vueltas en el mismo lugar aunque nuestros planes tengan una fecha reciente de publicación?

¿Acaso no sería brillante sentar un precedente para los demás gobiernos? Donde dejar huella no incluya modificar o eliminar lo pasado, sino llevarlo a la práctica cabalmente y ver si la teoría funciona también en nuestras escuelas, en nuestro país; donde el legado no sea un documento, sino una verdadera puesta en escena de los ya existentes. Desde garantizar el acceso a la educación, siendo esta gratuita, laica y de calidad, hasta el correcto desarrollo de los planes dentro de las aulas y las escuelas a lo largo del país. ¿Cómo esperamos probar un método nuevo si nos mostramos reticentes a cambiar nuestros rituales y nuestra comodidad?

¿Cómo podemos esperar resultados cuando lo único que cambia son los documentos pero nunca nuestro actuar o nuestras ideas?

Regresemos la vista a las primeras reformas educativas enfocadas en resultados tangibles, donde existió un aumento en la alfabetización y en la población escolar, con su respectiva infraestructura. ¿Qué resultados buscamos ahora y por qué parecemos encontrarlos derogando reforma tras reforma? ¿No estamos reciclando “innovadoramente” las mismas “transformaciones educativas”? Necesitamos recordar que no estamos construyendo desde cero, en una página en blanco, de la misma manera que no podemos pretender construir una utopía inalcanzable.

Por último, traer a colación la evaluación, pero ya no de los alumnos, sino de los docentes. En el año 2013, después de la reforma educativa del presidente Enrique Peña Nieto, se planteó una valoración del magisterio; si bien con mayor sentido punitivo que formativo, permeó en el imaginario colectivo y logró una destrucción sin precedentes de la imagen del docente, dejando en claro la formación laxa que recibe el personal educativo, además de la replicación de críticas sin objetividad o análisis previo que se mantiene aún casi una década después, con la repetición de prejuicios y reproches a diestra y siniestra.

Rescato este aspecto dado que uno de los primeros movimientos dentro del ámbito educativo del nuevo gobierno fue la anulación de las mismas, alegando —entre otros motivos— la falta de respeto al magisterio que éstas significaban. ¿Por qué no nos resulta incongruente que en un sistema donde al alumno se le somete constantemente a evaluaciones sobre su desempeño y conocimientos, se considere un estigma que los maestros se sometan a lo mismo? ¿Por qué

la crítica a su desempeño se toma como una ofensa personal o incluso un agravio a toda la institución educativa?

De mis primeros recuerdos en la primaria está también el descontento y el miedo que tenían los docentes respecto a ser evaluados con dicha reforma. Si bien ésta fue planteada con fines que distaban de ser constructivos, una valoración proyectada para edificar nos acercaría aún más al logro de las propuestas que los modelos educativos traen consigo.

Somos resultado de la educación que recibimos, de lo cómodos que nos sentimos con nuestros rituales, valores y actitudes, que podemos decidir perpetuar en favor de nuestra conveniencia o, de lo contrario, de nuestras decisiones para cambiar la obstinación con la que nos encontramos inmersos en esta cultura. Si queremos que el nuevo plan curricular no se convierta en un fracaso más de la educación mexicana, es momento de plantearnos qué es lo que estamos haciendo para no quedarnos en el mismo lugar de confort de siempre, y comenzar a sacudirnos y deshacernos de lo ya aprendido y replicado para observar y enseñar desde una lente ya no nueva, sino ahora más clara.

 

 

 

[1] Yesica Alejandra Pérez Segovia (Hidalgo, México, 2003). Actual habitante de la ciudad de Mérida, donde estudio la licenciatura de Enseñanza y Aprendizaje del Español. Me gusta escribir sobre los diversos temas que me apasionan, estoy incursionando en compartir mis apuntes. Crecí en una familia donde cada domingo se hablaba de política, educación, libros, cine, historia y cualquier tema que pudiera ofrecernos múltiples puntos de vista, anécdotas y hasta discusiones. De ahí viene mi afinidad por hablar y escribir sobre las cosas. También de ahí surge mi interés por la música y la medicina, que me dieron perspectivas más amplias que me ayudan a mirar de manera distinta lo que quiero que sea mi labor como docente. Escribo porque, para mí, el lenguaje nos forma y nos va construyendo. Me gusta construirme con las palabras de quienes leo mientras encuentro las mías.

Contacto: ensy.esp@gmail.com

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Un comentario

  1. Muchas felicidades, excelente retrospectiva y análisis en lo personal y sistema educativo. Fundamentalmente hacer el cambio en la innovación de la enseñanza en aula y fortalecer un aprendizaje de calidad y análisis crítico.
    Saludos YAPS.

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