La nueva izquierda chilena en el purgatorio

Por Jorge Yáñez Lagos[1]

 Los socialistas en los Estados Unidos están estancados ¿Cómo nos convertimos en dueños de nuestro propio destino?, señala inicialmente en su artículo titulado La Izquierda en el purgatorio el escritor político Bhaskar Sunkara, publicado en la revista socialista Jacobin. Desde la perspectiva de Dante, según el autor, el purgatorio fue algún lugar físico: una montaña que el penitente debía escalar para aproximarse al Paraíso, con obstáculos que debían superarse para abordar los pecados pasados. Pese a eso, Sunkara reflexiona que:

 

“La izquierda, sin embargo, no siempre está tan dispuesta a emprender este camino. Cuando fracasamos en nuestros esfuerzos por alcanzar las tierras prometidas, a menudo nos contentamos con culpar al poder incalculable de nuestros oponentes o al laberinto intratable del sistema. Nuestras propias fechorías rara vez se identifican, y mucho menos se rectifican[2]”.

 

En este sentido, Sunkara advierte que ante un inminente retorno de Donald Trump a la Casa Blanca en 2024, una subcultura para miles de activistas, pero demasiado desorganizada e impotente hace difícil un programa político nacional. De ahí que el identitarismo socava significativamente el rol de los partidos políticos en la vida democrática. De hecho, lo anterior se puede narrar por Mark Lilla en El regreso liberal, cuando en la página web del Partido Demócrata en los Estados Unidos no incluía un programa unificado, sino que, 17 programas distintos disgregados en 17 identidades que convivían en el seno del partido (Svensson, 2022).

En otras palabras, el identitarismo genera dificultades. Después de todo, una de sus consecuencias es la multiplicación de las luchas facciosas, con cada grupo subdividiéndose con nuevas pretensiones de pureza. En paralelo, la política identitaria también se caracteriza por un asunto central: el victimismo (Svensson, 2022). De esta forma, la política identitaria y su consecuente cultura victimista —como insinúa Bhaskar Sunkara en La Izquierda en el purgatorio— conduce a un camino hacia la autosatisfacción política que apenas se sostiene marginalmente, pero que nunca será lo suficientemente fuerte para ir más allá de la resistencia permanente.

Sustancialmente, los problemas que evidencia la nueva izquierda estadounidense no son exclusivos a su realidad, y repercuten en una izquierda global cuyas premisas muestran tensiones similares. De esto se desprende que, en el caso de Chile, los círculos intelectuales de la llamada “nueva izquierda” han tenido acogida en partes del Frente Amplio, del Partido Comunista y del ala más izquierdista del Partido Socialista.

En este contexto, la nueva izquierda chilena devela una precariedad eminentemente hermenéutica o comprehensiva, puesto que el individuo es purgado de su singularidad e identificado con la “común humanidad” desde una noción abstracta inspirada en una idea básica de corrección moral. Aquí se conforma una intención universalizante y moral; y, en contraste, la intención política que no se ajusta a ella es descalificada. Bajo esta lógica, se fomenta un moralismo de izquierdas cuya actitud de auto-legitimación discriminatoria debilita severamente la capacidad de autocrítica y apertura a lo otro (Herrera, 2019).

Sin embargo, en el criterio de distinción de izquierda y derecha como términos polisémicos, dependen uno de otro. Si no hay nadie en la izquierda, entonces tampoco hay propiamente una derecha en el sentido que usualmente le damos a la expresión. Por lo mismo, si la derecha chilena peca por defecto en el campo discursivo, la izquierda chilena lo hace por exceso. La nueva izquierda chilena eleva con facilidad a palabras o a una teoría el fenómeno social y político, incluidos sus alcances más complejos. De modo que la mayor capacidad discursiva de la nueva izquierda chilena igualmente evidencia un reduccionismo. Precisamente, el afán de reducir la posición ajena que trasunta la identificación retórica, a menudo entrega como si sus argumentos fueran lo obvio, lo indudable, lo evidente (Herrera, 2014).

Ahora bien, “¿Hasta dónde la vida real, el pueblo concreto, se dejan comprender y conformar por esa generalidad?” (Herrera, 2019, pág. 84). A modo de ejemplo, la agenda sexo genérica defendida por el gobierno de Gabriel Boric reafirmó su compromiso en su primera cuenta pública en conformar un gobierno feminista. Empero, esta decisión política se encuentra social y culturalmente en una paradoja. De acuerdo con la encuesta Criteria Research de 2021, un 91% de las mujeres consideraba vivir en un país machista; no obstante, sólo un 36% de las mujeres se sentían identificadas con el movimiento feminista. Todo esto significa que sería posible suponer que la mayoría de las mujeres chilenas comparten buena parte del diagnóstico sobre los problemas que las aquejan, pero existen diferencias importantes en el enfoque y los métodos propuestos por el movimiento feminista hegemónico en el Frente Amplio (Caviedes y Siles, 2022).

Un punto cardinal para comprender lo señalado por Caviedes y Siles (2022) nos remite a la politóloga argentina y feminista, Mayra Arena. Según esta autora:

“Las grandes mayorías no quieren que les rompas las pelotas, y tampoco te las quieren romper a vos. Cada vez que me cancelás un artista que me encantaba o me hacés sentir una porquería por reírme de algún cuento viejo pienso más que vos y yo no tenemos nada que ver. Si ni siquiera nos reímos de lo mismo, si no me dejas reírme a mí, si me retás como a un nene cuando digo algo «incorrecto» ¿en serio esperás que me identifique con vos? Hace rato que venimos diciendo: guarda que la mayoría no se prende en tu movida progresista, guarda que las mayorías tienen otros problemas y otros valores[3]”.

En la práctica, este discurso moralista de la nueva izquierda se aproxima más a las pretensiones religiosas. Como apunta Agustín Squella (2019) “una expresión de grosera teología política democrática” (Squella, 2019, pág. 79). En cambio, la política consiste más bien en cómo debe usarse la persuasión y en el momento oportuno para hacerlo. En las instituciones democráticas se delibera y discute no para convertir a otro a nuestro punto de vista, sino que, menos que eso, para persuadirlo (Squella, 2019). Por eso, la política además provee un conjunto de normas para la argumentación y una estructura intelectual para el discurso público. La argumentación es esencial a todas las etapas de la política (Majone, 1997).

A pesar de esto, cierto moralismo como consecuencia de las nuevas identidades nacionales y culturales, también permite comprender lo emprendido por el ministro del gobierno de Gabriel Boric y militante del partido político Revolución Democrática (perteneciente al Frente Amplio), Giorgio Jackson. El ministro de Estado afirmó que “nuestra escala de valores y principios en torno a la política no sólo dista del gobierno anterior, sino que creo que frente a una generación que nos antecedió, que podía estar identificada con el mismo rango de espectro político[4]”. El mensaje de Jackson estriba en una simplificación grosera y puritana de la realidad política. En efecto, la supuesta superioridad moral ejemplificada en Jackson es ciega frente a las complejidades del mundo humano, que nunca se ordenan de forma tan unívoca, ni responden exclusivamente a un solo principio.

Por consiguiente, las expresiones de Jackson revelan el desajuste entre los líderes políticos y los ciudadanos, teniendo en cuenta que hace mucho tiempo en Chile se observa una fuerte caída en la identificación del eje izquierda/derecha. Así, quienes no se identifican con este binomio, pasaron de un 11,5% en 1993 a un 48,6% en 2017. De hecho, las personas quienes se identificaban de “izquierdas” transitaron de un 33,7% en 1991 a sólo un 15,4% en 2017 (Titelman, 2023). Pues bien, estos datos igualmente se pueden vincular a la idea que las grandes mayorías no tienen agendas ideológicas, como infiere Mayra Arena.

Por otro lado, el ministro Jackson, como representante de la generación de las protestas universitarias de 2011, que resultó muy prodigiosa en ganar elecciones, entiende muy poco por qué funciona lo que funciona. Por ello, Noam Titelman afirmó que la izquierda chilena joven —de la que él forma parte y que hoy gobierna— tiene un serio déficit de intelectuales. Para Titelman (2023), llegado el momento de ejercer el liderazgo conquistado, se sucumbe a la deriva del vacío intelectual subyacente.

Este vacío intelectual se entiende cómo la nueva izquierda chilena concibe su sujeto político. Tanto el Frente Amplio como el Partido Comunista se ponen a la par con un conjunto amplísimo de luchas e identidades, tales como: feminista, indigenista, disidencias sexuales, entre otras. Todas estas reivindicaciones se engloban con el concepto de “pueblo” o “ciudadanía”, y se constituyen en oposición a un significante escasamente definido como neoliberalismo. En la nueva izquierda chilena abundan las referencias al neoliberalismo como responsable de las mayores injusticias que aquejan a las diversas identidades; sin embargo, la definición de neoliberalismo ha sido difícil de consensuar, y lo mismo puede decirse del “antineoliberalismo”. Entonces, valdría la pena tomarse en serio la pregunta de sus contornos, dado que el peligro de buscar superar algo que no se define es nunca saber si se ha dado un paso en la dirección correcta (Titelman, 2023).

Bajo este escenario, las reflexiones e influencias de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, entre otros(as), buscaron sentar las bases de una izquierda posmarxista; o sea, una nueva izquierda. Esta inspiración fue recibida y traducida políticamente por el Frente Amplio en Chile. Parafraseando al propio Gabriel Boric en 2016, el entonces diputado señaló que “lo que el marxismo tradicional consideró como frentes secundarios (feminismo, ecologismo, movimientos de minorías raciales y de género, entre otros), son elementos de primera línea” (Araos y Pérez de Arce, 2022, pág. 12).

Asimismo, este ethos impregnó a la Convención Constitucional fracasada el 2022. Evidentemente, allí convivieron muchos proyectos de izquierdas, donde el Frente Amplio era uno más. De esta manera, resulta posible comprender muchas normas aprobadas desde esta influencia intelectual. Consecuentemente, esto no sólo aparece en las normas más controvertidas en materia de derechos sexuales y reproductivos, o las perspectivas de plurinacionalidad y de género, sino igualmente en el modo de organizar el Estado (Araos y Pérez de Arce, 2022).

A partir de esto, el ex convencional y ex militante del partido político Revolución Democrática, Renato Garín, relata en su libro El fracaso la interpretación dicotómica que se realizó entre poder constituido y poder constituyente. La Convención Constitucional políticamente se erigió como un órgano único, especialísimo, diferencial y contrastada frente a las instituciones establecidas, los tres poderes tradicionales del Estado y sus órganos autónomos. En palabras simples, se estableció una Convención pura y sana que luchó contra los privilegios de las instituciones constituidas y entregadas a los pecados terrenales. Por tal razón, emergía una Convención plenipotenciaria (Garín, 2022). Es decir, nuevamente surge el aspecto teológico en la política de la nueva izquierda chilena.

Por ejemplo, Agustín Squella como ex convencional también enfatiza que al interior de la Convención las actitudes de ex convencionales de “izquierdas” ante los representantes indígenas expresaban que “no vayan a creer que no estamos con ustedes”; o bien, “no vayan a creer que no somos suficientemente de izquierda” parecían pensar (Squella, 2022).

Pese a este asunto, una explicación a la aplastante derrota electoral del plebiscito constitucional de 2022 se puede encontrar en el posicionamiento del eje izquierda/derecha por parte de la generalidad de la población chilena. En gran medida, el texto constitucional se posicionaba a la izquierda de la mayoría poblacional en Chile. Del mismo modo, el rechazo al texto constitucional paradojalmente expresa la continuidad del antielitismo que se manifestó en el estallido social de 2019. Sin embargo, este antielitismo encontró su versión en un antiprogresismo (Titelman, 2023).

Al mismo tiempo, la derrota del nuevo texto constitucional se constituyó en un duro golpe para la nueva izquierda chilena en su conjunto. En este caso, no basta con pertenecer a un partido político de izquierda para que las personas se sientan representadas como clases populares. La representatividad democrática va más allá de los intereses e identidades particulares de cada grupo tratadas en este artículo. Todo esto significa que, la crisis de representación que dio origen al estallido social también impregnó a la nueva izquierda chilena. Conjuntamente, esta crisis afectó a las identidades políticas y las ideologías. Así, la crisis de representación es parte del ethos de la nueva izquierda chilena (Titelman, 2023).

A partir de todo lo demás, se logra comprender el aplastante triunfo electoral conseguido por el Partido Republicano liderado por José Antonio Kast en la última elección del 07 de mayo de 2023. Respecto a este punto, el Presidente Gabriel Boric ante la arremetida republicana señaló lo siguiente a modo de autocrítica: “el proceso anterior fracasó, entre otras cosas, porque no supimos escucharnos entre quienes pensábamos distinto. Invito a Republicanos, que obtuvo una primera mayoría incuestionable, a no cometer el mismo error que nosotros”. En este extracto, el Presidente Boric asume el camino penitente como representante principal de la nueva izquierda chilena en el purgatorio.

De esto se desprende que la nueva izquierda (no sólo chilena) alimentada por pensadores como Michel Foucault y aglutinada en fragmentos posmodernos bajo el estandarte de un posestructuralismo, que al favorecer en gran medida las políticas identitarias; y, al abstenerse de los análisis de clase, acoge una ética individualista por extraño que parezca (Harvey, 2014). Pero resulta que, el gobierno de Boric debe enfrentar un nuevo clima en la opinión pública, que pasó a estar focalizada en las demandas de orden y seguridad pública, por sobre las demandas de derechos sociales y profundización democrática. Todas las encuestas, sin excepción, muestran consistentemente que la primera prioridad de la población chilena se establece en el orden y la seguridad pública (Titelman, 2023). «El orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche», escribió Diego Portales el 16 de julio de 1832.

De manera que, en los próximos años, la nueva izquierda chilena vivirá importantes momentos de definiciones. Desde luego, su capacidad para demostrar que se puede constituir en nuevo motor de gobernabilidad dependerá de dos elementos. Primero, la nueva izquierda chilena deberá persuadir o convencer en la formulación de nuevos consensos sociales, así como de retomar el mejoramiento de las condiciones materiales de la población. Segundo, deberá demostrar suficiente capacidad de gestión política, para articular mayorías junto con la izquierda y la centroizquierda históricas (Titelman, 2023).

Para ambos desafíos, según Noam Titelman (2023), la nueva izquierda chilena deberá mostrar su capacidad de llevar a la práctica lo que —hasta el momento— ha sido más bien voluntad y retórica. Finalmente, el autor nos entrega una frase llamativa: «a veces, el acto más revolucionario es que un municipio saque la basura a tiempo y las luminarias funcionen adecuadamente».

 

 

 

Bibliografía.

Araos, J. y Pérez de Arce, R. (2022). Los límites de la revolución democrática. Punto y Coma, no. 7, 2022, págs. 8-15. Instituto de Estudios de la Sociedad, IES. Santiago de Chile.

Arena, M. (2021). Derrota electoral del Gobierno: no conciben que un pobre no los banque ideológicamente. Recuperado de https://www.infobae.com/opinion/2021/09/16/derrota-electoral-del-gobierno-no-conciben-que-un-pobre-no-los-banque-ideologicamente/

Brodsky, R. (2022). La supuesta superioridad moral del ministro Jackson. Recuperado de   https://www.ex-ante.cl/la-supuesta-superioridad-moral-del-ministro-jackson-por-ricardo-brodsky/

Caviedes, G. y Siles, C. (2022). El feminismo de la nueva izquierda bajo la lupa. Punto y Coma, no. 7, 2022, págs. 37-44. Instituto de Estudios de la Sociedad, IES. Santiago de Chile.

Garín, R. (2022). El fracaso. Cómo se incendió la convención. Santiago de Chile: Catalonia.

Harvey, D. (2014). Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Traficante de Sueños, Madrid. IAEN-Instituto de Altos Estudios Nacionales del Ecuador. Quito.

Herrera, H. (2014). La derecha en la Crisis del Bicentenario. Ediciones Universidad Diego Portales. Santiago—Chile.

Herrera, H. (2019). Octubre en Chile. Santiago: Editorial Katankura.

Majone, G. (1997). Evidencia, argumentación y persuasión en la formulación de políticas. Fondo de Cultura Económica. México.

Squella, A. (2019). Democracia ¿crisis, decadencia o colapso? Editorial UV de la Universidad de Valparaíso, Valparaíso.

Squella, A. (2022). Apuntes de un constituyente. Santiago: Ediciones UDP.

Sunkara, B. (2022). The Left in Purgatory. Recuperado de   https://jacobin.com/2022/02/the-left-in-purgatory

Svensson, M. (2022).  Pluralismo. Una alternativa a las políticas de identidad. Instituto de Estudios de la Sociedad, IES. Santiago de Chile.

Titelman, N. (2023). La nueva izquierda chilena. De las marchas estudiantiles a La Moneda. Providencia, Santiago de Chile. Ariel.

 

 

 

[1] Sociólogo de la Universidad de Playa Ancha (UPLA) de Valparaíso, Chile. Diplomado en Desarrollo, Pobreza y Territorio de Universidad Alberto Hurtado. Especialización en Análisis de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Cuenta con experiencia en el ámbito de las políticas públicas, relacionadas a la superación de la pobreza y la prevención al consumo de alcohol y otras drogas. También, posee experiencia laboral a nivel de consultoría en Colombia.

[2] Disponible en: https://jacobin.com/2022/02/the-left-in-purgatory

[3] Disponible en: https://www.infobae.com/opinion/2021/09/16/derrota-electoral-del-gobierno-no-conciben-que-un-pobre-no-los-banque-ideologicamente/

[4] Disponible en: https: https://www.ex-ante.cl/la-supuesta-superioridad-moral-del-ministro-jackson-por-ricardo-brodsky/

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