Y al morir, deshacerse en fragancias divinas

Por Melissa Lazcano[1]

Llevo un par de meses preguntándome si existe una manera correcta de lidiar con el dolor de una pérdida, si hay alguna manera de vivir en la ausencia y soportar el vacío que deja su huella en la memoria. Personalmente no logro llegar a una conclusión satisfactoria pero hace un par de días releyendo unos poemas de Margarita Michelena me sentí acompañada y extrañamente reconfortada; poniendo más atención en sus palabras, éstas me remitieron a un espacio muy personal que era yo misma y mi miedo al vacío. Quizá los juicios y revelaciones personales no parezcan relevantes — en el sentido estricto— para un análisis sobre poesía, pero conectar con lo que leemos me parece una forma válida para comprenderlo.

La poesía de Margarita Michelena nos tiene expectantes al filo del abismo, es un constante coqueteo con la muerte de las cosas y el origen divino de las mismas, un desdoblamiento del yo en contacto con el mundo y el poder creador de las palabras.

A pesar de ser una gran poeta existen pocos trabajos críticos que profundicen en su obra poética —que inicia a mediados de los años cuarenta y termina a finales de los sesenta—. Dentro de estos trabajos encontramos artículos y comentarios que sitúan la obra de Margarita Michelena dentro de la poesía religiosa y variados elogios a la técnica y el imaginario de sus textos líricos.

Si bien es cierto que el misticismo en la poesía de Margarita Michelena es un elemento importante no es el único que abordó. En la lírica de Michelena también hay una clara lucidez corpórea que se manifiesta en la sinestesia de sus versos —en los que incluso alcanza un tono erótico— y una enorme sensibilidad para entender las emociones humanas más asfixiantes y plasmarlas. Se puede incluso encontrar de forma muy sutil, casi imperceptible, un tono confesional que relata sus obsesiones. Después de todo, ella afirmaba que su verdadera biografía residía en sus versos.

Los temas y tópicos en Michelena son siempre los mismos, pero evolucionan en su tratamiento conforme escribe y publica sus antologías.[2] En Paraíso y Nostalgia (1945) impera un tono de melancolía y contención en la voz poética. Michelena logra crear una sensación de vacío por medio de imágenes que rememoran sensaciones de una infinita falta y anhelo por un amor inexistente.

En el poema “Cuando yo digo amor” vemos cómo la voz poética intenta crear el objeto de sus deseos al nombrarlo, pero una sensación de decepción y vacío se apoderan de ella cuando se reconoce sola:

Cuando yo digo amor

se me desploma

la ascensión de las venas.

Sobreviene, un otoño

de fugas y caídas

en que yo soy el centro

de un espacio vacío (Michelena, 42-48)

En este mismo poema notamos una contención implosiva de sí misma, la voz poética se mantiene al margen de sí misma y sus deseos, no hay pasado ni futuro, es un ser sin vivencias que sólo experimenta el mundo a través de sus anhelos:

Cuando yo digo amor

estoy sin huellas.

De porvenir desnuda

e indigente de ecos y memoria.

Cuando yo digo amor

advierto inútil

la palma de mi mano ‒que es convexa‒

e increíble

ese girar soltero

del pez en su pecera. (Michelena )

Margarita Michelena logra captar de manera hermosa la soledad con la que muchas personas lidiamos, ese sentir de exclusión frente al entorno, el sabernos extranjeros en nuestra propia vida, el anhelo por la libertad y la belleza del mundo que también está presente en autoras como Sylvia Plath o Emily Dickinson:

The willows were chilling

The face in the pool was beautiful, but not mine(…)

And all I could see was dangers: doves and words (…)

But it was too late for that. It was too late, and the face

Went shaping itself with love, as if I was ready. (Plath, 48-49, 52, 67-68)[3]

Esta angustia ontológica también se refleja en las generaciones más jóvenes que cantan a un sentimiento de pérdida; se saben solos pero el sentimiento de vacío les parece algo hermoso y no entienden por qué: I don’t really wanna know what’s good for me God’s dead, I said «Baby that’s alright with me» No one’s going to take my soul away… It’s innocence lost (Del Rey, Lana)

En ese sentido, Alí Chumacero tenía razón cuando declaró que la desolada poesía de Margarita Michelena resuena como la antiquísima voz de alguien que clama desde las arenas y que hace nacer las imágenes de su propia desolación (Chumacero, Alí p. 233)

La poesía de Michelena, entonces, me parece más viva que nunca, y ese estar viva se halla en la aceptación y la nostalgia de una humanidad que se encuentra a la deriva. Una humanidad ahogada y atrapada en sí misma, como se puede ver en el siguiente poema perteneciente a la antología Laurel del Ángel (1948), titulado “Elegía”:

Imaginad un árbol con las ramas por dentro,[4]

ahogado por su propia e imposible corona

y que cautivo lleva ‒aniquilándole‒

el fruto no vertido de su sombra.

Esto soy yo. La soledad sin brazos.

Un mar que, despertando, ya es arena,

muriendo solo bajo el mismo grito

que imaginó poner entre sus ondas. (Michelena, 1-8)

En este poema la corporalidad —que se advierte ajena— es un elemento importante para denotar lo asfixiante que resulta ser prisionero de tu propio ser, lo corporal constituye la identidad del sujeto, pero la voz poética de Michelena se desprende para (re)conocerse en la angustia de lo que alguna vez fue, en el esqueleto de su totalidad:

Soy la que nada poseyó. La oscura

desesperada soledad terrible,

quien jamás conoció sus propios brazos

ni los colmó de llanto y de dulzura.

Tan sólo quedó aquí del mismo modo

que en la orilla del mar a veces queda

‒testimonio de muerte y abandono‒

el lúcido esqueleto de una perla. (Michelena 27-30 y 35-38)[5]

El cuerpo es el umbral desde el cual el yo lírico sale al encuentro de sí mismo y se halla deshabitado. En una especie de neoplatonismo, Michelena llega a la conclusión de que la fugacidad del cuerpo mortal no la hará alcanzar la divinidad del mundo que la rodea. Mientras exista en un plano terrenal, la necesidad de llenar el vacío no se saciará. El sentimiento de saberse ajeno de sí mismo y del otro —a pesar de percibirse a través de los sentidos— también se ve plasmado en la angustia adolescente; I hear your song in the trees. I finally fall into rest. Often later when I’m sleeping you show up in my dreams. Just doing simple things but the truth is, you were never there. Sometimes I think I’m not either so what do I do?[6] (La Dispute, 2011)

Pero, en Michelena, no solo el cuerpo es la prisión, lo es también el nombre, la identidad y las palabras, como afirmaba en su poema “La invisible muralla”, al saberse apartada del mundo material: “Yo, extranjera en mi carne/ y en mis propios sentidos”. (Michelena, 1969)

En La tristeza terrestre (19’’) el yo lírico de Michelena se vuelca en una nostalgia por algo que ya se ha roto y que no tiene retorno, ella misma:

Me abandono a mí misma como a un muerto de sed.

Aquí me dejo. Y ya me estoy mirando sin ternura.

La casa donde amé.

La vista oscura y engañada de objeto.

Las guirnaldas de la fiesta extinguida.

Aquí hay un desprendimiento corporal[7] en el que la voz poética se mira desde lejos y se niega a su existencia material, pues le recuerda su proximidad con la muerte: “Algo ya de mi muerte está aquí ahora”. En esta etapa, Michelena se exilia en un recinto ya vacío que es su cuerpo y vislumbra que esa “tristeza terrestre” no es más que la aceptación de la intrascendencia humana.

Cabe destacar el tono de emotividad que impera en los versos de Michelena, que se manifiestan cuando alude a los sentimientos que la embargan; una nostalgia profunda que se convierte, a lo largo de sus textos, en tedio, hastío y desolación .Al fin y al cabo, la poesía de Margarita Michelena nos revela que no hace falta conocer algo para extrañarlo, que la vida es la nostalgia misma, que el anhelo y el vacío son consecuencia de la orfandad con la que llegamos y nos vamos del mundo.

 

 

Bibliografía.

Chávez Muñóz, Violeta Itandehuitl. “La fecundidad espiritual en la peroratio de El país más allá de la niebla de Margarita Michelena”. Tesis de licenciatura. Universidad Nacional Autónoma de México, 2011. En línea.

Chumacero, Alí, Homero Aridjis, José Emilio Pacheco y Octavio Paz, comps. Poesía en Movimiento. México: Siglo XXI Editores, 1966. Impreso. p. 233

Del Rey, Lana. Gods and Monsters. Polydor Records, 2012. CD.

La dispute. You and I In Unison. No Sleep Records, 2011. CD.

Muriel, Andrea y Alí Calderón. “Nombrando al cuerpo. Poesía erótica escrita por mujeres”. Círculo de Poesía Revista Electrónica, No. 20 (2020). En línea.

  1. Melissa Lazcano (Estado de México, 1995) egresada de la licenciatura de Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM. Sus intereses literarios se enfocan en la representación del cuerpo femenino, las vivencias encarnadas y la poesía presente en todos los ámbitos de la vida.
  2. Varios autores como Carmen Alardín u Oscar Wong señalan que las inquietudes temáticas de Michelena, tales como la soledad, la nostalgia o la búsqueda de Dios se develan de manera progresiva a través de la experiencia corporal en las distintas etapas de su lírica.
  3. En este poema Sylvia Plath refleja la incertidumbre de la tercera voz poética (tiene miedo de la vida que creó) pues sabe que el mundo —que ahora se refleja en los ojos de su amada criatura— es un lugar repleto de cosas tan hermosas como hostiles, por ello, la voz poética anhela el tiempo pasado en soledad.
  4. El árbol en la tradición poética ha sido considerado el símbolo de la vida en perpetua evolución, es un conector entre la tierra, el cielo y el infierno aunque en el imaginario de Margarita Michelena esa conexión adquiere un tono más íntimo e individual, la voz poética busca conectar consigo misma pero sólo logra acceder a su infierno personal —que es la soledad— sin lograr ascender al paraíso —que es la plena conciencia de sí misma—.
  5. Elegía es un poema que comparte la contención de lo corpóreo con Sylvia Plath, quien también recurre al simbolismo del árbol como un mediador entre la vida terrenal y divina. Aunque en Plath la conciencia corporal se obtiene por medio del contacto con la divinidad —que en este caso es el árbol—: Soy vertical/ pero preferiría ser horizontal/No soy un árbol con raíces en el suelo/que sorba minerales y amor maternal/ ni encarno la belleza de un jardín/que atraiga exclamaciones/ sin saber que muy pronto sus pétalos caerán./ Comparado conmigo es inmortal el árbol(…)/ por una vez, entonces, me tocarán los árboles, y tendrán tiempo para mí las flores.
  6. Me parece interesante comparar discursos tan distantes temporalmente, pues nos demuestran que las preocupaciones y obsesiones humanas no cambian y que incluso existen coincidencias en los signos que se utilizan para hablar de los mismos temas.
  7. Salir del cuerpo y volver al tiempo anterior (primigenio) en la poética de Margarita Michelena representa el origen divino del mismo, por ello es importante palpar el mundo que le rodea. Reconocer la muerte de “lo otro” aporta a la voz poética un conocimiento sobre sí misma.

 

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