15 Letras de tango escritas por mujeres

8. Sin nada más

Vero Bellini (Buenos Aires)

Por Miguel García

Verónica Bellini es egresada de la Escuela de Música Popular de Avellaneda y de la Escuela Nacional de Música J. P. Esnaola, importantes instituciones en Argentina. Con una sólida preparación musical, ha formado parte de diversos conjuntos: Verano Porteño, La Revancha, Las del Abasto, etc.; asimismo, se desempeñó como instrumentista en los espectáculos del legendario Café de los Angelitos y en Complejo Tango. Todo esto, con el rol de pianista.

Su experiencia como escucha de tango la llevó a Piazzolla, de ahí empezó a conocer al resto de los artistas importantes hasta llegar a Gardel. Pero en ese recorrido del tango vanguardista de la segunda mitad del siglo hacia el tango vocal de los 20 y 30, se dio cuenta de que no había suficientes tangos escritos por mujeres (o al menos no suficientemente difundidos). Percibió además cierto dogmatismo de los tangueros más tradicionales, el viejo prejuicio de «lo que se hizo en el pasado sí es tango y lo nuevo no vale la pena ni conocerlo». En ese entonces (primera década del siglo XXI), fue un atrevimiento que una chica joven se atreviera a escribir tangos.

En 2007, decidió fundar el grupo China Cruel, con una formación exclusivamente femenina; se hizo cargo de la dirección, de los arreglos, de la composición de música y letras. Sin un afán de equipararse a los grandes poetas consagrados como Discépolo, Manzi o Expósito, desde su cotidianidad buscó expresar desde sus propias circunstancias y perspectiva, pues comúnmente, en los tangos de antes, el hombre es quien habla.

En entrevista con un servidor para el programa Cien Años de Tango, de Radio UNAM, luego de escuchar «Contramarca», de Rossi y Brancatti («China cruel, ¿a qué has venido?, / ¿qué buscás en este rancho? / Si pa’ mí fuiste al olvido / y hoy vive ya más ancho / mi gaucho corazón. / Y esa flor que mi cuchillo / te marcó bien merecida, / la llevarás luciendo en el carrillo / pa’ que nunca en la vida / olvides tu traición»), Bellini comentó:

Nosotras pensamos que muchas letras de tango, aunque son poesías maravillosas, tienen muy impregnada una cosa de mucho maltrato, de mucho machismo, y en todos esos años de la época de oro del tango, no hubo mujeres que hayan podido escribir su versión de los hechos; quisiéramos saber por qué se fue del rancho esta china cruel —lo bien que hizo al irse si es que él le marcó el carrillo con un cuchillo—. Y la trata más o menos como una vaca: que ya no pertenece a este corral… —la verdad es que hizo bien al irse—. La propuesta de China Cruel es escribir los tangos, pero desde la visión de una mujer, poder dar nuestra visión de los hechos, dándole voz a esa china cruel que en su momento no pudo decirnos qué le pasó.

China Cruel cuenta con una participación en el álbum homenaje a Chavela Vargas La Chamana, con un arreglo en tango de la canción «Encadenados» de Arturo Briz, y ha realizado un par de producciones con repertorio original: China Cruel (2013) y Ni una que sepamos todos (2016). Los temas están elaborados con sutileza, inteligencia, humor y profundidad; tocan el amor pasional, la tristeza y las situaciones habituales como la comunicación virtual, los supermercados de chinos (tan comunes en Buenos Aires), etc.; «Sin nada más», el tango de Vero Bellini que hemos elegido para compartir hoy, aparece en el disco de 2013.

 

*     *     *

 

Sin nada que decir más que el silencio,

sin nada que sentir más que esta muerte,

después de haber pensado tanto tiempo

cómo sería volver a verte.

Sin nada que escuchar que no hayas dicho,

sin nada que ocultar… total, ya es tarde.

De frente a la verdad, frente a tu abismo,

sé que ya no es lo mismo, que todo se perdió.

Y ahora que mi razón

se fue vencida,

queda mi corazón…

queda mi corazón que es un suicida.

Saber que me hace mal,

saberlo y pedir más

saber que nunca se termina

Soy como un yonqui y vos, mi morfina:

que alivia mientras causa más dolor.

Sin nada que temer, ya te he perdido;

sin nada que esperar, soy tu pasado.

Sintiéndome invisible ante tus ojos,

los mismos ojos que un día me miraron.

Sin nada más que hacer, ya no hay salida;

sin nada que aprender que ya no sepa.

Si me arrojé al vacío por buscarte

y aunque quiera escaparme vuelvo a este amor.

 

Vero Bellini plantea un reencuentro esperado. Es la actualización del mito de Odiseo, contado desde la perspectiva de Penélope, la eterna esperadora: «Sin nada que decir más que el silencio, / sin nada que sentir más que esta muerte / después de haber pensado tanto tiempo / cómo sería volver a verte». Algo no funcionó, han pasado tantas cosas, tanto tiempo, todo es tan igual y, a la vez, tan diferente: «Sin nada que escuchar que no hayas dicho, / sin nada que ocultar… total, ya es tarde. / De frente a la verdad, frente a tu abismo, / sé que ya no es lo mismo, que todo se perdió». El regreso del héroe guarda un problema principal: la identidad confrontada con la alteridad, ninguno de los dos es el mismo y, sin embargo, lo son.

Una vez que pasó el encuentro y que ya comprobó cómo fue volver a verlo, quedan reflexiones dolorosas; toda esa imaginería que se había inventado quedó hecha pedazos; el pensamiento le demuestra que ya todo terminó, que no hay posibilidad; pero el sentimiento, a pesar de ello, insiste en creer; es una condena voluntariamente aceptada: «Ahora que mi razón fue vencida, / queda mi corazón, / queda mi corazón, que es un suicida».

Nuestra autora dialoga con Homero Expósito, quien dijo «hoy vas a entrar en mi pasado» en su célebre «Los mareados»: «Sin nada que temer, ya te he perdido; / sin nada que esperar, soy tu pasado»; Bellini no funde todos los tiempos en una sola frase, sabe que el pasado es lo único que ella representa, nada de presente y mucho menos de futuro. El alma herida busca la purificación y, para emerger, deberá impulsarse tocando el fondo del hundimiento, por eso se flagela con esos pensamientos punzantes: «Sintiéndome invisible ante tus ojos, / aquellos ojos que un día me miraron». Pero ella sabía que esto iba a pasar, el reencuentro no sería curativo, pero lo buscó de cualquier manera: «Si me arrojé al vacío por buscarte / y, aunque quiera escaparme, vuelvo a este amor».

Pero ¿por qué, si ya sabía lo que vendría, lo hizo de todas formas? Es trágico, se cumple el Destino, y ella vuelve, por esa pasión intensa, incontenible. En el estribillo se destapa la razón: es un juego de no acabar, como el de la adicción: «Saber que me hace mal, /saberlo y pedir más, / saber que nunca se termina. / Soy como un yonqui y vos, mi morfina, / que alivia mientras causa más dolor». Se trata de una relación en estado de intermitencia, él es la droga que la sujeta, se siente mejor cuando lo ve pero, al mismo tiempo, queda más lastimada por aquello que no puede ser. Cuando el arrebato masoquista del corazón puede más que la razón vencida por la verdad.

Este tango ha sido interpretado por la cantante Andrea Noe, además de China Cruel con la voz de Viviana Scarlassa, de quienes compartimos parte de un concierto del año 2014, cuando promocionaban el primer disco.

 

 

 

 

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