Brenda Vega | Relatos

Por Brenda Vega[1]

 

El mar de Laura

Foraminiferos, cual Laurinus, pelágica y su membranesis, efecto Caridis. Son las venas luteinicas, reglas con membrillanas endorreicas, pasando por Cipris, el pecho humectante, coagula Fottegotes, y la geofísica astralogica, grita con el humero de Calcio y Magnesio, y los pelambres mediooceánicas, por sus iris coccoliferas, gualdas y rutileas, por el mar zooplancton, ilutón, y Plutón, espigonea su tralla y pescuezo, ante Cassini y el lago Egeo, por la subducción de rebalaje y bacteriopelageileal. Genitales de óvulos y plantas de Carniavere, y Streolemiphyta. Hasta el liliunfi, por la megalla de su espinazo de marrón cueva, lloviendo gotas purpuras por su blasonaje espectral.

 

Metafísico

Hoy, empezé como quien debió haber sido

Como nada y aún todo

Sabiendo quién he sido y dónde termina el sol.

Estoy muerta y más muerta que antes

Sin saberlo; me corté las venas para medir mi desgracia.

Un punto cerrado o quizás neutro.

Soy una esperanza desecha.

Me miré frente al espejo ¿y qué hallé?

– No soy nada- Me dije a mi misma y mi ansiedad estalló. Como no tuve ningún interes, salí a la calle y hablé con los perros. Fingí vivir para que los demas me apuñalaran. No era nada. Una esclerosis múltiple, y luego, nada. Como no quise saberlo, me ahogué en el río. Estaba bañada por la salitre del mar y los peces me mordian. Y como no tenía familiares algunos que me hablaran, sólo guardé silencio. ¿Porque eso hacen las mujeres? Porque siempre callan. Nunca una atención. Y yo, estaba desnuda. Como cosa incierta no debí haber nacido. Yo no pedí venir. Pero el que crea es el que decide y el que se enferma, el padeciente. Quizá, en mi oscuridad he hallado más gloria que en toda la positividad del mundo y en todos los Dioses o no Dioses de este mundo. Y quizá, haber enloquecido fue lo mejor que me pasó. Porque al menos yo sé lo que soy. ¿Y, tú? ¿En qué siglo presumes vivir? Despertar o no, es tu decisión. Yo no quiero vivir, sin embargo, el sol brilla. No es vivir lo que quería, ¿qué importa lo que soy, lo que seré, lo que he sido, lo que jamás seré, lo que opines tú de mí o ellos u otros o los que no son o los que no hablan? Yo ya sé bastante de mí y que eso baste. Sé que amo a Athena.

Una Diosa inmortal.

Yo sólo soy un pretexto

Algo para que otros se sientan a salvo

Sin embargo; yo no sé de mí.

Sin saberlo; tú, ni sabes lo que soy.

Sin quererlo; te tropezaste con estos versos.

Y sin siquiera saber adonde irás, mi voz quebrada te guiará.

Seré siempre la que pudo

La que pudo haber huido

La que debió haberse casado

La que debió haber gritado lo mucho que odiaba el silencio de su casa.

Lo mucho que deseó ser huérfana.

Lo mucho que amó a una mujer que enterré.

Lo que tuve que cavar sus tumbas con mis manos.

Y llorar, porque nadie lo entendía.

Había muerto mi imaginación y yo la estaba encerrando.

A donde sea que vaya, mi alma va.

Con dolor en los dientes.

Con presunción de ser alguien cuando escribo. De interés por ser una autómata que juró vengarse.

Podría haber sido todo y sin importar nada, no soy ni la mitad de lo que tú eres ahora…

¿Cosa hecha o no más o menos ser lo que debería? ¿Sabes si sé, presupongo o escuchó?

Los demas rien en la cocina

Son felices porque no estoy yo allí.

¿Quién sabe si pudiste haberme salvado?

¿Eres si eres, sabes si sé, lo demás o lo justo?

¿ En dónde? ¿En mi mente? ¡Ah, es un estímulo adorable cuándo no pienso en el procrear!

Pero, ¿supiste cuánto debía haber tenido?

La música de las esferas

La música de las estrellas

La música del mundo y mi dolor.

Yo, estoy enloqueciendo.

De a poco, muero.

Si no es que ya morí.

Muero todos los días con cada despertar.

Como una exiliada de mi mundo Terrenal, en el imperio expedito de Trejano. Ahí, vivo. Estoy en una cueva y escribo, sobre el fin del mundo, yo, escribo. ¿Y de qué hablaré? De ti, ¿No? No hay nada. Si lloró es para mí. Llorar es para consolar a otros que mueren. ¿ Yo debería haber vivido? Lo suficientemente estúpido. Lo suficientemente ilógico. Podría haberme casado con ese joven y hubiese sido feliz. Si le hubiese dicho que sí al Doctor de la cátedra de Anatomía, podria haber aprobado. Si tan sólo ese joven me hubiera dicho sí. Si no hubiera ido a tantas iglesias. Si me hubiera medido el pecho con el pie y hubiera dado mi vida. Me iría a Grecia con Athena y jamás volvería. Olvídense que volvería.

Athena: Señora del Parnaso: Apiadate de mí.

Sarah Juana: Pequeña de la Biblia de Dios, sólo reza.

¡Oh, Eli! Si sabes pensar, piensa.

En fin; he dado más vida que la madre Tierra.

He dado más mentes que el mismo Newton

Y he sonreído más que cualquier maldito payaso que haya habido.

Me puse una máscara

Sonreí

Y cuando quise que el mundo se apiadara de mí

Sólo recibí insultos.

Lo tenía pegado a mis ojos.

Y mi saliva era mi agua.

Estaba desnuda en el salón donde jamás desperté.

Creo que nunca volví a casa desde aquel Junio fatal.

No más que haberme tomado la pastilla.

Yo morí.

¿Tú, vives, crees o mueres?

¿Tú, mueres, sigues o no sigues?

– Yo, te quise, te quiero o te querré en todo caso.

Caso que no será nunca lo mismo.

Porque recuerdo cuando debí haberme recibido.

Un primero de Diciembre de un año viejisimo. No obstante; temblé hasta la médula. Me recorté en pedacitos y los guardé en mi bolsillo. No tenía ni aliento para respirar, pero siempre había una plegaria a un Dios viejo. Fumé el cigarro qué le robé a mi madre y aspiré: «Por un instante era tan vieja como ella, era célebre, coqueta y pendenciera. » Mi cabeza empezaba a rendirse. Ya no había nada, ni un impulso, ni lo que fui, ni lo que restó. No me había casado con un Psicópata. Ni me había hecho monja, tampoco me había vuelto religiosa. Aunque, juro, lo intenté. Me deprimí en lágrimas. Usé un tablero. Y aprendí a hablar en otros idiomas. Todos eran iguales. Como ser real o ficticio ¿No importa mientras quedemos bien frente al otro, verdad? ¿Cuándo fue que perdimos la sensación de hacer lo que creiamos correcto, que empezamos a pensar en nuestro linaje o prole? ¡Ya lo había dicho Darwin, sólo los más fuertes sobreviven y ser inteligente no es sinónimo de perpetuación! No quiere decir que eres más que aquél ignorante, que por serlo tiene a Dios y se ahoga en él. Yo no lo tengo y presumo que él me amó. Perdido y presumido, presumí haber sido Cristiana, pero mentí. Era más Griega Ortodoxa que cualquiera que haya existido, sin importar cuánto reze. Me quité mi pantalón y estaba sin piernas. Me pinté y era un payaso. Quería ser payaso. Pero me suicidé orando. Y vomité en el bañó. Quería matar lo que había sido. Cosa real por dentro. No hay nada importante en mí. Salvo mi nacimiento, la Universidad y mi muerte. Lo demás es ilógico. No lo tengo en cuenta, como si jamás hubiese existido. Lo otro, fue una pantalla. Una fea y horripilante, calurosa bienvenida. ¿En qué pienso? ¡No lo sé! En mil mundos hay mil cerebros igual o más locos que yo. Ellos son Banqueros, Presos, Psicópatas, Escritores, poetas, Religiosos, y no me importan. Yo soy Médica. La Medicina es mi salvación. No me importa que ese esté más loco o más cuerdo, yo estoy muerta. ¿Cuántas veces lo dije? Me peiné en el espejo y me vi horrible. Mi cabello es un desastre. No tenía ni aire. Ni un soplido, estaba quebrada. De adentro hacía afuera. Sólo recuerdo a Jesica, sólo me acuerdo de haber jugado en el salón número siete. Sólo me acuerdo de haber salido de ahí y haber ido a la clase de Leyes y haber fracasado con un cuatro. De haberme sentado en frente de las ventanas y haber pensado. De haber enloquecido por ver demasiadas cosas en la oscuridad. Yo, creí ser inmortal. Para mí, lo fui. Era inmortal. Y no había nadie mejor que yo. Ni Dios ni hombre o mujer. Y un día en la clase de Farmacología, de golpe, empezé a descomponerme y Jesica me habló y yo a ella, pero ya había huido hacia mi destrucción. No volvería a la Universidad con ganas, porque había destruido todo con ese día fatídico de un martes a las 13:30 de la tarde. No era yo, sino una esvástica.

Y estaba muerta y me senté frente a mi ventana y pasó Athena y me sonrío. Yo la miré y reí. Ella fumó un cigarro y yo creé un poema. Mamá, no lo entendió, pero yo era feliz. Era nuestra metafísica y el universo y todo tenía sentido para mí.

  1. Brenda Vega. Enfermera, tengo veintiocho años. Vivo en Argentina (Florencio varela).

Publicado en Obras literarias y etiquetado .

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